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Parte II - La onda expansiva de la revolución rusa

 Las semanas decisivas de la Insurrección

Las semanas decisivas de la Insurrección

Ahora que hemos caracterizado la esencia de las cuestiones políticas ligadas a la preparación de la Revolución de Octubre, y que hemos intentado esclarecer el sentido profundo de las divergencias en nuestro partido, nos resta examinar brevemente los momentos más importantes de la lucha que dentro del mismo se produjo en el transcurso de las últimas semanas, de las semanas decisivas.

La decisión de proceder a la insurrección armada fue adoptada por el CC, con fecha 10 de octubre. El 11 se envió a los principales organismos del partido la carta “Sobre el momento presente”. El 18, o sea una semana antes de la revolución, Kamenev publicó otra carta en Novaya Zhin. “No sólo Zinoviev y yo –decía–, sino una serie de camaradas, estimamos que sería un acto inadmisible, funesto para el proletariado y la revolución, tomar la iniciativa de la insurrección armada en el momento presente, con la correlación actual de fuerzas, independientemente del Congreso de los Soviets y días antes de su convocatoria”. (Novaya Zhin, 18 de octubre de 1917). El 25 de octubre, estaba conquistado el poder y constituido en San Petersburgo el gobierno soviético.

El 4 de noviembre, varios militantes eminentes presentaron su renuncia al CC y del Consejo de Comisarios del Pueblo, exigiendo la creación de un gobierno de coalición reclutado entre los partidos de los soviets. “Si no –escribían– habrá que resignarse a la permanencia de un gobierno puramente bolchevique a través del ejercicio del terror político”. Y añadían, en otro documento de la misma fecha: “No podemos asumir la responsabilidad por la política funesta practicada por el CC contra la voluntad de una parte inmensa del proletariado y de los soldados, que desean que cese lo más pronto posible la efusión de sangre entre las diferentes fracciones de la democracia. Por eso presentamos nuestra renuncia como miembros del CC, para tener derecho a exponer sinceramente nuestra opinión a la masa de obreros y soldados, y a exhortarlos a suscribir nuestra divisa: ¡Viva un gobierno de los partidos soviéticos! ¡Acuerdo inmediato sobre esta base!” (“La Insurrección de Octubre”, Archivos de la Revolución, 1917)

De este modo, quienes combatieron la insurrección armada y la conquista del poder como una aventura, intervinieron, después de la victoria de la insurrección, para hacer restituir el poder a los partidos a los que se los arrebató el proletariado. ¿Por qué razón el partido bolchevique victorioso deberá devolver el poder –ya que de una restitución del poder se trataba– a los mencheviques y a los SR? La oposición respondía: “Consideramos necesaria la creación de este gobierno para prevenir toda efusión de sangre ulterior, el hambre amenazadora, el aplastamiento de la revolución por los partidarios de Kaledin; para garantizar la convocatoria de la Asamblea Constituyente en la fecha fijada y la realización efectiva del programa de paz adoptado por el Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia”. En otros términos, se trataba de llegar a través de la puerta soviética al camino que llevaba al parlamentarismo burgués. Después de haberse negado la revolución a pasar por el Preparlamento y de haberse afianzado merced a Octubre, se imponía la tarea de salvarla de la dictadura, según la oposición, canalizándola en el régimen burgués con el concurso de los mencheviques y de los SR. No se trataba, ni más ni menos, que de la liquidación de Octubre. Evidentemente, en estas condiciones, no había para qué hablar de un acuerdo.

Al día siguiente, 5 de noviembre, apareció una carta donde se reflejaba la misma tendencia: “No puedo callar, en nombre de la disciplina del partido, cuando, en contra del buen sentido y a despecho de la situación, unos marxistas no quieren tener en cuenta las condiciones efectivas que nos dictan imperiosamente el acuerdo con todos los partidos socialistas... No puedo, en nombre de la disciplina del partido, entregarme al culto del personalismo, hacer depender de la participación anterior de tal o cual persona en el ministerio un acuerdo político con todos los partidos socialistas, acuerdo que consolidaría nuestras reivindicaciones fundamentales, y prolongar así, aunque no sea más que por un instante, la efusión de sangre”. (Rabochaya Gazetta, 5 de noviembre de 1917). El autor de esta carta, Lozovsky[1] , concluye proclamando la necesidad de luchar por el congreso del partido, a fin de decidir “si el Partido Obrero Socialdemócrata ruso de los bolcheviques seguirá siendo el partido marxista de la clase obrera o si se comprometerá definitivamente con una salida que no tenga nada en común con el marxismo revolucionario”.

En efecto, la situación parecía desesperada. No sólo la burguesía y los propietarios rurales; no sólo la “democracia revolucionaria”, en cuyas manos se hallaban todavía numerosos organismos (comité panruso de ferroviarios, comités de soldados, funcionarios, etc.), sino también los militantes más influyentes de nuestro propio partido, miembros del CC y del Consejo de Comisarios del Pueblo, condenaban públicamente la tentativa del partido de permanecer en el poder para realizar su programa. A simple vista, la situación podía parecer desesperada. Aceptar las reivindicaciones de la oposición era liquidar Octubre. Pero entonces no valía la pena haber llevado a cabo la revolución. Sólo quedaba algo por hacer: seguir adelante, contando con la voluntad revolucionaria de las masas.

El 7 de octubre, Pravda publicó una declaración categórica del CC, escrita por Lenin, respirando entusiasmo revolucionario y encerrando fórmulas claras, sencillas, indiscutibles, con destino a la masa del partido. Este llamamiento disipó definitivamente todas las dudas sobre la política ulterior del partido y de su CC: “¡Vergüenza para todos los hombres de poca fe, para cuantos dudan, para cuantos se han dejado asustar por la burguesía o por los clamores de sus auxiliares directos o indirectos! No hay ni sombra de vacilación en las masas de obreros y soldados petersburgueses, moscovitas y demás. Como un solo hombre, nuestro partido monta la guardia alrededor del poder soviético, vela por los intereses de todos los trabajadores, y, en primer lugar, de los obreros y campesinos pobres”. (Pravda, 20 de noviembre de 1917).

La crisis más aguda del partido estaba dominada. Sin embargo, aún no cesaba la lucha intestina, que continuaba desarrollándose en la misma línea; pero cada vez disminuía más su importancia política.

Encontramos un testimonio extremadamente interesante en un informe presentado por Uritsky[2] a la sesión de nuestro comité en Petrogrado, el 12 de diciembre, respecto a la convocatoria de la Asamblea Constituyente: “Las divergencias dentro de nuestro partido no son nuevas. Siguen la misma corriente iniciada anteriormente en la cuestión de la insurrección. Ahora, ciertos camaradas consideran a la Asamblea Constituyente como una coronación de la revolución. Razonan como pequeñoburgueses, piden que no cometamos faltas de tacto, etc., y no quieren que los miembros bolcheviques de la Asamblea tengan control sobre su convocatoria, su relación de fuerzas, etc. Estiman las cosas desde un punto de vista meramente formal; no comprenden que tener este control nos permite ver lo que ocurre alrededor de la Constituyente, y, en consecuencia, determinar nuestra actitud respecto a ella… Luchamos ahora por los intereses del proletariado y de los campesinos pobres; pero algunos camaradas consideran que hacemos una revolución burguesa, que debe ser coronada por la Asamblea Constituyente”.

La disolución de ésta última marcó el fin de una etapa importante en la historia de Rusia y de nuestro partido. Después de superar las resistencias internas, el partido del proletariado no sólo se apoderaba del poder, sino que lo conservaba.

[1] Lozovsky, Salomón (Dridzo) (1878-1952): obrero bolchevique. En 1909 se une a la fracción de los conciliadores; milita en el movimiento obrero francés hasta 1917. Apoya la coalición con los mencheviques y funda el Partido Socialista Obrero. Como dirigente de obreros textiles, preside una acción sindical de la oposición. Se reintegra en 1919. Preside la Internacional Sindical Roja en 1921-1937. Vicecomisario de Asuntos Exteriores. En 1944 es subjefe del Buró de Información. Es depurado en 1949 y “rehabilitado” en 1956.
[2] Uritsky, Moisei (1873-1918): siendo socialdemócrata, es deportado entre 1897 y 1902 en Siberia, entrando allí en contacto con Trotsky de quien se hace muy amigo. Presidente del Soviet de Krasnoiarsk durante la Revolución de 1905. Colaborador de Trotsky en el Pravda vienés y, más tarde, uno de los dirigentes de la Organización Interdepartamental. Bolchevique en julio de 1917. Miembro del CC en agosto de 1917, miembro del Comité Militar Revolucionario. Suplente del CC en 1918, jefe de la Cheka en Petrogrado, asesinado en agosto del mismo año por un terrorista SR.