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Cuadernos 15 - Los trotskistas contra Stalin

La Oposición en 1928

La Oposición en 1928

El objetivo de los primeros arrestos, en 1927, y más tarde, del comienzo de las deportaciones en masa de 1928 era el de quebrar a la Oposición como organización, privándola de todos sus dirigentes y cuadros. En las semanas y los meses siguientes, las olas de arrestos, las penas de prisión y de exilio que afectaban cada vez más a muchas centenas de militantes, perseguían el mismo objetivo, con el cuidado suplementario de extirpar, allí donde se manifestaran todavía, los focos de la Oposición. No obstante, los discursos y la prensa oficial lo confesaron a principios de 1929: esos esfuerzos fueron vanos y la Oposición sobrevivió y progresó en todo el transcurso del año 1928.
La Oposición era en 1928 muy distinta de lo que había sido en 1927 como “fracción” en el seno del Partido oficial. De allí en más estuvo dividida, por la fuerza de las cosas -y las decisiones de represión de la GPU-, en dos sectores. Por una parte, su sector ilegal, clandestino, formado por los militantes aún no alcanzados por la represión, demasiado o no lo suficientemente conocidos. Por otra parte, el sector prácticamente “legal” –“abierto”, si nos atrevemos a decirlo-, que funcionaba prácticamente a la luz del día en las zonas de deportación (de exilio) a las que se había empezado a llamar “colonias” de deportados, quienes podían reunirse más o menos libremente, discutir, escribir y sobre todo mantener correspondencia.
Del primer sector, sabemos poco por fuera de los informes contenidos en los archivos, y cuidadosamente fabricados, teniendo en cuenta las necesidades del secreto de la clandestinidad. Sabemos, no obstante, que luego del arresto y el envío al exilio de Trotsky y de sus compañeros, funcionó en Moscú un “centro” clandestino dirigido por el viejo bolchevique de los Urales, Boris M. Elzin25, cuyo emisario se dirigía por tren a Frunzé para colocar el correo en manos de un militante de confianza, el metalúrgico de Moscú Mikhail Bodrov, quien conduciendo una troika (un carro típico ruso –N. de T) y bajo una gran barba y una blusa típica de mujik aseguraba luego el transporte de valiosos documentos que mandaba a Alma-Ata y ponía en manos de León Sedov26. Sabemos igualmente que existían núcleos de la Oposición en casi todas las grandes ciudades de la Unión Soviética: Víctor Serge nos ha hablado del de Leningrado, en el cual se encontraba Alexandra Lvovna Sokolovskaya, la primera mujer de Trotsky y la madre de sus hijas. Sabemos igualmente que, entre los aproximadamente ciento cincuenta militantes detenidos en Moscú en enero de 1929 se encontraban algunos de los responsables de la prensa clandestina de la Oposición desde 1928, en particular un “veterano” del episodio de la imprenta clandestina de 1927, el gran mutilado y ex chequista Khanaan M. Pevzner27. Uno de los dirigentes de Moscú era Ianuchevsky.
Algunos de los impulsores de la Oposición que militaban por fuera de las prisiones y de las colonias no eran ciudadanos libres ejerciendo una actividad clandestina. Eran ilegales, hombres y mujeres conocidos para la GPU, pero que habían escapado de ella y vivían en ese ambiente del Partido donde generalmente eran estimados, beneficiándose de un “liberalismo” del que se quejaba la Pravda. El hecho de que “aguantaran” demuestra en efecto que se movían en un medio que, lejos de serles hostil, les proveía hospitalidad, ayuda y protección. Dos ejemplos: en Bogorodask, los obreros de la usina Glukhov escondieron durante varios días a uno de ellos, al oposicionista Stukolkin, y lograron sacarlo de la ciudad bajo las propias barbas de la GPU28. Por otra parte, en sus memorias recientemente publicadas, la comunista alemana Rosa Léviné-Meyer habla de sus encuentros en Moscú en esa época con G. Ia. Yakovin, uno de los dirigentes del “centro”, marido de su amiga, la historiadora Pankratova. Yakovin dejó Leningrado, donde era muy conocido, y vivía en Moscú, alojado por camaradas: se procuró incluso un pase que le permitiera entrar al hotel Lux y discutir allí con los comunistas extranjeros. Incluso llegó a volver clandestinamente a Leningrado para asegurarse allí los contactos29.
Los informes que iban de la Unión Soviética al extranjero –a Trotsky y su hijo Liova- mencionaban las actividades de este sector de la Oposición: publicación de volantes y también de folletos, difusiones clandestinas, suscripciones para los prisioneros, pero también intervenciones en las reuniones del Partido o en las asambleas obreras –de los desocupados, especialmente-, candidaturas abiertas en los comités de fábricas o en los soviets; y subrayaban también sus innegables éxitos. El sector clandestino “libre” de la Oposición mantuvo verdaderamente una real existencia y actividad a pesar de los obstáculos que se acumulaban, la represión, el comienzo de la apelación a delatarlo y la generalización de la provocación que parece haber afectado en esa época a casi todos los grupos locales.
El segundo sector de la Oposición, probablemente el más numeroso ya que no dejó de crecer en detrimento del primero, era el de las colonias de deportados –107 censados en 1928 a través de la correspondencia de Harvard- y pronto, el de las prisiones abiertas especialmente para los bolcheviques-leninistas recalcitrantes, las “cárceles de aislamiento”. Lo conocemos mejor que al primero. Durante los tres primeros trimestres de 1928, en efecto, el grueso de la correspondencia de los deportados generalmente se distribuía, a pesar de que las cartas se abrían cuando salían y cuando llegaban. Una discusión apasionante comenzó entre los exiliados: esos hombres que pertenecían a todos los “ámbitos” del Partido y del Estado soviético y que, algunos meses antes, ejercían todavía altas responsabilidades, pasaron entonces a disponer de un poco de tiempo para meditar sobre la experiencia de los años anteriores, retomar trabajos teóricos, rever los documentos del Partido y de la Internacional, desarrollar entre ellos una suerte de discusión en cadena. Una parte de estos documentos apasionantes que son el fruto de esta situación fue publicada en esa época por el Biulleten y a veces en otros idiomas. Citemos la "Crítica del proyecto de programa de la IC", elaborado por Trotsky en Alma-Ata, la carta de Rakovsky a Valentinov conocida bajo el título de "Peligros profesionales del poder". Se puede encontrar en Harvard otra "Crítica del proyecto del programa de la IC", por Dimitri Lapin, muy apreciada por Trotsky. Pero no tenemos ni la Política agraria del centrismo, de L. S. Sosnovsky, ni los trabajos de Smilga y de Preobrajensky (Las conquistas de la dictadura del proletariado en el año XI de la revolución) ni nuevamente de Rakovsky (Las leyes de la dictadura socialista), ni de Solntsev (La ley del desarrollo desigual en Marx), etc. Difícilmente en la historia del marxismo haya habido período más fecundo y más creativo y resultados menos conocidos o directamente desconocidos: estos títulos no reflejan más que una ínfima parte de la producción teórica de los deportados.
No se trata, sin embargo, de un trabajo académico. La Crítica del proyecto de programa… se proponía llegar a todas las secciones de la IC. Se esforzaban por discutir en todas partes los textos que debían expresar una posición colectiva y luego éstos circulaban. Para esta crítica, aun escaseando el tiempo, había no obstante una suerte de procedimiento refrendario a través de las colonias: sobre los dos textos que se oponían, el de Radek no logró más que una media docena de firmas contra muchas centenas del de Trotsky.
Pero los problemas políticos que se planteaban no eran ni gratuitos ni abstractos. Por aisladas que fueran, las primeras capitulaciones –los ex zinovievistas, Safarov, Ilya Vardin30, pero también los ex trotskistas Pyatakov, Serebryakov, Antonov-Ovseenko, Krestinsky31- no eran indicadores menos inquietantes de la fragilidad de los hombres que se creían “duros” y cedieron no bien comenzó la represión. Sin embargo, esta “segunda ola” –la primera fue la de Zinoviev-Kamenev- no fue tomada en serio de conjunto y no hizo mermar ni las fuerzas vivas de la Oposición ni mucho menos su moral. La gran mayoría de los oposicionistas en el exilio se reconocían en la interpelación feroz de Sosnovsky al capitulador Vardin: “¡No olvides que tú estás muerto!”32.
La evolución de Radek aparecía más peligrosa, tal como se refleja a través de interrogantes y dudas que se expresaron primero en sus cartas. El hombre, lleno de inteligencia, periodista de gran talento, era conocido también por su versatilidad política y su impulsividad. En 1927 era muy reservado frente a la “plataforma de la Oposición”, sugería entre otras cosas que el “Termidor”, cuyo peligro anunciaba la Oposición , podía ser ya un hecho. Negándose a cerrar, como lo hacía la plataforma, la perspectiva de un “segundo partido”, se ubicó finalmente cerca de los elementos más izquierdistas, próximos a los “decistas”. Ahora bien, a principios de 1928, Radek cambió rápidamente de posición: el endurecimiento del aparato luego de la crisis del trigo y de la huelga de los proveedores de granos; la decisión de aplicar a los kulaks33 medidas de coerción, parecieron demostrarle la existencia de un verdadero “giro a la izquierda” –que juzgó positivo- por parte de la dirección estalinista.
En marzo de 1928, mientras estaba deportado en Tobolsk, la benevolencia interesada de la GPU le otorgó la autorización de reencontrarse en lo de Smilga, en Tomsk, con sus más cercanos amigos, Beloborodov y Preobrajensky, este último autorizado a venir desde Kazán. Radek escribió mucho y buscó convencer a sus camaradas de exilio. Las reacciones no se hicieron esperar. No hicieron más que acelerar su paso. Llevado por su propia sangre, irritado en su amor propio por los “ataques de bayoneta” que surgían de todas partes contra él –las palabras son de Trotsky-, se declara en guerra contra la revolución permanente, luego contra la política de la Oposición de Izquierda en la Revolución china. Trotsky no podía no responderle. Lo hizo en una carta fechada el 17 de julio de 1928, con una severa crítica de los temas de Radek, que no rompía, sin embargo, la solidaridad de tendencia con él, porque concluía en la necesidad de “decir esto en interés de la claridad sin temer las tentativas de un adversario ‘monolítico’ de explotar las divergencias entre nosotros”.
En efecto, en el momento en que comenzó, en las alturas, la crisis de lo que Trotsky llamó “el bloque de centro-derecha” y cuando se anunciaba ya la ruptura entre Stalin y Bujarin, el mantenimiento de las posiciones de la Oposición y sus progresos volvían inevitables medidas de represión agravadas. Desde fines de septiembre, las condiciones del correo normal que habían gozado los deportados hasta el momento dejaron de ocurrir brutalmente. La GPU tomó medidas que le permitieron efectuar una selección del correo y no dejar llegar más que la correspondencia que había decidido dejar llegar y se hizo de los medios necesarios como para interrumpir totalmente toda correspondencia si era necesario. Como se hizo evidente que estas medidas no eran suficientes, el 16 de diciembre el representante de la dirección colegiada de la GPU, Volynsky, se presentó en Alma-Ata y declaró a León Trotsky:
“La actividad de vuestros camaradas de ideas ha tomado en el país, en el curso de estos últimos tiempos, un carácter netamente contrarrevolucionario; las condiciones en las cuales usted se encuentra en Alma-Ata le permiten perfectamente dirigir esta tarea. Este es el motivo por el cual la dirección colegiada de la GPU ha decidido exigirle la promesa categórica de cesar vuestra actividad, si no, se verá en la obligación de cambiar las condiciones de vuestra existencia aislándolo completamente de la vida política: esto planteará al mismo tiempo la cuestión del cambio de vuestro lugar de residencia”34.
El rechazo categórico de Trotsky puso al buró político contra la pared. Fue recién luego de tres días de discusión apasionada y tensa que el buró se decidió finalmente y se pronunció a favor de la solución preconizada por Stalin contra la posición más cuidadosa de Bujarin. Trotsky fue expulsado del territorio soviético. Algunos días antes la GPU había arrestado de un golpe a aproximadamente ciento cincuenta personas por la difusión de una carta de Trotsky: entre ellos, viejos bolcheviques, los georgianos Budu Mdivani y Kavtaradzé, el crítico literario Voronsky, héroes del Ejército Rojo y de la guerra civil, Drobnis, Gaievski, Grunstein, Pevzner35. La Pravda no disimuló que se habían beneficiado con muchas simpatías y de un “exceso de tolerancia”: fueron sometidos a “un aislamiento severo en tanto son elementos hostiles a la dictadura proletaria” y la Pravda del 24 de enero amenazaba a quien intentara manifestarles la menor indulgencia.
En efecto, esta era una nueva época que comenzaba tanto en la historia de la Oposición de Izquierda como en la de la Unión Soviética misma.