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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

“Los fundamentos del socialismo”

“Los fundamentos del socialismo”

“Los fundamentos del socialismo”[1]

Un tonto habla sobre un tema serio

 

 

Mayo de 1932

 

 

 

El periódico liberal alemán Das Berliner Tageblatt (El Diario de Berlín) dedicó en mayo un número especial a la construcción económica en la URSS. Radek[2] escribió el artículo político. Cuando le preguntan en qué dirección avanza la Unión Soviética, da la siguiente respuesta: “En los catorce años que nos separan de la Revolución de Octubre se crearon en Rusia los fundamentos del socialismo. Con gigantescas luchas, con un trabajo incesante, nace una nueva sociedad.” Por supuesto, planteadas de esta manera general, estas palabras son inobjetables, sobre todo porque las publica un periódico burgués. Pero Radek no se queda ahí. Aguijoneado por una necesidad insaciable de demostrar la sinceridad de su arrepentimiento, continúa: “Esto no lo niegan únicamente los enemigos de derecha de la Unión Soviética. También lo impugna León Trotsky, quien señala que hablar de la creación de los fundamentos del socialismo cuando en Rusia hay escasez de leche significa comprometer al socialismo. Esto sólo demuestra -continúa Radek- que el autor perdió la escala que antiguamente pedía aplicar para evaluar los acontecimientos históricos.” ¡Radek, quien renunció a su programa, acusa a otros de perder su escala histórica! No obstante, ¿cuál es la supuesta demostración de esto? Citamos textualmente la respuesta: “La leche es un producto de las vacas y no del socialismo, y realmente hay que confundir el socialismo con la imagen de un país donde fluyen ríos de leche para no comprender que una nación puede elevarse a un nivel superior de desarrollo sin que mejore considerablemente, durante un tiempo, la situación material de las masas.”

Por el momento dejemos de lado el tono bufonesco de la discusión y tratemos de centrarnos en su aspecto más serio. En primer lugar, en la respuesta de Radek se percibe el mismo subterfugio teórico al que recurrió Stalin más de una vez cuando se vio entre la espada y la pared. El problema está en la palabrita “fundamentos” del socialismo. Los dirigentes actuales de la Unión Soviética proclamaron más de una vez que el país “entró en el socialismo”. Nosotros llamamos y seguiremos llamando a esto charlatanería criminal de la burocracia. Radek no dice nada sobre la entrada en el socialismo. En lugar de eso, nos aclara que en la Unión Soviética se crearon los fundamentos del socialismo. Se puede o no estar de acuerdo, según lo que se entienda por “fundamentos”.

Radek no deja sin respuesta este punto. “Estamos convencidos -dice- de que en Rusia ya se sentaron los fundamentos del socialismo. Nuestra opinión se apoya, en primer lugar, en la desaparición de las clases poseedoras y en la concentración de los medios de producción en manos del estado proletario.” En este sentido es indudable que se sentaron los fundamentos. Pero el tema en discusión desaparece totalmente en esa formulación. Radek reduce su demostración al hecho de que en de Rusia se hizo la revolución proletaria. Nada tiene de malo recordárselo a los honorables lectores de Das Berliner Tageblatt; pero desgraciaste la revolución proletaria y la expropiación de las clases poseedoras se realizaron entre 1917 y 1918, mientras que el arribo del socialismo se anunció entre 1930 y 1931. Advertíamos que se llegaba al socialismo no por la expropiación a los expropiadores (eso ya lo sabíamos) sino en función de la colectivización total y la eliminación de los kulakis como clase. Por qué, entonces, Radek abandona sin pelear la primera línea del frente de batalla, “la línea de Stalin”? ¿Por qué si tan valientemente asume el enfrentamiento militar con Trotsky, se repliega hasta el punto de atrincherarse en la línea de 1918, que nadie amenaza?

Nadie niega que en los años que siguieron a la Revolución de Octubre todos nosotros dijimos decenas y centenares de veces: “Estamos sentando los fundamentos de la construcción socialista”. Y era correcto. Pero eso sólo significaba que se habían creado los requisitos legales y políticos para la construcción socialista, respecto de la propiedad. ¡Eso es todo!

Si de algún modo fuera posible hablar seriamente con Radek sobre temas importantes, trataríamos de explicarle que es imposible, en 1932, responder a la pregunta sobre la dirección en que avanza la Unión Soviética refiriéndose a los “fundamentos” políticos de la construcción socialista. La insuficiencia propia de esta referencia se demostró por primera vez en gran escala en 1921, cuando se llegó a un punto muerto en el problema de las relaciones con el campesinado. Entonces se proclamó que el genuino fundamento de la construcción socialista consistía en la creación del nexo económico entre la ciudad y el campo. Este fue el objetivo básico de la Nueva Política Económica. La formulación teórica del nexo era muy simple: la industria nacionalizada debía proporcionarle al campesinado los productos que le eran indispensables, de modo que por su cantidad, calidad y precio se eliminara totalmente, o se redujera al mínimo, en las relaciones entre el estado y las masas campesinas, el factor de la fuerza extraeconómica, es decir, la apropiación por decreto del trabajo campesino. (Por supuesto, esto no se refiere al kulak, respecto del cual se plantea un objetivo especial: limitar su actividad explotadora e impedir que se convierta en la fuerza dominante en la aldea.) El establecimiento de una relación recíproca de “trueque” voluntario entre la industria y la agricultura, entre la ciudad y la aldea, daría una firmeza inconmovible al nexo político entre el proletariado y el campesinado. Por supuesto, todavía quedaría por recorrer un largo y difícil camino hasta el socialismo. Pero sobre esta base - sobre el fundamento de un nexo entre la ciudad y la aldea aceptable para el campesinado - se podía avanzar con confianza en la construcción económica, sin apresurarse demasiado ni quedarse atrás, maniobrando con el mercado mundial y adecuándose al ritmo de desarrollo de la revolución en Occidente y en Oriente. No se proyectó como una vía nacional al socialismo; eso no le servía a nadie. Bastaba con que la aun aislada economía de la Unión Soviética se convirtiese en un elemento preparatorio de la futura sociedad socialista internacional.

En 1932 no hay derecho a hablar de los “fundamentos del socialismo” replegándose a la trinchera de 1918, sin intentar siquiera referirse a la de 1921, es decir sin dar respuesta a la pregunta: ¿logramos, en los doce anos que transcurrieron desde la introducción de la NEP, establecer el nexo, en el sentido leninista de la palabra? ¿La colectivización total garantizó que las relaciones recíprocas entre la ciudad y la aldea redujeran a cero la fuerza extraeconómica, o por lo menos a casi cero? Este es el nudo de la cuestión. Y todavía nos vemos obligados a responder negativamente a esta pregunta fundamental. La colectivización total no surgió como el fruto y la culminación de un nexo ya establecido sino como un subterfugio administrativo para disimular su ausencia. Callarse sobre este problema, eludirlo, esquivar el bulto con palabrería implica exponer a un gran peligro a la dictadura del proletariado... Pero, por supuesto, no es precisamente de Radek de quien se puede esperar un análisis de los problemas derivados de las relaciones entre el obrero y el campesino.

De Radek no se puede esperar más que caprichosos giros periodísticos. Para concluir permítaseme decir que es imposible leer, sin sentirse desalentado, lo que escribe Radek en las páginas de un periódico liberal sobre el problema de la esencia del socialismo. El socialismo no es la tierra donde fluyen los ríos de leche. No le exijamos leche al socialismo. “La leche es un producto de las vacas.” Si se toma en consideración que precisamente ahora se está librando en la Unión Soviética toda una batalla alrededor del problema de las vacas, batalla que a veces adquiere formas trágicas, las bufonadas de Radek se vuelven insoportables. No se puede dejar de recordar la implacable, aunque reservada, caracterización que hizo Lenin de Radek en el Séptimo Congreso del partido, cuando se discutía la paz de Brest-Litovsk. Refiriéndose a la observación de Radek –“Lenin pierde espacio para ganar tiempo”-, Lenin dijo: “Respondo a lo que dijo el camarada Radek y aprovecho la oportunidad para manifestar que por casualidad expresó un pensamiento serio.” Y luego: “esta vez ocurrió que el camarada Radek hizo una afirmación realmente seria” [3]

Lenin quiso dejar perfectamente claro que Radek sólo expresaba afirmaciones serias por casualidad y como rara excepción. Con el paso de los años de ninguna manera mejoraron las cosas. Hay menos cabello afuera y más tonterías adentro. Stalin proclamó: “Hemos entrado en el socialismo.” No cantemos victoria apresuradamente, dijo la Oposición, porque los bebés todavía no tienen leche. Un bufón se agarra de esto y, haciendo repicar las campanas, anuncia que la leche es producto de las vacas y no del socialismo. Siguiéndole la corriente a Radek, se le podría responder con el proverbio ruso: “Ordeña un día entero, ordeña hasta volverte viejo, pero no podrás sacar leche de un carnero.” Y además un carnero calvo ya no sirve más que para hacer cabriolas. Por eso preferimos volver a los problemas serios en ocasiones más serias.



[1] Los fundamentos del socialismo. The Militant, 30 de julio de 1932.

[2] Karl Radek (1885-1939): destacado activista revolucionario en Polonia y Alemania antes de la Primera Guerra Mundial y dirigente de la Comintern en época de Lenin. Fue uno de los primeros partidarios de la Oposición de Izquierda y uno de los primeros en capitular ante Stalin después de su expulsión y exilio. En 1930 fue readmitido en el partido y actuó propagandista de Stalin hasta que lo acusaron en el segundo Juicio de Moscú y lo sentenciaron e diez años de prisión.

[3] Con el Tratado de Brest-Litovsk terminó, en marzo de 1918, la guerra entre Alemania y el nuevo gobierno soviético. En el Séptimo Congreso del partido tuvo lugar una áspera lucha entre un sector, encabezado por Lenin, que opinaba que la Unión Soviética era tan débil militarmente que no tenia más opción que aceptar el tratado de paz en términos muy desfavorables, y el sector de los “comunistas de izquierda”, encabezado por Bujarin y Radek, que exigía la declaración de la guerra revolucionaria como una cuestión de principios. Trotsky tenía una tercera posición, “ni paz ni guerra”: no firmar el tratado y no declarar la guerra revolucionaria. Cuando Alemania insistió en la firma del tratado y volvió a atacar militarmente, Trotsky apoyo a Lenin. Hay dudas de si la observación de Lenin citada por Trotsky estaba realmente dirigida contra Radek o contra Riazanov, otro partidario de la posición de “guerra revolucionaria”. En los resultados de las investigaciones de la Comisión Dewey, publicados en el libro Not Guilty [Inocente] (Harper & Brothers, 1938, p. 199), aparece la siguiente nota sobre la cita: “Al comprobar esta cita encontramos que en las Obras escogidas de Lenin, Ediciones del estado, 1925 (tomo XV, pp. 131-132), aparece tal como la reproduce Trotsky. En la tercera edición rusa de las Obras escogidas de Lenin, publicada en 1935 [y en las ediciones subsiguientes], se sustituyó el nombre de Radek por el de Riazanov (tomo XXII, p. 131). Los editores no explican el cambio y ni siquiera hacen constar que en las ediciones anteriores figuraba el nombre de Radek en lugar del de Riazanov.”



Libro 2