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Clásicos de León Trotsky online

El asesinato de Andrés Nin por los agentes de la G.P.U.

El asesinato de Andrés Nin por los agentes de la G.P.U.

8 de agosto de 1937

 

B.O. nº 58-59, septiembre-octubre de 1937, p. 24. Este texto fue dictado por Trotsky el 8 de agosto de 1937, y publicado en La Lutte ouvriére del 15 de agosto de 1937. Nin había sido detenido el 16 de junio en su oficina. Pero su nombre no figuraría en la lista de acusados presentados al tribunal de espionaje el 29 de julio. El 21, la ex ministro Federica Montseny, dirigente de la C.N.T., se había hecho eco, durante un mitin en el Olimpia, de los rumores que corrían de que el cadáver de Nin había sido encontrado en Madrid, junto con el de otras dos personas. Sin embargo, no sería hasta el 4 de agosto, cuando un comunicado procedente del Ministerio de Justicia anunciaría que el antiguo dirigente del P.O.U.M. había «desaparecido», después de su arresto por la policía oficial, del «preventorium habilitado» -sinónimo de «prisión Privada»- donde había sido detenido. El mismo día que Trotsky dictaba esta carta, el corresponsal en Madrid del New York Times comunicaba por cable: «A pesar de todos los intentos realizados para tapar el asunto, todo el mundo sabe ahora que ha sido encontrado en un suburbio de Madrid, asesinado». T. 4184.

 

Cuando Nin, el dirigente del P.O.U.M., fue detenido en Barcelona, no podía existir la menor duda: Los agentes de la G.P.U. no le dejarían vivo. Las intenciones de Stalin se han evidenciado con un cinismo excepcional cuando la G.P.U., que tiene en sus garras a la policía española,[1] lanzó una declaración en la que acusaba a Nin y a toda la dirección del P.O.U.M. de ser «agentes» de Franco.[2]

El carácter absurdo de esta afirmación es evidente para todos los que conocen los datos elementales de la revolución española. El fundador y dirigente del P.O.U.M., J. Maurín fue hecho prisionero y fusilado por el general Franco, al principio de la guerra civil.[3] Los militantes del P.O.U.M. se han batido heroicamente contra los fascistas en todos los frentes de España. Nin es un veterano e incorruptible revolucionario.[4] Defendía los intereses del pueblo español y combatía a los agentes de la burocracia soviética. Precisamente por esto, los agentes de la G.P.U. se han desembarazado de él, gracias a una operación bien calculada en la prisión de Barcelona.[5] En lo que concierne al papel desempeñado en este asunto por las autoridades españolas oficiales, no podemos emitir sino suposiciones.[6]

La información dada en el despacho, e inspirada por la G.P.U., califica a Nin de «trotskysta». El revolucionario desaparecido protestó frecuentemente contra esta calificación. Y con razón. El P.O.U.M. tuvo siempre una actitud hostil a la IVª Internacional, tanto bajo la dirección de Maurin como bajo la de Nín.[7] Es cierto que durante los años 1.931-33, Nin, que en esta época estaba fuera del P.O.U.M.[8] mantenía una amistosa correspondencia conmigo. Pero desde el comienzo de 1933 ciertas divergencias sobre cuestiones esenciales provocaron la ruptura total entre nosotros. A lo largo de estos últimos cuatro años no hemos intercambiado más que artículos polémicos. El P.O.U.M. ha excluido a los «trotskystas» de sus filas. Pero para facilitar su tarea, la G.P.U. llama «trotskystas» a todos los que se oponen a la burocracia soviética. Esto facilita su sangrienta represión.

A pesar de las divergencias que me separan del P.O.U.M., debo reconocer que, en la lucha que Nin llevaba contra la burocracia soviética, la justicia estaba enteramente de su lado.[9] Se esforzaba por defender la independencia del proletariado español, contra las maquinaciones burocráticas de la pandilla en el poder en Moscú. Rehusó colaborar con la G.P.U. para arruinar los intereses del proletariado español. Éste es su único crimen. Y lo pagó con su vida.

León Trotsky



[1] Los representantes de la N.K.V.D. -ex G.P.U.- y sus agentes, trabajaban bajo la protección de la policía republicana oficial, así como bajo la forma de «policía paralela»: antes de mayo el comisario de orden público en Barcelona, el militante del P.S.U.C., Eusebio Rodriguez Salas, y el director de la Seguridad de Madrid, el teniente coronel Ortega, miembro del P.C.E., habían facilitado su instalación desde el punto de vista técnico. «Revelaciones» sucesivas han permitido identificar a algunos de sus responsables. En Barcelona, uno de los más importantes, era el húngaro Singer, conocido con el nombre de Pedro; más tarde se convertiría en el primer secretario del Partido de los trabajadores húngaros con el nombre de Ernó Geroe. En Madrid, bajo el nombre de Carlos Contreras, o comandante Carlos, del 5º Regimiento, operaba el italiano Vittorio Vidali, responsable del P.C. en Trieste después de la guerra. El primer responsable ruso de «información» y de la «policía política» en España, fue Sloytsky, que se hacía llamar Marcos: reclamado en la U.R.S.S., fue fusilado en 1937. Entre sus colaboradores y sucesores mencionaremos a Nikolski, llamado «el capitán» Alexandre Orlov, que planeó el asesinato de Nin junto con Vidali, Velaiev, que planificó el proceso de otros dirigentes del P.O.U.M., Michel Spiegelglass, igualmente fusilado en Moscú en 1938, y por fin, el célebre general de la N.K.V.D., Eitingon, conocido en España bajo el nombre de general Kotov -«ni diplomático ni militar», escribió púdicamente Ilya Ehrenbourg, quien asegura en «La Nuit tombe», p. 302, que desconfiaba de él. Sería el principal organizador del asesinato de Trotsky, y fue condecorado con la orden de Lenin por este gran servicio

[2] La noticia del arresto de Nin, llevado a cabo el 16, fue anunciada en la prensa el 17 sin más detalles. El día 18, los diarios de Barcelona reproducían un comunicado de la dirección superior de policía de Cataluña, que anunciaba el descubrimiento de una importante red de espionaje, precisando que los nombres de los detenidos aún no podían ser divulgados. El 22 de junio, los diarios ligados al P.S.U.C., anunciarían triunfalmente que los dirigentes del P.O.U.M. se encontraban entre los «espías detenidos» y que lo habían sido por este motivo. Evidentemente, sobre todo este asunto, Trotsky no poseía más que informaciones de segunda mano -prensa y despachos de agencia

[3] En realidad, Maurín no fue ejecutado. Incluso sería liberado después de varios años de durísima detención, bastante después de acabada la segunda guerra mundial. Sus camaradas creyeron la noticia de su ejecución y celebraron ceremonias y manifestaciones públicas en su memoria (ver, por ejemplo, el articulo consagrado a Maurin por Marceau Pivert en La Gauche révolutionnaire del 10 de octubre de 1936). Hasta septiembre de 1937, no se sabría que vivía. Esta noticia fue conocida debido a una carta que envió a Francia a su mujer, hermana de Souvarine.

[4] La Batalla clandestina, que reproducía un artículo del periódico americano de Jay Lovestone («¿Cuál es el punto de vista trotskysta en España?»), acusaría a Trotsky de haber esperado a la muerte de Nin para rendirle homenaje, llegando incluso a afirmar: «Hasta el día de su muerte, Trotsky no ha cesado de acusar a Nin de traidor y colaboracionista de clase». Acusación inexacta, como lo prueba sobre todo la declaración de Trotsky ante la comisión Dewey.

[5] La mediocridad de las informaciones de las que disponía Trotsky se evidencia por este hecho, no desprovisto de importancia, ya que Nin fue sacado antes de ser asesinado de una prisión privada en Alcalá de Henares, a donde había sido trasladado después de algunos días de detención en Barcelona y posteriormente en Madrid. Por otra parte, esto era lo mismo que indicaba la nota del Ministerio de Justicia el día 4 de agosto.

[6] Las autoridades gubernamentales de Barcelona habían sido colocadas ante el hecho consumado, incluyendo -si se da crédito- al antiguo ministro Jesús Hernández, al propio secretario general del Partido comunista, José Díaz. En el consejo de ministros, el presidente Negrín declaró que estaba dispuesto a cubrir todo el asunto a condición de ser informado exactamente de todo lo que había pasado. Murió con su secreto, suponiendo que se hubiera enterado; sin embargo, lo escondió bien.

[7] Desde la fundación del P.O.U.M. en septiembre de 1935, hasta el principio de la guerra, Maurin fue secretario general del P.O.U.M. Después de su desaparición, le sucedió Nin, aunque con el cargo de secretario político, y con mucha menor autoridad.

[8] Este error -el P.O.U.M. no fue fundado hasta 1935- es revelador de hecho de que a los ojos de Trotsky, el P.O.U.M. no era más que la prolongación, bajo una etiqueta nueva, del Bloque Obrero y Campesino, del que evidentemente Trotsky no era partidario en la época en la que Nin mantenía correspondencia con él, y dirigía la Oposición de izquierda y, posteriormente, la Izquierda Comunista española. La constitución del P.O.U.M. fue más una absorción que una fusión. De los 40 miembros del Comité central del P.O.U.M., más de la mitad eran ya en 1933 miembros del Comité central de la «Federación Comunista Ibérica», núcleo del Bloque. Únicamente cinco eran originarios de la Izquierda comunista, si es de fiar la lista publicada en La Batalla del 17 de enero de 1936

[9] Los torturadores de Nin intentaban sacarle confesiones que les hubieran permitido la organización de un proceso espectacular del tipo de los «Procesos de Moscú» en España. El antiguo dirigente del Partido comunista, Jesús Hernández, escribirá mucho más tarde: «Nin hubo de soportar la tortura y el dolor de los tormentos más refinados. Al cabo de algunos días, su cara no era más que una masa de carne tumefacta. Orlov, frenético, aterrorizado por el escándalo que podía significar su propia liquidación, rugía de rabia ante este hombre enfermo que agonizaba sin «confesar» y sin denunciar a sus camaradas de partido» (La Grande trahison, p. 105). Siempre según Hernández, en esta situación, el ruso Orlov y su ayudante Vittorio Vidali —conocido en España con los nombres de Carlos Contreras y Comandante Carlos- decidieron asesinar a Nin para hacer desaparecer las huellas de su actuación. En un pasaje de sus Memorias, inéditas, Largo Caballero escribió que la resistencia de Nin, así como la emoción causada por el asunto, habían salvado la vida de muchos militantes. Esto es indudable. En la época en que dictó este artículo, Trotsky no poseía ninguna de estas informaciones, pero conocía suficientemente a Stalin y a la G.P.U. como para saber de qué se trataba.



Escritos sobre España - Tomo I y II