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Lenin en 1917*
Victor Serge
Texto extraído de la Revista Revolutionary History, Vol. 5, Nº 3, Victor Serge El siglo de lo Inesperado. Ensayos sobre Revolución y Contrarrevolución, 1994, Socialist Plattform Ltd. Este estudio ha sido elaborado por Victor Serge como subproducto del analisis y la traducción de los textos de Lenin al francés. Fue publicado por primera vez en 1925 por la Russia Today Society en Inglaterra para la Librairie du Travail (Faits et Documents, N°2, 1925). La primer versión en Ingles fue traducida por Al Richardson y cotejada con el original por Ian Birchall. Para este boletín fue traducido al español por Analí Trevín.“No basta ser revolucionario y partidario del socialismo, o comunista en general. Es necesario saber encontrar en cada momento particular el eslabón preciso de la cadena al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas para retener toda la cadena y preparar sólidamente el tránsito al eslabón siguiente. El orden de los eslabones, su forma, la manera en que están encadenados, la diferencia entre unos y otros, en la cadena histórica de los acontecimientos, no son tan simples ni sin sentido como los de una cadena corriente forjada por un herrero”.[1]
El hombre y el año
Para entender a Lenin, al hombre y su trabajo, hace falta situarlos en su contexto histórico. El año 1917 fue el cuarto año de la guerra mundial. Durante más de 1000 días, todos los hombres capaces de los países más grandes de Europa vestían el uniforme militar. La flor de la juventud del continente, toda una generación de jóvenes, había sido aniquilada. Estaban movilizados 30 millones de hombres. Es la época de la gran guerra.
Las filas de combate atravesaban a Europa desde el Mar del Norte hasta el Adriático, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Estas eran fronteras sangrientas en donde morían miles de combatientes todos los días. Es una guerra de trincheras, minas, tanques, aviones, gas, ataques submarinos y mentiras. Al frente moría el soldado rodeado entre el pelotón de ejecución del consejo de guerra y el alambre de púa del enemigo; en la retaguardia, la venta de su sangre y la descolorida literatura de el communiqué.
En Francia, el año 1917 es el año del Clemenceauismo, del General Nivelle, de la ofensiva “novedosa” del 16 de abril en Chemin des Dames, las fútiles batallas de Flanders y Verdun, y la desgastada batalla de tanques en Cambrai,[1] Serbia, el norte de Francia, Bélgica y Polonia se han transformado en grandes fosas. Alemania declara la guerra submarina sin límites en contra de Gran Bretaña, hundiendo con torpedos barcos mercantes y neutrales.[2] La muerte acecha en los mares. Siguen los combates en Macedonia, Mesopotamia, Palestina y en los rincones olvidados de la sabana africana. Los Estados Unidos se unen a la guerra.[3] Un ejército negro, de hindúes, de australianos, canadienses y portugueses; la sangre de todas las razas va a reunirse en un solo fondo, en un solo hedor. es una sola con un único olor a podredumbre. Norteamérica drena lo que resta del oro de los beligerantes.
Se quiebra el frente italiano en Caporetto, y avanzan los austro-alemanes al Piave.[4] Vuelan dirigibles sobre Londres, Gothas sobre París y Venecia, aviones franceses sobrevuelan Stuttgart. Los “héroes de los aires” de cada bando “derriban” a la quinceava parte de su oponente. Hay desfiles y condecoraciones.
Se recaudan grandes ganancias para los fabricantes de armas y municiones en la retaguardia de ambos lados del frente. También existe la ley marcial, la censura, el agobio de las mujeres y ancianos, una pobreza aplastante, raciones de pan, raciones de carbón, mientras que toda la vida humana está a la merced de la estupidez y el odio. Existe la persecución en contra de los objetores de consciencia en Gran Bretaña, de los derrotistas en Francia[5] y de los internacionalistas en todo el mundo. Las iglesias, los partidos y los intelectuales, tanto entre los imperios centrales como entre los Aliados, predican una “guerra de desgaste”; existe el juego de los ministros socialistas y la infamia del Socialismo de Guerra…
Toda la tecnología se pone en práctica para destruir las fuerzas vitales de la humanidad y las obras de la civilización. Si estuvieran empleadas de modo racional, si aún pudiéramos hablar en términos tan utópicos, las riquezas invertidas en explosivos serían más que suficientes para proveer una vida decente a una sociedad nueva…
Es el cuarto año de la guerra que divide al mundo entre imperialismos financieros.
Ahora, en este oscuro año, el primer derrumbe financiero de un país imperialista ahoga precipitadamente el rugido de las armas. El zarismo está convaleciente. La caída de la putrefacta aristocracia, cuya última inspiración había sido un monje falso y lascivo, Rasputin[6], sacude a la sociedad capitalista hasta sus cimientos. De ahora en más, todo el asunto es saber si o no los millones de campesinos y obreros que alegremente desplegaban sus banderas rojas en ese país; se dejarán arrebatar su esperanza de una liberación totalm por parte de una burguesía ladina apoyada por el poder de los Aliados. El pueblo ruso exige la paz para todos los pueblos, la tierra para los campesinos, y las fábricas para los trabajadores. Pero, ¿lo conseguirá? De ahora en más, todas las esperanzas – y temores – de la inmensa mayoría de los trabajadores y luchadores del mundo dependerán de esta posibilidad.
De hecho, como pronto aprenderemos, estos miedos y esperanzas, desde el primer momento de la Revolución Rusa, se centrarán sobre un solo hombre, que a penas se conocía hace poco tiempo – N Lenin – Vladimir Illyich Ulyanov. Este hombre, a sus 47 años, ya contaba con un pasado revolucionario de 30 años. Había conocido la sombra de las cárceles durante su vida de adolescente: el verdugo del Zar Alejandro III había colgado a su hermano mayor.[7] A los 23 años, en 1893, había fundado uno de los primeros grupos marxistas rusos en San Petersburgo. Durante años había vivido exiliado en Siberia. Alrededor de 1903, se había demostrado como un “doctrinario” inflexible entre los dirigentes del movimiento obrero ruso, al fundar el Iskra (La Chispa) y al encabezar la escisión del Partido Socialdemócrata Ruso por parte de los intransigentes bolcheviques, integrantes de la mayoría revolucionaria, y los mencheviques, aquellos de la minoría oportunista. Como emigrado en Londres, París, Suiza, Finlandia y Cracovia, y a penas conocido por fuera de su propio partido, trabajó incesante e infatigablemente en la profesión de teórico, propagandista y organizador del proletariado, una profesión que asumía con orgullo. En una palabra, era revolucionario. Su partido de empecinados intransigentes – llamados sin reserva “fanáticos” entre la Internacional Socialista – que fueron formados, o más bien forjados por él, le otorgaban una confianza sin límites. Había dirigido de manera inteligente a su partido durante la Revolución de 1905. Sus obras sobre la filosofía materialista y la economía política provocaban discusiones, y era un hombre culto. Las minutas de las conferencias Socialistas internacionales mencionan su actividad intransigente, aunque los periodistas, buscadores de noticias de primera plana, no lo mencionaban. En Stuttgart, 1907, cuando él apoyó a Rosa Luxemburgo, fue muy destacado Hervé[8], pero Lenin apenas fue percibido. Sin embargo, en el momento de las peores traiciones en agosto de 1914, cuando la mayoría de los figurones del Socialismo, el Sindicalismo y el Anarquismo se habían convertido repentinamente en partidarios de la guerra, Lenin, quién albergaba esperanzas para el futuro, cuando todo parecía estar perdido para un movimiento obrero esclavizado por el frenesí del patriotismo, comenzó a echar las bases, ladrillo por ladrillo, de la Tercera Internacional. En Zimmerwald, 1915[9], los ´internacionalistas´ llegaban incluso a sentir temor cuando lo escuchaban hablar muy tranquilamente de la revolución.
Este hombre, que surgía a pasos decididos en este año de la guerra desde la semi-oscuridad de su vida como emigrado en Zurich, dirigirá la primera revolución social de los tiempos modernos con inteligencia e intrépida firmeza. Dentro de seis meses, se convertirá en el “hombre más odiado y más amado del planeta”.
En lo sombrío de la civilización, le dará al proletariado una nueva razón para su existencia: ganar.
Lenin en 1917
Se coincide generalmente en Rusia que uno de los grandes méritos de la Editorial del Estado ha sido la publicación de las Obras Completas de Lenin en 24 volúmenes.[10] Este trabajo llevó varios años realizarlo. Fue necesario buscar en una gran cantidad de publicaciones ilegales, que a menudo sólo habían sido preservadas en los archivos de la policía, como también artículos firmados con seudónimos, identificarlos y corroborarlos. Kamenev[11] describe cómo Lenin desdeñaba todo aquello que no tuviera que ver con la acción, y no tenía ningún tipo de vanidad intelectual, y estaba tan absorto en las tareas del momento que no llegó a darle importancia a sus trabajos anteriores; de hecho al principio se oponía a estas investigaciones: “Por qué hacerlo? ¿Qué no ha sido escrito en los últimos 30 años? ¡No vale la pena!”
Tenemos una opinión diferente, y estamos convencidos de que los resultados nos darán la razón. Las obras teóricas de Lenin preservan un valor teórico, histórico y psicológico inestimable (quizás podrían ayudarnos a reconstruir la psicología del genio). Este estudio está dedicado al Volumen No. 14 únicamente, que comprende de hecho dos tomos de 314 y 528 páginas. Es su obra de 1917, una obra decisiva. El extraordinario y corto libro, El Estado y La Revolución corresponde a este ciclo de obras. Diré poco al respecto. Esta obra que, si hoy en día existiera algún grado de honestidad intelectual entre los libertarios, disiparía cualquier malentendido ideológico entre los Anarquistas y los Comunistas, ya está traducida al francés, y es suficiente por sí misma. Sólo intentaré darle al lector una lectura del pensamiento de Lenin durante el avance del proletariado ruso hacia la Revolución. “Pensamiento…”- esta palabra me choca por su limitación. El pensamiento de Lenin es acción. Sus artículos fueron dictados por la necesidad diaria de la acción; son inseparables, proceden de ella, la estimulan y la justifican. Esto es lo que descubriremos en seguida como una de las características esenciales de su formidable personalidad: en Lenin no existe divorcio entre acción y pensamiento. No sufre ninguno de los defectos propios del intelectual. No existe ninguna especulación abstracta. Hay una armonía completa entre inteligencia y voluntad.
I. La historia del tren blindado
“Para que ocurra una revolución” escribía Lenin en 1915 en La Bancarrota de la Segunda Internacional “no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran vivir como antes, sino que también es necesario que “los de arriba no puedan vivir” como hasta entonces”…[12] Esta expresión muestra precisamente en que se había convertido la Rusia autocrática a fines de 1915. El Sr. Buchanan, el embajador británico en Petrogrado, temiendo que Rusia desertara del bando Aliado, se dedicó a oscuras intrigas que jugaron un papel en la Revolución de marzo.[13] En acuerdo con él fue que los Señores Milyukov y Guchkov exigieron la abdicación de Nicolás II.[14] Aún antes de esto, de acuerdo con las Memorias del General Denikin[15], el cuartel general ruso, insatisfecho con la corte, había estado considerado un golpe de estado.
La caída del absolutismo ruso sorprendió a la mayoría de los hombres de Estado de todo el mundo; para Lenin, fue simplemente el inicio, de la confirmación contundente, de la teoría que había repetido sin descanso desde el comienzo de la guerra, o más precisamente, desde el 1ero. de noviembre de 1914: la guerra imperialista debe ser transformada en guerra civil. Aquí la afirmación teórica se funde con la consigna, tal es su pensamiento, realista y ligado a la voluntad. Y mientras que en San Petersburgo, el Príncipe Primer Ministro Lvov junto con Milyukov y Kerensky[16] le brindan a los embajadores Aliados garantías alentadoras de que continuarán con la guerra y de que restauraran el orden, mientras pensaban en sostener a la monarquía en Rusia; en Zurich, Lenin se preparaba para partir.
Su vuelta a Rusia a través de Alemania ha permitido, por largos años, a la prensa burguesa elaborar las historias más falaces. Sin embargo, la simple verdad se demuestra de manera irrefutable en un número de pruebas que podremos señalar al pasar. Son las siguientes. Como el gobierno británico le negaba el permiso a los emigrados revolucionarios rusos de todos los partidos, que se habían refugiado en Suiza, de retornar a Rusia por vía marítima, el Comité de Evacuación de Zurich del que formaban parte, tanto bolcheviques, mencheviques o miembros del Bund Judío, decidió, a propuesta del lider menchevique Martov, pedir permiso para pasar por Alemania.[17] Todos los telegramas enviados a Rusia con respecto a este asunto fueron interceptados por el gobierno Provisional. Finalmente, el socialista suizo Fritz Platten[18] concluyó un acuerdo con el embajador alemán en Berne. Se les otorgó el permiso de paso a los emigrados, bajo las siguientes condiciones:
Que todos los emigrados, más allá de sus opiniones sobre la guerra, tuvieran el derecho al tránsito.
Que su vagón contara con derechos extra-territoriales durante el viaje.
Que los emigrados acordasen exigir que el gobierno ruso enviara de vuelta un número igual de prisioneros de guerra alemanes.
Diez socialistas europeos, “considerando los obstáculos levantados en contra de la repatriación de los internacionalistas rusos por parte de los gobiernos de la Entente, y las condiciones de su viaje a través de Alemania”, aprobaron este viaje por medio de una resolución firmada. Los 10 socialistas eran Paul Hartstein (Paul Levi) (Alemania), H. Guilbeaux y F. Lorito (Francia), Bronski (Polonia), F. Platten (Suiza), Lindhagen (alcalde de Estocolmo), y Ström, Türe Nerman, Kilbom y Hansen (Suecia y Noruega).[19] Treinta y dos emigrados emprendieron este viaje, de los cuales sólo 19 eran bolcheviques. El ánimo de los bolcheviques mientras atravesaban Alemania será descrito por las pocas palabras tomadas de un discurso de Lenin ante el Congreso Pan-Ruso del Partido Bolchevique en Petrogrado del 24 al 29 de abril: “Cuando cruzamos en tren por Alemania esos caballeros, los social-chovinistas, los Plejanov alemanes, intentaron subir a nuestro vagón pero les dijimos que no permitiríamos entrar a ninguno de ellos, y que, si alguno de ellos entraba, no saldría sin que armáramos un gran escándalo. En cambio si hubieran permitido que viniera a vernos un hombre como Karl Liebknecht, con mucho gusto hubiéramos discutido los asuntos con él.” [20]
El pensamiento de Lenin y su partida desde Zurich
Antes de partir de Zurich, Lenin envió una carta de despedida a los camaradas suizos. Este documento, que en su momento fue publicado por los diarios suizos, pero que ha sido completamente olvidado en el día de hoy, se destaca por varias razones. Aún antes de pisar suelo ruso, Lenin ya expresa las ideas que repetirá en términos casi idénticos en sus últimos discursos sobre la Nueva Política Económica en octubre de 1922:
“Al proletariado ruso le ha cabido el gran honor de iniciar la serie de revoluciones engendradas con inexorabilidad objetiva por la guerra imperialista… el proletariado de Rusia está menos organizado, menos preparado y consciente que el de otro países…
“Rusia es un país campesino, uno de los países más atrasados de Europa… Pero, precisamente, esa característica campesina del país… puede… imprimir un impulso gigantesco a la revolución democrático-burguesa en Rusia y puede hacer de nuestra revolución el prólogo de la revolución socialista mundial, un escalón hacia ella…
“En Rusia el socialismo no puede triunfar de manera directa e inmediata. Pero la masa campesina puede conducir la inevitable y madura revolución agraria hasta la confiscación de todas las inmensas propiedades de los terratenientes…
“Esta revolución, por sí sola, no sería el socialismo. Pero imprimiría un formidable impulso al movimiento obrero mundial…Daría al proletariado de las ciudades, apoyándose en esta influencia, la posibilidad de desarrollar organizaciones revolucionarias tales como los “Soviets de Diputados Obreros”, sustituyendo con ellas los viejos instrumentos de represión empleados por los estados burgueses, el ejército, la policía, la burocracia, y la posibilidad de implantar… una serie de medidas revolucionarias para el control de la producción y la distribución de los productos.[21]
¿Se percibe la reserva que impregna estos claros pronósticos, la sabia discriminación entre los posible y lo imposible, la ansiedad de resguardarse de las ilusiones? Comparemos el texto del discurso de Lenin en la ocasión del cuarto aniversario de la Revolución de Octubre.[22] Se constatará la precisión con la que este dirigente revolucionario supo estimar el poder de los elementos sociales desatados y los límites de aquel poder…
Al mismo tiempo, Lenin envía al Pravda de Petrogrado una “Carta desde Lejos”, que fue publicada el 21 y 22 de marzo, ocho días antes de su llegada a Rusia. Esta contiene un análisis detallado de la totalidad de los acontecimientos, sus antecedentes y las fuerzas en movimiento. Ya se destaca una referencia amenazadora. Milyukov ha sido ‘’colocado en el poder (por el momento)”. Existen tres grandes fuerzas que intervienen en la situación: la monarquía zarista derrocada, la burguesía, la clase que ha llegado recientemente al poder; y los soviets, “el embrión del gobierno obrero”. El proletariado cuenta con dos aliados: los campesinos pobres y la clase trabajadora internacional. Las tareas del momento son las de “preparar el camino de la victoria en la segunda etapa de la revolución”, y para ello, “la conquista de una república demócratica y de la victoria completa de los campesinos sobre los terrateniente… y después, a la conquista del socialismo.”[23]
Tal fue el plan de Lenin al partir desde Suiza. Llegó a Petrogrado el 3 de abril, acompañado de G. Zinoviev.[24]
II: Por medio de la persuasión
El 4 de abril, el día después de su llegada, Lenin le presenta a los militantes sus tesis tituladas, “Las tareas del proletariado en la presente revolución”.
Consideremos cómo los ministros burgueses del Gobierno Provisional hablan de llevar la guerra hasta su amargo final, cómo Milyukov sueña con las Dardanelles[25]; cómo los social-revolucionarios ya se ven a la cabeza de una república radical tan “avanzada” como la Tercera República francesa en sus mejores días; y que nadie, absolutamente nadie, ve claramente en frente la tormenta que se avecinaba.
Nadie, salvo, por supuesto, este gran agitador ayer desconocido en los círculos políticos rusos, seguido de un pequeño partido de “fanáticos”, de “divisionistas profesionales”, tal como los describían con desprecio los socialistas moderados. Nadie salvo este recién llegado – de porte grueso, hombros grandes, de ancha frente calva, una mirada maliciosa, ojos verde-azules, altos pómulos asiáticos, y una pera coronada con una barba colorada gruesa en punta. No emplea elocuencia. Utiliza gestos simples que son cautivantes y convincentes. Habla en lenguaje familiar, sin ilustraciones, sin efectos, sin pausas deliberadas, y sin invitar el aplauso. Se podría describir de la misma manera a un campesino provincial robusto, con la astucia de cuatro hombres – aunque sí un buen hombre – que demostraba su habilidad ante la tarea que se le imponía. Llega del tren que acaba de atravesar Europa. Y le explica a los trabajadores bolcheviques de Petrogrado, que vienen de hacer la revolución de marzo, una situación que entiende mejor que ellos, y cuyo resultado sólo percibe él…
La guerra es un conflicto imperialista, al igual que bajo Nicolás II; no se puede hablar de una guerra revolucionaria defensiva hasta que exista un poder obrero; la paz democrática será imposible sin el derrocamiento del capitalismo.
“La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.”
Pero el Partido Bolchevique es una “pequeña minoría” en los soviets. Deberá, por ende, limitarse a la propaganda y a la agitación. Triunfará porque está en lo correcto. Es un partido de mirada aguda entre los partidos y las masas envalentonadas. ¡Será mejor que lo sigan!
Los soviets son la única forma revolucionaria de poder: “No una república parlamentaria -volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás…” El programa práctico consiste en la confiscación de todas las propiedades de tierra, la confiscación de todas las tierras por parte de los soviets de campesinos, y la fusión de todos los bancos en un sólo banco nacional bajo el control de los soviets:
“8. Nuestra tarea inmediata no es la “introducción” del socialismo, sino sólo poner en seguida la producción social y la distribución de productos bajo el control de los Soviets de diputados obreros…”
En lo que concierne al partido, se debe organizar inmediatamente una conferencia para cambiar su programa en los párrafos relativos al imperialismo, a la guerra, “sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un "Estado-Comuna" (inspirado en la Comuna de París), como también alterar el nombre del partido, que deberá describirse como comunista, ya que el término “Socialdemócrata” había sido deshonrado por la traición de la Segunda Internacional.
Lenin explica tranquilamente que los mencheviques y los social-revolucionarios, partidos saturados de una ideología pequeño burguesa, cuentan con un apoyo mayoritario entre las masas y en los soviets. Pero la buena fe de las masas es evidente; y será por medio de la persuasión que se las podrá ganar. Lenin sólo brinda la siguiente consigna: Propaganda! Propaganda! Nada de violencia al menos que sea desatada por el gobierno burgués.
Sin embargo, Yedinstvo (Unidad), el órgano de los Socialdemócratas nacionales defensistas, ya lo acusa de fomentar la guerra civil. Yedinstvo escribe: Lenin está “agitando”.[26]
Con golpes duros y repetidos, según su estilo, Lenin vuelve sin cesar a todas estas ideas claves. En sus “Cartas sobre tácticas” de abril, insiste: Yo no sólo no “confío” en la “inmediata transformación” de nuestra revolución en una revolución socialista, sino que en realidad prevengo contra de ello.”[27] Sin embargo, “por fuera del socialismo, no existe liberación…”[28]
Es necesario derrocar al gobierno burgués. Pero no se puede derrocar aún, ya que la mayoría de los consejos obreros lo apoyan. ¿Qué se debe hacer, entonces? Ganar a la mayoría: no somos Blanquistas, no apoyamos la toma del poder por parte de una minoría.” (El Doble Poder, 9 de abril).[29]
El ejemplo de la Comuna de París
La idea del estado revolucionario que debía construirse toma cuerpo más tarde en el pensamiento de Lenin. La futura República Soviética se inspiraría en el ejemplo de la Comuna de París – tal como repitió Lenin en varias ocasiones – para crear un nuevo tipo de estado cuyas características esenciales son las siguientes:
“1. La fuente del poder no es una ley previamente discutida y promulgada por el parlamento, sino la iniciativa del pueblo desde abajo, en sus zonas locales…
2. el reemplazo de la policía y del ejército, que son instituciones divorciadas del pueblo y opuestas a él, por el armamento directo de todo el pueblo…
3. Los funcionarios públicos, la burocracia, son igualmente reemplazados por el gobierno directo de todo el pueblo, o, por lo menos, colocados bajo control especial; no sólo se transforman en funcionarios públicos elegibles sino que pueden ser destituidos ante el primer reclamo del pueblo… [30]
El hecho principal del momento era que el doble poder ya existía. Existen dos gobiernos. Uno, el burgués, no puede hacer nada sin el otro, el gobierno obrero compuesto por soviets, que aún no intenta hacer nada…
Los dirigentes del Soviet de Petrogrado son Chkeidze, Tserteli y Steklov (que aún no se ha pasado al Bolchevismo),[31] todos ellos mencheviques despreciados por Lenin por querer seguir los pasos de Louis Blanc. Pero sobre todas las cosas, le temen a una revolución de masas. Todas sus ambiciones se limitan a presionar hábilmente al gobierno. Kerensky, el Ministro de Justicia en el gabinete burgués, hace apariciones elocuentes entre ellos. La composición de este soviet en los primeros días de la revolución fue retratada de manera muy ilustrativa por N. Sukhanov en sus Notas sobre la Revolución.[32] Este cronista menchevique no oficial demuestra él mismo la impotencia del gobierno legal que los trabajadores ignoraban completamente, como también el poder abrumador y creciente del consejo que había sido conformado espontáneamente por los trabajadores. Lenin escribía entonces:
“En un mismo Estado no pueden existir dos poderes. Uno de ellos está destinado a desaparecer, y toda la buguersía rusa está ya, en todas partes, haciendo todos los esfuerzos posibles por eliminar y debilitar a los soviets, por reducirlos a la nada y por exclusivo de la burguesía…
El doble poder expresa simplemente una fase transitoria en el desarrollo de la revolución…[hacia una] dictadura “pura” del proletariado y el campesinado.[33]
Ahora, como después, pensando siempre en la toma del poder, que considera segura, aún cuando su partido sigue siendo sólo una débil minoría, Lenin sigue explicando su punto de vista sobre el estado. Siempre lo hace mientras destaca tres puntos esenciales; sólo existen diferencias entre los Bolcheviques y los Anarquistas en torno a los medios, y no el fin; que es necesario destruir el estado burgués; que es necesario crear un nuevo estado profundamente revolucionario, que el mundo pudo vislumbrar por primera vez en la Comuna de París. Los mismos conceptos se podrán hallar en El Estado y La Revolución:
“El Marxismo se distingue del anarquismo en que reconoce la necesidad de un Estado para la transición al socialismo.”[34]
En el mismo documento, al proponer la sustitución de la palabra “Social Demócrata” con la palabra “Comunista” como nombre del partido, Lenin afirma que la segunda parte del primer término es “científicamente incorrecta”: “La democracia significa la dominación del pueblo, y el pueblo armado no puede ejercer dominio sobre sí mismo …los soviets de diputados obreros, campesinos, etc. etc. como poder único en el “Estado”, y como precursor de la extinción del Estado en todas sus formas.”[35]
Al mismo tiempo, en Las tareas del proletariado en nuestra revolución, vuelve con esa misma coherencia de pensamiento que se podría reconocer como su característica más distintiva, a un tema sobre el cual había escrito muchas veces en 1914, 1915 y 1916, sobre la necesidad de construir la Tercera Internacional, y señala “el colapso de la Internacional de Zimmerwald”, que no pudo decidirse sobre una escisión total con los socialistas defensistas. Repasa una lista de las fuerzas de la futura internacional, “los internacionalistas de hecho”, excluyendo a Longuet, Ledebour, Haase y Martov, todos ellos centristas, y concluye: “Nuestro partido no debe ´esperar´, sino fundar inmediatamente una Tercera Internacional”.[36]
III: La tormenta en ciernes – 22 de abril
Al mismo tiempo que seguimos el desarrollo del pensamiento de Lenin, también es necesario describir los acontecimientos. Pero esta es una tarea imposible. Estoy obligado simplemente a destacar algunos hechos y fechas dentro de lo que fue el torbellino de sucesos, para que sirvan como puntos de referencia. Del 22 al 27 de febrero, la autocracia fue derrocada en las calles de Petrogrado. El Soviet de Petrogrado fue instaurado el 27 de febrero. El 2 de marzo, Nicolás II abdica a favor del Gran Duque Michael, quien a su vez abdica el 3 del mismo mes.[37] El 14 de marzo, el Soviet de Petrogrado lanza un llamado a los pueblos del mundo por la paz democrática. El 18 de abril, Milyukov, el Ministro de Asuntos Extranjeros del gobierno de Lvov, le dirige una nota a las grandes potencias. El gobierno ruso permanece fiel a sus tratados, al imperialismo, dicho de otro modo, mientras espera una paz democrática total, “la aspiración de toda una nación por llevar a la guerra mundial hacia una victoria decisiva se ha fortalecido aún más”. Esta fórmula hipócrita es muy clara. Declara en Moscú el 10 de abril:
“Las condiciones de la paz no podrán arreglarse sino en concordancia total con nuestros aliados… los principios aceptados por todos los Aliados no podrán ser ignorados, principalmente en cuanto a la restauración de Polonia y Armenia, y la satisfacción de las aspiraciones nacionales de los Eslavos Austriacos…”
Lenin les contesta en el Pravda el 14 de abril a estas claras afirmaciones de los hombres de estado, con un llamado a los soldados: “Camaradas… soldados… Declaren que no desean morir por los tratados secretos concertados por el zar Nicolás II y que todavía son sagrados para Miliukov!”[38]
En cuanto a la guerra, las ideas de Lenin son clarísimas desde el primer día. En esta conflagración mundial, sólo la pequeña Serbia tendría derecho a apelar por la necesidad de la defensa nacional. Los grandes poderes beligerantes están luchando por un nuevo reparto del mundo. Todos ellos son imperialistas y todos son igualmente responsables. El deber del revolucionario es oponerse cada uno en su propio país y preparar la revolución que podría resultar de la guerra. La revolución rusa no podría pretender nada ni de la burguesía liberal rusa ni de los estados Aliados; puede pretender todo de los trabajadores del mundo, y especialmente del “enemigo”, el pobre soldado alemán o austriaco, con el cual es necesario confraternizar en las trincheras en la medida de lo posible…
Los bolcheviques eran los únicos que expresaban sin cesar estas verdades evidentes. Traducen en fórmulas sintéticas y elevan al nivel del entendimiento teórico los sentimientos profundos y precisos de las masas, y ante todo de las masas de combatientes. Lo que les atrae del bolchevismo es su precisión, mientras que el Soviet menchevique y social-revolucionario adopta formulas equívocas, y ni siquiera se atreve a objetar el Préstamo de Libertad apoyado por el Yedinstvo, el Rabochaya Gazeta, el Zemlya i Volya y el Volya Naroda de Plekhanov, en síntesis, por toda la prensa de la “democracia revolucionaria”.[39]
La nota de Milyukov a los Aliados el 18 de abril desata una crisis inmediata. Se podrá decir que en este momento se alza la primera oleada de la revolución de Octubre con una fuerza irresistible, desde las profundidades de la indignación popular.
“Las cartas están sobre la mesa”, escribe Lenin el 20 de abril. ¿Qué hará el Soviet? O se rendirá, para que Milyukov lo termine de aplastar el día de mañana, o adoptará nuestro curso… por primera vez, su artículo en Pravda termina con estas palabras: “¡Obreros y Sodados! ¡Ustedes deben declarar, ahora, en alta voz que debe haber sólo un poder en el país, los viets de diputados obreros y soldados!”[40]
El 22 de abril, Lenin insiste: los gobiernos capitalistas sólo pueden desear anexar territorios. “No hay realmente salida excepto mediante la entrega del poder a la clase revolucionaria …”[41] Estos son días de tensión. En Petrogrado y Moscú, las calles se llenan de manifestaciones obreras. “Petrogrado está llegando al punto de ebullición”. El pueblo se manifiesta en contra de la guerra. Otros hacen contra-marchas. En las banderas que ondean sobre un mar de gente que inunda la Nevsky Prospect, se leen estas palabras en letras gigantes: “Todo el poder a los Soviets!” En la esquina de la calle Sadovaia, los patriotas disparan sobre los “anti-patriotas”, siendo los primeros disparos de la Guerra Civil. El Soviet en este momento, dirigido como siempre por los mencheviques, recibe las explicaciones del gobierno, y se declara satisfecho con ellas… Por 34 votos contra 19, el Órgano Ejecutivo del Soviet le otorga un voto de confianza al Gobierno Provisional… Se deshace del “incidente”. ¡Estos pobres políticos y lamentables socialistas sólo han visto en los eventos de esos días un “incidente” que podía descartarse con una votación! Afortunadamente, hay una voz clara que resuena desde el banquillo. Lenin dice el 23 de abril:
“¡La enseñanza ees clara, camaradas obreros! NO hay tiempo que perder. Tras esta crisis seguirán otras. ¡Ustedes deben consagrar todos sus esfuerzos al esclarecimiento de los rezagados, al contacto amplio, fraternal y directo (no solo por medio de reuniones) con cada regimiento y con cada grupo …
“¡Únanse en torno a sus soviets, y en ellos, mediante la persuasión fraternal y la reelección de algunos de sus miembros, traten de unir una mayoría en torno de ustedes!”[42]
De este modo, Lenin no se permite intoxicar por la oleada de manifestaciones que han sacudido el gobierno de Lvov. Su consigna sigue siendo: ¡Propaganda! ¡Propaganda! La editorial del Pravda del mismo día, que no fue firmada aunque sí escrita por él, termina con estas líneas en negritas:
“Nosotros estaremos por el paso del poder a los proletarios y semiproletarios, sólo cuando los soviets de diputados obreros y soldados adopten nuestra política y estén dispuestos a tomar el poder en sus propias manos.”[43]
IV: Y ahora, los ministros socialistas
Milyukov, a quién le fue imposible continuar, dimitió. El 1 de mayo en todas las ciudades rusas, una inmensa cantidad de manifestaciones populares exigen la paz democrática. La agitación del país es tal que la autoridad del Gobierno Provisional en todas partes parece ser una mera formalidad. Lenin, un observador agudo de los pequeños hechos de la vida cotidiana, destaca dos de profunda importancia. Los trabajadores de Nizhni-Novgorod han abolido a la policía. Una milicia obrera pagada por las fábricas se encarga de mantener el orden público.[44] En Yenisisk, Liberia, el soviet ha tomado el poder. El Presidente del Consejo del Estado, el Príncipe Lvov, envía allí a un comisionado. “Los funcionarios nominados”, decide orgullosamente el Soviet de este pequeño rincón, “sólo asumirán sobre nuestros cadáveres”. Podríamos destacar miles de hechos parecidos. A lo largo y ancho del inmenso imperio, millones de iniciativas de este tipo proclaman el nacimiento de una sociedad nueva ante la podredumbre de las viejas autoridades. El gobierno puramente burgués del Príncipe Lvov (en el cual Kerensky, el representante oficial del Soviet, es el único socialista) abre paso el 6 de mayo a un gobierno de coalición socialista-burgués, que incluye a dos mencheviques (Tsereteli en el Ministerio de Correo y Telegramas, y Skobelev en el Ministerio del Trabajo), y dos social-revolucionarios (Chernov en el Ministerio de Agricultura y Kerensky como ministro de Guerra y Marina).[45] Estos ministros socialistas le prometen a sus partidos y a los trabajadores que obrarán por la paz de los pueblos, por una solución al problema agrario, y por acelerar la sesión de una Asamblea Constituyente. El campo preserva esperanzas. ¿No está Chernov, el dirigente del Partido social-revolucionario, el partido de la revolución agraria, en el poder? Hay un período confuso de esperanzas populares y desencantos. Los embajadores Aliados comienzan a impacientarse. ¿Para cuándo la próxima ofensiva rusa, para cuándo?
Los Bolcheviques en acción
“Día a día se confirma la validez de neustra línea. Para llevarla a la práctica las masas proletarias deben estar tres veces mejor organizadas de lo que están ahora. Cada barrio, cada manzana, cada fábrica, cada taller, cada compañía militar, debe tener una organización fuerte y monolítica, capaz de actuar como un solo hombre. Cada una de estas organizaciones debe tener vínculos directos con el centro, con el CC, y estos vínculos deben ser fuertes, de manera qaue el enemigo no pueda romperlos al primer golpe; deben ser permanentes, deben ser reforzados y probados todos los días y a todas horas para que el enemigo no nos sorprenda desprevenidos”[46] (Pravda, 25 de abril)
Lenin presenta su moción por la modificación del programa en la Conferencia Pan-Rusa del Partido Bolchevique entre el 24 y el 29 de abril. Tomemos las siguientes líneas, “Exigencia de una república democrática proletario-campesina (es decir, un estado sin policía, sin ejército regular, sin burocracia privilegiada)”.[47]
El partido desea “la dictadura del pueblo”. Aboga por “la supresión de una lengua oficial obligatoria”, y regiones con gobierno propio y autónomas… determinadas por la propia población local”;[48] “la implementación del control del Estado sobre todos los bancos… los institutos de seguros y los consorción capitalistas”;[49] “la confiscación de todas las propiedades de tierras” y “el traslado inmediato de todas las tierras al campesinado organizado en soviets de diputados campesinos”. El partido le “aconseja” a los trabajadores rurales transformar las grandes fincas en campos colectivos modelo.[50]
En este momento se desarrolla una polémica entre Lenin y Plekhanov. En ella se sintetiza toda la diferencia entre bolcheviques y mencheviques. Según el antiguo dirigente de la socialdemocracia rusa, “la revolución socialista presupone una labor educativa y organizativa prolongada entre la clase trabajadora”; “las condiciones objetivas necesarias para una Revolución Socialista… no existen aún”. Por estas razones, deberíamos resignarnos a la someternos a la democracia burguesa y a proseguir la guerra…
¿”Democracia”?, pregunta Lenin. Pero, aquel que se refiera a la “democracia” se refiere al poder de la mayoría, y existe una mayoría de campesinos que quieren las tierras. ¿Podrá esta democracia exigir primero la nacionalización de la tierra, y segundo, la de los bancos, y tercero, la de la industria azucarera? Lo exige. Hay que satisfacer estas demandas, y:
“Después que esas medidas sean puestas en práctica será perfectamente posible el progreso ulterior hacia el socialismo en Rusia, y con la ayuda de los obreros más avanzados y experimentados de Europa occidental, que han roto con sus Plejánov de Europa Occidental, el paso efectivo de Rusia hacia el socialismo está asegurado”[51]
La cuestión agraria
Esta es otra polémica. Para poder resolver la cuestión agraria, el Ministro de Finanzas Shingarev[52] propone “acuerdos voluntarios a ser concluidos entre los campesinos y terratenientes”. Semejante ingenuidad en un período revolucionario es asombrosa: este burgués de buenas intenciones no desea presenciar la tormenta. Como Plekhanov, no quiere hacer la revolución. Y le brinda a Lenin la oportunidad de hacer una intervención impactante en el Primer Congreso Pan-Ruso de Diputados Campesinos el 22 de mayo. Existen 30 mil terratenientes ricos en Rusia que poseen más de 70 millones de desyatins (aproximadamente del tamaño de las hectáreas),[53] lo cual equivale a 200 hectáreas cada uno. Por otro lado, de acuerdo con el último censo, unas diez millones de familias de campesinos pobres poseen entre 70 y 75 millones de desyatins, lo cual equivaldría a 7 desyatins por familia! Un acuerdo voluntario entre los pobres y los ricos – es decir, el alquiler de las tierras – no sería ni justo ni rentable. Los bolcheviques apoyan la toma organizada de la tierra por parte de los campesinos.
El Ministro social-revolucionario, Chernov, le encarga la resolución de la cuestión agraria a la Asamblea Constituyente. Lenin le dirige un llamado al campesino: “esperar a la Asamblea Constituyente está fuera de cuestión”. La Asamblea tiene derecho “a instaurar la propiedad pública de las tierras”, pero “mientras tanto, sin embargo, en este momento, en esta primavera, los campesinos mismos deben decidir localmente qué hacer con ella”.[54] Para poder tomar las tierras, el campesino debe unirse a los trabajadores. La expropiación de las tierras está ligada al control obrero de la producción, el servicio laboral universal y la cuestión de la paz:
“El cultivo en parcelas individuales, aunque sea el del “trabajo libre en tierra libre”, no es una salida a la crisis espantosa, no ofrece la liberación del desastre general. Lo que es necesario es el trabajo general obligatorio, es necesario una extraodinaria economía de esfuerzo humano; es necesario un poder excepcionalmente fuerte y firme, capaz de llevar a la práctica ese trabajo general obligatorio …”[55]
Por ende:
“Hay que poner término cuanto antes a esta guerra criminal no mediante una paz por separado con Alemania, sino mediante una paz general, no por medio de una paz entre los capitalistas, sino por medio de una paz de las masas obreras contra los capitalistas.”.[56]
¿Cómo le surge a Lenin esta fórmula de una autoridad y un servicio laboral fuertes? La sugieren las circunstancias: no podrá haber otra respuesta a la huelga por parte de los capitalistas, quienes, motivados por sus instintos de clase, organizaron concientemente la ruina del país.[57] De un soplo refuta así Lenin todas las distorsiones de su pensamiento realizadas por los oponentes del Bolchevismo. ¿Distribuidores de la riqueza? No. Ninguna expropiación privada de las tierras – sino nacionalización. ¿Anarquista? No. Una autoridad fuerte, aquella de los trabajadores. Percibimos que está preocupado por comprender como por ser comprendido, y hallamos en él un sentido común robusto y remarcablemente irónico que casi lo iguala a su auditorio campesino, por cuya simpatía lucha entre tantos oponentes. De paso, este auténtico dirigente popular nos brinda la regla de su pensamiento: es esclarecedora; “Millones de personas no escucharán los consejos de los partidos si aquellos consejos no encajan con su experiencia de vida”.[58]
La extensión del peligro se encamina hacia una dictadura
Destaquemos que Lenin acaba de hablar sobre una autoridad fuerte. De hecho, es la segunda o tercera vez que lo hace, pero aquí podremos hallar un elemento nuevo. El Pravda, el 6 de mayo, ya había publicado un artículo escrito por él titulado con una claridad admirable, “Un poder revolucionario fuerte”, que afirmaba, “sólo el poder del proletariado… puede dar al país un poder realmente fuerte y realmente revolucionario”, aquel de los soviets.[59] Anteriormente, en sus afirmaciones repetidas sobre la necesidad de instaurar un nuevo estado revolucionario, Lenin parecía querer enfatizar antes que nada que se trataba de un estado muy distinto del anterior, por medio del cual las masas podrían ejercer una especie de poder directo. Con lo que respecta a su forma, su concepto tenía un componente libertario, en el sentido etimológico del término. A veces emplea un adjetivo ruso imposible de traducir, vsenarodnoye, de todo el pueblo. Evidentemente, este estado debe ser fuerte. Además, ¿qué podría ser más fuerte que el pueblo revolucionario en armas? Pero era más liberador que fuerte. ¿Por qué ocurre que Lenin aclara su pensamiento y destaca la necesidad de una dictadura rigurosa, estricta y obligadamente concentrada, la cual ni siquiera anticipamos en el ejemplo de la Comuna de París (lamentablemente, ya que si hubiera contado con un partido dictatorial, la Comuna ciertamente hubiera sido mejor defendida)?
¿Por qué? Por el peligro. La hambruna, el desempleo, una crisis financiera y una temida catástrofe económica estaban en camino. Habría escasez de material prima en todas las fábricas. Se agotaba el combustible. El transporte estaba en un estado de caos. Las fábricas se cerraban. Muchos trabajadores ya no tienen pan. El rublo ha perdido su valor. Una revolución no es un período productivo; además, las clases poseedoras amenazadas restringen o suspenden la producción para controlar a los pobres por medio del hambre, y levantar el fantasma de la hambruna ante los ojos de todos. Lenin, al comentar sobre varios artículos alarmistas aparecidos en “El desastre que amenaza”, el 14 de mayo, concluye: “Un desastre amenaza…Y hay una sola salida: la disciplina revolucionaria, las medidas revolucionarias de la clase revolucionaria…”[60]
Skobelev y el Ministro burgués, Kutler[61], señalan el “inmenso peligro”. Skobelev, con una incoherencia desconcertante, propone aplicarle un impuesto a las clases poseedoras de “a veces hasta el 100 por ciento”! Un impuesto de hasta 100 por ciento significa la confiscación. ¿Podrá un gobierno burgués tomar el camino de la confiscación? ¿Y con el fin de evitar una catástrofe mayor para la mayoría, provocada por las mismas clases poseedoras, quienes precisamente se alarman ante la posibilidad de las confiscaciones? Lenin refuta este razonamiento pobre. ¡Tonterías! Lo que hace falta es “quebrar la oposición de unos pocos cientos de miles de ricos”. Otros sugieren la aplicación de precios máximos para la comida, y el control de la producción por parte del estado. Pero, “¿con qué clase de estado cuentan?”, les pregunta Lenin.
Pasa el mes de mayo, y el mes de junio comienza bajo la sombra de una inminente catástrofe económica.
V: La ofensiva del 18 de junio
Hemos llegado a un punto de giro. El Gobierno Provisional del Príncipe Lvov, con cuatro ministros socialistas, desea gobernar y librar una guerra a la vez. Le echa la culpa a los agitadores en el ejército, a los soldados revolucionarios y al Soviet de Kronstadt, el cual, además, no permite que se lo intimide ni que se lo obligue a cambiar de parecer. Se prepara en el frente de la ofensiva exigida en tonos cada vez más insistentes por los embajadores Aliados. Una ofensiva en la víspera de una catástrofe económica! Finalmente, la ofensiva es lanzada repentinamente “en el nombre de la paz” el 18 de junio por el Ministro de Guerra, Kerensky. Frente a la falta de preparación técnica y de voluntad de los soldados por seguir combatiendo, rápidamente se convierte en un desastre.[62] En vano se dejan acribillar algunos batallones patrióticos por las ametralladoras alemanas. Sin embargo, ese mismo día, se realiza una manifestación en contra del gobierno de coalición en Petrogrado, organizada por el Comité Central bolchevique. El llamado de los bolcheviques le llega a las masas. Es un éxito. Cuarenta mil trabajadores y soldados marchan por las calles. Cientos de banderas rojas llevan la consigna bolchevique, “Todo el poder a los Soviets!”, a la cual los mencheviques contraponen en tan sólo tres banderas su propia consigna: “Confianza en el Gobierno Provisional!” ¡Confianza! Han elegido bien su momento. La marea roja está subiendo, sigue subiendo, esta vez más alta que nunca. Frente a esta confianza patética, ¡cuán claras son las consignas de los bolcheviques! “Ni una paz secreta con Alemania, ni tratados secretos con los Anglo-franceses!” “Basta de vacilaciones… Basta de confianza en los capitalistas… Acción revolucionaria!”
Como siempre, Lenin demuestra tener una visión remarcable del estado de ánimo de las masas. El 13 de junio, afirma que se ha llegado a un “Momento decisivo”. “El proletariado socialista y nuestro partido deben estar lo más sereno posible, deben dar prueba de la máxima firmeza y vigilancia. Que los futuros Cavaignacs rompan fuego”.[63]
Serán los primeros, tal como desea Lenin. La aventura de Kornilov comenzará pronto.[64] Confiado en que el futuro le dará la razón, Lenin plantea la pregunta: ¿De dónde vienen los Cavaignacs? De hecho, los mencheviques les habían escrito a los bolcheviques: “Cuando aparezca un verdadero Cavaignac, estaremos con ustedes”. Los Cavaignacs sólo existen, les respondió Lenin el 16 de junio, gracias a las vacilaciones de los partidos pequeños burgueses tales como el vuestro.[65]
En este momento ocurre el incidente en la estancia del antiguo ministro Durnovo, que había sido ocupada por los anarquistas y los sindicatos.[66] La policía del gobierno Provisional intenta un ataque infructuoso durante la noche para evacuar a los ocupantes. Este es un hecho sintomático: El gobierno desea demostrar que está a la altura de la situación…
Detengámonos en dos artículos y un discurso de Lenin de aquel momento. Uno de los artículos se titula, ¿Jacobinos?, y aquí presenta Lenin la alternativa: La contra-revolución, o el Jacobinismo.
“Los historiadores burgueses ven al jacobinismo como una caída (“descender”)… Los historiadores proletarios ven en el jacobinismo uno de los puntos culminantes en la lucha de la emancipación de la clase oprimida. Los jacobinos dieron a Francia los mejores ejemplos de una revolución democrática y de resistencia a una coalición de monarcas contra la república… El “jacobinismo” del Siglo XX, en Europa, o en las fronteras de Europa y Asia, sería la dominación de la clase revolucionaria, del proletariado… apoyado por los campesinos pobres y aprovechando la existencia de las bases materiales para avanzar hacia el socialismo.”[67]
El otro aborda una cuestión de detalles, aunque es una de las cuestiones a las que Lenin siempre atribuyó una gran importancia. Veía “la necesidad de un sindicato de trabajadores de la agricultura”, ya que “ningún ‘estado’ ayudará al trabajador rural… confiar sólo en la fuerza de la propia clase”.[68]
El discurso pronunciado en el Primer Congreso Pan Ruso de Soviets trata sobre la guerra. Aquí es donde Lenin desarrolla especialmente las contradicciones de aquellos socialistas que desean seguir de manera revolucionaria la guerra de Nicolás II. ¿Y su solución?
“Nosotros decimos: Ningún tratado de paz separado con capitalistas… No reconoceremos ningún tratado de paz por separado con los capitalistas alemanes, y ni entablaremos ningún tipo de negociaciones con ellos. Tampoco debe haber un tratado de paz separado con los imperialistas ingleses y franceses”.[69]
Y se debe tomar sin demora una medida: la publicación de los tratados secretos.
El 2 de julio, los Ministros Democráticos Constitucionales y el Primer Ministro, el Príncipe Lvov, se rinden en torno a la cuestión ucraniana. No permitirían la autonomía nacional de Ucrania, la cual ya no les es posible evitar.[70]
Las sangrientas Jornadas de Julio
Luego de la ofensiva, el incidente en la estancia de Durnovo y las dificultades de Ucrania, cae con cada hora el apoyo al gobierno de coalición socialista-burgués. Rebasa el vaso en los días de Julio, que son el prólogo real de la Revolución de Octubre. Los reservistas de 40 años exigen ser desmovilizados. Se teme que los generales reaccionarios traicionaran a Petrogrado a favor de los alemanes. Se pronostica que los regimientos más “rojos” de la guarnición serán enviados al frente. Surge una iniciativa de manifestación insurreccional desde las masas, entre las cuales los grupos anarquistas a veces cumplen el rol de levadura. Los bolcheviques no creen que sea el momento oportuno. El 3 de julio, un regimiento de ametralladoras se encamina hacia el pequeño palacio de Kshesinskaya, una bailarina y favorita del emperador derrocado, que se encuentra ocupado por el Comité Central del Partido Bolchevique.[71] Los soldados exhortan a la acción a los bolcheviques. Lashevich y Kuraiev[72] les responden: “Aún no!” Reciben una silbatina. Pravda prepara una orden que llama a no participar. Temen una trampa, un intento revolucionario prematuro que sería fácil suprimir. Pero los barrios trabajadores están todos movilizados, y deben seguirlos. A las 10 de la noche, el Comité Central del Partido Bolchevique decide que sea “una manifestación pacífica”. La manifestación del 4 de julio es inolvidable. Medio millón de hombres armados gritan que han tenido suficiente de vacilaciones, y que la revolución debe avanzar. Llegan los marineros de Kronstadt. También se manifiesta la guarnición de la Fortaleza Pedro-Pablo.
Se disparan algunos tiros, pero el orden revolucionario es apenas alterado. Sin embargo, el Comité Ejecutivo del Soviet se niega a tomar el poder. ‘Qué hay que hacer? Si fuera posible una revolución sin la toma del poder, no sólo en las cabezas de los patéticos teóricos libertarios, los proletarios de Petrogrado hubieran podido lograrlo aquel día. El 5 de julio, hay un reflujo espontáneo. Los soldados vuelven a los cuarteles y los trabajadores vuelven a las fábricas, cuando las tropas patrióticas llamadas por Kerensky llegan sin encontrarse con resistencia alguna. Los junkers de las academias militares ocupan puntos estratégicos en la ciudad. Comienzan las detenciones de “agitadores”. El Comité Ejecutivo Central del Soviet se decide por una “dictadura” (¿contra quién?), y por el desarme de los trabajadores, los soldados y marineros. Trotsky es detenido. Lenin y Zinoviev pasan a la clandestinidad. El Pravda es suprimido. El Soviet obtendrá muy rápidamente la liberación de Trotsky. Lenin no saldrá de la ilegalidad hasta no ser elegido como Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo en la noche de la toma del Palacio de Invierno. Desde ahora en adelante, la actividad exclusiva del dirigente del partido se obstaculiza incesantemente por la preocupación de la clandestinidad. Pravda reaparecerá bajo una variedad de títulos.
Represión y calumnias
El día siguiente a las sangrientas Jornadas de Julio comienza una campaña de calumnias contra los bolcheviques, que no sería exagerado en absoluto describirla como la más grande de los tiempos modernos, seguramente, desde aquella campaña financiada por Pitt contra la Revolución Francesa.[73] Veamos cómo se origina. Gregory Alexinsky, un aventurero político que había pasado por el Partido Bolchevique, al cual representó en la Segunda Duma, se había convertido en chauvinista durante la guerra, y justo antes de la revolución había sido expulsado del comité editorial de Mundo Contemporáneo, una revista patriótica de influencia, editada por el menchevique Zhordansky, por sus tratos con el ministro Protopopov.[74] Era tan despreciado por los mencheviques y social-revolucionarios, que a pesar de su reconocido talento, se negaron a aceptarlo entre sus filas hasta que no se “probó”, en la fabricación de documentos(a pedido del servicio de contra-espionaje) de las relaciones de Lenin con Alemania…[75]. Informado de la planeada publicación de estas mentiras, el dirigente menchevique Chkeidze, oponente irreconciliable a los bolcheviques, indignado por esta sucia maniobra, le prometió a Stalin que la evitaría el 4 de julio. La publicación, sin embargo, se realizó, y ayudó a justificar una investigación judicial. Una vez lanzada, esta calumnia llegó a recorrer el mundo entero…
¿Era posible la Revolución “pacífica”?
Los perros ladran, pero la Revolución prosigue. Lenin y Zinoviev se ocultan durante tres semanas en los bosques de Sestroretsk, cerca de Petrogrado. Pasan sus noches acostados en el heno. Luego, Lenin se las arregla para cruzar en tren la frontera con Finlandia, al hacerse pasar por conductor. Y se esconde sucesivamente en Helsingfors, Vyborg y Petrogrado. Existe una foto de él tomada en aquel momento, en una tarjeta de identificación emitida por un comité de fábrica: tiene un rostro duro y angular, con pómulos prominentes, fuertemente acentuados. Al ver la foto, uno pensaría realmente que es uno más de los campesinos-proletarios rusos con un poco de sangre mongol en sus venas. En su refugio, Lenin termina un pequeño libro que había empezado a escribir en Suiza: El Estado y la Revolución. Es un ejemplo remarcablemente vivo de la continuidad de su pensamiento y de la manera en la cual su pensamiento acompaña a los hechos. Termina las páginas que había comenzado en su tranquila casa de emigrado en Zurich, de manera vibrante y lógica, mientras es buscado por la policía de Kerensky.
También escribe otros documentos en aquel período, cuya fuerza no es menor. Sobre las consignas, publicado como panfleto por el Soviet de Kronstadt, es de máxima importancia. En él, Lenin sintetiza las lecciones de los eventos de julio. Allí Lenin revela un aspecto casi olvidado de su visión de la revolución. Hasta entonces, había admitido la posibilidad de una revolución casi pacífica, en otras palabras, una toma del poder por parte de los Soviets, sin fracturas entre las clases trabajadoras y con el apoyo de las clases medias. Evidentemente, la inevitable resistencia de las clases poseedoras debería ser quebrada. Pero los partidos obreros socialistas, conquistados por una ideología pequeño burguesa, podrían haber sido persuadidos de seguir a la revolución proletaria en lugar de adherir a la contra-revolución. Así se hubieran evitado muchas desgracias. Recordemos ahora lo que escribe Lenin como consejo insistente: En los Soviets, en lo que respecta a nuestros oponentes socialistas, es necesario la propaganda, la persuasión y la teoría de un estado popular libertario. Sabía cómo enfrentarse a la necesidad urgente; también sabía como percibir, y aprovechar al máximo las mejores posibilidades. Desde el 4 de julio, escribe que la consigna, “Todo el poder a los Soviets” “ha dejado en forma evidente de ser correcta”, ya que el período del equilibrio pacífico de poder entre el Gobierno Provisional y los Soviets ha llegado a su fin. Es más:
“Las armas estaban en manos del pueblo, y no había coerción sobre el pueblo…La consigna “todo el poder a los soviets” era una consigna para el paso siguiente, el paso de la realización inmediata en esta vía pacífica de desarrollo. Era la consigna del desarrollo pacífico de la revolución…”[76]
Nadie, de hecho, podía oponerse a la toma del poder por parte de los soviets; y dentro de los soviets, la lucha entre partidos podría desarrollarse de manera casi pacífica. Sin embargo:
“La vía pacífica de desarrollo se ha vuelto imposible. La posición inestable del poder ha cesado; en el punto decisivo el poder ha pasado a manos de la contrarrevolución”.
Los partidos pequeño burgueses, los mencheviques y social-revolucionarios, han demostrado ser cómplices de la burguesía. El 27 de febrero, “todas las clases se unieron en contra de la monarquía”. A partir del 4 de julio, todas las clases se unieron en contra de la clase trabajadora. Algunas depositaban esperanzas en la Asamblea Constituyente. ¡Ilusiones constitucionales!: “El Estado –escribió Federico Engels- está constituido, ante todo, por destacamentos de hombres armados provistos de medios materiales, como, por ejemplo, las cárceles”. En este momento, el poder real es de los Cosacos, los junkers y los generales monárquicos. “Ese poder debe ser derrocado” – por la fuerza.
Todo el partido deberá preparase para la batalla. Pero debe hacer tiempo:
“Es indudable que lanzarse hoy a la acción y ofrecer resistencia equivaldría a ayudar a los contrarrevolucionarios. Es asimismo indiscutible que una lucha decisiva sólo será posible cuando un nuevo ascenso revolucionario surja en lo más profundo de las masas”.
En la revolución venidera, los soviets “no serán los soviets actuales, no serán órganos de la colaboración con la burguesía, sino órganos de la lucha revolucionaria contra ella”.[77]
VI: Un demagogo: Kerensky
Kerensky toma la presidencia del Consejo del estado el 8 de julio. El tercer gabinete de coalición está fuertemente influenciado por los social-revolucionarios. Avksentiev, uno de los grandes líderes partidarios, tiene en él una cartera. Tereshchenko y Nekrasov representan allí a la burguesía.[78] Los socialistas sinceros sólo tienen una esperanza: la Asamblea Constituyente. Por buenas razones, en el panfleto, El Momento Actual, Lenin rechaza esta ilusión, diciendo que “la propiedad privada de las tierras en Rusia no podrá ser abolida, sin compensación, salvo mediante una gigantesca revolución económica”. Antes de la consolidación del poder soviético, la Asamblea Constituyente no podría hacer nada. O las elecciones previstas para el 30 de septiembre no tendrían lugar, o la Asamblea Constituyente carecería de poder. Lo que importa es la lucha de clases, no las elecciones:
“Para que la mayoría decida realmente en un Estado, se requieren determinadas condiciones…
“Además, una revolución difiere de una situación ´normal´ en El estado, precisamente porque los problemas discutibles de la vida del Estado se deciden por la lucha directa de clases y la lucha de masas … … De este hecho fundamental se deduce que en períodos revolucionarios no es suficiente conocer la “voluntad de la mayoría”; es necesario resultar más fuerte en el momento decisivo y en el lugar decisivo, es necesario vencer.
“En última instancia, los problemas de la vida social son resueltos, como se sabe, por la lucha de clases en su forma más violenta y aguda, es decir, la guerra civil… lo que decide es el factor económico”.[79]
Durante los meses siguientes y hasta la Revolución de Octubre, Kerensky encabezaría el Gobierno Provisional. Con él, la revolución burguesa inicia una fase de oratoria. El hombre que Lenin describe como “este pequeño charlatán, Kerensky”, cree que será su destino actuar los roles más principales de la Historia. Como abogado brillante bajo el antiguo régimen, al aparecer regularmente en los grandes juicios políticos, un diputado social-revolucionario de “obreros” en la Cuarta Duma, Ministro de Justicia en el Gobierno Provisional, y como ministro debido a sus grandes discursos, Kerensky habla, declama y se entusiasma en toda ocasión. Es un demagogo, con una voz que sabe cómo inflamar, cómo levantarse, gritar, y callar, y sus notas armoniosas seguían fascinando a su público. Es un orador incomparable. He conocido a hombres valiosos, años despues de haberlo escuchado una o dos veces, que podían recordar sus gestos, su voz y sus ojos (¡Oh, sus ojos! ¡Qué gran revolucionario que fue!”, me dijo un viejo soltero sentimental en Petrogrado, 1919). Al haber aceptado una cartera en marzo, contra los deseos del Soviet, se apresura al Palacio de Táurida e imita apasionadamente uno de los discursos más famosos de Danton[80]: “¡Seré el Ministro de la Revolución!”, provocando una entusiasta ovación– mientras mantiene su cartera junto al Sr. Milyukov. Cuando abdica el Zar, Kerensky, más elocuente que nunca, le dirige al destronado una frase magnífica, una frase que cautiva tanto a los cortesanos que el Barón Nolde[81] la incluye en sus memorias: “Dígnese pensar, su majestad imperial, que llevaremos la precioso copa de su poder hasta la Asamblea Constituyente sin derramar una sólo gota de sus contenidos…” Kerensky es el hombre de la aborrecible ofensiva de junio. Kerensky es el orador histérico del cual Sukhanov, en sus Notas sobre la Revolución, ofrece un retrato tan terrible.[82] Cuando le falla un argumento, cuando una frase provocadora no puede compensarlo, vacila, se torna pálido, y se retrae como si estuviera por desmayarse. Este orador parece estar dispuesto a morir por el pueblo. Cuando se hospedaba en el Palacio de Invierno, Kerensky a menudo recibía gente en la biblioteca del Emperador. Tengo en algún lado una foto que lo retrata en este rol de trágico hombre de Estado que tan bien supo asumir, sentado al estilo oriental sobre un diván, con rostro blanco y ojos profundos y sombríos. Le hacía culto a la actitud y a la frase. En los fragmentos de memorias que publicó en Gatchina, las palabras que más se destacan son “yo” y “mí”. Al describir los eventos de mayor gravedad, ofrece frases tales como ésta: “En el auto, me puse en pose despreocupada”. Durante toda la revolución, sólo se ponía en pose y recitaba frases. Y este demagogo se creía un líder revolucionario. Pero es verdad que tenía el apoyo de Savinkov[83], de quien hablaremos después.
El comienzo del bonapartismo
Lenin describió le llegada al poder de Kerensky el 29 de julio como el comienzo del bonapartismo. Esta es una visión exacta de los hechos: Kerensky le allanaría el camino a Kornilov. La fórmula de Lenin, como siempre, es correctamente equilibrada:
“La historia francesa nos muestra que la contrarrevolución bonapartista se desarrolló hacia fines del siglo XVIII (y luego, por segunda vez, de 1848 a 1852) sobre la base de la burguesía contrarrevolucionaria, y abrió a su vez el camino hacia la restauración de la monarquía legitimista. El bonapartismo es una forma de gobierno que surge del carácter contrarrevolucionario de la burguesía en las condiciones de transformaciones democráticas y de una revolución democrática”.[84]
Mientras que el falso 18 Brumario[85] de Kornilov se arma con consultas turbias entre el Staff General y el gobierno, Lenin desplaza su atención a las fuerzas profundas de la Revolución: las masas campesinas. El Izvestia del Congreso Pan-Ruso de los Soviets Campesinos ha publicado una colección de demandas modelo, redactadas en concordancia con 242 demandas dirigido al Primer Congreso Pan-Ruso de Campesinos. Los campesinos desean la democracia (la elección de oficiales, la supresión del ejército permanente) y la tierra: expropiación sin compensación, nacionalización de las grandes propiedades, la prohibición del trabajo contratado, la división igualitaria de la tierra entre los cultivadores, y las distribuciones periódicas. Veamos cuán cercano es este programa de revolución campesina a aquél de Lenin. Ahora, los social-revolucionarios fingen estar de acuerdo: “Los social-revolucionarios se engañan a si mismos y engañan a los campesinos al admitir y propagar precisamente la idea de que estas reformas o reformas similares son posibles sin abatir la dominación de los capitalistas” Los social-revolucionarios “pequeño burgueses utópicos” concluyen en palabra un bloque con la los campesinos, pero en los hechos, un bloque con la burguesía. El Partido social-revolucionario ha traicionado a los campesinos. De ahora en adelante, la cuestión se tratará de que “la clase obrera la que ha de conducir a los campesinos hacia delante, hacia el socialismo, o si es la burguesía liberal la que ha de arrastrarlos hacia atrás, hacia la conciliación con el capitalismo”.
El programa de los campesinos sólo podrá ser implementado por un poder proletario, del cual los campesinos no tienen nada que temer. Lenin, citando a Engels, afirma que la idea de expropiar a los pequeños productores no podrá surgir de ningún socialista, y que “las ventajas de la agricultura socialista mecanizada podía resultarles clara sólo por la fuerza del ejemplo”.[86]
Lenin planteaba que “una cuestión esencial de cualquier revolución es la de la toma del poder del estado”, o más precisamente, del poder real. Entonces, el punto esencial del momento, para él, es que nos hallamos entre dos dictaduras. El futuro le pertenece al proletariado o al Bonaparte. No existe camino intermedio. En su polémica con el menchevique Sukhanov, Lenin describe el progreso diario de “Los Kaledinos”. La situación que surge se asemeja por ende, en muchos sentidos, a aquella que atravesó Alemania en septiembre-noviembre de 1923.[87] La reacción, que tiene a mano el uso de la fuerza, vacila, en parte con la esperanza de ganar sin recurrir a medidas extremas:
“Los Kaledin[88] no son tontos. ¿Para qué van a arremeter en forma descarada y directa, corriendo el riesgo de fracasar cuando todos los días reciben una parte de lo que necesitan? ¡¡¡Entretanto, los bobos de Skóvekiev y Tsereteli, los Chernov y Avxéntiev, los Dan y los Líber, gritan: “¡Es el triunfo de la democracia! ¡Victoria!”, ante cada progreso de los Kaledin, considerando como una “victoria” el que los Kaledin, los Kornílov y los Kérenski no se lo traguen de una vez!!
La raíz del mal está en que las masas pequeñoburguesas, cuya misma posición económica las predispone a una asombrosa confianza e ignorancia…un viraje decisivo no sólo no es “fácil” ahora, sino que, por el contrario es absolutamente imposible sin una nueva revolución”.[89]
Estas líneas fueron escritas el día anterior al golpe de estado de Kornilov.
Savinkov y Kornilov
Nacido de la represión de las protestas de julio, el gabinete social-revolucionario de Kerensky es en realidad un gobierno de la reacción. La dialéctica de la lucha de clases requiere que los socialistas preparen el camino para una reacción burguesa más obvia. El proletariado es aún demasiado fuerte. No basta con golpear a las masas. También deben ser engañadas. Luego de la persecución de los bolcheviques, se han tomado medidas enérgicas, inspiradas por el Alto Comando y por Savinkov, el Ministro de Guerra, con el objetivo de restaurar la disciplina en el ejército. La medida más importante, que es respondida con una intensa agitación bolchevique, es el reestablecimiento de la pena de muerte en el ejército. Se anulan poco a poco los poderes de los comités de regimiento. Kornilov, el ídolo de la burguesía Rusa, recibe su nominación como Generalísimo por parte de Kerensky. Es un soldado enérgico de gran valentía personal, duro y firmemente reaccionario. Al igual que los otros generales, ve la salvación sólo en la dictadura militar, y no oculta su opinión. En la Conferencia Democrática de Moscú del 12-14 de agosto[90], Kornilov parece ser el futuro jefe de estado. Boris Savinkov es Ministro de Guerra. Una figura singular muy fuerte, un gran aventurero político, un militante social-revolucionario, escritor, novelista, y hasta un poco poeta, un terrorista y un buen organizador, Savinkov es una de las celebridades del movimiento revolucionario. Al haber estado durante varios años a la cabeza de la Organización de Combate de los social-revolucionarios, ha dirigido las actividades terroristas de un partido que incluyó a personajes tales como Gershuni, Kaliaev, Sazonov y Balmashev.[91] Preparó en detalle la ejecución del Gran Duque Sergei y el Primer Minsitro Von Plehve, uno de los sirvientes más formidables de la autocracia[92]; y él mismo participó de estas actividades. Se agachó sobre el cuerpo de Von Plebe en la aterrorizada calle de Petrogrado para asegurarse de que había sido exitoso. En todas estas tareas riesgosas, fue un colaborador cercano del agente provocador, Azef[93], otro dirigente de la Organización de Combate. Este intrépido terrorista es autor de dos novelas: Lo que nunca sucedió y El caballo pálido, 1906, imbuidas de la confusión moral más profunda, en la cual parece estar escrita en sangre la futilidad del proyecto revolucionario. Es un terrorista profesional, acostumbrado tanto a ejecutar a sus enemigos como sacrificar a sus mejores compañeros en la lucha, con una total falta de fe y confianza en la revolución. Es en gran medida un hombre capaz de cualquier cosa, salvo la comprensión de un gran movimiento de masas y la interpretación correcta de las fuerzas sociales que se le presentan. No hay nada más alejado de un dirigente revolucionario que un diletante. Savinkov funciona como el intermediario entre Kornilov y Kerensky. Los tres compartían la opinión de que se debía imponer una gran autoridad – la propia – por medio del ejército.[94]
El 26 de agosto, Kornilov marchó rápidamente sobre Petrogrado a la cabeza de sus cosacos. Toda la burguesía lo esperaba. La unidad del proletariado se logra en un instante. La resistencia cristaliza en torno a los soviets. Al último momento, Kerensky, que juzgó la aventura como mal preparada, le quitó su apoyo a su cómplice y también su rango. La agitación bolchevique desorganizó a las tropas reaccionarias aún antes de que estuvieran en contacto con los Guardias Rojos que se habían agrupado a las apuradas.
La actividad revolucionaria y el compromiso
Los eventos no sorprendieron a Lenin. En su “Carta al Comité Central de RSDLP”, Lenin esboza la táctica del momento, una táctica flexible de frente único – Luchar contra Kornilov, pero desenmascarar a Kerensky. Su conclusión es: “Nos hemos acercado mucho a ella, pero no en forma directa, sino por un costado”.[95] Quizás nunca haya sido tan delicada la situación revolucionaria. Los bolcheviques, que sienten el apoyo cada vez más fuerte de fuerzas enormes, deben, literalmente, maniobrar. Es necesario quebrar la ofensiva de la reacción militar, y como resultado, defender un Gobierno Provisional esencialmente contra-revolucionario; de un modo u otro, defenderlo hoy para derrocarlo mañana; y es necesario todos los días hablarle claramente a las masas en modo bastante simple, modo al que muchos políticos se jactarían de ridiculizar. Este es el momento en que Lenin escribe su remarcable artículo del 3 de septiembre, 1917, “Acerca de los compromisos”:
“Llámese compromiso en política a la concesión hecha a ciertas exigencias, a la renuncia a una parte de las propias exigencias, en virtud de un acuerdo con otro partido… Engels estaba en lo cierto cuando, en su critica al manifiesto de los blanquistas de la Comuna (1873), ridiculizó la declaración de estos: “¡nada de compromisos!” Esto es una frase vacía – dijo – pues los compromisos son a menudo inevitablemente impuestos por las circunstancias a un partido que lucha, y es absurdo negarse de una vez para siempre a aceptar “pagos a cuenta”. El deber de un partido auténticamente revolucionario no es declarar que es imposible renunciar a todo compromiso, sino saber a través de todos los compromisos – cuando son inevitables –permanecer fiel a sus principios, a su clase, a su misión revolucionaria, a su tarea de preparar la revolución y de educar a las masas populares para la victoria en la revolución”.
La concesión percibida por Lenin fue la última oportunidad para “asegurar el avance pacífico de toda la Revolución Rusa”:
“El compromiso por nuestra parte es retornar a nuestra exigencia de antes de julio: todo el poder a los soviets y un gobierno de eseristas y mencheviques responsable ante los soviets.
Ahora, sólo ahora, y quizá durante unos pocos días o por una o dos semanas, un gobierno de este tipo podría ser creado y consolidado de un modo completamente pacífico. Podría garantizar muy probablemente el avance pacífico de toda la Revolución Rusa…”
Lenin destaca que esta oportunidad es única y valiosa, y que los bolcheviques no les imponen ninguna condición especial a sus oponentes socialistas; que éstos últimos podrían realizar inmediatamente el programa de su bloque político; y que “la Comuna será inevitable en Rusia”.[96]
Pero le está hablando a políticos pequeño-burgueses en cuyas mentes la realidad social ha sido reemplazada hace mucho tiempo por viejos clichés tomados prestados del vocabulario de las democracias occidentales. Los social-revolucionarios vuelven a sostener la necesidad de una Asamblea Constituyente. Los mencheviques evocan con angustia los horrores de la guerra civil. Estos socialistas oscilan entre la utopía parlamentaria, mezclada con reminiscencias históricas, y el temor a los golpes de estado. Bastan unos pocos días para que Lenin concluya una vez más que los partidos democráticos han demostrado ser incompetentes y cobardes. Le responde a los atemorizados con un desprecio brutal. Entonces, ¿fluirán ríos de sangre, en su opinión, si hay una guerra civil? Pero en la guerra mundial, “¡los soldados ya han visto ríos de sangre!”[97]
La marcha al poder comienza, para Lenin, el 15-16 de septiembre.
VII: La marcha al poder
Ni una palabra más sobre las concesiones. De ahora en adelante, la tarea de Lenin es la de convencer a los trabajadores que pueden ganar; que deben ganar; explicarles por qué y cómo hacerlo; y reconocer el momento de la acción.
El 16 de septiembre, Camino Obrero publicó un artículo escrito por él en el cual encontramos estas líneas:
“Resumiendo los resultados de nuestro análisis … llegamos a la conclusión de que el comienzo de la guerra civil del proletariado, ha revelado la fuerza, la conciencia de clase, el arraigo, el ascenso y la tenacidad del movimiento. El comienzo de la guerra civil de la burguesía no reveló ninguna fuerza, ninguna conciencia de clase entre las masas, ninguna profundidad, ninguna probabilidad de triunfo …
“La resistencia de la burguesía a la entrega de la tierra a los campesinos sin indemnización… es, naturalmente, inevitable. Pero para que esa resistencia llegue al una guerra civil, se necesita algún tipo de masas, masas capaces de combatir y vencer a los Soviets. Y la burguesía carece de esas masas y no tiene de dónde sacarlas”.[98]
Hoy en día, este razonamiento parece haber sido refutado por una desesperada guerra civil de varios años de duración. Era, sin embargo, correcto. La Revolución de Octubre fue en general de carácter pacífico. Fue en todo sentido la menos sangrienta y la más fácil de todas las revoluciones de la Historia. La Guerra Civil se desató recién algunos meses más tarde, gracias a la intervención directa de los imperialismos extranjeros. El levantamiento checoslovaco del verano de 1918, en cuya organización jugó un rol tan importante la Misión Militar Francesa en Rusia, fue el primer episodio importante de esta guerra civil[99].
El 26-27 de septiembre, con la firma de “NK”, el órgano bolchevique publica un artículo de Lenin, “Las Tareas de la Revolución”. Ya es virtualmente el programa de un partido gobernante:
“El gobierno de los Soviets deberá proponer inmediatamente a todos los pueblos beligerantes (es decir, a sus gobierno y a las masas de obreros y campesinos al mismo tiempo) la conclusión de una paz general inmediata sobre bases democráticas, y también, la conclusión de un armisticio inmediato (aunque sea sólo por tres meses).
“La condición fundamental para una paz democrática es… que toda nacionalidad sin excepción, tanto en Europa como en las colonias, obtenga su libertad y la posibilidad por sí misma…
Si… la guerra nos sería realmente impuesta, se convertiría en una guerra defensiva realmente justa”.
El programa doméstico se limita a unas pocas palabras: la tierra al campesino, control obrero de la producción y la distribución; y la detección de los dirigentes de la contra-revolución burguesa: “Al tomar íntegramente el poder, los soviets podrían, aún hoy –y esta es probablemente, su última oportunidad – asegurar el desarrollo pacífico de la revolución”. Lenin lamentaría descartar esta última oportunidad. Si se pierde: “el curso entero de desarrollo de la revolución… demuestra que será inevitable la más encarnizada guerra civil …” [100]
Mientras tanto, está ocurriendo algo nuevo. Los soviets están cambiando. Estos bastiones de los mencheviques y de los social-revolucionarios se están tornando bolcheviques. Se forman en ellos mayorías nuevas. Por primera vez, las mociones bolcheviques en los soviets obtienen el voto mayoritario, el 31 de agosto en Petrogrado y el 6 de septiembre en Moscú. El 8 de septiembre, son revocados los ejecutivos mencheviques y social-revolucionarios de estos dos Soviets. El 25 de septiembre, Trotsky es elegido Presidente del Soviet de Petrogrado; el bolchevique Nogin[101] es llevado a la Presidencia del Soviet de Moscú. El 26 de septiembre, el Soviet de Tashkent toma oficialmente el poder. Las tropas del Gobierno Provisional lo vuelven a tomar… la oleada roja se alza cada vez más. Los alemanes acaban de ocupar Riga, que defienden heroicamente los franco tiradores letones – muchos de ellos bolcheviques.[102] Se teme en el Petrogrado rojo que el ejército, acusado por los rumores populares de haber saboteado la defensa de Riga para poner en riesgo a la capital obrera, le estaban entregando Petrogrado a los alemanes. La prensa burguesa enfatiza encendidamente que es imposible defender Petrogrado, y ésta es como una invitación a los generales del Kaiser…
La señal
Es entonces, entre el 14 y el 22 de septiembre, que Lenin dirige su famosa carta al Comité Central del Partido Bolchevique, la cual comienza con las siguientes palabras: “Al haber obtenido la mayoría en los Soviets de diputados obreros y soldados de ambas capitales, los bolcheviques pueden y deben tomar el poder en sus manos.”. Sólo un gobierno bolchevique podrá satisfacer a las masas. “La mayoría del pueblo está con nosotros”. Debemos avanzar rápidamente: la rendición de Petrogrado ante los alemanes harían cien veces menos favorables nuestras posibilidades. El momento de la revolución debe ser establecido por aquellos que están en contacto directo con las masas. Emítase al partido la orden del día: la insurrección:
“Recordar y examinar las palabras de Marx sobre la insurrección, “La insurrección es un arte”, etc… Con la toma inmediata del poder tanto en Moscú como Petersburgo (no importa cual primero; es probable que empiece en Moscú) triunfaremos incuestionablemente y sin duda alguna.”[103]
“incuestionablemente y sin duda alguna” – se subrayan estas últimas palabras. La carta está escrita con un estilo lacónico: una señal, una orden. Está escrita de un tiro, por una mano que no vacila en absoluto.
Mientras Lenin la escribía, Kerensky le hablaba a la Conferencia Democrática en Moscú, armando un nuevo ministerio de la coalición con la burguesía, y conformando un Pre-Parlamento…[104]
El Marxismo y la insurrección
Le sigue a esta carta otra más al Comité Central del RSDLP durante los mismos días, el cual aborda la cuestión del Marxismo y la insurrección. Su importancia, tanto teórica como práctica, debe ser enfatizada. El Socialismo había olvidado los principios a los que nos vuelve a llamar la atención, durante casi medio siglo, desde la Comuna de París. Esto se logra, de manera resumida, en una página bien-equilibrada, la rectificación más completa del socialismo. Desde la muerte de Marx, no había sido escrito nada más vital, nada más revolucionario y nada más sencillamente impactante que esta página – y algunas de las siguientes. Por ende citaré fragmentos largos de ellas. En cada etapa, se debe notar cómo el análisis cuidadoso de los hechos precede la exigencia práctica y toma su inspiración de una convicción inquebrantable y firme:
“Una de las más perniciosas y quizás más difundidas tergiversaciones del marxismo utilizadas por los partidos ‘socialistas’ imperantes, es la mentira oportunista de que la preparación de la insurrección, y en general, considerar la insurrección como un arte, es ‘blanquismo’…[105]
“¡Se acusa de blanquismo a los marxistas porque consideran la insurrección como un arte! ¿Es posible una más flagrante distorsión de la verdad, cuando ningún marxista negará que fue el propio Marx quien se pronunció al respecto del modo más concreto, más preciso y categórico, refiriéndose a la insurrección específicamente como un arte…?
“Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conspiración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el ascenso revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en ese momento de viraje en la historia de la revolución en ascenso, en que la actividad de la vanguardia del pueblo está en su apogeo, en que son mayores las vacilaciones en las filas de los enemigo y en las filas de los débiles, frios, indecisos, amigos de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, al plantear el problema de la insurrección, son las que distinguen el marxismo del blanquismo.”
Existen todas las condiciones necesarias en este momento. Es la primera vez que se da esta situación. Lenin hace un repaso del progreso hasta ese momento, y explica por qué la insurrección aún no era posible el 3-4 de julio:
“1. No contábamos todavía con el apoyo de la clase que es la vanguardia de la revolución.
No teníamos todavía la mayoría entre los obreros y soldados de las capitales. Hoy la tenemos en ambos Soviets. Es fruto sólo de la historia de julio y agosto, de la experiencia de la "represión" de que fueron objeto los bolcheviques y de la experiencia de la kornilovada.
“2. No existía entonces un ascenso revolucionario de todo el pueblo. Hoy existe, después de la kornilovada. La situación en las provincias y el hecho de que los Soviets hayan asumido el poder en muchas localidades así lo demuestran.
“3. Entonces, las vacilaciones no habían alcanzado todavía un grado político serio, en las filas de nuestros enemigos y en las de la pequeña burguesía indecisa. Ahora esas vacilaciones son gigantescas: nuestro principal enemigo, el imperialismo Aliado y mundial, ya que los "aliados" encabezan el imperialismo mundial, ha empezado a vacilar entre una guerra hasta la victoria final y una paz por separado dirigida contra Rusia. Y nuestros demócratas pequeño-burgueses, que han perdido, evidentemente, la mayoría en el pueblo, han empezado a vacilar terriblemente, y han rechazado un bloque, es decir, una coalición con los cadetes.
“4. Por consiguiente, una insurrección el 3 y 4 de julio, habría sido un error: no habríamos podido retener el Poder ni física ni políticamente. No habríamos podido mantenernos físicamente aunque por momentos teníamos a Petersburgo en nuestras manos, porque en ese entonces nuestros obreros y soldados no habrían luchado y muerto por Petersburgo: les faltaba todavía ese "furor", ese odio violento tanto contra los Kerenski, como contra los Tsereteli y los Chernov. Nuestra gente no estaba todavía templada por la experiencia de las persecuciones a los bolcheviques en las que participaron los eseristas y mencheviques.
“No habríamos podido retener políticamente el poder, el 3 y 4 de julio o porque, antes de la kornílovada el ejército y las provincias podían marchar y habrían marchado sobre Petersburgo.
“Hoy, el panorama es completamente diferente.
“Contamos con la adhesión de la mayoría de una clase, la vanguardia de la revolución, la vanguardia del pueblo, capaz de arrastrar a las masas tras suyo.
“Contamos con la adhesión de la mayoría del pueblo, porque la renuncia de Chernov, con no ser de ningun modo el único síntoma, es el síntoma más claro y más evidente de que los campesinos no recibirán la tierra del bloque de los eseristas (ni de los propios eseristas)…
“Estamos en la posición ventajosa de un partido que conoce con certeza cuál es su camino en momentos en que todo el imperialismo y todo el el bloque de los mencheviques y eseristas vacila de modo increíble.
“Hoy en día, “el pueblo está tan cerca de la desesperación”. Sólo nosotros podemos salvarlo:
“Por último, nuestro Partido mediante una insurrección victoriosa, puede salvar a Petersburgo, pues si nuestra oferta de paz es rechazada y no obtenemos ni siquiera un armisticio, nos convertiremos entonces en "defensistas", nos pondremos el frente de los partidos belicistas, nos convertiremos en el más ´”belicista” y libraremos una guerra verdaderamente revolucionaria. Despojaremos a los capitalistas de todo el pan y de todas las botas. Les dejaremos sólo migajas y los calzaremos con lapti.[106] Y enviaremos al frente todo el pan y todo el calzado.
Y, así, salvaremos a Petersburgo”.
Lenin tampoco se contenta con indicar las líneas amplias generales de la acción. Su visión concreta aborda los detalles precisos. Es necesario redactar una declaración corta, escribe, tan corta y precisa como sea posible, sobre por qué hemos roto con los partidos que han traicionado a la revolución. Debía ser leída en la Conferencia Democrática de Moscú[107], y luego:
“Después de dar lectura a esta declaración y de reclamar resoluciones y no palabras, acciones y no resoluciones escritas, debemos enviar todo nuestro grupo a las fábricas y a los cuarteles: allí está su lugar, allí está el pulso de la vida, allí está la fuente de salvación de nuestra revolución y allí está el motor de la Conferencia Democrática…
“Y para considerar la insurrección en forma marxista, es decir, como un arte, debemos, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organizar un Estado Mayor de los destacamentos insurgentes, distribuir nuestras fuerzas, enviar los regimientos de confianza a los puntos más importantes, rodear el Teatro Alexándrovski, ocupar la Fortaleza de Pedro y Pablo, arrestar al Estado Mayor y al gobierno, y enviar contra los cadetes militares y contra la "división salvaje", aquellas destacamentos dispuestas a morir antes de dejar acercar al enemigo a los puntos estratégicos de la ciudad; debemos movilizar a los obreros armados y llamarlos a librar la furiosa batalla final, ocupar inmediatamente el telégrafo y la central telefónica, trasladar nuestro Estado Mayor insurreccional a la central telefónica y conectarlo por teléfono con todas las fábricas, todos los regimientos, con todos los puntos de la lucha armada, etc.
“Todo esto, naturalmente, a título de ilustración, como ejemplo de que en el momento presente es imposible permanecer fiel al marxismo, permanecer fiel a la revolución, sin considerar como un arte a la insurrección.[108]
Hacia el capitalismo de estado
Quizás durante los mismos días en los que escribe sus cartas urgentes como dirigente insurreccional del Comité Central de su partido, Lenin trabaja sobre la revisión del programa bolchevique. Y el estudio crítico que escribe sobre este asunto echa una luz esclarecedora sobre la extensión de su pensamiento. Acaba de dar la señal para la marcha hacia la batalla. Permanece resoluto, con un entusiasmo arrollador, en la dirección de la acción. Pero en la soledad del cuarto de trabajo que le sirve de refugio, mientras piensa en el futuro del partido revolucionario, no le abandona el realismo más tranquilo. Aquí tenemos pruebas de ello. Bukharin y Sokolnikov[109] propusieron abiertamente descartar el programa mínimo del partido por completo. “No hay que cantar victoria antes de tiempo”, les contestó Lenin: “No sabemos cuánto tiempo, después de nuestra victoria, llegara la revolución a Occidente. No sabemos si nuestro triunfo será o no seguido por períodos transitorios de reacción y de triunfo de la contrarrevolución…[110]
Escrito al mismo tiempo, y confrontado con una debacle económica inminente, su panfleto, “La Catástrofe Inminente y Cómo combatirla” explica el programa que ya conocemos – la nacionalización de la banca y de los monopolios capitalistas, la abolición del secreto comercial, la sindicación obligatoria de las industrias y negocios, el racionamiento y organización obligatoria de la población en asociaciones de consumidores. En estas páginas, nos extenderemos con atención, sobre el bosquejo muy lúcido de la teoría de capitalismo de estado, teoría que Lenin tomará nuevamente, de modo enérgico en 1921, al inaugurar la Nueva Política Económica:
“…en un Estado verdaderamente democrático, revolucionario, representa, inevitablemente, infaliblemente, ¡un paso, y más que un paso hacia el socialismo!...
Pues el socialismo no es más que el paso siguiente al monopolio capitalista de Estado. O en otros términos, el socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista… No es posible avanzar partiendo de los monopolios… sin marchar hacia el socialismo…
“La dialéctica de la historia es tal que la guerra, al acelerar extraordinariamente la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, con ello impulsa extraordinariamente a la humanidad hacia el socialismo.
“La guerra imperialista es la víspera de la revolución socialista. Ello no sólo se debe a que la guerra engendra, con sus horrores, la insurrección proletaria – pues no hay insurrección capaz de instaurar el socialismo si no han madurado las condiciones económicas para el socialismo -, sino a que el capitalismo monopolista de Estado es la completa preparación material para el socialismo…”.[111]
Las fuerzas en conflicto
¿Podrán los bolcheviques retener el poder del Estado? Lenin escribió este panfleto a fines de septiembre. Es un modelo de dialéctica sensata, aguda y fríamente calculada para la argumentación convincente – sin un solo adorno retórico, sino una interpretación inteligente de los hechos. Se trata de la fuerza, y de los argumentos sobre la fuerza. “¿Tomar el poder? Los bolcheviques no se atreverían!”, había dicho el Soviet de Petrogrado. “Ya le he respondido a Tsereteli que sí tomaremos el poder”, dice Lenin. Y al repasar uno por uno los argumentos de los pesimistas, los refuta.
El proletariado no se halla aislado. Ya se ha ganado la mayoría de los soviets de obreros, soldados y campesinos. Los votos de los soviets de distribuyeron de la siguiente manera en la Conferencia democrática de Moscú organizada por los social-revolucionarios y los mencheviques: A favor de la coalición de los partidos socialistas y burgueses: soviets de obreros y soldados, 83; soviets de campesinos, 102; total, 185. En contra: soviets de obreros y soldados, 192, soviets de campesinos, 70; total, 262. En una conferencia de los Comités Ejecutivos de los Soviets que sesionó en Petrogrado, los resultados fueron los siguientes: A favor de la coalición socialista-burguesa, cuatro soviets provinciales de campesinos; a favor de una coalición puramente socialista, tres soviets de campesinos y dos soviets de soldados. En contra de la coalición con la burguesía, ¡23 soviets provinciales y cuatro soviets de soldados! Lenin señala que las provincias ricas (Samara, Táurida y el Mar Negro) votan a favor. Veremos más tarde que la Guerra Civil en estas regiones será muy severa. Los centros industriales (Vladimir, Riazan, Kostroma y Moscú) también votan a favor. Esto es verdad: pero nuestra mayoría es fuerte. “Las verdaderas fuerzas vivas de la democracia nos apoyan”. ¿Qué haremos si resultamos victoriosos?
“Marx, basándose en la experiencia de la Comuna de París, enseñó que el proletariado no puede sencillamente tomar la maquinaria del estado tal cual es y emplearla para sus propios fines, sino que el proletariado debe destruir esta maquinaria y sustituirla con una nueva”.[112]
No todo el mecanismo del estado capitalista debe ser destruido. Al contrario, algunos de sus elementos serán necesarios para brindarle servicios cruciales a la revolución:
“Además del aparato de “opresión” por excelencia– el ejército regular, la policía y la burocracia – el Estado moderno posee un aparato que está intimamente vinculado con los bancos y consorcios, un aparato que realiza, si vale la pena la expresión, un vasto trabajo de contabilidad y registro. Este aparato no puede ni debe ser destruido. Lo que hay que hacer es arrancarlo del control de los capitalistas; hay que separar, incomunicar, aislar a los capitalistas, y a los hilos que ellos manejan, de este aparato; hay que subordinarlo a los soviets proletarios; hay que hacerlo más vasto, más universal, más popular. Esto se puede lograr apoyándose en las conquistas y a realizadas por el gran capitalismo (así como la revolución proletaria puede, en general, lograr su objetivo sólo apoyándose en esas conquistas)
“El capitalismo creó un aparato de registro en forma de bancos, consorcios, servicios postales, sociedades de consumidores y sindicatos de empleados públicos. Sin grandes bancos, el socialismo sería irrealizable…”[113]
¿Resultarán los bolcheviques los dueños duraderos del estado conquistado? Ciento treinta mil terratenientes gobernaron a Rusia como dueños absolutos antes de la Revolución de 1905. Los bolcheviques son 240.000, y han recibido un millón de votos. Están seguros del apoyo activo de la mayoría de la población. Llamarán a los pobres a participar de la gestión del estado. Los trabajadores mismos controlarán la distribución de la comida y los productos industriales. La fuerza vital representada por el nuevo poder será invencible… y ni hablar de las calamidades de la Guerra Civil. La guerra civil ha comenzado en el campo por culpa de aquellos que, no deseosos de la revolución, les niegan la tierra a los campesinos. Este es el argumento de Lenin.[114]
VIII: La crisis ha madurado
“La crisis ha madurado”, escribe el 7 de octubre. Dos hechos lo comprueban. Uno es el despertar del movimiento obrero internacional: Liebknecht en Alemania, Adler en Austria y MacLean en Gran Bretaña: “Las prisiones de Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña se llenaron de internacionalistas”. Ha habido motines militares en Alemania.[115] “Estamos en vísperas de una revolución mundial”. El otro hecho es la insurrección campesina en Rusia misma:
“En un país campesino, con un gobierno revolucionario, republicano, apoyado por los partidos de los eseristas y de los mencheviques, que todavía ayer predominaban entre la democracia pequeño burguesa, se desarrolla un levantamiento campesina.
Por Increíble que sea, es un hecho”.[116]
El primer hecho comprueba que la revolución social rusa ha llegado justo a tiempo. El segundo comprueba que la bancarrota de los partidos reformistas es total. Las provincias de Tula, Tambor, Riazan y Kaluga se hallan en un estado de revuelta. Los campesinos, que esperaban la paz y la tierra de la revolución, han sido desilusionados, y se están alzando, tomando posesión de las cosechas del terrateniente, y quemando sus residencias. “Tolerark la represión del levantamiento campesino”, advierte Lenin, “equivaldría a destruir toda la revolución”.
El ejército esencialmente campesino se ha tornado nervioso. Por mucho tiempo, han querido abandonar la lucha. El ejército en Finlandia y la Flota del Báltico se han declarado en contra de Kerensky. De los 17.000 soldados que votan en Moscú, 14.000 votan a favor de los bolcheviques. Se ve aún un el crecimiento de esta tendencia en las capitales. En las elecciones de la duma municipal en junio, los social-revolucionarios y los mencheviques habían obtenido el 70 por ciento de los votos en Moscú. Ahora han descendido a no más de 18 por ciento. Los cadetes, que son la gran burguesía, se han fortalecido, desde el 17 por ciento al 30 por ciento. Los votos a favor de los bolcheviques pegan un salto desde 34.000 a 82.000; han obtenido en total el 47 por ciento. Existe por ende un colapso de los partidos de centro y el fortalecimiento de los dos partidos de la extrema derecha y la extrema izquierda. Es el interludio entre dos dictaduras: “La crisis ha madurado. Está en juego todo el porvenir de la Revolución Rusa… Está en juego todo el porvenir de la revolución obrera internacional por el socialismo”.[117]
La postergación se convierte en crimen
Sin embargo, el Comité Central del Partido Bolchevique aún vacila frente a sus inmensas responsabilidades. Algunos de sus votos se emiten en contra de la insurrección.[118] Lenin, para quien la disciplina es siempre viva, inteligente y nunca pasiva, recorre el camino de la indisciplina y se dirige directamente a los comités partidarios de Moscú y Petrogrado:
“¡Queridos Camaradas!
“Los acontecimientos nos señalan con tanta claridad nuestra tarea, que una dilación equivaldría positivamente a un crimen.
“El movimiento agrario se extiende. El gobierno intesifica sus brutales medidas represivas. En el ejército crecen las simpatías hacia nosotros (obtuvimos el 99% de los votos emitidos por los soldados en Moscú, el ejército en Finlandia y la Flota están en contra del gobierno…
“En Alemania, es evidente el comienzo de una revolución, sobre todo después del fusilamiento de los marineros. Las elecciones de Moscú (47% de votos por los bolcheviques) constituyen una enorme victoria. Junto con los eseristas de izquierda, constituimos la mayoría evidente en el país.
“Los empleados ferroviarios y de Correos están en conflicto con el gobierno. Ya los LIberdan no hablan de convocar el congreso para el 20 de octubre, sino a fines de octubre, etc., etc.
“En estas circunstancias, ‘esperar’ sería un crimen.
“Los bolcheviques no tienen derecho a esperar hasta el Congreso de los Soviets, deben tomar el poder inmediatamente. Con ello salvarán la revolución mundial (pues, de otro modo, existe el peligro de un acuerdo entre los imperialistas de todos los países, los cuales después de los fusilamientos en Alemania, estarán más avenidos entre sí y se unirán contra nosotros), la Revolución Rusa (de otro modo, una oleada de verdadera anarquía será más poderosa que nosotros) y la vida de cientos miles de hombres en el frente.
“Demorar es un crímen. Esperar hasta el Congreso de los Soviets sería un juego infantil de formalidades, un vergonzoso juego de formalidades, y una traición a la revolución.
“Si no es posible conquistar el poder sin insurrección, debemos marchar inmediatamente a la insurrección. Podría muy bien ser posible conquistar el poder ahora mismo sin insurrección por ejemplo, si el Soviet de Moscú tomara el poder en seguida y (junto con el Soviet de Petrogrado) se proclamara como gobierno. En Moscú la victoria está asegurada, y no hay allí necesidad de luchar. Petrogrado puede esperar. El gobierno no puede hacer nada para salvarse, se rendirá.
“En efecto, el Soviet de Moscú, tan pronto como tome el poder y sea dueñe de los bancos, de las fábricas y de Russkoye Slovo[119], se asegurará una base y una fuerza gigantesca; estará en concidiciones de ahcer propaganda en toda Rusia y plantear así el problema: mañana propondremos la paz si el bonapartista Kerensky se rinde (y si no lo hace, lo derrocaremos). Entregaremos inmediatamente la tierra a los campesinos, inmediatamente haremos concesiones a los ferroviarios y empleados de Correo, etc.
“No es necesario ‘comenzar’ por Petrogrado. Si Moscú ‘comienza” sin derramamiento de sangre, será sin duda apoyada: (1) por las simpatías del ejército del frente, (2) por los campesinos de todas partes y (3) por la flota y las tropas de Finlandia, que marcharan sobre Petrogrado.
“Aúnque Kerensky cuente con uno o dos cuerpos de caballería a las puertas de Petrogrado se verá obligado a rendirse. El Soviet de Petrogrado puede esperar y hacer propaganda a favor del gobierno soviético de Moscú. La consigna es: ¡el Poder a los soviets, tierra a los campesinos, paz a los pueblos y pan a los hambrientos!
La victoria es segura, y tenemos nueve posibilidades sobre diez de que será una victoria sin derramamiento de sangre.
“Esperar sería un crimen contra la revolución.
“Saludos, N. Lenin.[120]
Sobre la insurrección como arte
El 8 de octubre, en su “Consejo de un espectador”, Lenin resume nuevamente las “reglas de la insurrección, considerada por Marx como un arte”:
“1. No jugar nunca a la insurrección pero una vez empezada, estar firmemente convencido de que es necesario ir hasta el fin.
“2. Es necesario concentrar en el punto decisivo y en el momento decisivo una gran superioridad de fuerzas, de lo contrario, el enemigo, que tiene la ventaja de estar mejor preparado y organizado, aniquilará a los insurrectos.
“3. Una vez que haya comenzado la insurrección, proceder con la mayor decisión y de cualquier modo, pasar sin falta a la ofensiva. ‘La defensiva es la muerte de la insurrección armada’.
“4. Tratar de tomar desprevenido al enemigo, y aprovechar el momento en que sus tropas están dispersas.
“5. Empeñarse en obtener éxitos diarios, por pequeños que sean (incluso podría decirse que cada hora, si se trata de una sola ciudad), y conservar a toda costa la ‘superioridad moral’.
“Marx resume las enseñanzas de todas las revoluciones, en lo que a la insurrección armada se refiere, citando las palabras de ‘Danton, el mas grande maestro de táctica revolucionaria hasta ahora conocido: audacia, audacia y siempre audacia”.
“Aplicado a Rusia y a octubre de 1917, esto significa: ofensiva simultánea sobre Petrogrado, lo más súbita y rápida posible, indefectiblemente desde afuera y desde adentro, de los barrios obreros y de Finlandia, de Reval y de Kronstadt; ofensiva de toda la flota, y concentración de una superioridad gigantesca de fuerzas contra los 15.000 ó 20.000 hombres (acaso más) de nuestra “guardia burguesa” (los cadetes militares), las tropas de nuestra “Vendée” (parte de los cosacos), etc.”
“Deben combinarse nuestras tres fuerzas principales, la flota, los obreros y las unidades armadas, de modo tal que podamos ocupar sin falta y retener a cualquier costo: a) teléfonos; b) telégrafos; c) las estaciones ferroviarias, d) y sobre todo, los puentes.”
“Organizar a los elementos más decididos (nuestras "tropas de choque" y la juventud obrera, así como a los mejores marineros) en pequeños destacamentos destinados a ocupar los puntos más importantes y a participar en todas partes, en todas las operaciones importantes, por ejemplo:
rodear y aislar a Petrogrado, apoderarse de la ciudad mediante un ataque combinado de la flota, los obreros y las tropas; tarea que requiere arte y triple audacia
formar con los mejores obreros destacamentos armados con fusiles y bombas de mano, para atacar y cercar los ‘centros’ del enemigo (los colegios militares, Telégrafos y Teléfonos, etc). Su lema debe ser: ¡antes morir que dejar pasar al enemigo!.
“Esperemos que, si el movimiento se decide, los dirigentes aplicarán con éxito los grandes preceptos de Danton y Marx.
“El triunfo de la revolución rusa y de la revolución mundial depende de dos o tres días de lucha.[121]
El 10 de octubre, el Comité Central del Partido Bolchevique vota a favor de la preparación inmediata de la insurrección por 10 votos contra dos. La preparación se le confía a un Buró Político integrado por Lenin, Trotsky, Zinoviev, Stalin, Kamenev, Sokolnikov y Bubnov.[122]
Superando las vacilaciones
El 16-17 de octubre se conoce una nueva, muy larga y muy persuasiva “Carta a los Camaradas” para poner fin a las vacilaciones de algunos. En una reunión de los bolcheviques de Petrogrado, dos militantes destacados del partido se habían opuesto a la propuesta de insurrección inmediata.[123] Lenin repite y refuta cada uno de los argumentos de estos “tristes pesimistas”. Éste parece ser el más grave de ellos:
““Cada día somos más fuertes; podemos entrar en la Asamblea Constituyente como una fuerte oposición; ¿para qué arriesgarlo todo a una carta”
Este es el argumento de un filisteo que “ha leído” que la Asamblea Constituyente ha sido convocada y que se conforma confiando en la vía constitucional, la más legal, la más leal.
Lástima, sin embargo, que ni el problema del hambre ni el problema de la entrega de Petrogrado pueden ser resueltos con la esperanza de la Asamblea cContituyente. Esta “bagatela” ha sido olvidada por los ingenuos, o los desconcertaados, o los que se han dejado atemorizar.”
“El hambre no espera. El levantamiento campesino no esperó. La guerra no espera. Los almirantes que desaparecieron no esperaron…”
“… Si los Kornilovistas volvieran a empezar, entonces les daríamos una lección. Pero ¿para qué correr el riesgo de empezar nosotros?... “
contesta Lenin:
“¿Y si esperan los motines de hambre, la ruptura del frente, la entrega de Petrogrado, sin empezar ellos? ¿Qué ocurriría?...
No existe poder en la tierra más allá del poder de una revolución proletaria victoriosa que avanzará desde las quejas, los ruegos y las lágrimas hasta la acción revolucionaria”.[124]
Y la acción revolucionaria proveerá el pan. La burguesía no proveerá nada.
El partido ya no discute nada que no sean los detalles del levantamiento. Trotsky, quien teme que la toma del poder por parte del partido sería recibida con menos simpatía por las masas, insiste con ligarlo al Congreso Pan-Ruso de Soviets el 25 de octubre. Lenin insiste en una decisión. El alzamiento en armas para una fecha fija implicará darle demasiadas opciones al enemigo. La acción escogida reconcilia ambos puntos de vista: El levantamiento tendrá lugar el día del Congreso, pero por la mañana, mientras que los Soviets sólo comenzarán la discusión por la tarde, con el sonido de los disparos.
El último artículo de Lenin en aparecer antes de la Revolución de Octubre tiene como título “El Partido de los eseristas vuelve a engañar a los campesinos”, que apareció en Camino Obrero el 24-25 de octubre, el mismo día de la insurrección. En este artículo, Lenin señala que el ministro social-revolucionario S.L. Maslov[125] acababa de redactar una ley agraria que permite la existencia de la propiedad privada de las tierras, y le impone a los campesinos el derecho a alquiler de los terratenientes. Bajo estas condiciones, sólo una parte de las propiedades se podría dedicar al alquiler: “Los campesinos deben saber que sólo el partido obrero, los bolcheviques permanecerán firmes y hasta el fin contra los capitalistas, contra los terratenientes, en defensa de los intereses del campesinado pobre y de todos los trabajadores”.[126]
Dentro de dos o tres días, un decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo declarará la tierra como propiedad de la nación de los trabajadores.
El 26 de octubre, el día después de la victoria en Petrogrado, el Congreso Pan-Ruso de Soviets – del cual los social-revolucionarios de derecha y los mencheviques se han ido[127] – adopta los dos grandes decretos sobre la paz y la tierra. El decreto sobre la paz le propone a todos los pueblos en guerra una paz inmediata sin anexos ni indemnizaciones. Los Soviets proclaman la paz ante el mundo. El decreto sobre la tierra abolía la propiedad privada sin compensación. Se les ordena a los soviets de campesinos que tomen loas tierras.
IX: Los SRs de derecha y los anarquistas el 24 de octubre
El levantamiento de Petrogrado tiene lugar el 25 de octubre, al estilo antiguo.[128] Ya que es impotente, el gobierno provisional de Kerensky no ofrece casi ninguna resistencia. Por unas horas, un batallón de mujeres lo defiende. A los primeros disparos contra el Palacio de Invierno por el buque Aurora, que había subido la Neva desde Kronstadt, los ministros temerosos se rinden. Se unen a otros ministros, aquellos del Zar, en la prisión de la fortaleza Pedro-Pablo. Kerensky se ha fugado. Se desarrolla una batalla en Moscú durante pocos días y termina con la victoria total de los trabajadores y soldados sobre las escuelas militares, los estudiantes, el elemento burgués y los social-revolucionarios de derecha.
Hemos registrado la actividad de Lenin día tras día. Lo hemos visto guiar a su partido con paso firme y un gesto imperioso. Nos parece ahora una obviedad que en aquel momento, en medio de la revuelta revolucionaria y el rápido desmoronamiento de la sociedad burguesa, que sólo Lenin combina una claridad de visión sobre lo posible con una voluntad firme.[129] Esto fue probado en el momento por su victoria aplastante. Pero existen otros argumentos que debemos retomar, porque otorgan una superioridad implacable al marxismo revolucionario sobre los social-revolucionarios de izquierda y los anarquistas, sus hermanos en armas en la revolución de octubre de 1917.
Algunos días antes de la Revolución de Octubre, Kamkov, Nathanson y Schreider[130], los dirigentes de los social-revolucionarios de izquierda, le dijeron a Trotsky que no apoyarían a la insurrección. Mstislavsky, el excelente escritor social-revolucionario, quien es uno de nuestros mejores camaradas hoy en día, explicó en su libro Cinco Días, por qué los social-revolucionarios de izquierda no querían una toma del poder por medio de la violencia en aquel momento. Veían al sistema soviético como “esencialmente anti-político, anti-estatista”. Para lograrlo, su intención era la de dejar que el viejo estado burgués llegara a su fin y se derrumbara por sí sólo; su intención era la de no tomar el poder para no reconstruir el estado.[131] Vemos cuán lejos se hallaban en su romanticismo revolucionario del lúcido jacobinismo de Lenin. Ninguna defensa exitosa de la revolución, sea interna o externa, es posible sin un poder fuerte y centralizado.
En cuanto a los anarquistas, no menos románticos pero sí más desorientados, llegaron a la cima de su confusión. Muchos se unieron a la lucha junto con los bolcheviques en las calles de Petrogrado y Moscú. Otros, como el viejo doctor Atabekian, el fiel amigo de Kropotkin,[132] llorarían pasivamente por los horrores de la guerra civil. El grupo de mayor autoridad, en el sentido que era el único que contara con algo parecido a una doctrina, una valiosa colección de militantes[133] y un periódico ampliamente distribuido, Golos Truda, que en un período competía con el Pravda en las fábricas de Petrogrado, publicó una declaración dos o tres días antes de la Revolución de Octubre, la cual lamento mucho tener que citar aquí desde mi memoria (debo tener guardado el original en algún lado).[134] Los anarco-sindicalistas, decía, pronosticaban que el levantamiento sólo podría terminar en la conformación de un nuevo poder. Ya que se oponían a todo tipo de poder, se abstendrían. Pero si las masas laboriosas siguieran el movimiento, ellos seguirían a las masas laboriosas… una abdicación política más completa y lamentable sería difícil de imaginar.
Así fue como la Revolución de Octubre, de la cual Lenin fue el organizador y el cerebro, fue esencialmente el trabajo de los bolcheviques.
El realista y el realizador
Hemos seguido el pensamiento y la actividad de Lenin desde su partida desde Zurich hasta la formación, en el de-consagrado monasterio de Smolny – antes una escuela para las hijas de la nobleza – del Consejo de Comisarios del Pueblo, del cual siguió siendo Presidente hasta su muerte. Del presente estudio, que sin duda es demasiado corto, y a falta de conclusiones más amplias que requerirían una obra mucho más extensa, intentaremos extraer algunas de las características más evidentes de su formidable personalidad.
Ya hemos observado que no poseía ninguno de los defectos psicológicos del intelectual. Rechaza la teoría pura. Su pensamiento es el comienzo, la regla y la guía de la acción. Su teoría es la luz proyectada sobre los hechos, mediante el método dialéctico del razonamiento científico, para la acción. O más precisamente, su teoría es la expresión de los hechos, que no son para nada mecánicos, y vitales (es decir, inteligentes y activos), anticipando en una síntesis brillante lo posible por sobre lo real y lo deseado por sobre lo necesario. Lenin no es escritor: sólo escribe por necesidad, exactamente lo que es necesario para la actividad diaria, sin más cuidado por la forma y el estilo que el necesario para lograr su objetivo: convencer, clarificar, refutar, disuadir, o desacreditar, según el caso. Su estilo, despojado de toda pretensión literaria, tiene la simple franqueza de la palabra hablada. Lanza con fuerza sus argumentos. Los repite, los lleva obstinadamente hasta el final. Uno siente que existe en él una compulsión interna doble: aquella de la convicción y del impulso que lo lleva a la acción. Lenin, un marxista tan intransigente, no es dogmático. ¿No es el dogma siempre el recurso de los espíritus cobardes y débiles, incapaces de adaptarse a la realidad? Ahora, el realismo de Lenin es tal que la formula que ayer era verdad no lo ilusionaría hoy si los hechos hubieran cambiado a penas un poco. Las fórmulas nunca le impedían ver la realidad, un defecto muy común entre los doctrinarios. A su sentido de la realidad se agrega una reserva inagotable de juicio que hace que el viejo Ilyich sea el único que nunca pierde la cabeza aún cuando a su alrededor los mejores pierden la compostura, exageran, se desesperan o se cansan… Y la aplicación que hace del marxismo revolucionario es suficiente para probar cuán extraño es el método comunista a todo dogmatismo. Lenin es poderosamente equilibrado. Podremos, al pasar, comentar sobre su vigor y resistencia física. El trabajo del dirigente revolucionario es muy difícil. En la más precaria de las condiciones materiales, en 1917, Lenin logró una tarea de la cual las 850 páginas del Volumen 14 de sus Obras Completas sólo nos dan una pequeña indicación. Mencioné que durmió durante muchos días en las pilas de heno de Sestrorestsk. Pero su equilibrio interno es aún más asombroso, siendo ni brusco ni tímido, aunque demostraba la mayor valentía cuando era necesario. Su resistencia a todas las desviaciones podría ser pasiva, moderada o aplastante. Tiene una asombrosa confianza en sí mismo que se parece a la conciencia de su propio genio. Del 1914 al 1917, Lenin, el único marxista revolucionario indómito del movimiento socialista internacional, lucha contra la corriente del patriotismo frenético. Durante las Jornadas de Julio, se cuida de la impaciencia revolucionaria. Luego de Kornilov, propone concesiones. Pero cuando llega la hora, da la señal de la audacia más absoluta; y sólo, durante semanas, sin cansarse, le declara a su partido: ¡Es hora de actuar! ¡Hora de actuar!
Los historiadores no deberán mentir
La dialéctica marxista de Lenin constituye un método de investigación rigurosamente científico para los hechos sociales, que sirve como base de un método de actividad revolucionaria, el de la comprensión del mundo para poder cambiarlo. Lenin es por naturaleza científico, su conocimiento de los hechos sociales, las relaciones que lo rodean, su extensión y causas, es profundo. Pero para él, el conocimiento es sólo un medio para predecir, y a través de la previsión, actuar. La mayor parte e sus predicciones de escolar han sido confirmadas por los eventos. Pudo prever el rol del proletariado en la revolución rusa desde el 1905 en adelante. Pudo prever la guerra imperialista desde el Congreso Socialista Internacional en Stuttgart. Pudo prever las revoluciones que nacerían de la guerra a partir del 1914. Comprendió las tremendas posibilidades, y limitaciones, de la Revolución Rusa cuando ya había comenzado, en marzo de 1917. La previsión y la voluntad se mezclaban a tal nivel en Lenin, que a menudo nos preguntamos, al estudiar los hechos, cuál de estos dos elementos prevalecía: ¿Cuáles son los papeles respectivos en el impactante éxito histórico de Lenin de la necesidad social y la acción revolucionaria? Triunfó porque, como investigador preciso armado de la mejor disciplina intelectual, supo descubrir los caminos que debía seguir la historia. Pero para estos caminos, se transformó en el instrumento activo, inteligente, habilidoso y resoluto de la historia. Toda técnica utiliza habilidosamente ciertas fuerzas naturales en contra de otras. La técnica revolucionaria de Lenin le otorgó al proletariado y campesinado ruso una victoria que no era en absoluto inevitable.
El Plutarco ha mentido… M. Jean de Pierrefeu[135] quien durante varios años sangrientos se dedicó a elaborar las mentiras oficiales de la guerra, y terminó comprendiendo cuán viles eran las glorias de aquella matanza, ha elaborado variaciones ocurrentes sobre este tema: Los dirigentes militares no sabían predecir nada, y no sabían lograr lo que intentaban predecir; ilustres generales ganaban batallas a su pesar, o sin saberlo; el Mariscal Foch sólo tuvo éxito al olvidar todo lo que había enseñado en la escuela militar; los planes nunca fueron aplicados, ni fueron implementadas las tácticas; los capitanes más sabios, en su falta de comprensión sobre la guerra moderna, esperaban lo imposible (la teoría de la ofensiva, etc.).Sabíamos, sin M. Pierrefeu, que los héroes de la burguesía en decadencia (en otras palabras, sus hombres más representativos) debían encarnar todas las mentiras y decadencia de su clase. Pero es una buena oportunidad para contrastarlos con estos desgraciados hombres decorados y celebrados que son los vencedores y vencidos de la Gran Guerra, con el primer héroe de la revolución proletaria, el viejo y sencillo Ilyich. El historiador que escriba la historia de Lenin no deberá mentir para hacerlo más grande.
Lenin ganó la batalla para la cual se había preparado durante 15 años.[136] Lenin la ganó sólo mediante la fidelidad a sus enseñanzas, gracias a su previsión, su inteligencia y la eficacia de sus métodos. Para ser aún más precisos, la victoria de octubre se debe sólo a la aplicación estricta de las tácticas y los planes que había esbozado en marzo. En contraste con los absurdos estrategas de la guerra imperialista, que nunca dejaron de buscar una conclusión militar imposible (los Austro-alemanes en Verdun, por ejemplo, o los Aliados en Champagne),[137] el primer gran estratega de la revolución, lejos de desear lo imposible, nos ha dado una lección magistral sobre el realismo, y nos advirtió en contra de las ilusiones exageradas.
La fortaleza de la unidad
Lenin es una persona integral. La integración de su personalidad tiene algo de terrible. En cierta medida, su poder ha sido ciertamente el poder de la unidad.[138]
De pies a cabeza, de hombros anchos, firme y confiado, un poco duro, con mirada positiva, obstinada, burlona y familiar, es un hombre que en sus palabras, sus gestos y su estilo demostraba de manera integral que su pensamiento era idéntico a su actividad. Cuando discutía, con los puños machacaba hasta el final las verdades evidentes que sus ojos habían sembrado en los ojos del público, y que sus libros y su vida había impreso en sus mentes. Cuando atacaba, se lanzaba completamente en contra de su oponente; su argumento, mezclado con odio y desprecio, terminaba con un insulto. Sus pensamientos se animaban siempre con una especie de violencia física; la palabra se convertía en golpe, y la frase te dejaba en el piso o te iluminaba.
Sus pensamientos, expandidos a lo largo de 30 años en 24 volúmenes compactos, demuestra la misma unidad invencible que su personalidad y su vida. Del 1903 a 1905, 1914, 1917, 1921, todo queda en pie, y se interconecta en un desarrollo sin desviaciones significativas. Para empezar, formó el partido “centralizado”, el único partido de la revolución, “fundido en una sólo pieza de metal”, de acuerdo con una expresión muy común entre los rusos. Luego marchó hacia la revolución que aún era invisible en la neblina del futuro, y andaba tranquilamente, repitiendo a lo largo de Suiza, “convirtamos la guerra imperialista en guerra civil”; luego dirigió a su partido en la Revolución Rusa, la primera etapa de la revolución mundial que restauraría la unidad en el mundo… El hombre mismo, su vida entera, su pensamiento entero, su actividad entera y todo su trabajo histórico conformaron una unidad increíble.
Este gigante, tallado de un solo bloque del material humanos más poderoso, permanecerá por siempre como hito del futuro.
Marzo-abril de 1924
* [Este texto está fechado en 1924, año donde crecen las discusiones al interior del partido bolchevique. Durante este año Trotsky escribe Lecciones de Octubre, donde muestra las discusiones que se dieron al interior del partido durante todo 1917, en el camino hacia la toma del poder, mostrando que un partido revolucionario sano se constituye en la lucha de sus fracciones. Esto lo emprendía para mostrar la necesidad de permitir la lucha interna franca frente a las diferencias que los problemas de la revolución, y el atraso de la revolución mundial, estaban generando en el gobierno de los Soviets.
A diferencia de Lecciones de Octubre, en el texto que publicamos aquí, V. Serge no da cuenta de las discusiones que se dieron en el partido bolchevique durante 1917. Por ejemplo, cuando hace mención a las tesis de Abril, apenas menciona la lucha que dio Lenin en ese momento para cambiar la orientación del partido y preparar su programa para la toma del poder. Sin embargo, a pesar de estas omisiones, creemos que el texto de conjunto tiene un gran valor, tanto porque es una reivindicación de Lenin como gran revolucionario y dirigente de la Insurrección que dio por primera vez la victoria al proletariado revolucionario, tanto porque permite ver en forma sencilla los artículos y polémicas más relevantes durante 1917, textos de lucha política y de acción, con la que Lenin buscaba guiar a las masas en su camino a la toma del poder. En fin, creemos que el análisis de estas obras se puede transformar en una valiosa enseñanza para los jóvenes y trabajadores que se acercan al marxismo.]
[1] Georges Clemenceau (1841-1929) fue primer Ministro de Francia, y un ferviente partidario de la guerra hasta el final de la Primera Guerra Mundial. El General Robert-Georges Nivelle (1856-1924) fue responsable del intento de una ofensiva francesa en el Frente Occidental en Chemin des Dames. Fue despedido de su puesto por su fracaso el 15 de mayo de 1917. La ofensiva de Chemin des Dames con 1,2 millones de soldados comenzó el 16 de abril de 1917 en un frente de 50 millas, y se interrumpió el 5 de mayo con pérdidas de uno de cada diez hombres. La ofensiva del General Haig Flanders comenzó el 17 de junio de 1917 y terminó a mediados de noviembre, momento en el cual los británicos ya habían perdido 300.000 y los alemanes 260.000 hombres. El General alemán Falkenhayn intentó desangrar al ejército francés mediante un ataque masivo de artillería e infantería en Verdun entre el 21 de febrero y el 21 de junio de 1916. Las pérdidas alemanas llegaron a 400.000 y las francesas a 500.000. Cuando fracasó, Falkenhaynfue relevado de su puesto el 29 de agosto. La Batalla de Cambrai, en la cual el ejército británico penetró las filas alemanas por primera vez con un ataque masivo de 200 tanques entre el 20 de noviembre y el 7 de diciembre de 1917, provocó la pérdida de unos 45.000 hombres de cada lado.