Logo
Logo
Logo

Biblioteca Digital

 CAPÍTULO VIII

CAPÍTULO VIII

El día 26 de mayo de 1922, Lenin sufre un ataque. Su convalecencia se extiende a lo largo de todo el verano y hasta el mes de octubre no vuelve a emprender su actividad normal. Por tanto resulta difícil saber lo que aceptó y respaldó durante este período de semirretiro. Sin embargo, el último período de su vida política, desde el final de 1922 hasta los dos primeros meses de 1923, está marcado por su ruptura personal con Stalin y por el inicio de una lucha contra el aparato, que sólo habrá de interrumpir la recaída definitiva. Durante mucho tiempo, los únicos elementos de información de que ha dispuesto el historiador han sido los aportados por el testimonio de Trotsky acerca de algunos detalles que debían confirmarse por alguna alusión en los congresos o por el contenido de alguna declaración. Por supuesto la historiografía estalinista negaba esta versión que fue empero, definitivamente revalidada por las revelaciones de Jruschov al menos en sus rasgos generales.

Lenin y la burocracia

Habría resultado asombroso que un hombre de la envergadura intelectual de Lenin no se hubiese apercibido del peligro de degeneración que para el régimen soviético y el partido entrañaba el aislamiento de una revolución victoriosa en un país atrasado. En el período de marzo-abril de 1918 había escrito: "El elemento de desorganización pequeño-burguesa (que habrá de manifestarse en mayor o menor medida en toda revolución proletaria y que en nuestra propia revolución debe surgir con gran vigor dado el carácter pequeño-burgués del país, su atraso y las consecuencias de la guerra reaccionaria) también debe marcar a los soviets con su huella (...). Existe una tendencia pequeño-burguesa que se propone convertir a los miembros de los soviets en “parla­mentarios”, es decir, en burócratas. Hay que combatir dicha tendencia haciendo participar a todos los miembros de los soviets en la dirección de los asuntos" [1]. Consciente de que el principal obstáculo para la aplicación de este remedio estribaba en la incultura de las masas, desde el día siguiente a la toma del poder había redactado el decreto de reorgani­zación de las bibliotecas públicas en el que se preveían los intercambios de libros, su circulación gratuita y la apertura diaria de salas de lectura que deberían permanecer abiertas, incluso los sábados y domingos, hasta las once de la noche. Sin embargo, los efectos de tales medidas no podían ser inmediatos. En 1919, ante el VIII Congreso, afirmaba: "Sabemos perfectamente lo que significa la incultura en Rusia, lo que supone para el poder soviético que, en principio, ha creado una democracia proletaria infinitamente superior a las. demás democracias conocidas (...), sabemos que esta incultura envilece el poder de los soviets y facilita el resurgimiento de la burocracia. Si se cree en las palabras, el Estado Soviético está al alcance de todos los trabajadores; en realidad -ninguno de nosotros lo ignora- no se halla al alcance de todos ellos y falta mucho para que así sea" [2].

Sus discursos de 1920, 1921 y 1922 están llenos de referencias a la burocracia del aparato estatal y a la herencia del zarismo. Pero el reflujo de las masas y el aletargamiento o asfixia de los soviets no permiten utilizar los remedios propuestos en un principio. Lenin parece haber profundizado en el problema, comprendiendo que la creciente confusión entre el partido y el Estado constituiría el origen de muchos males. Así lo declara sin rodeos en el XI Congreso: "Se han establecido relaciones erróneas entre el partido y las organi­zaciones soviéticas: en cuanto a ello estamos todos de acuerdo ( ... ). Formalmente resulta muy difícil poner remedio a esto pues nos gobierna un partido único En muchos aspectos la culpa también ha sido mía" [3].

¿Llevó su análisis más lejos, considerando el posible final, del sistema de partido único? También esto parece probable pues una de sus notas manuscritas, destinada a un articulo que redactó durante la celebración del Congreso, menciona en distintas ocasiones la "legalización" de los mencheviques. No obstante, sigue estando convencido de la necesidad de obrar con prudencia para no comprometer unos resultados frágiles aún, con plena conciencia de la inmensidad de las dificultades. En un informe dirigido al comité central, después de hacer hincapié en la mala calidad del aparato estatal, añade: "La primera máquina de vapor era inutilizable ¡No importa! (...) Ahora tenemos la locomotora. Nuestro aparato estatal es francamente malo. ¡No importa! Ha sido creado, es un inmenso hallazgo histórico; un Estado de carácter proletario ha sido creado." Su conclusión es fiel reflejo de su conciencia de los limites que existen para una acción que intente mejorar la situación. "Toda la cuestión consiste en separar firme, clara y saludablemente lo que constituye un mérito histórico mundial de la revolución rusa, de nuestro intento, desastroso tal vez, de construir aquello que nunca ha sido creado y que en numerosas ocasiones, deberá volverse a empezar" [4]. Las siguientes líneas, referentes a las huelgas de principios de 1922, reflejan, tal vez en mayor medida aún, el carácter pragmático de su pensamiento en lo referente a estos problemas fundamentales: "En un Estado proletario de tipo transitorio como el nuestro, el objetivo final de cualquier acción de la clase obrera no puede ser sino el fortalecimiento del Estado proletario que ha de llevar a cabo el propio proletariado mediante la lucha contra las deformaciones burocráticas de dicho Estado". El partido, los soviets y los sindicatos no deben pues disimular que "el recurso a la lucha huelguística en un Estado en que el poder político pertenece en exclusiva al proletariado, puede explicarse y justificarse únicamente por cierto número de deformaciones burocráticas del Estado proletario así como por toda una serie de supervivencias capitalistas en sus institucio­nes por una parte, y por la falta de desarrollo político y el retraso cultural de las masas trabajadoras por otra" [5].

De hecho Lenin entiende que debe consagrar todos sus esfuerzos, con preferencia a cualquier otra finalidad, a la salvaguarda y perfeccionamiento de la herramienta que, en su opinión, resulta absolutamente esencial: el partido. Incluso un historiador tan hostil a Lenin como Schapiro advierte que "parece como si Lenin hubiese conservado la creencia de que se podía elevar el nivel de sus miembros y poner un freno a la expansión del arribismo y de la burocracia, desarrollando las aptitudes del proletariado y su confianza en sí mismo" [6].

 A este respecto, las medidas de 1922, al fijar la duración del período de prueba previo al ingreso en el partido, en seis meses para los obreros y soldados del Ejército Rojo de origen obrero y campesino, en doce meses para los campesinos y en dos años para los restantes estratos sociales, parecen haber sido, en opinión de Lenin, completamente insuficientes puesto que su propuesta exigía seis meses únicamente para aquellos obreros que hubiesen trabajado al menos diez meses en la industria pesada, dieciocho meses para los otros Obreros, dos años para los ex combatientes y tres años para las restantes categorías sociales. Su gran preocupación por preservar el capital constituido por la "vieja guardia" bolchevique, nos permite suponer que las condiciones mínimas que se exigían para el ejercicio de responsabilidades dentro del partido -un año para ser secretario de célula y tres años para convertirse en secretario de distrito, pertenecer al partido con anterioridad a la revolución de octubre para ser secretario regional- han contado al menos con su plena aprobación. En cualquier caso, sus últimos escritos demuestran que en 1923 había permanecido fiel a los principios que había mantenido durante la construcción del partido, basados en el desarrollo de la conciencia obrera; asimismo, aconseja apartar de las tareas de dirección a "los obreros que han desempeñado desde hace tiempo trabajos soviéticos" porque "tienen una determinada tradición y una determinada mentalidad contra las que sería conveniente luchar"; también recomienda apoyarse en "los mejores elementos de nuestro régimen social, es decir, sobre todo en los obreros avanzados y, en segundo término, en los elementos verdaderamente instruidos de los que se puede asegurar que nunca creerán en algo que se base en meras promesas y que nunca pronunciarán ni una sola. palabra contraria a su conciencia" [7].

Estos artículos y discursos dedicados al tema de la burocracia y del aparato son aprobados por todos, incluidos los burócratas. No obstante, en la Pravda del 3 de enero de 1923, Sosnovsky describe cómo aquellos mismos que los ovacionan, no cambian por ello ni un ápice de su práctica: "Lenin ha subrayado en numerosas ocasiones en qué forma, nos sojuzga el aparato integrado por los funcionarios de las oficinas cuándo deberíamos ser nosotros los que deberíamos some­terle a él. Y he aquí que todos aplauden a Lenin, los comisarios, los jefes y los responsables también aplauden de todo corazón pues están completamente de acuerdo con Lenin. Pero coged a uno de ellos por los botones de la chaqueta y preguntadle: “¿Acaso el aparato de tu oficina también se ha adueñado de su jefe? Adoptará sin duda un ademán de persona ofendida: No es lo mismo. Todo eso es absolutamente cierto pero solamente para el prójimo, para el vecino. Yo controlo perfectamente mi aparato.”"

Lenin ante el auge del aparato

Desde su vuelta a la actividad política, después de su primer ataque, Lenin concentra su atención en el problema de la creciente influencia de la burocracia, fenómeno que le ha sorprendido durante su progresiva toma de contacto. Al tiempo que se lamenta de las "mentiras y fanfarronadas comunistas" que "le dan asco", busca entre sus compañeros de lucha, al aliado y confidente que necesita para emprender cualquier tipo de ofensiva. Según Trotsky es a él a quien propone, en el mes de noviembre, la creación de "un bloque contra la burocracia en general y contra el buró de organización en particular" [8]. El día 14 de diciembre sufre un segundo ataque que le deja semiparalizado. El día 15 dicta la nota que será como su "testamento": el texto, publicado en 1925 gracias a los buenos oficios de Max Eastman, será denun­ciado durante largo tiempo como falso por los dirigentes rusos antes de que su autenticidad sea sensacionalmente confirmada en 1956 por Jruschov.

En él, Lenin comenta las cualidades y defectos de los principales dirigentes bolcheviques, prevé la posibilidad de un conflicto entre Stalin y Trotsky y recomienda que se intente evitarlo sin sugerir empero solución alguna.

Durante los días siguientes va a sufrir un verdadero shock al conocer los acontecimientos que se han producido en Georgia. En 1921 el Ejército Rojo entró en Georgia para sostener una "insurrección" bolchevique. La resistencia a la dominación rusa siempre había sido intensa en dicha región, y en esta ocasión se traduce en un fuerte sentimiento nacionalista entre los comunistas georgianos. Durante el verano de 1922 , estos se alzan contra el proyecto de Stalin, comisario para las Nacionalidades, que se propone constituir una Repú­blica Federal que comprenda Georgia, Armenia y Azerbaiyán, destinada a adherirse a la Unión de Repúblicas So­cialistas Soviéticas con el mismo titulo que la RSFSR, Bielorusia y Ucrania. El día 15 de septiembre, el comité central del partido comunista georgiano toma postura contra el proyecto sostenido por Ordzhonikidze, secretario del buró regional de Transcaucasia. La protesta que Budu Mdivani, dirigente del partido comunista georgiano, eleva ante Lenin suscita un primer choque entre Stalin y Lenin, acusando éste a aquel de haberse mostrado "demasiado apresurado".

A mediados de octubre, sin embargo, cuando el comité central del partido ruso aprueba el plan de Stalin, los comu­nistas georgianos, haciendo caso omiso del llamamiento a la disciplina que les ha dirigido Lenin, se niegan a someterse. Ordzhónikidze, instalado en Tiflis, emprende entonces la tarea de romper su resistencia con los métodos característicos del aparato, obligando al comité central georgiano a dimitir. La operación, inspirada posiblemente por Stalin, de quien Ordzhonikidze es una mera prolongación, se lleva a cabo sin mayores problemas por el recurso a la represión policíaca y a la violencia. Los llamamientos de los comunistas georgianos suscitan la constitución de una comisión de investigación presidida por Dzherzhinsky que dará el visto bueno a la acción desencadenada por Ordzhonikidze. Desplazados por el buró de organización y separados de su partido, los dirigentes georgianos consiguen no obstante tomar contacto con Lenin y presentarle un abrumador informe de la actividad desplegada contra ellos en Georgia por Stalin y Ordzhonikidze.

Lenin descubre entonces súbitamente la verdadera importancia de los daños y se lo reprocha a sí mismo en unos términos nada habituales en él: "Creo que soy enormemente culpable ante los trabajadores de Rusia, por no haber intervenido lo bastante radicalmente, lo bastante vigorosamente en este asunto". Las "fuerzas poderosas que desvían al Estado soviético de su camino deben ser denunciadas: surgen de un aparato que nos es completamente extraño y que representa una mescolanza de supervivencias burguesas y zaristas" al que "sólo recubre un cierto barniz soviético" y que hunde de nuevo al país en un "lodazal de opresión". Contra Stalin, al que se refiere de forma inequívoca en la discusión de la cuestión georgiana, emplea palabras muy duras: "El georgiano que contempla con desdén este aspecto del asunto, que profiere despreciativas acusaciones de "social-naciona­lismo" (cuando él mismo no sólo es un verdadero y auténtico "social-nacionalista" sino, por añadidura, un brutal polizonte gran-ruso), ese georgiano, en realidad lo que hace es atacar a la solidaridad de clase proletaria" [9].

Estas líneas son dictadas el día 30 de diciembre. El 4 de enero, añade a su testamento la posdata acerca de Stalin, en la que denuncia su brutalidad, recomendando su alejamiento del secretariado. Más adelante saca este debate a la luz pública tratando, en un artículo aparecido en la Pravda del 23 de enero, las "deficiencias de la Inspección Obrera y Campesina", el departamento de Stalin, al que ya había re­prochado, en una carta escrita en septiembre de 1921, su política de intentar "coger" o "desenmascarar" a las personas en lugar de "mejorarlas". El día 6 de febrero aparecerá un nuevo artículo sobre la cuestión -el último artículo de Lenin- que lleva por título: "Más vale menos pero mejor". En él descarga un alud de críticas sobre Stalin al que sigue sin nombrar: "Cuando interviene el aparato de Estado las cosas se vuelven repugnantes", "no hay peor institución que la Inspección". Hay que acabar con "la burocracia, no sólo en las instituciones soviéticas, sino también en las pertenecientes al partido". Para todos los lectores informados de la Pravda, esto supone una verdadera bomba: Lenin denuncia públicamente a Stalin. Trotsky es el único que ha suministrado un relato de las muy lógicas vacilaciones del Politburó a la hora de publicar este articulo. Al parecer Kuíbyshev llegó incluso a proponer que no se imprimiese más que un solo ejemplar con el fin de engañar al enfermo [10]. Pero, para ello, no cuenta con la complicidad de sus próximos, y el artículo sale a la luz. Entretanto, Lenin prosigue sus ataques: el relato de Jruschov ha confirmado y precisado el relato, que dos años más tarde había de referir Kámenev a Trotsky, del incidente ocurrido entre Stalin y Krupskaya que obliga a Lenin a enviar, en la noche del 5 al 6 de marzo, una carta de ruptura a Stalin. El día 9 sufre un tercer ataque que le priva por completo del uso de la palabra. El partido bolchevique se ve así privado de. su cabeza en el momento en que más iba a necesitarla: el país está quebrantado por una grave crisis económica, Alemania está a punto de presenciar el estallido de su tan esperada revolución. Lenin agoniza.

La crisis económica: las tijeras

Los primeros resultados de la NEP han sido positivos. El organismo económico ha vuelto a ponerse en marcha. La agricultura, liberada de la esclavitud de las requisas, se desarrolla. Si bien el campesino pobre vive mal, el kulak dispone ahora de importantes excedentes, alcanzando la cosecha de trigo de 1922 las tres cuartas partes de la obtenida antes de la guerra. Las ciudades vuelven a la vida. Petrogrado, cuya población había disminuido hasta alcanzar 740.000 habitantes en 1920, llega a los 860.000 habitantes en 1923 y, muy pronto al millón. También la industria se recupera: las naves industriales abandonadas cuyos cristales estaban rotos, cuya maquinaria había sido robada pieza por pieza y cuyas chimeneas permanecían apagadas, recobran vida. En 1922, la producción sólo representa la cuarta parte de la de antes de la guerra pero aumenta en un 46 por 100 respecto al año anterior. Este resurgir supone un gran estímulo, una prueba de la vitalidad y del dinamismo del sistema en opinión de muchos rusos; al presentarse después de los años negros, para muchos representa una conquista de incalculable valor, la aurora de una nueva era. No obstante, el cuadro no carece de sombras.

Los progresos de la industria estatal son mucho menos notorios que los del pequeño artesano y la industria privada. Los avances de la industria pesada son lentos si se comparan con los de la industria ligera. El alza de precios en esta última rama parece tender a privar al consumidor campesino de una parte sustancial de su beneficio. Además, y por encima de los otros efectos, este crecimiento tiene importantes consecuencias sociales. En primer lugar la NEP ocasiona una nueva depresión relativa del nivel de vida del proletariado industrial que inicialmente se ha beneficiado de ella como consumidor. Por otra parte, los cuadros técnicos de la pujante industria, administradores e ingenieros, reclutados entre los especialistas de extracción burguesa y preocupados tan sólo por el rendimiento y la productividad, cobran una importancia que inquieta a los sindicatos. A partir del otoño de 1922, la subida de los precios industriales suscita la extensión del paro; los 500.000 parados de entonces aumentan hasta alcanzar la cifra de 1.250.000 en el verano de 1923. La libertad económica provoca una creciente diferenciación de los salarios que son más elevados en la industria de bienes de consumo que en el sector estatal. Los "industriales rojos" padecen la presión del partido que se opera en el sentido de disminuir sus gastos generales y aumentar la productividad, siendo sus primeros efectos concretos precisamente la extensión del paro y el estancamiento de los salarios.

En la primavera y el verano de 1923 la crisis se agrava continuamente. Trotsky, en la presentación de un diagrama al XII Congreso, la denominará "crisis de las tijeras" pues, en efecto, las curvas representativas de los precios industriales y agrícolas, tras su intersección en el otoño de 1922, no dejan de separarse. Hacia el final del verano de 1923, los precios industriales alcanzan cotas de hasta el 180 por 100 y el 190 por 100 del nivel de anteguerra mientras que los precios agrícolas se estabilizan en torno a un 50 por 100. El incremento de la productividad, único medio para disminuir los precios industriales, implica la concentración de empresas y el aumento del paro: en el esquema de la NEP, los intereses a largo plazo de la economía infligen a los obreros nuevos padecimientos. El problema que se plantea es el de saber si debe ser mantenida íntegramente -lo que supone la postergación del restablecimiento de la industria pesada, la acción sobre los precios para presionarlos a la baja y la prosecución de la política de conciliación con los campesinos mediante el desarrollo de la exportación y de las exenciones fiscales- o bien si, por el contrario, debe ser conseguida mediante una ayuda a la industria. En el Politburó, la mayoría opta por la primera solución, la del statu quo, en tanto Trotsky se pronuncia a favor del inicio de una planificación que ante todo atienda al desarrollo de la industria pesada. Esta discordancia que se hallaba en estado latente desde el mes de marzo en el XII Con­greso, no verá la luz pública hasta el otoño de 1923.

El fracaso de la revolución alemana

El año 1923 presencia en Alemania la aparición de una situación revolucionaria sin precedentes en un país avanzado. La crisis se debe a las "reparaciones" que Alemania debe a los Aliados, la ocupación del Rühr por las tropas francesas y la política de las altas esferas del capitalismo alemán, que provocan una catastrófica inflación. El marco se hunde: la libra esterlina se cotiza a 50.000 marcos en enero, a 250.000 en febrero, a 500.000 en junio y a más de 5 millones en agosto. Todo el edificio social se conmueve hasta sus últimos cimientos: los perceptores de rentas fijas se arruinan irremisiblemente, la pequeña burguesía se hunde en la miseria, los obreros, que pueden defenderse mejor, ven no obstante, como desciende ininterrumpidamente su nivel de vida.

Esta catástrofe económica origina una importante marea política. El poder financiero del partido socialdemócrata y de los sindicatos se desvanece con la inflación. Su influencia, basada en la "aristocracia" que integran los obreros mejor pagados, se volatiliza. El Estado se derrumba: ya no tiene con qué pagar a sus funcionarios, ni siquiera a sus fuerzas represivas. En el ínterin, los poseedores de capitales invertidos en maquinaria o en divisas extranjeras perciben unos beneficios fabulosos, los campesinos almacenan sus productos y las ciudades están hambrientas. En la, calle proliferan los motines, las peleas y las manifestaciones como expresión del odio general hacia los imperialistas extranjeros y hacia los capitalistas que se benefician de la crisis. Las altas finanzas y el ejército subvencionan a los grupos de extrema derecha cuyo programa e ideología son, aparentemente, anticapitalistas, entre ellos al partido nazi de Adolf Hitler. La revolución se yergue amenazante, con mayor intensidad aún que la de 1918-19.

La situación, empero, ha sufrido un cambio radical. Los pequeños grupos de oposición de 1918-19, divididos y sin cohesión, han dado paso a un poderoso partido comunista que, a principios del año, cuenta con más de 200.000 miembros localizados en los centros obreros y cuya influencia se traduce por un número de electores veinte veces superior al de sus militantes. Cuenta también con un sólido aparato y con el apoyo técnico y financiero de la Internacional Comunista. A partir de la crisis de 1921, ha adoptado una nueva línea en el sentido de la "conquista de las masas". A partir del inicio de la crisis, sus progresos son fulgurantes: en el sindicato metalúrgico de Berlín, los candidatos comunistas recibirán el doble de votos que los social -demócratas, frente a la décima parte conseguida el año anterior. No obstante, la dirección, profundamente dividida, vacila.

En primavera, la mayoría del partido adopta una línea prudente, inspirada por Rádek, cuyo mayor interés es romper el bloqueo diplomático de la U. R. S. S. y cuya fe en la victoria revolucionaria es bastante débil: los comunistas tienden la mano a los nazis para llevar a cabo un frente anti-imperialista. La izquierda del partido, de gran influencia en el Rühr, presiona en favor de la acción revolucionaria mientras la dirección se muestra contemporizadora.

El día 10 de julio la huelga de los impresores del Banco Nacional desencadena una huelga general espontánea que barre al gobierno Cuno. La burguesía alemana Se vuelve hacia los Aliados en petición de ayuda.

La Komintern y los dirigentes bolcheviques empiezan a interesarse por la situación alemana. Se convoca a la dirección del partido comunista alemán en Moscú. Durante todo el verano se llevan a cabo preparativos febriles de la "toma del poder" cuya posibilidad real ha terminado por aceptar el secretario Brandler. Los alemanes solicitan la presencia de Trotsky para dirigir la insurrección, pero Zinóviev se opone a ello. Piatakov y Rádek salen para Alemania con todo un equipo de técnicos. Se organizan destacamentos de "guardias rojos" a los que se conoce como "centurias proletarias", comienza el acopio de armas. Los responsables cuentan con que los comités de fábrica y los comités de acción de parados y mujeres desempeñen el papel de soviets. En Sajonia y Turingia, los comunistas entran a formar parte de gobiernos encabezados por socialdemócratas de izquierda con el fin de transformar aquellos laender en bastiones de la revolución: Brandler pasa así a convertirse en ministro del gobierno sajón del doctor Zeigner. Entre tanto, y por temor a acciones prematuras, los militantes frenan la impaciencia de las masas alemanas, suspendiendo todo tipo de acción que no sea la mera conspiración. Este plan minucioso fracasa: al no haberse podido convencer a los comités de fábrica en la conferencia celebrada en Chemnitz, la dirección renuncia a la insurrección el día 21 de octubre. El momento idóneo ya ha pasado. Como ha de escribir Trotsky, "las esperanzas de las masas se convierten en desilusión como resultado de la pasividad del partido, en el momento preciso en que el enemigo supera su pánico y se aprovecha de tal desilusión" [11].

La Reichswehr restablece el orden en Sajonia y aplasta la insurrección de Hamburgo. Merced a la ayuda americana, la Alemania capitalista va a recobrarse: toda posibilidad de éxito revolucionario próximo se desvanece definitivamente. La dirección rusa y, sobre todo Zinóviev, son altamente responsables de esta derrota, pues Brandler no ha dado ni un paso sin consultar previamente con ella. No obstante, la dirección de la Internacional descarga la responsabilidad sobre él, denunciándole y apoyando su eliminación de la dirección del partido comunista alemán. Ni Stalin que recomendaba "frenar a los alemanes" en lugar de "impulsarlos" [12], ni Zinóviev, presidente de la Komintern, aceptan asumir la responsabilidad de sus errores.

Las consecuencias de estos acontecimientos sobre la evolución política en Rusia son extraordinariamente dramáticas: durante el verano de 1923, el partido se estremece con un gran fervor internacionalista y revolucionario. La victoria del Octubre alemán es festejada de antemano en múltiples pancartas, carteles y artículos. La joven generación saborea el entusiasmo revolucionario y se apasiona por él [13]. El partido parece renacer con el empuje de las jóvenes fuerzas que así se movilizan, y la conmoción resultante habrá de traducirse en el fervor con que se llevarán a cabo las discusiones del invierno siguiente. Por otra parte, la derrota sin lucha de los comunistas alemanes condena –y esta vez por mucho tiempo- a la revolución rusa al aislamiento. La desilusión que se produce, tras de la presentación de la victoria revolucionaria como cierta e inmediata por parte de los dirigentes rusos, supondrá en lo sucesivo un grave lastre para la moral, la confianza y la actividad de los militantes. Este sentimiento general va a constituir un factor determinante en el conflicto cuya explosión a la vista de todos habla sido demorada por la anhelante espera de los acontecimientos.

La maduración de la crisis

La postración de Lenin ha aplazado un enfrentamiento entre él y Stalin, encarnación del aparato, que en abril pa­recía inevitable. Trotsky que, el día 6 de marzo, ha recibido de manos de Fotieva, la secretaria de Lenin, la carta acerca de la cuestión nacional que éste último había dictado los días 30 y 31 de diciembre de 1922, no ha iniciado la lucha que pensaba entablar junto con Lenin. A Kámenev le dice en marzo que se opone a iniciar en el Congreso cualquier tipo de lucha cuyo objeto sea promover cambios en la organización. Está a favor del mantenimiento del statu quo, contra la sustitución de Stalin, contra la expulsión de Ordzhonikidze y, en general., contra cualquier tipo de sanción, Espera que Stalin se excuse, que cambie de actitud como manifestación de su buena voluntad, que abandone sus intrigas y que inicie una "honrada cooperación" [14].

Se puede especular indefinidamente sobre esta sorprendente actitud que supone a la vez un retroceso y un abandono del bloque acordado con Lenin. ¿Se trata tal vez de un cierto temor a aparecer descaradamente como delfín? ¿Es acaso un deseo de contar con todas las bazas con vistas a un próximo restablecimiento de Lenin? ¿De un prurito, de no enconar aún más unas relaciones que, desde hace cierto tiempo, resultan bastante poco cordiales con algunos viejos-bolcheviques que le consideran como un intruso, envidian su popularidad y su prestigio y temen tanto su poder como jefe del Ejército Rojo como los sarcasmos de su talante cáustico? ¿Complejo de inferioridad, vacilación propia de su carácter? Sin duda nunca conoceremos la respuesta ya que, desde luego, las explicaciones que ofrece en su autobiografía no resultan nada convincentes. Sólo hay un hecho cierto: la retirada no le servirá de nada pues parece haber subestimado a su adversario.

Stalin, que acaba de salir de una situación embarazosa gracias a la abstención de Trotsky sobre el asunto georgiano durante el XII Congreso, volverá a restaurar el equilibrio sometiendo al partido a una presión que probablemente sólo podría haber aliviado Trotsky durante la primavera de 1923. Efectivamente, en esta fecha, Bujarin parece haber dado pruebas de una honda preocupación por los riesgos de degeneración interna de la revolución victoriosa. En un discurso que pronuncia en Petrogrado, sobre el tema "Revolución proletaria y cultura", subraya que la incultura del proletariado (considerablemente inferior en este campo a la burguesía, mientras que ésta, durante su propia revolución, era infinitamente superior a las clases feudales a las que derrotaba), hace que los fallos de la revolución proletaria sean inevitables y superiores en importancia a los de la anterior revolución burguesa. Por ello, la degeneración, a su vez, constituye un peligro muy real. En primer lugar, puede originarse en la inevitable utilización de los elementos, políticamente hostiles pero técnicamente capacitados, que ocupan puestos de responsabilidad, su acción amenaza con "llenar poco a poco las formas soviéticas con un contenido burgués y liquidacionista fatal para la revolución". Por otra parte, la composición proletaria del aparato no parece constituir una garantía suficiente contra tal evolución: "Ni siquiera un origen proletario, ni las manos mas callosas, ni otras cualidades tan significati­vas como éstas, constituyen una garantía suficiente contra la transformación de los elementos proletarios privilegiados en una nueva clase" [15]. Sin embargo, de estas reflexiones comunes a los dos dirigentes no va a surgir una alianza Trotsky-Bujarin.

Las diferencias han cristalizado en el Politburó en lo referente a la discusión de la política inmediata, durante la discusión de la crisis de las tijeras. Stalin, Zinóviev y Kamenev .se manifiestan a favor del statu quo, oponiéndose a los proyectos de industrialización y planificación que propone Trotsky. Esta alianza, a la que pronto empezará a llamarse la troika, va a sellarse en torno a la defensa del aparato que ha sido atacado vehementemente en el congreso por varios delegados y a la común hostilidad hacia Trotsky, que no conseguirá desarmarles dada su negativa a poner en cuestión una situación que muchos de sus amigos consideran intolerable.

Preobrazhensky denuncia la no aplicación de las principales resoluciones del X Congreso, inclusive de aquella que se refiere a la democracia interna, al agravamiento de las prácticas autoritarias y a la suplantación a todos los niveles, del sistema de elección por el de recomendación. Vladimir Kossior ataca a la "pandilla" del secretario general, a la metódica persecución (que se realiza mediante el expediente de los cambios de destino) de todos aquellos militantes que se atreven a expresar críticas y a la sistemática opción por la docilidad en lugar de la capacidad, en la elección de responsables. Lutovínov comenta irónicamente la pontifical infali­bilidad de que hace gala la dirección, con su "pretensión de salvar al partido sin contar con sus militantes". Budu Mdivani y Majaradze, que han sido derrotados en el Congreso Georgiano celebrado en marzo, denuncian el chovinismo gran-­ruso del aparato manipulado por Stalin y Ordzhonikidzé. Bujarin califica de chovinista, en lo referente a las nacionalidades, la política de Stalin y subraya el prejuicio manifestado respecto a los georgianos, a los que acusan de desviacionismo todos aquellos delegados cuya única fuente de información está constituida por el aparato. En nombre de la delegación ucraniana, Rakovsky se refiere a una cierta política de "rusificación" de las minorías y afirma que Stalin, sobre este punto, reinicia la tradición zarista. También invoca la autoridad de Lenin y su carta -que aún no ha sido publicada- sobre la cuestión nacional, para estigmatizar la concepción centralizadora que Stalin ha impuesto en la Constitución de la U.R.S.S.

Por su parte, Trotsky abandona la sala durante la discusión de la cuestión georgiana, guarda silencio durante las denuncias contra el aparato y aporta su apoyo a la troika al afirmar la inquebrantable solidaridad del Politburó y del comité central, respondiendo indirectamente a las críticas con un llamamiento a la disciplina y a la vigilancia que se asemeja considerablemente al llevado a cabo por Zinóviev. Una especie de concepto muy particular de la "solidaridad ministerial" del Politburó le obliga a patrocinar públicamente una política que él ha combatido, a aceptar su retractación de las propias posturas de Lenin ya que no se opone ni a la reelección de Stalin como secretario general, ni a la elección de Kuíbyshev para la presidencia de la Comisión de Control. Con su renuncia a utilizar las armas de que dispone en una lucha a favor de una política que considera justa, desarma deliberadamente a aquellos que podrían apo­yarlo, convirtiéndose de esta forma en un rehén en manos de sus adversarios; por su parte, Bujarin, que en el Congreso se ha alzado contra la troika cuando Trotsky se ha abstenido, está llamado a convertirse en uno de los más eficaces aliados de ésta durante los meses siguientes.

Sin lugar a dudas, Trotsky no tuvo que esperar mucho tiempo para comprender lo vano de su sacrificio. Repuesto en sus funciones, Stalin vuelve a intensificar su influencia sobre el aparato secretarial, afirmando de esta forma su autoridad en un comité central de cuarenta miembros cuya mayoría aplastante apoya a la troika. Con el pretexto de una supuesta conspiración, ordena la detención del líder comunista tártaro Sultán-Galíev, inspirador de un proyecto de federación soviética de las minorías musulmanas, acusándole de "destruir la confianza de las nacionalidades, otrora oprimidas, en el proletariado revolucionario ". Durante el verano la situación económica empeora: ya no se paga a los asalariados, estalla una serie de huelgas salvajes, tratando asimismo un pequeño grupo de oposicionistas que se autodenomina Grupo Obrero de intervenir en este movimiento para asumir su dirección. Sin embargo, la GPU cae inmediatamente sobre él, bajo la acusación de haber preparado una manifestación callejera. Miasnikov es detenido en junio y Kuznetsov y veintiocho comunistas más lo son en septiembre. La GPU reprime igualmente al grupo "Verdad Obrera" encabezado por el viejo Bogdanov. Todos estos militantes son expulsados del partido. La gravedad de la situación es tal que Dzherzhinsky declarará en septiembre ante una subcomisión del comité central: "El debilitamiento de nuestro partido, la extinción de nuestra vida interior y la sustitución de la elección por el nombramiento se están convirtiendo en un peligro político " [16].

No obstante, será este mismo hombre, encargado de la represión contra los grupos obreros de oposición, el que provocará la abierta ruptura y la entrada de Trotsky en la lucha, al solicitar al Politburó que se notifique a todos los miembros del partido su obligación de denunciar a la GPU cualquier actividad oposicionista de la que entren en cono­cimiento. Al parece, esta iniciativa fue la que convenció a Trotsky de la gravedad de la situación. En el mismo momento consigue, amenazando con su dimisión, evitar el ingreso de Stalin en el Comité Revolucionario de la Guerra, pero debe aceptar en contrapartida, el apartamiento de su fiel lugarte­niente de la guerra civil Skliansky, llamado el "Carnot de la revolución rusa" [17] y su sustitución por dos de los hombres de la troika, Voroshílov y Lashévich. De esta forma, tras de haber sufrido los primeros ataques del triunvirato, se decide a entablar un combate que, hasta el momento, sólo había iniciado a regañadientes y entre bastidores.

Conflicto en el comité central

El día 8 de octubre, Trotsky dirige al comité central una carta que le constituirá en jefe de la oposición. Al analizar la moción de Dzherzhinsky, pone de relieve hasta qué punto ésta revela "un extraordinario deterioro de la situación en el seno del partido después del XII Congreso". Al tiempo que admite que los argumentos desarrollados a la sazón en favor de la democracia obrera le han parecido un tanto exagerados e incluso demagógicos "dada la incompatibilidad entre una democracia obrera total y el régimen de la dictadura", afirma que, a. partir del Congreso, "la burocratización del aparato del partido se ha desarrollado en unas proporciones inauditas merced a la utilización del método de selección que lleva a cabo el secretariado. Se ha creado una amplia capa de militantes que al introducirse en el aparato gubernamental del partido, renuncian por completo a sus propias opiniones dentro de la organización o, al menos, a su manifestación pública, como si la jerarquía burocrática fuera el ente encargado de fabricar la opinión del partido y sus decisiones". Una de las características de este autoritarismo "diez veces superior al de los peores momentos de la guerra civil", es el papel que desempeña en él "la psicología del secretario cuya principal característica es su convicción de que él puede decidirlo todo". El descontento de los militantes que ven frustrados sus derechos amenaza con provocar "una crisis de gravedad extraordinaria en la medida en que pueden confundir “viejos-bolcheviques” con secretariado". Trotsky concluye con la amenaza de recurrir al partido entero si el comité central se negase a normalizar la situación [18].

El día 15 de octubre, cuarenta y seis militantes -de los que, al menos algunos, conocían la iniciativa de Trotsky pero cuya acción era completamente independiente de éste último- dirigen al comité central una declaración. Entre ellos se encuentran algunos de los más eminentes bolcheviques y héroes de la guerra civil: Preobrazhensky, Alsky, Serebriakov, Antónov-Ovseienko, Iván N. Smirnov, VIadimir Smirnov, Piatakov, Murálov, Saprónov, Osinsky, Sosnovsky y Vladimir Kossior. A pesar de su carácter secreto, el texto constituye un claro exponente de la profundidad de la crisis interna que conduce a un agrupamiento tan extenso de militantes responsables con vista a una plataforma de lucha por la democracia interna. Las dificultades económicas provienen del empirismo de la dirección del comité central: los éxitos han sido obtenidos "en ausencia de la dirección" pero, dada la carencia de medidas apropiadas y, fundamentalmente, de una política activa de planificación, se vislumbra una grave crisis económica. Ahora bien, el fracaso de la dirección se manifiesta en la situación del partido, sometido a un régimen de dictadura, que ya no constituye un organismo vivo que actúe por sí mismo. "Asistimos a una progresiva división, prácticamente pública en la actualidad, del partido, sometido a un régimen dictatorial, entre la jerarquía del secretariado y el "pueblo apacible", entre los funcionarios y profesionales del partido nombrados y seleccionados desde arriba, y la masa del partido que no participa en su vida de grupo". Los congresos y las conferencias se transforman gradualmente en "asambleas ejecutivas de la jerarquía". "El régimen que se ha instaurado en el partido es absolutamente intolerable; acaba con cualquier iniciativa que se de en su seno, la cumbre del aparato cuenta con una serie de funcionarios asalariados que, en períodos de normalidad, funcionan sin duda pero que no pueden enfrentarse con una crisis que amenace con provocar una bancarrota total durante los serios acontecimientos que se avecinan" [19].

La primera respuesta del Politburó, dirigida a Trotsky, muestra que la dirección se niega a aceptar la discusión en los términos en que éste la plantea. Al recordar la negativa de Trotsky a aceptar la vicepresidencia del consejo, el Politburó le acusa de ser partidario del "todo o nada", atribuyendo su actitud oposicionista a una ambición sin límites.

La segunda contestación será dada en la sesión plenaria del comité central y de la Comisión Central de Control del 25 al 27 de octubre. Trotsky, aquejado de la extraña enfermedad que ha de apartarle de todos los conflictos decisivos en esta época, está ausente. Preobrazhensky es el encargado, en nombre de la oposición, de proponer medidas inmediatas: discusión a todos los niveles de los más importantes problemas políticos, total libertad de expresión dentro del partido, discusión en la prensa, retorno a la regla de elección de los responsables, examen de la situación de los militantes "transferidos" a causa de sus opiniones y de sus críticas. El comité central responde en términos de disciplina, con la acusación de fraccionalismo: "El gesto del camarada Trotsky, en un momento crucial de la experiencia del partido y de la revolución mundial", constituye "un grave error político, sobre todo porque el ataque dirigido por el camarada Trotsky al Politburó, ha tomado el carácter objetivo de un acto fraccional que amenaza con inferir un duro golpe a la unidad del partido y con suscitar una crisis en su seno". Por añadidura, "ha servido de señal a un grupo fraccionalista": la Declaración de los 46 es condenada como un acto de división "que amenaza con poner al partido en los meses próximos en una situación de lucha interna, debilitándole precisamente en un momento crucial para la revolución internacional" [20]; por ello la declaración no será publicada. No obstante, la situación reviste gravedad suficiente como para que se inicie una discusión en el partido y en su prensa: una vez más ésta ha de servir de válvula de seguridad.

El debate

La controversia va a desarrollarse desde noviembre de 1923 a marzo de 1924. Zinóviev es el encargado de iniciar el debate el día 7 de noviembre en la Pravda. "Desgraciadamente, escribe, la mayoría de las cuestiones esenciales se arreglan de antemano desde arriba", esta es la razón de que "resulte necesario en el partido que esa democracia obrera, de la que tanto hemos hablado, tome más realidad". Ciertamente la centralización es inevitable pero también sería deseable que se intensificasen las discusiones. No hay nada decisivo ni tampoco un ápice de agresividad en esta forma apacible de abrir la polémica.

Las primeras discusiones giran en torno a las graves críticas que se hacen al funcionamiento del aparato. Bujarin declara: "Si hiciésemos una encuesta para averiguar cuántas veces los electores se limitan a responder a estas dos fórmulas que se pronuncian desde lo alto de una tribuna: "¿Quién está a favor? " y " ¿Quién está en contra? ", pronto descubriríamos que, en su mayor parte, las elecciones se han transformado en un puro formalismo; no sólo las votaciones se llevan a cabo sin ninguna discusión previa, sino que, a menudo, sólo se responde en ellas a la pregunta "¿Quién está en contra? ". Como generalmente suele uno colocarse en una postura embarazosa al pronunciarse "contra" las autorida­des, no resulta difícil prever cual es el resultado habitual. Esta es la forma en que se llevan a cabo las elecciones en todas nuestras organizaciones de base Tales métodos suscitan como es de suponer una gran corriente de descontento. Lo mismo ocurre, aproximadamente con los mismos matices, en todos los grados de la jerarquía del partido" [21].

La mayoría de las restantes contribuciones publicadas en la tribuna de discusión de la Pravda están en un primer momento muy por debajo de esta posición y se limitan a la crítica, sin generalizaciones, de determinados aspectos o manifestaciones del burocratismo. No obstante, con la intervención de Preobrazhensky del día 28 de noviembre el tono cambia; en su articulo, ataca a aquellos de los "camaradas, incluso entre los más responsables, que se ríen con sorna de la democracia en el seno del partido según fue definida en el X Congreso". En su opinión, "el partido que, en el X Congreso, decidió sustituir los métodos militares por los métodos democráticos, ha iniciado de hecho un camino diametralmente opuesto (...), lo que tal vez resultaba inevitable en la primera fase de la NEP (...), la aplicación de la resolución del X Congreso no sólo es posible sino indispensable. Este paso a la democracia no se ha efectuado a su debido tiempo. El automatismo de la rutina, adquirida al parecer de forma irrevocable, domina por completo la vida del partido: ha sido legitimado". invocando los recuerdos del partido en la época en que Lenin lo dirigía, afirma: "Resulta característico que, en la época en que estábamos rodeados de frentes, la vida del partido revelase mucha más vitalidad y la independencia de las organizaciones fuera mucho mayor. En el mo­mento en que han aparecido no sólo las condiciones objetivas para la reanimación de la vida del partido y su adaptación a las nuevas tareas sino que, por añadidura, existe una verdadera necesidad para él de obrar de esta forma, resulta que no sólo no hemos avanzado ni un paso respecto al período del comunismo de guerra sino que, por el contrario, hemos intensificado el burocratismo, la petrificación y el número de cuestiones que se deciden a priori desde arriba; hemos acentuado la división del partido que se había iniciado durante el período de guerra, entre aquellos que toman las decisiones y cargan con la responsabilidad y las masas que aplican estas decisiones del partido en cuya elaboración .no han tomado parte".

Esta intervención nos permite situar mejor los límites de la discusión. El día 1 de diciembre, Zinóviev, al referirse a la privación del derecho de voto para aquellos militantes que se hallen en el período de prueba de dos años, declara: "Desde el punto de vista de la democracia obrera en abstracto, es esta una parodia de democracia. Más, desde el punto de vista de los intereses fundamentales de la revolución, desde el punto de vista del mayor bien de la revolución,, a nuestro parecer resultaba indispensable reservar el derecho de voto sólo a aquellos que puedan ser los genuinos guardianes del partido (...). El bien de la revolución es la ley suprema. Todo revolucionario dice: ¡Al diablo con los principios de la democracia “pura”"! El día 2 de diciembre Stalin, a su vez, precisa: "Es necesario poner límites a la discusión, impedir que el partido, que constituye una unidad combatiente del proletariado, se convierta en un club de discusiones."

Al mismo tiempo que se desarrolla esta discusión, el Politburó se esfuerza en encontrar un terreno de entendimiento con Trotsky con vistas a una toma de postura unánime de la dirección. El día 5 de diciembre, adopta una resolución que es el fruto de unas discusiones celebradas en régimen de subcomisión entre Stalin, Kámenev y Trotsky y que parece anunciar un nuevo curso. En ella se reconoce que las contradicciones objetivas de la fase de transición se manifiestan en un cierto número de tendencias negativas que es preciso combatir. Así "las profundas diferencias en la situación material de los miembros del partido en relación con sus diferen­tes funciones y los fenómenos que reciben la calificación de “excesos”, como el auge de las relaciones con los elementos burgueses y su influencia ideológica, la estrechez de miras que debe distinguirse de la necesaria especialización y la aparición, por ende, del debilitamiento de los vínculos entre los comunistas de los diferentes sectores laborales; un cierto peligro de perder de vista la perspectiva de la construcción socialista en su conjunto y la de la revolución mundial (...); la burocratización de los aparatos del partido y el desarrollo de una amenaza de divorcio entre el partido y las masas". "El partido, afirma la resolución, debe emprender una seria modificación de su política en el sentido de una aplicación metódica y estricta de la democracia obrera", lo que "implica para todos los camaradas la libertad de examinar y discutir públicamente los principales problemas del partido, así como, la elección de los funcionarios y órganos colegiados desde abajo". En el capítulo de medidas prácticas recomienda "la aplicación integral de la elección a los funcionarios y, en particular, a los secretarios de célula", la decisión "de someter -a menos que lo impidan circunstancias excepcionales- todas las decisiones esenciales de la política del partido al examen de las células", un esfuerzo para formar cuadros, la obligación, extensiva a todos los organismos, de informar detalladamente y, por último, el reclutamiento de "un flujo de nuevos obreros de la industria" [22].

Tal vez con menos precisión, estos principios recogen los enunciados en la resolución del X Congreso, no obstante, a las medidas recomendadas van aparejadas numerosas restricciones: resulta evidente que la resolución no es mas que una concesión a un descontento demasiado evidente. El recordatorio de la prohibición de las facciones que sobrevino tras el rechazo por el comité central de las propuestas de Preobrazhensky y la condena de la Declaración de los 46, considerada como fraccionalista, constituye un fiel exponente de las intenciones de los autores.

No obstante, Trotsky vota a favor de esta ambigua resolución que no aporta más que una cobertura a la dirección. Más tarde habrá de justificar su voto afirmando que, desde su punto de vista, el texto "desplaza el centro de gravedad hacia la faceta de la actividad, de la independencia crítica y de la auto-administración del partido" [23]. En realidad, él sabe perfectamente que su interpretación y que la aplicación que desearía dar a la resolución difieren profundamente de la concepción que de ella tiene la troika: el día 2 de diciembre, ante los comunistas de Krássnaya Pressnia, Stalin ha reconocido la existencia de un cierto malestar cuyo origen se encuentra, en su opinión, en las "supervivencias del co­munismo de guerra", bajo la forma de "secuelas militaristas en la mente de los trabajadores" [24].

En una carta dirigida a la organización del partido de Krássnaya Pressnia, publicada el día 10 de diciembre, Trotsky ofrece su propia interpretación de la resolución del 5 de diciembre. Al tiempo que recuerda que el peligro de burocratización emana del aparato "constituido inevitablemente por los camaradas más expertos y más meritorios", expresa sus temores de que la "vieja guardia" pueda "inmovilizarse, convirtiéndose insensiblemente en la más acabada manifestación de burocratismo". Recordando el precedente, constituido por la degeneración de los dirigentes de la II Internacional, a pesar de ser estos "discípulos directos de Marx y de Engels", afirma que este peligro existe para la vieja generación de bolcheviques rusos. "Es la juventud la que más vigorosamente reacciona contra el burocratismo". y, en su nombre, exige confianza y un cambio de métodos. "Nuestra juventud no debe limitarse a repetir nuestras fórmulas. Debe conquistarlas, asimilarlas, formarse su propia opinión, su propia fisonomía, y, asimismo, ser capaz de luchar por sus objetivos con el valor que confiere una profunda convicción y una gran independencia de criterio. ¡Fuera del partido la pasiva obediencia que obliga a seguir mecánicamente el paso que marcan los jefes! ¡Fuera del partido la impersonalidad, el servilismo y el carrerismo! El bolchevique no sólo es un hombre disciplinado sino también un hombre que, en cada caso y sobre cualquier cuestión, se forma una opinión sólida y la defiende valerosamente, no solamente frente a sus enemigos sino en el propio seno de su partido".

La carta de Trotsky contiene una franca llamada a la lucha: "Antes de la publicación de la decisión del comité central acerca del “nuevo curso”, el mero hecho de apuntar la necesidad de una modificación del régimen interior del partido era considerado por los funcionarios instalados en el aparato como una herejía, una manifestación del espíritu escisionista y una lesión a la disciplina; en la actualidad, los burócratas están dispuestos formalmente a levantar acta del “nuevo curso”, es decir, prácticamente a enterrarlo (...).Ante todo, es preciso apartar de los cargos dirigentes a aquellos que desde la primera expresión de protesta o de objeción, blanden contra los críticos el rayo de las sanciones. El “nuevo curso” debe tener como primer resultado el de convencer a todos de que, en lo sucesivo, nadie se atreverá a someter al terror al partido" [25].

Esta vez el conflicto se plantea entre el aparato por una parte y Trotsky y los 46 por otra. No obstante, la situación es compleja, ya que la oposición, en su enfrentamiento con el aparato, se apoya en los argumentos de Trotsky, alegando que la resolución del día 5 de diciembre que ha votado de acuerdo con la troika sólo es una maniobra de diversión. Preobrazhensky y sus camaradas elaboran una resolución en la que proponen la elección de responsables a todos los niveles, una nueva formulación de la prohibición de las facciones que permita una auténtica democracia interna y el restablecimiento de la antigua regla según la cual es la célula la que, en primer lugar, debe pronunciarse en lo referente a las san­ciones disciplinarias.

La asamblea de los militantes de Moscú tiene lugar el día 11 de diciembre. Kámenev no hace en ella gala de excesiva combatividad. Subraya la necesidad de la democracia obrera en la que sólo la elección de los responsables puede garantizar la libertad de discusión. Al mismo tiempo que admite que la democracia obrera ilimitada comprende el "derecho de grupo", justifica la oposición del comité central al ejercicio de este derecho por el hecho de que el partido es el que ejercita el poder: en los partidos comunistas extranjeros existen los grupos porque "no consiguen eliminar ciertas supervivencias socialdemócratas en su lucha contra el poder". No menciona a Trostky pero ataca a Preobrazhensky, que ha denunciado la existencia de la troika, desafiándole a que cite un sólo documento que emane de ella. Finaliza su intervención solicitando a los militantes que "voten por la confianza en el comité central" [26].

Las intervenciones posteriores son más interesantes. Krilenko analiza el concepto de facción que no es sino un "grupo diferenciado ligado por una disciplina especial". A su ver, la concepción defendida por Kámenev confunde "facción y grupo", "reduce toda democracia en el partido al derecho de intervención individual de camaradas aislados". lo que conduce a "suprimir la democracia obrera en el partido". Afirma además: "El derecho de unirse en torno a determinadas plataformas supone una prerrogativa intangible de la democracia interna del partido, sin la cual ésta se convierte en una frase hueca" [27]. Kalinin, presidente del ejecutivo, admite sin ambages que el aparato no desea la democracia: "En la situación actual, ningún comunista puede admitir la democracia completa (...). ¿Quién sufre de la ausencia de democracia? No es la clase obrera sino el propio partido, ahora bien, en el seno del partido existe muy poca gente que no tenga nada que ver con el aparato, que no participe de su compleja labor (...).. ¿Quién va a beneficiarse más de nuestra democracia? En mi opinión todos aquellos a los que no abruma el trabajo. Los que estén libres de obligaciones podrán aprovecharse enteramente de la democracia, mas aquellos sobrecargados de trabajo no podrán hacerlo" [28]. De los restantes oradores que han pedido la palabra sólo Yaroslavsky emprende un vivo ataque contra Trotsky. Saprónov y Preobrazhensky sostienen los puntos de vista de la oposición, reclamando expresamente la libertad de grupos en cuyo apoyo Rádek invoca la autoridad de Lenin.

La resolución propuesta por Preobrazhensky no es aceptada por un pequeño margen pero el ambiente de la reunión parece indicar que la oposición se encuentra en una situación muy favorable. El día 15 de diciembre, Stalin lanza desde la Pravda la primera ofensiva ad hominem: cuando se incluye entre los viejos bolcheviques Trostky parece hacer gala de una memoria particularmente corta; la degeneración amenaza con sobrevenir pero su origen no ha de buscarse en la "vieja guardia" sino, entre los "mencheviques infiltrados en nuestro partido que no han podido desembarazarse de sus costumbres oportunistas". Acusa a Trotsky de "duplicidad" pues su carta del día 10 constituía un apoyo a la oposición de los 46 al comité central, cuya resolución había votado él mismo. Frente a los jóvenes practica una "baja demagogia".

El tono de la polémica aumenta de grado con la asamblea organizada el día 15 por los militantes de Petrogrado. Zinóviev vuelve a citar la revelación que ha hecho Bujarin durante un mitin en Moscú, acerca de los contactos que se habían entablado en 1918 entre los comunistas de izquierda y los socialrevolucionarios de izquierda, para discutir una posible victoria sobre la mayoría a la que había de seguir un gobierno encabezado por Piatakov. La mención de este hecho tiene un doble objetivo: por una parte el de demostrar que "la lucha de dos facciones en un partido que ostenta el poder contiene el germen de dos gobiernos" y, por otra, el de subrayar que un gran número de los 46 fueron en 1918 "comunistas de izquierda" y adversarios de Lenin. Tocando el fondo del problema afirma: "El burocratismo debe ser desplazado, pero aquellos que quieren restarle importancia al aparato del partido deben ser firmemente llamados a la reintegración en sus deberes pues nuestro aparato es el brazo derecho del partido". Al analizar la actitud de Trotsky afirma agresivamente: "El trotskismo constituye una tendencia bien definida en el movimiento obrero", pero añade "cualesquiera sean nuestras actuales divergencias respecto a estas cuestiones, Trotsky es Trotsky y sigue siendo uno de nuestros dirigentes más autorizados. En cualquier caso, su colaboración en el Politburó del comité central y en otros organismos resulta indispensable" [29].

En el ínterin, la discusión prosigue en las columnas de Pravda y el tono sigue subiendo, su responsable, Konstantinov, es destituido por haber protestado el día 16 de diciembre al escribir: "la calumnia y las acusaciones infundadas se han convertido en las armas de discusión de numerosos camaradas; es preciso evitar esto". Su sucesor no resulta más dócil a las directivas del comité central y será, a su vez, destituido. El día 21, Zinóviev ataca un texto de Trotsky que lleva por título Nuevo Curso y que circula ampliamente en­tre las filas del partido: en su opinión Trotsky sostiene al comité central como "la cuerda puede sostener al ahorcado" y manifiesta, en realidad, "una resistencia a la línea (...). El error fundamental del camarada Trotsky consiste en que manifiesta un cierto resurgir de antiguas ideas al admitir la legitimidad de tendencias divergentes". Posteriormente concluye una larga descripción del "trotskismo" con la afirmación: "Todo el comité central, tan unido -o tal vez más aún- como en los tiempos de Vladímir Ilich, opina que el camarada Trotsky comete, en la actualidad, un error político radical. "

El nuevo curso[30]

El texto que ha dado origen a la diatriba de Zinóviev aparece por fin en la Pravda de los días 28 y 29 de diciembre. Se trata de un trabajo poco polémico a pesar de algunas feroces puntadas; contiene un análisis minucioso y muy ma­tizado de la situación política dentro del aparato de Estado y en el partido, un estudio de los orígenes del burocratismo y un esbozo del "nuevo curso" que debe tomar el partido. En efecto, para Trotsky la discusión que se desarrolla marca una etapa del desarrollo del partido, su transición a "una fase histórica superior". En su opinión, todo transcurre como si "la masa de los comunistas" dijese a los dirigentes: "Camaradas, contáis con la experiencia anterior a Octubre que a la mayoría de nosotros nos falta, mas, bajo vuestra dirección, hemos adquirido después de Octubre, una gran experiencia cuya importancia es cada vez mayor y deseamos, no sólo ser dirigidos por vosotros sino también participar con vosotros en la dirección del proletariado. Y lo deseamos no solamente porque este es un derecho que nos pertenece sino, porque resulta de todo punto necesario para el progreso de la clase obrera" [31]. El estallido de descontento que conmueve al partido proviene de una larga evolución anterior, acelerada por la crisis económica y por la espera de la revolución alemana, factores ambos que han hecho aparecer "con particular nitidez el hecho de que desde determinado punto de vista, el partido vive en dos niveles: el nivel supe­rior en el que se toman las decisiones y el inferior en el que se limitan a conocer las decisiones" [32]. El "burocratismo" que la resolución del comité central acaba de reconocer no es un rasgo fortuito sino un "fenómeno general" de mayor importancia que una simple secuela: "el burocratismo del período de guerra era ínfimo en comparación con el que se ha desarrollado en tiempos de paz, cuando el aparato (...) seguía obstinado en pensar y decidir por el partido" [33]. De esta situación se deduce un doble peligro de degeneración, entre los jóvenes, a los que se excluye de la participación en la actividad general y entre la "vieja guardia". "Para ver en esta advertencia que se basa en la previsión marxista objetiva, un “ultraje” o un “atentado”, verdaderamente hay que hacer gala de toda la irritable susceptibilidad y de toda la altivez de unos consumados burócratas" [34].

Trotsky sigue analizando la composición social del partido en donde los militantes que trabajan en una fábrica no llegan a integrar ni una sexta parte de sus miembros pues la mayoría de ellos está localizada en los diferentes aparatos de dirección. Ahora bien, "los presidentes de los comités regionales o los comisarios de división, sea cual fuere su origen, representan a un determinado tipo social" [35]. Dicho de otra forma, "el origen del burocratismo reside en la creciente concentración de la atención y de las fuerzas del partido en las instituciones y aparatos gubernamentales y en la lentitud del desarrollo de la industria" [36] lo cual no permite considerar, en un plazo breve, una alteración de la composición social del partido. Por tanto, el burocratismo constituye "un fenómeno esencialmente nuevo, que se deduce de las nuevas tareas, de las nuevas funciones y de las nuevas dificultades del partido" [37]. Al prevalecer los "métodos del aparato", la administración sustituye a la dirección, "reviste un carácter de organización pura y, con frecuencia, degenera en el dirigismo". El "secretario" vive de las diarias preocupaciones del aparato de Estado, "pierde de vista las líneas maestras" y, "cuando cree mover a los demás resulta él mismo accionado por su propio aparato" [38].

No obstante, en el Estado soviético ruso, donde "el partido comunista se ve obligado a monopolizar la dirección de la vida política", resulta por supuesto deseable evitar en el partido los "agrupamientos estables (...) que puedan revestir la forma de facciones organizadas", pero, al mismo tiempo, resulta imposible evitar "las divergencias de enfoque en un partido que integra a medio millón de hombres" [39] y la experiencia demuestra que "en modo alguno basta con declarar que los grupos y facciones son un mal para evitar su aparición" [40]. Las diversas oposiciones de 1917, resueltas con la toma del poder, las de 1918, que se extinguieron con la firma del tratado de paz, y las de 1921, que finalizaron con el giro que imprimió la NEP, demuestran que las facciones se superan con una política justa: la resolución del X Congreso que las pone fuera de la ley, a este respecto, sólo puede tener un "carácter auxiliar" en el ámbito de una verdadera democracia obrera. Efectivamente, existen facciones en el partido y la más peligrosa de ellas es la que nutre a las restantes, es decir, la "facción burocrática conservadora" de cuyas filas se elevan "voces provocadoras" y en la que se "registra el pasado" para buscar en él "todo aquello que pueda enconar más la discusión" [41], aquella en la que se pone en peligro la unidad del partido con la pretensión de oponer ésta a la necesidad de democracia.

Respondiendo a Zinóviev, Trotsky afirma que "sería monstruoso creer que el partido romperá por sí mismo o permitirá a cualquiera romper su aparato". Sin embargo, "desea renovarlo y le recuerda que se trata de su aparato., elegido por él y del que no debe separarse" [42]. Como ya lo apuntó Lenin, el burocratismo constituye un fenómeno social cuya causa remota, en Rusia, estriba en "la necesidad de crear y sostener un aparato estatal que aúne los intereses del proletariado y del campesinado en perfecta armonía económica" y de esa armonía aún se encuentra el régimen muy lejos; este proceso se complica además con el hecho de que las amplias masas carecen de cultura. "Evidentemente, el partido no puede evadirse de las condiciones sociales y culturales" existentes, pero, como "organización voluntaria", puede salvaguardarse mejor si sabe adelantarse al peligro. Los llamamientos a la tradición no consiguen conjurarlo: "Cuanto más se encierra en sí mismo el aparato del partido tanto más se impregna del sentimiento de su importancia intrínseca, menos rápidamente reacciona a las necesidades que emanan de la base y tanto más se inclina a enfrentar la tradición formal con las nuevas necesidades y tareas; y, si existe algo capaz de dar un golpe mortal a la vida espiritual del partido y a la formación doctrinal de la juventud, esto es la transformación del leninismo, método que exige en su aplicación, iniciativa, pensamiento crítico y coraje ideológico, en un dogma que para su interpretación necesite intérpretes designados irrevocablemente " [43].

La batalla de la XIII Conferencía

La publicación de Nuevo Curso señala el punto álgido de la controversia que coincide con el final de la libre discusión.: en lo sucesivo, el secretario general controla de cerca la Pravda que Bujarin ha utilizado para responder inmediatamente a Trotsky, acusándole de "desviaciones" y de "oposición al leninismo". Ya no volverán a intervenir los oposicionistas salvo en contadas ocasiones y ello, rodeados por toda una serie de artículos de los que son autores los partidarios de la línea del comité central. El Nuevo Curso tendrá como única réplica la suspensión de la recepción de opiniones referentes a la polémica. De hecho, el éxito de Trotsky y de los 46 ha parecido tan enorme en Moscú que el propio Trotsky, el día 10 de diciembre, escribía que la capital "había tomado la iniciativa de la revisión de la línea del partido". El peligro también ha sido tenido en cuenta por el aparato y, en adelante, va a asegurarse el éxito en la discusión con sus métodos característicos, con el uso de los poderes de que dispone y de los que precisamente se le quiere privar.

El derecho de nombramiento le permite aislar a Trotsky y decapitar a la oposición. La designación de muchos de sus amigos para altos cargos diplomáticos no es efecto del azar: el traslado de Yoffe a China y, más tarde el de Krestinsky a Alemania no despiertan sospechas. Mas, cuando Christian Rakovsky es nombrado embajador en París en el verano de 1923, resulta evidente que esta es la forma que utiliza el aparato para deshacerse de uno de los portavoces de las resistencias nacionales al XII Congreso, de un íntimo amigo de Trotsky, de un adversario de Stalin y de uno de los más destacados líderes de una oposición que busca la forma de agruparse. Dado su alejamiento de Rusia, Rakovsky no ha firmado la declaración de los 46, pero, merced a la influencia que en él ejercen sus amigos, el partido ucraniano se convierte a finales del año en un bastión de la oposición. Chubar, sucesor de Rakovsky en la presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania y Kaganóvich, encargado del secretariado, se encargan de su "reorganización"; Kotziu­binsky, combatiente clandestino de 1918 y portavoz de la oposición, es trasladado a Viena. Las células del Ejército Rojo, en su mayoría, votan a favor de las tesis de la oposición. El responsable político del ejército, Antónov-Ovseienko, es destituido por haber lanzado una circular acerca de la demo­cracia obrera, acorde con las decisiones del Congreso, sin haberla sometido previamente a la aprobación del comité central. Bubnov, su sustituto, ha firmado también la Declaración de los 46 pero, en esta ocasión, reniega de ella; de esta forma Stalin consigue matar dos pájaros de un tiro.

A pesar de que las Juventudes Comunistas no participan en la discusión, la mayoría de sus militantes, miembros del partido, se encuentran en el bando de la oposición y, por ello, quince miembros electos de su comité central son, no solamente relevados de sus funciones en la organización por el secretariado del partido con absoluto desprecio de los estatutos sino que, por añadidura, son enviados a desempeñar "misiones" a una serie de localidades apartadas, con lo cual los partidarios de la troika se alzan con la mayoría. Trotsky publica como apéndice al Nuevo Curso, una carta de los dirigentes de las juventudes, simpatizantes todos ellos de la oposición: Fedorov y Dalin, miembros del comité central, Andrés Chojín, Alejandro Bezimensky y Dugashev, tres de los seis miembros del primer Presidium de las Juventudes en 1918 y dos antiguos secretarios de Moscú, mantienen sus posturas.

El caso de estos últimos es excepcional; tanto en Moscú como en Petrogrado, responsables y militantes son desplazados y destinados a lugares que distan centenares y millares de kilómetros, la simple amenaza hace que más de un oposicionista se doblegue y precipita la decisión de muchos vacilantes. Dado que la oposición, de la que Trotsky oficialmente no forma parte, no se organiza como facción para evitar incurrir en la acusación de indisciplina, el aparato consigue aislar con facilidad a los delegados que la representan, eliminándolos posteriormente con el sistema de elecciones a distintos niveles: de esta forma, en Moscú, los partidarios de la oposición cuentan con la mayoría en las células, pero ésta se reduce a un 36 por 100 en las conferencias de distrito y a un 18 por 100 en la conferencia provincial donde Preobrazhensky sólo consigue 61 votos frente a los 325 de Kámenev. A pesar de que la oposición haya sido mayoritaria -tal vez por la diáspora que se inflige a sus cuadros- en localidades como Riazan-Penza, Kaluga, Simbirsk y Cheliabinsk, a pesar de contar con la mayoría al menos en un tercio de las células del Ejército Rojo y en la casi totalidad de las células estudiantiles, la Conferencia Nacional sólo acogerá a tres de sus delegados.

Naturalmente, semejante reducción en la representación de la oposición sólo ha podido operarse merced a las mani­pulaciones del aparato. La lucha concluye, para ella, con un grave fracaso respecto a sus esperanzas iniciales. Ciertamente ha conseguido imponerse entre los jóvenes y, especialmente, entre los estudiantes -que a la sazón representaban una elite intelectual y militante de directa ascendencia obrera-, confirmando el pronóstico de Trotsky, mas ha fracasado en su esfuerzo principal, dirigido a los obreros del partido ya que, en Moscú, que es donde cuenta con más votos, sólo obtiene la mayoría en 67 células de fábrica de un total de 346. Para explicar este fracaso se han propuesto diferentes interpretaciones, poniendo de relieve la ausencia, en la plataforma de los 46, de todo tipo de referencias al interés inmediato de los obreros, a la que se añade una muy probable impopularidad de Trotsky en ciertos sectores del proletariado desde que tuvo lugar la discusión acerca de los sindicatos. No puede dejarse de lado ninguno de estos elementos -Stalin sabía lo que hacía cuando llamaba a Trotsky "patriarca de los burócratas"-, no obstante, ninguno de ellos resulta más satisfactorio que las explicaciones simplistas que se limitan a acentuar la habilidad de Stalin en la maniobra política o los métodos demagógicos de Zinóviev. Parece que E. H. Carr se aproxima considerablemente a la verdad al escribir: "La incapacidad de la oposición para basarse en el proletariado era un síntoma, no sólo de la debilidad de aquélla sino también de la de la clase obrera" [44].

Posiblemente en este sentimiento de la indefectibilidad de la derrota a corto plazo la mejor explicación de la absten­ción de Trotsky durante la última fase de la batalla. Postrado por la misteriosa enfermedad que no deja de aquejarle du­rante estos años, no participa en ninguna de las discusiones del partido, aparte de las del Politburó, dejando a Preobra­zhensky, Piatakov y otros hombres capacitados y brillantes pero carentes de su envergadura, la misión de defender unas tesis que son tan suyas como de los 46. El día 21 de diciem­bre acata el dictamen de los médicos del Kremlin que le recomiendan un alejamiento de Moscú y una cura de reposo de dos meses a orillas del mar Negro. Indudablemente esta actitud por su parte contribuye a debilitar a la oposición pero, en cualquier caso, resulta difícil explicarla y las hipótesis que se sugieren a dicho efecto resultan poco convincentes, habida cuenta del temple de luchador de Trotsky, cuando sugieren cierta vacilación por su parte acerca de la necesidad de la lucha o bien un retroceso ante sus posibles consecuencias. Resulta más verosímil considerar como posible explicación de su comportamiento, un cierto descorazonamiento ante los imprevistos desarrollos políticos que se inician, una espe­cie de sentimiento de impotencia frente a un aparato cuyas ambiciones y eficacia eran imprevisibles y, asimismo, una necesidad de tregua, de tiempo muerto, para llevar a cabo un nuevo análisis de la situación.

La XIII Conferencia

No puede asegurarse que la intervención de Trotsky, con toda su fuerza, hubiera podido modificar el curso de los acontecimientos durante las semanas de intensa discusión que se iniciaron a mediados de diciembre puesto que su semiparálisis política no es, en el fondo, sino la lógica consecuencia de su negativa a luchar, tomada a raíz de la enfermedad de Lenin, de su casi involuntaria intervención de octubre y de su táctica de compromiso con el Politburó al votarse la resolución del día 5 de diciembre. En todo caso, algunas semanas antes de la conferencia, la suerte está echada: en lo sucesivo, la prensa no volverá a publicar más artículos de la oposición, los responsables, sin embargo, toman una y otra vez la palabra desde sus columnas, afirmando su resolución de imprimir al partido un "nuevo curso", a pesar de las maniobras de los "desviacionistas", de los "antileninistas", de los "mencheviques" y de los "pequeño-burgueses", enmascarados con el disfraz del "trotskismo". El folleto Nuevo Curso, que recopila las principales intervenciones de Trotsky, será publicado demasiado tarde para poder ser útil a la discusión y constituirá, más que un instrumento de la oposición, una manifestación de la solidaridad ideológica de Trotsky con ella. Los más destacados miembros del grupo de los 46 serán, pues, los que continuarán, desde dentro del partido, la lucha que se ha iniciado simultáneamente pero que hasta la fecha no ha sido llevada en común.

Los debates de la conferencia se desarrollarán normalmente. En la discusión acerca de los problemas económicos, Preobrazhensky interviene para hacer hincapié en el crecimiento alarmante del capital comercial e industrial privado. Piatakov, con gran brillantez, retoma las tesis comunes a Trotsky y a los cuarenta y seis: el desarrollo de la industria plantea problemas que resultaría absurdo limitar a una discusión acerca de la tasa de crecimiento ya que el verdadero problema es cómo dirigirlo. El instrumento existe: es el plan estatal (Gosplan) que, en principio, debe permitir la eliminación del empirismo en materia económica y, basándose en una concepción global, perfeccionar y precisar los objetivos conforme a las condiciones y a los recursos. Sería un error creer que la industria estatal debe adaptarse al mercado de manera espontánea, con el pretexto de que éste último se desarrolla así. Sólo la planificación permitirá adaptar la industria a la conquista del mercado: sin ella, la nacionalización se convertiría en un obstáculo para el desarrollo económico. Mólotov, Kámenev y Mikoyán califican irónicamente de utopías estos proyectos de planificación de la industria con una perspectiva de varios años, acusando a la oposición de querer imponer en materia económica concepciones centralizadoras y burocráticas y -eterna acusación contra Trotsky y sus correligionarios- de sacrificar al campesino para desarrollar la industria. El resultado de la votación es obvio.

La discusión acerca de los problemas del partido es introducida por Stalin que admite la existencia de un cierto burocratismo, reflejo, según él, de la presión ejercida por la burocracia del Estado sobre el partido, acrecentada por el ínfimo nivel cultural del país y por las supervivencias psicológicas del comunismo de guerra. Al recordar las discusiones, llevadas a cabo por una subcomisión, acerca de la resolución sobre la democracia obrera declara: "Recuerdo cómo chocamos con Trotsky en lo referente a grupos y fracciones. Trotsky no se oponía a la prohibición de las fracciones pero defendía resueltamente la tesis de la admisión de grupos en el partido. Esta es la postura de la oposición. Estas personas no parecen comprender que, si se admite la libertad de grupos se abre la puerta a gentes como Miasnikov, permitiéndoles engañar al partido al presentar a una fracción como si fuese un grupo, ya que: ¿Cuál es la diferencia entre un grupo y una fracción? Se trata sólo de una diferencia de aspecto Si admitiésemos los grupos, acabaríamos con el partido, transformaríamos una organización monolítica y compacta en una alianza de, grupos y fracciones que negociarían entre ellos alianzas y coaliciones temporales. Esto no sería ya un partido sino el fin del partido" [45]. En su opinión, la burocratización real ha servido a Trotsky de pretexto para intervenir, violando la disciplina, con un punto de vista "anarco-menchevique" y para intentar alzar al partido contra su aparato, a los jóvenes contra los viejos y a los estudiantes contra los obreros. Es preciso consolidar la unidad del partido, fortificarla contra cualquier amenaza y, para demostrar la determinación de los bolcheviques, incluir en la resolución final el punto 7 de la del X Congreso que prohibe las fracciones y confiere al comité central los ya citados poderes de expulsión.

Preobrazhensky interviene en nombre de la oposición, vuelve a esgrimir todos los argumentos que ya han sido presentados, recuerda la intensa vida del partido en los tiempos de la democracia obrera, protesta contra la sistemática exhumación de antiguas querellas y contra la identificación del "leninismo" con las tesis de los burócratas.

La réplica de Stalin es más contundente que su informe: el X Congreso ha aprobado por votación la prohibición de las fracciones, en la época en que Lenin se encontraba aún a la cabeza del partido, el período de prueba mínimo que se exige a los responsables y que, de hecho, impide su elección, ha sido fijado en el XI Congreso, cuando Lenin ostentaba aún la dirección. Lo que Preobrazhensky y sus compañeros piden en realidad es la "modificación de una línea de conducta del partido íntimamente vinculada con el leninismo". Al responder a Preobrazhensky, manifiesta con toda claridad el verdadero trasfondo de su pensamiento en el tratamiento de un punto determinado, lo que en aquella época resulta sufi­cientemente extraño, como para merecer ser mencionado. "De hecho, exclama: ¿Cuál es la conclusión para Preobrazhensky? No pide ni más ni menos que devolver a la vida del partido el carácter que tenía en 1917 y 1918. En aquella época, el partido, dividido en grupos y fracciones, era presa de las luchas intestinas en un momento crítico de su historia en el que se encontraba emplazado ante un problema de vida o muerte (...). Preobrazhensky nos presenta la vida del partido en 1917 y 1918 con unos colores ideales. Pero demasiado conocemos este período de la vida del partido en el que las dificultades llegaban incluso a provocar graves crisis ¿Acaso Preobrazhensky está pensando en restablecer esta "situación ideal" de nuestro partido? " [46]. En realidad el partido está amenazado por una coalición heterogénea que comprende desde Trotsky "el patriarca de los burócratas" hasta los "antileninistas de siempre", es decir, los Preobrazhensky y los Saprónov.

La resolución final apunta que el partido ha sufrido el asalto de un reagrupamiento de pequeños círculos, nacidos de las antiguas oposiciones y que se apoya en la actividad "fraccionalista" de Trotsky. La oposición se ha "dado la consigna de destruir el aparato del partido intentando desplazar a su seno el centro de gravedad que constituye la lucha contra la burocracia del Estado". Sus tesis son condenadas por constituir un "abandono del leninismo" que "refleja objetivamente la presión ejercida por la pequeña burguesía". Fija como remedios a la burocratización, que se acepta como problema real, el rápido reclutamiento de cien mil obreros de fábrica, la reducción del número de estudiantes miembros del partido y la mejora de la educación de los militantes mediante la sistemática enseñanza del "leninismo", el aumento de la disciplina y una mayor severidad en la represión de las "actividades fraccionalistas" [47].

En definitiva, la troika ha conseguido una total victoria política; por otra parte el aparato ha resistido el primer embate serio. ¿Cuál es la opinión al respecto de los militantes del partido? Sin duda para un gran número de ellos, no existe problema alguno: el partido subsiste después de superar una crisis pasajera. Algunos de ellos están confusos ante los ataques que han lanzado algunos viejos-bolcheviques contra Trotsky, encarnación, junto con Lenin, del partido desde 1917. Los más cínicos y los más desmoralizados han tomado nota de los tantos marcados en la lucha por el poder que se ha desarrollado ante sus ojos. Muchos apparatchiki como Ka­linin, tienen la conciencia tranquila, han pensado que Trotsky había herido al partido por la espalda y que el partido había sabido defenderse.

Entre los partidarios de la oposición corren vientos de desmoralización. Algunos militantes se suicidan como Lutovinov, viejo-bolchevique que fue líder de la Oposición Obrera, o Eugenia Bosch, militante desde antes de la guerra y organizadora del partido ucraniano en la clandestinidad durante la guerra civil; como Glazman, uno de los secretarios de Trotsky y como otros militantes menos conocidos. Otros pagan con el empeoramiento de su situación material su compromiso que les hace objeto de destitución o traslado; algunos se prometen a sí mismos ser más prudentes en lo sucesivo. Para el núcleo de los que siguen persuadidos de haber tenido razón frente al partido, ya no es cuestión de resistir después de la votación llevada a cabo por la conferencia, pues son militantes disciplinados. Sin embargo, la batalla política que acaba de desarrollarse ha iluminado plenamente los progresos y el verdadero alcance de la degeneración cuyos primeros síntomas habían señalado. Por primera vez en toda la historia del partido, la lucha no ha tenido como centro principal, ideas o problemas tácticos sino cuestiones personales. Asimismo, por primera vez, el aparato ha intervenido abiertamente imponiendo con la amenaza e incluso con la fuerza su disciplina de voto. No obstante, a todos los oposicionistas les resta una esperanza: el restablecimiento de Lenin cuya personalidad y autoridad pueden invertir la aún precaria situación de un partido que todavía se estremece, después de los conflictos sobrevenidos entre los protagonistas de la polémica acerca del "nuevo curso".


[1] Lenin, Obras Completas, t. 27, pág. 283.

[2] Ibídem, t. 29, pág. 177

[3] Obras Escogidas , t. II, pág. 979.

[4] Ibídem, t. II, pág. 975.

[5] Ibídem, t. 11, pág. 929.

[6] Schapiro, Les bolcheviks et I'opposition, pág. 278.

[7] Lenin, Obras Escogidas, t. II, pág. 979

[8] Trotsky, Ma Vie, t. III, págs. 200 y sgs.

[9] Estas notas, cuya existencia habla sido revelada por Trotsky, no fueron publicadas hasta después del XX Congreso. Cf. Lenin, 0bras Completas, t. 36, págs. 620-623.

[10] Trotsky, La Revolución desfigurada, en De la Revolución, pág. 164.

[11] Trotsky, "Lecciones de Octubre", pág. 335.

[12] Cf'. texto íntegro en Trotsky, Stalin, págs, 479-480.

[13] Ruth Fischer, Stalin and german comunism, pág 312

[14] Trotsky, Ma Vie, t. III, págs. 209 y siguientes.

[15] L. Revo, “La révolution et la culture”, Bull. Com. nº 2, 1924.

[16] Citado por Kámenev, Pravda, 13 de diciembre de 1923.

[17] Lázaro Carnot (1753-1823), matemático francés y miembro del Comité de Salud Pública. Creó los catorce ejércitos de la República y se le conocía como el "organizador de la victoria"(N. del T.).

[18] El texto integro de la carta de Trotsky se desconoce y no se encuentra en los archivos de Harvard. No obstante pueden encontrarse amplios extractos de ella en el libro de Eastman, Depuis la mort de Lénine, Anexo IV, págs. 192-194.

[19] Texto íntegro traducido del ruso al inglés en Carr, Interregnum, págs. 367-373.

[20] Citado por Daniels, Conscience, págs. 219-220.

[21] Informe taquigráfico del XIII Congreso, pág. 154, citado por Eastman, op. cit., págs. 51-52.

[22] Corr. Int. nº 5, 24 de enero del 24, págs. 42-45.

[23] Trotsky, De la Révolutión, pág. 27.

[24] Bull. Com. nº 5, 1924, págs. 138-141.

[25] Trotsky, De la Revolutión, pág. 86.

[26] Bull. Com. nº 5, 1924, págs. 135-138.

[27] Bull. Com. nºo 1, 1924, pág. 7.

[28] Ibídem, pág. 6.

[29] Bull. Com. n.o 8, 1924, págs. 222-228

[30] Aunque el sentido correcto es el de Nuevo Rumbo se adopta en el título de esta obra la apelación Nuevo Curso por resultar más fácil su identificación en las bibliografías extranjeras ya que dicha obra de Trotsky permanece inédita en castellano (N. del T.)

[31] Trotsky, De la Révohition, pág. 32.

[32] Ibídem, pág. 33

[33] Ibídem, pág. 34

[34]. Ibídem, pág. 36.

[35] Ibídem, pág. 38

[36] Ibídem, pág. 38.

[37] Ibídem, pág. 49.

[38] Ibídem, pág. 41.

[39] Ibídem, pág. 42.

[40] Ibídem, pág. 44.

[41] Ibídem, pág. 49.

[42] Ibídem, pág. 49.

[43] Ibídem, pág. 61.

[44] Carr, Interregnum, pág. 328.

[45] Acta taquigráfica, citada por Leites y Bernaut, Ritual of Liqui­dation, pág. 64.

[46] Corr. Int . nº 8, 1924, pág. 70.

[47] Resolución de la XIII Conferencia, Bull. Com. nº 9, 1924, pá­gina 238.