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Boletín Nº 12 (julio/agosto 2009)

Trotsky y el Frente Popular

Trotsky y el Frente Popular

Jean-Paul Joubert

 

Traducción por Rossana Cortez especialmente para este boletín de “Trotsky et le Front Populaire”, Cahiers Leon Trotsky N.º 9, enero de 1982, París, Institut León Trotsky, p. p. 27-51. Las notas fueron preparadas para esta edición, salvo las que tengan aclaración en contrario.

 

 

La apertura de los archivos del exilio de Trotsky no cambia para nada la apreciación que Trotsky ha hecho del Frente Popular en sus importantes artículos publicados desde hace tiempo[1]. No obstante esto, la correspondencia de Harvard, en particular las cartas intercambiadas entre Jean Rous y Trotsky, como las actas del Secretariado Internacional de la IV Internacional aportan un enfoque nuevo sobre los debates que se dieron en las filas trotskistas sobre la cuestión del Frente Popular y sobre la intervención de Trotsky en esta discusión. Los documentos aclaran los numerosos artículos que, con frecuencia, no son más que las conclusiones de estos intercambios.

Las precisiones que se aportan permiten reconstituir la génesis de la elaboración política de Trotsky y proporcionan elementos sobre la información que disponía. Estas son tanto más útiles cuanto que el término Frente Popular –nuevo para la época- ha sido empleado en sentidos muy diferentes y por razones que no son siempre inocentes. Para muchos, el “Frente Popular” es “junio de 1936”, el entusiasmo de las masas manifestando con el puño en alto y las huelgas con ocupaciones de fábricas, en resumen, el magnífico movimiento de la clase obrera francesa, que restablece la continuidad con la Comuna de París, y hacía escribir a Trotsky que la revolución francesa había comenzado. Pero el término, en principio, ha sido inventado por el Partido Comunista para calificar un cierto tipo de coalición inaugurada en Francia durante el año 1935 luego del viaje del ministro Pierre Laval[2] a Moscú y que se generalizó a todas las secciones de la Internacional Comunista a partir del VII Congreso en julio de 1935.

Luego fue utilizado para definir al gobierno formado por León Blum después de la victoria de la coalición del Frente Popular en las elecciones legislativas. Tales acepciones son muy ambiguas: estas suponen que el movimiento de masas, la acción del gobierno y de la coalición que lo sostenía iban en la misma dirección, lo que queda por demostrarse.

Para Trotsky, el “Frente Popular” es cierto tipo de política de colaboración de clases que no se inventó en 1936, sino que ya había sido ampliamente experimentada durante la revolución rusa; es, en este mes de junio de 1936, la política de los dirigentes de las organizaciones obreras socialista y comunista aliadas a los radicales que, contra las tendencias espontáneas al desborde, se esfuerzan en frenar y canalizar el movimiento. “A fin de cuentas, escribía Trotsky, el Frente Popular es un bloque de la burguesía y el proletariado. Cuando dos fuerzas tienden en direcciones opuestas, la diagonal del paralelogramo de fuerzas se aproxima a cero. Esta es la fórmula gráfica del gobierno del Frente Popular.”[3]

El 2 de junio de 1936, en plena oleada huelguística, los trotskistas franceses, sin duda sensibles a las urgencias del momento, se reunificaron. Las posibilidades de este magnífico movimiento dependen en gran medida, de la capacidad de los revolucionarios para ofrecerle una salida victoriosa. El gobierno del Frente Popular, por otro lado, no tiene intenciones de darles libertad: el 2 de junio, una de las primeras medidas gubernamentales fue prohibir el periódico de la nueva organización unificada, La Lutte Ouvrière, que llamaba a constituir comités de fábrica y milicias obreras. El 15 de junio, Trotsky pidió a los participantes de la conferencia de Ginebra que “apoyen con todas sus fuerzas” a la sección francesa en la medida que “el destino de la clase obrera europea en las décadas por venir, se está decidiendo hoy en Francia”.[4]

Desde hacía meses, Trotsky prestó una particular atención a la cuestión francesa. Estaba en Francia durantes los levantamientos de las ligas fascistas del 6 de febrero de 1934, y había esperado jugar en ese país el rol que no pudo jugar en los combates en Alemania. Tuvo que irse de Francia, expulsado el 14 de junio de 1935, en el mismo momento que se constituía el Frente Popular y cuando comenzaba la discusión en las filas de la organización trotskista. En los meses posteriores a junio de 1936, la actitud a adoptar ante el Frente Popular ha estado en el centro de las discusiones entre Trotsky, la sección francesa, entonces “Grupo Bolchevique Leninista (GBL)” del Partido Socialista SFIO y el Secretariado Internacional con sede en París. Fuertes enfrentamientos se produjeron entre Trotsky y Maslow[5] y Ruth Fischer[6]. En julio de 1936, en una carta dirigida al RSAP[7] holandés y distribuida a los participantes de la conferencia de Ginebra, Trotsky continúa la polémica, resumiendo en estos términos las lecciones de la discusión:

 El problema de los problemas es, en la actualidad, el del Frente Popular. Los centristas de izquierda buscan presentar esta cuestión como puramente táctica o incluso como una maniobra técnica, de manera de poder continuar poniendo en práctica sus pequeños asuntos. En realidad, en nuestra época, el Frente Popular es la cuestión principal de la estrategia de clase proletaria. Proporciona también el mejor criterio para la diferencia entre bolchevismo y menchevismo. Porque a menudo se olvida que el ejemplo histórico más grande de Frente Popular, es la revolución de febrero de 1917. De febrero a octubre, los mencheviques y los SR, que constituyen un paralelo con los “comunistas” y los socialdemócratas, han estado en estrecha alianza y en coalición permanente con el partido burgués de los “cadetes”, con el cual han formado una serie de gobiernos de coalición. Bajo el signo del Frente Popular se encontraba toda la masa del pueblo, incluyendo los soviets de obreros, campesinos y soldados. Por supuesto, los bolcheviques participaban en los soviets. Pero no hacían la menor concesión al Frente Popular. Exigían la ruptura de este Frente Popular, la destrucción de la alianza con los cadetes y la creación de un verdadero gobierno obrero y campesino.

Todos los Frentes Populares de Europa no son más que una pálida copia, y con frecuencia una caricatura del Frente Popular ruso de 1917 que, después de todo, podía pretender más justificación para su propia existencia, porque aún se trataba de la lucha contra el zarismo y los restos del feudalismo. Si ahora Maslow y Dubois[8] coquetean con el Frente Popular con toda su intransigencia de ultraizquierda, no hacen más que demostrar que no comprendieron el verdadero antagonismo estratégico entre bolchevismo y menchevismo. Exigían que lancemos la consigna “El Frente Popular al poder”, es decir que exigiéramos el poder para la coalición entre obreros y capitalistas. Al mismo tiempo, se reían de nuestra consigna “Fuera la burguesía del Frente Popular”. Envueltas en perífrasis, estas son las mismas ideas que se pueden encontrar en un artículo de Maslow aparecido en la revista teórica del partido holandés. Por mi parte, no puedo más que lamentarlo, ya que este hecho, ha producido entre nosotros la más dolorosa impresión. ¿Tenemos divergencias sobre esta cuestión, o se trata de elegir entre bolchevismo y menchevismo? ¿Sí o no? Espero que no. Pero ¿de dónde viene entonces esta inexplicable tolerancia para las concepciones profundamente oportunistas de Maslow?[9].

La discusión comienza de hecho en las filas trotskistas después de los acontecimientos de febrero de 1934. La reacción obrera del 12 de febrero de 1934 al levantamiento de las ligas ha dado una vuelta de página al movimiento obrero y a la historia a secas. Marca el principio de la renovación obrera, el reinicio del movimiento interrumpido en los años que habían seguido al fin de la guerra y la primera etapa de la reconstitución del movimiento obrero de masas en Francia. Pero el alcance del 12 de febrero no está limitado a Francia. El verdadero renacimiento del proletariado francés abre la posibilidad de revertir el curso general de la historia tal como ha sido trazada por la derrota alemana: contra la amenaza fascista, los trabajadores franceses han impuesto la unidad en acción, el frente de clase que tan trágicamente había hecho fracasar a la clase obrera a alemana.

Una de las primeras consecuencias de los sucesos de febrero ha sido hacer estallar abiertamente la crisis que maduraba, tanto en el seno del Partido Socialista como en el Partido Comunista. En uno como en otro, surgieron corrientes que se orientan abiertamente contra la política de división sostenida durante años, por las dos direcciones y mantenida desde del 12 de febrero. En la cúpula del Partido Comunista, sucede el “affaire Doriot”. Miembro del buró político, diputado-intendente de Saint-Denis, Jacques Doriot[10] se pronunció abiertamente, en enero de 1934, por una política de frente único. Entre el 6 y el 12 de febrero tomó varias iniciativas públicas yendo en el sentido de la unidad de acción con los socialistas. En el Partido Socialista, dos tendencias, la de Claude Just[11] y de Jean Zyromski[12], le hicieron eco. En toda Francia se formaron comités que reclamaron, y a veces impusieron –localmente, al menos- el frente único. Los trotskistas fueron la vanguardia de esta batalla por la unidad. Trotsky los ayudó con todas sus fuerzas y todo su talento. Durante esas semanas decisivas adquirieron una autoridad y prestigio sin relación con su importancia numérica.

En junio de 1934, la dirección del Partido Comunista giró brutalmente, aceptó la unidad de acción con los socialistas y llegó incluso a proponerles la unidad orgánica. La historia de este giro capital todavía no está completamente escrita. Sin embargo se pueden reconstituir las grandes líneas. La posición del Partido Comunista era cada vez más insostenible, sus efectivos cayeron de 80.000 a menos de 30.000 adherentes y el “affaire Doriot” anunciaba rupturas mayores. El mantenimiento, después de febrero, de la política del “tercer período” conducía ineludiblemente a un choque frontal con la clase obrera. Por otra parte, Stalin estaba en la búsqueda de una nueva política exterior para encontrar una respuesta a la victoria hitleriana. Esta es, sin duda, la razón por la que la Internacional –que se prepara para retomar en parte su política- da muestras de una paciencia extrema con respecto a Doriot y sólo se decide a expulsarlo cuando él se niega a obedecer la orden de ir a Moscú, adonde lo habían convocado a discutir, lo que, sin embargo, lo ponía en el mismo plano que Maurice Thorez[13]. La dirección de la Internacional Comunista finalmente mató dos pájaros de un tiro: realizando la unidad de acción con el Partido Socialista, hizo una concesión momentánea a las aspiraciones a la unidad de la clase obrera; al mismo tiempo, percibió la ocasión de una transición entre la vieja y la nueva política, lo que va entrar en la historia con el nombre de “Frente Popular”. En efecto, es evidente que, al tomar ese el giro, el Partido Comunista no ha querido constituir un frente único de organizaciones obreras, sino preparar la alianza con las formaciones burguesas, y, en primer lugar, con el partido radical.

No por ello, la contradicción subsiste menos. Independientemente de las razones que han llevado a Stalin a dictar este giro decisivo al partido francés, la simple realización del frente único entre los partidos comunista y socialista marca una victoria decisiva sobre la división y es percibida por las masas como una incitación a la acción. Este éxito de la clase obrera es también, en gran medida, el de los trotskistas, cuya política, desde febrero, es identificada con la lucha por el frente único. Pero el éxito mismo de sus proposiciones corre el riesgo de conducirlos a su aislamiento: una de las cláusulas más importantes del pacto de unidad de acción firmado el 27 de julio de 1934 consiste, de hecho, en el compromiso de los partidos a renunciar a la crítica pública mutua. Los dirigentes de los partidos comunista y socialista han realizado la unidad: ya la utilizan para protegerse el uno al otro y juntos erigir un dique de contención contra el movimiento de masas.

Conscientes de la importancia del triunfo que han contribuido a hacer posible, los trotskistas franceses alimentan ilusiones en cuanto a las consecuencias para ellos mismos y no perciben el aislamiento al que están condenados, al menos temporalmente. Buscando una respuesta a esta situación, Trotsky llega a la conclusión que, ya que toda crítica del exterior corre el riesgo de ser rechazada por la clase obrera, la sección francesa no tiene otra posibilidad más que la de entrar en uno de los dos partidos que componen el frente único, con el fin de enriquecerlo desde dentro. En los hechos, sólo el Partido Socialista, desestabilizado a fines del año 1933 por la ruptura de su ala derecha, abre esa posibilidad: un ala izquierda se desarrolla en él, a la que los trotskistas han acompañado en la batalla por el frente único. Todos los factores, según Trotsky, exigen la entrada en el Partido Socialista: la configuración de las fuerzas políticas desde el giro del Partido Comunista, la realización de una parodia de frente único, la crisis profunda del Partido Socialista, ligada a la del régimen parlamentario, tanto como la mediocridad numérica de la Liga Comunista y la debilidad de su implantación en la clase obrera; finalmente los plazos, sin duda breves, en los que la clase obrera va a pasar a la ofensiva. No sin dificultades, consigue convencer a sus camaradas de realizar este giro: en setiembre de 1934, la Liga Comunista se convierte en el Grupo Bolchevique Leninista del Partido Socialista SFIO (GBL).

Reconfortado por sus primeras victorias, el proletariado ha iniciado un movimiento de ascenso. Pero el frente único, privado de todo contenido ofensivo, se estanca. Para Trotsky, la situación es “prerrevolucionaria”. El principal obstáculo en el camino de la revolución es la política del Partido Comunista que no quiere un gobierno de frente único. Ocupando el ala derecha del frente único, el Partido Comunista está en la búsqueda de una alianza con los radicales. Recién a partir del mes de octubre de 1934, comienza a utilizar el término Frente Popular La política amistosa hacia el partido radical, lanzada durante el congreso radical, da testimonio de su intención, no de buscar una unidad obrera anticapitalista, sino una alianza de colaboración de clases basada en un programa lo más moderado posible, con el fin de no asustar al potencial aliado. El Partido Comunista justifica este paso por la “necesidad de ganar a las clases medias”.
 
Trotsky refuta ampliamente este argumento. Analizando los resultados de las elecciones cantonales de 1934, señala que la degradación de los radicales que se ha manifestado en ellas, constituye un elemento incomparable para la apreciación de la marcha de la situación francesa. “Los flancos, es decir los reaccionarios y el bloque obrero han ganado posiciones, y el centro, es decir, los radicales han perdido”[14]. Esto, para él, es un síntoma extremadamente importante que muestra que el centro pequeño burgués ya ha comenzado a desaparecer a favor de los dos campos extremos y que se acercan los choques entre ellos. El partido radical, explica Trotsky, representa el instrumento político de la gran burguesía mejor adaptado a los prejuicios y las tradiciones de la pequeño burguesía. No es de ninguna manera la expresión de la pequeño burguesía, como intenta hacer creer el Partido Comunista, sino la de la dominación del capital financiero sobre la pequeño burguesía. Las pérdidas del partido radical significan que la sociedad burguesa ya no logra dirigir la sociedad con la ayuda de los métodos supuestamente “democráticos”, que los restos del régimen parlamentario van a ser carcomidos cada vez más, que los campos extremos se van a fortalecer y que se aproximan los enfrentamientos.

Según él, la pequeño burguesía desesperada busca desembarazarse “del yugo de la disciplina parlamentaria y de la tutela de la camarilla radical conservadora”. En estas condiciones, escribe “la alianza extraparlamentaria con los radicales para luchar contra el fascismo es, no sólo un crimen, sino una idiotez”[15]. Una alianza con los radicales no es una alianza con las clases medias, sino contra ellas, porque es la alianza, no con la pequeño burguesía, sino con su vieja dirección burguesa, a la que está por abandonar por el campo del fascismo…o por el del proletariado. Para Trotsky, los intereses de la revolución exigen no tener miedo de acelerar el proceso de liberación de las masas pequeño burguesas de la influencia radical. Es incluso, la única forma de “ganarle rápidamente al fascismo”: las masas pequeño burguesas sólo se aliarán al campo del proletariado si tienen confianza en la capacidad de este último de apoderarse del poder. No hay más que una solución que conduzca a la victoria: darle al frente único un contenido ofensivo, es decir el objetivo del poder bajo la forma de gobierno socialista-comunista, de un “gobierno Blum-Cachin”.

Las intenciones del Partido Comunista emergen claramente de una manera nueva en el mes de mayo de 1935, con el viaje a Moscú de Pierre Laval, ministro de asuntos extranjeros, que firma un pacto de asistencia mutua y vuelve con una declaración de Stalin “que aprueba la política de defensa nacional del gobierno francés”. Desde el regreso de Laval, el Partido Comunista proclama en sus afiches que “Stalin tiene razón” y adopta las banderas patrióticas. Trotsky lo había apreciado correctamente: no es la alianza de las clases medias lo que busca la dirección del Partido Comunista, sino más bien la de sectores decisivos de la burguesía francesa. Este giro hacia una política “social-patriota” es una de las condiciones para convencer a la burguesía francesa de la utilidad de la colaboración con el Partido Comunista.

Así, la búsqueda de un bloque político de los partidos socialistas y comunistas con un gran partido burgués, mientras que Francia y la URSS se alían frente a la Alemania nazi, tiene para Trotsky una significación precisa: bajo el vocablo de Frente Popular, las direcciones de los dos partidos se están preparando para la “unión sagrada” de guerra, guerra calificada –por las circunstancias- de antifascista.

En marzo de 1939, comentando el viraje de las alianzas en preparación, Trotsky vuelve sobre el balance de este primer giro. En un texto titulado “¿Qué hay detrás de la oferta de Stalin de un acuerdo con Hitler?”, destaca que el método sigue siendo el mismo:
 
El rasgo fundamental de la política de Stalin estos últimos años ha sido este: intercambia al movimiento obrero, como lo hace con su petróleo, su manganeso y otras mercaderías. No hay aquí un ápice de exageración. Stalin considera a las secciones de la Comintern en los diferentes países y la lucha de liberación de las naciones oprimidas como moneda de cambio en sus acuerdos con las potencias imperialistas. Cuando necesita de Francia, somete al proletariado francés a la burguesía radical. Cuando debe apoyar a China contra Japón, somete al proletariado chino al Kuomintang.[16]

Trotsky no le reprocha a la Unión Soviética llevar adelante y concluir acuerdos con tal o cual potencia imperialista, pero juzga inaceptable todo acuerdo que implique la renuncia a la lucha de clases. Un acuerdo “con los esclavistas” siempre es posible, escribe, pero debe obedecer reglas estrictas que siempre fueron respetadas por el gobierno soviético en vida de Lenin:

[…] Mientras el gobierno obrero siga aislado, los acuerdos episódicos de tal o cual alcance con los imperialistas son inevitables. Pero debemos entender que la cuestión se reduce al provecho eventual que se saque de los antagonismos entre dos grupos de potencias imperialistas y nada más. Tampoco se trata de disfrazar tales acuerdos por medio de consignas comunes, por ejemplo, la defensa en común de la democracia – consignas que no implican más que un perverso engaño hacia los trabajadores. Es esencial que los trabajadores, en los países capitalistas, no estén aliados, en sus luchas de clases contra su propia burguesía, mediante acuerdos empíricos que el Estado obrero puede ser arrastrado a concluir. Esta regla fundamental fue observada rigurosamente durante el primer período de existencia de la República de los Soviets…[17].

El dispositivo del Frente Popular francés se constituye verdaderamente a partir del viaje de Pierre Laval a Moscú. Su acceso, el 7 de junio de 1935, a la presidencia del consejo consagra la nueva política de la burguesía francesa de acercamiento con la URSS. Una fracción importante de los radicales acepta las proposiciones del Partido Comunista. Edouard Daladier, uno de los principales jefes radicales, y quien parece disfrutar de la confianza del Estado mayor militar, está presente a título personal en la fiesta del Frente Popular el 14 de julio de 1935. De ahora en más, los radicales tienen un pie en el gobierno y el otro en la oposición del Frente Popular. El 25 de Julio, en Moscú, el VII congreso de la Internacional Comunista generaliza a todas las secciones la política inaugurada en Francia.

Para los trotskistas, la fecha del 14 de julio es igualmente una bisagra. Hasta aquí, las discusiones no tenían aún reales implicancias prácticas, la formación del Frente Popular no era más que una eventualidad. Ahora, se trata de una realidad cuyos contornos se precisan. La fecha del 14 de julio no ha sido elegida al azar por los responsables del Frente Popular. Se trata de hacer una demostración patriótica de unidad nacional y de abrir la vía a un gobierno radical. Los dirigentes socialistas y comunistas han tomado la precaución de prohibir toda manifestación de tendencia y han organizado, en consecuencia, un impresionante servicio de orden.
La dirección de GBL está dividida sobre la actitud a tomar. El 8 de julio, Jean Rous[18] escribe a Trotsky para hacerlo partícipe de las divergencias que surgieron en la organización francesa y solicitarle su intervención en la discusión, si es posible bajo la forma de un artículo adicional a “¿Adónde va Francia?”. Explica que, convencido que los trotskistas no debían ser “aliados” del Frente Popular, había emprendido “desacreditar” el Frente Popular en La Vérité. Con este fin había utilizado la fórmula de “Abajo el Frente Popular de colaboración de clases” que fue combatida por Blasco (Pietro Tresso)[19], Pierre Naville[20], Raymond Molinier[21]y Pierre Frank[22], que consideraban que esta formulación conducía a “aislarse de las masas” “que desean el Frente Popular”.

Rous pide a Trotsky que responda claramente a la cuestión de saber si el Frente Popular es “una experiencia que hay que impulsar” o bien “una experiencia que hay que desacreditar con una propaganda propia desde el interior”.[23]

El 12 de julio –dos días antes de la manifestación– la cuestión se lleva ante el Secretariado Internacional. Jean Rous sostiene que es necesario aparecer más bien como “adversarios” del Frente Popular, con el fin de evitar volverse responsables de su inevitable fracaso. Propone denunciar esta política de colaboración de clase y buscar “desacreditar” el Frente Popular combatiendo alrededor de la consigna central “echar a los radicales”. Leonetti (Martin)[24] y Ruth Fischer (Dubois) no lo siguen en este camino. Consideran que Trotsky se equivocó al escribir “¿Adónde va Francia?” y piensan que esta opinión es compartida por la mayoría de la Liga Comunista. Según ellos la actitud del GBL es “loca” y conduce a “cortarse de las masas”. Proponen “impulsar hacia adelante” el Frente Popular, el único movimiento real que existe, meterse en su base para transformarla mediante una crítica vigorosa, levantando la consigna “El Frente Popular al poder”. Ruth Fisher justifica su propuesta por la afirmación que, desde un punto de vista teórico, gobierno del Frente Popular y gobierno obrero y campesino son, en el fondo, idénticos, y que se trata de asociar estas dos consignas y no de oponerlas. Leonetti la apoya en nombre de la política previamente seguida en Bélgica donde los trotskistas habían lanzado la consigna “el POB[25] al poder”: “El POB es una agente de la burguesía. El Frente Popular está incluso más a la izquierda que el POB”[26].

Mientras se espera la respuesta de Trotsky, hay que tomar una posición para la manifestación del 12 de julio. Durante la discusión en el SI, Leonetti aconseja prudencia extrema y sólo distribuir un volante al final de la manifestación. Pero Rous logra imponer una línea más ofensiva. El 17 de julio da cuenta a Trotsky de su intervención en la manifestación:

Los camaradas hablan del Frente Popular como soviets y de la necesidad de empujarlo al poder, de la necesidad de revisar la actitud de la tendencia sobre la cuestión de los radicales. ¿Qué ocurrió? Este fenómeno bastante explicable para quien milita en esta espantosa confusión del Frente Popular: estos camaradas en parte se estremecieron por el Frente Popular, al que el romántico Pivert[27] tampoco había podido escapar, porque había escrito esta gran tontería en Le Populaire: “Una gran esperanza se abre ante nosotros… ahora ya no se trata de preguntarse adónde vamos”. Algunas patadas de la base han calmado hoy a Pivert y a sus esperanzas. ¿De dónde viene este brusco y sincero giro? Los hechos son los que lo han impuesto en algunos días:
La oposición casi unánime de las Juventudes Socialistas, que han aceptado el volante adjunto, y se han distribuido 100.000 ejemplares y se han recibido entusiastamente en la manifestación a pesar de la prohibición del servicio de orden.
Luego, la oposición violenta de algunas secciones socialistas como la 20º que hizo un meeting contra el Frente Popular.
Además, nuestra columna (JGS y TPPS[28]) era prácticamente ilegal y fue relegado al final. Fue aclamado durante todo el recorrido, salvo frente a la tribuna oficial, donde Thorez y Duclos[29] casi tienen un ataque de apoplejía a fuerza de gritar “¡Viva el partido radical!” para oponerlo a nuestra consigna “¡Por el socialismo, milicias obreras!”…la consigna de los stalinistas era “Daladier[30] al poder”. Incluso el militante más desinformado no puede olvidar que el año pasado los stalinistas decían “Daladier fusilador de obreros, ¡a prisión!”[31].

El 11 de julio Trotsky respondió a Jean Rous. Si bien, de conjunto, le da la razón contra los partidarios del “Frente Popular al poder”, sin embargo juzga peligrosas algunas de sus fórmulas:

Estoy de acuerdo en cuanto a la concepción del último líder de La Vérité. Pero se encuentran algunas expresiones (una o dos) que se prestan a malos entendidos. Cuando se dice “¡Abajo el Frente Popular!” se sobreentiende: “¡Abajo la política nefasta de los jefes del Frente Popular!”. Pero esta fórmula puede ser comprendida, y sobre todo interpretada, por los adversarios[32] como una hostilidad contra el frente de las propias masas. Una breve fórmula, una consigna que pueda ser interpretada de manera diferente y dirigirse contra nosotros, debe ser eliminada. Por el momento, el Frente Popular es un hecho (no por mucho tiempo). Nuestra consigna debería ser en esta etapa, más o menos la siguiente: “Echemos a los políticos burgueses del Frente Popular”. Las masas populares no tienen nada que aprender del capitulador Daladier. Abajo los radicales traidores de las masas populares, etc., etc., todas las variantes posibles.
Lo mismo para la expresión “comprometer al Frente Popular”. Esta fórmula reducida a su justo valor sólo puede significar: primeramente, queremos echar a los burgueses, desacreditar a los reformistas y así, ayudar a las masas populares a desembarazarse de las ilusiones y formar una dirección adecuada para la situación. Para cumplir con este trabajo, hay que evitar fórmulas con doble sentido y destacar ante todo la necesidad de echar de nuestras filas a los parlamentarios burgueses. Si se quiere, esta consigna sería más o menos equivalente a nuestra consigna de mayo-julio de a breve formul, unmasas 1917: “¡Abajo los ministros capitalistas!”…

Pero también queremos comprometer a los jefes reformistas y stalinistas. Sí, pero hay que saber cómo. Exigiendo que echemos a los burgueses, denunciamos, por esto mismo, a los reformistas que no quieren romper con los burgueses […] por este proceso no chocamos con el Frente Popular de frente sino que atacamos el punto más débil, el menos defendido. Es la regla elemental de la estrategia. Si rompemos este anillo, la cadena entera se rompe.[33]

Y Trotsky agrega en post-scriptum a esta carta: “Podríamos utilizar tal vez una fórmula así: “Para hacer girar el Frente Popular contra la burguesía, hay que echar a los burgueses del Frente Popular”[34]

El 20 de julio, Trotsky vuelve sobre la manifestación del 14 de julio. Considera que la forma en que se han comportado los camaradas en la manifestación constituye la demostración más clara de la forma en que “se puede y se debe combatir al Frente Popular desde adentro” basándose “en sus propias consignas”. Insiste de nuevo sobre la necesidad de una actitud, a la vez muy firme en el fondo, pero pedagógica en la forma. Es necesario, escribe, “forjar fórmulas muy claras e impactantes contra los radicales y por eso mismo, contra sus aliados”. Propone atacar a la derecha del Frente Popular, el partido burgués de los radicales, como medio para hacer comprender a la clase obrera el carácter contrarrevolucionario de este tipo de coalición, evitando oponer frontalmente las ilusiones de las masas hacia los partidos comunista y socialista. Al mismo tiempo, Trotsky propone comenzar una “nueva campaña” ligando las reivindicaciones de masas con los problemas políticos, por ejemplo tomar la reivindicación de las 40 horas para denunciar a los radicales, que no quieren darlas, utilizan las promesas del Frente Popular: “el Frente Popular promete dar pan, trabajo y la disolución de las ligas fascistas. Muy bien, hay que concretar estas reivindicaciones”[35]
 

El 22 de julio, Trotsky precisa nuevamente su posición frente a las propuestas de Leonetti y Ruth Fischer:

Lamento no haber precisado mi opinión sobre la consigna “el Frente Popular al poder”, aunque esta opinión se deriva claramente de todo lo que he dicho.

Se habla de la necesidad de que las masas hagan su experiencia. Se puede ir más lejos en este camino. Los socialdemócratas alemanes habían repetido muchas veces: “que Hitler tome el poder y su fracaso será inminente”. La experiencia gubernamental de los radicales pertenece al pasado y no al futuro. La crisis de la III República es, sobre todo, la crisis del radicalismo. Ella ya se ha comido ese plato. Son, en especial, los canallas stalinistas quienes intentan meterles a las masas en la boca al radicalismo ampliamente digerido. Estas no quieren más y responden con razón con las palabras del famoso mariscal

[36]. Son, sobre todo, los canallas stalinistas y, bajo su presión, los cobardes reformistas quienes han descubierto por primera vez a los radicales.
 La experiencia gubernamental de los reformistas y stalinistas está por hacerse. La experiencia radical está hecha. Identificar, incluso relacionar las dos consignas: “gobierno socialista-comunista” (gobierno de frente único), gobierno obrero-campesino etc. y el gobierno del Frente Popular, incluyendo los radicales, sería absolutamente fatal.

¿Pero un gobierno Herriot[37]-Daladier sería “progresista”? Se abusa enormemente en nuestras filas de la palabra “progresista”, dándole una significación casi fatalista. Si nos disolvemos en el Frente Popular, si reivindicamos el gobierno de Daladier, no quedaría nadie para sacar los resultados “progresivos” del gobierno Daladier. Adjunto a esta carta el volante de las J(uventudes) P(atrióticas) que he recibido de ustedes. He anotado los pasajes decisivos. Las J.P. (que saben escribir) golpean a los radicales para ganar a las masas y nosotros nos interponemos a favor de la coalición con los jefes radicales menos las masas.

No tenemos absolutamente nada que cambiar en nuestro análisis del radicalismo. El gobierno de Laval de un lado, el Frente Popular del otro – la etapa final para el radicalismo ha llegado.[38]

El 26 de julio, Trotsky afina sus propias fórmulas: “Es mejor decir “Echen a los jefes radicales”, que al partido radical porque la gente simple de la clientela radical bien pueden quedarse en el Frente Popular”[39].

Leonetti no está convencido de los argumentos de Trotsky. No discute la necesidad de “disociar” el Frente Popular y de utilizar a los radicales “como una maza para golpear sobre las cabezas de las dos direcciones”, pero juzga que las divergencias con Trotsky se refieren a la forma de utilizar esta maza con el fin que los golpes lleguen. Escribe a Trotsky el 25 de julio que, según él, el método más eficaz consiste en tomarles la palabra a los dirigentes del Frente Popular: “por un lado, crítica implacable al Frente Popular, por el otro, demostración que somos los más consecuentes luchadores del Frente Popular”.

Sólo en una etapa “más avanzada” debería ser posible lanzar la consigna “Abajo los ministros capitalistas”. Por el momento, Leonetti piensa que hay que contentarse con “empujar hacia delante a las masas que creen en el Frente Popular”, empujar al Frente Popular al poder “para realizar el plan de la CGT y las otras promesas, disolución de las ligas fascistas, arresto de sus dirigentes, etc.”[40].

Es el propio Trotsky quien, el 21 de julio, había propuesto tomarle la palabra al Frente Popular y “concretar” algunas de sus reivindicaciones adelantadas por el Frente Popular: semana de cuarenta horas, disolución de las ligas, etc. Pero él no lo entiende para nada en el mismo sentido que Leonetti, quien piensa, que hay que “realizar” las promesas del Frente Popular, en particular la disolución de las ligas y el arresto de sus jefes, e invoca el ejemplo de la coalición antifascista italiana[41]. Trotsky ve aquí una concesión inadmisible hecha al “antifascismo”. El “antifascismo no es nada” escribe, no es más que un medio por el cual los stalinistas justifican la colaboración con los radicales. Ya lo había explicado el 20 de julio, al escribir que para golpear a los fascistas no hay que reclamarle al gobierno que los arresten, sino que hay que exigir la abolición del secreto comercial y el control obrero, que constituyen un excelente remedio contra la multiplicación de la ligas fascistas: “Todos los talones de cheque de de Wendel y compañía. bajo la lupa. Cárcel a los financistas de la liga”[42].
 

¿Simple matiz? No es en todo caso la opinión de Trotsky que responde a Leonetti el 2 de agosto:

 Sobre la consigna “Los radicales al poder” me expresé suficientemente en mi última carta a Rous, con copia para ustedes. “Las masas” no son homogéneas, en cada etapa hay que discernir las corrientes más características. Para esta etapa, no es la confianza de las masas hacia los radicales lo que es característico, sino la crisis de esta confianza. No son “las masas” las que han impulsado la alianza con los radicales, sino los jefes del frente único, sobre todo los stalinistas, que han descubierto a los radicales. Nuestra política no tiene como objetivo educar a los stalinistas, al contrario, debe oponerse abiertamente a su nueva experiencia, que es reaccionaria, es decir, retrasada con respecto al movimiento más profundo de las masas […].[43]

La formación del Frente Popular no exige sólo para Trotsky una clara apreciación del lugar y del rol de los radicales, sino que también implica proceder a una reorientación estratégica. Hasta ahora, el centro de las propuestas de los trotskistas en el Partido Socialista – y muy especialmente en las Juventudes Socialistas – había sido el trabajo anti-militarista y la lucha contra la “unión sagrada”. Ahora bien, el Frente Popular se constituye, precisamente, sobre el eje de la realización de la unión nacional. Significativa es a este respecto, la visita, a fines de abril de 1935, de los dirigentes de las Juventudes Comunistas rusas, Kossarev y Tchemodanov relacionados a los dirigentes de las Juventudes Socialistas francesas Fred Zeller[44] y Bérenger, en la cual los rusos suplican a los jóvenes dirigentes socialistas, que quedan estupefactos, que renuncien a la lucha por la revolución en Francia y al trabajo anti-militarista con el fin de participar en una política de defensa nacional que contribuirá a la defensa de la URSS. Los trotskistas se han beneficiado de una relativa indulgencia de la burocracia socialdemócrata preocupada por hacer contrapeso al Partido Comunista. En marzo de 1935, el grupo parlamentario socialista aún había votado contra la ley de los “dos años”[45]. Esta situación se acabó. La dirección del Partido Socialista ahora está alineada a la política de “unión sagrada” con el Partido Comunista. Inquieta por la creciente audiencia alcanzada por los bolcheviques-leninistas, ve en su actividad un obstáculo de talla en el camino de la realización de la unión nacional. En el congreso de Mulhouse del Partido Socialista, en junio de 1935, León Blum[46] indica que no sentiría ningún remordimiento al expulsar a los trotskistas si se mostraban como un obstáculo a la alianza con el Partido Comunista. Sin esperar, la burocracia reformista ha pasado de las palabras a los hechos, al iniciar el procedimiento de exclusión de los dirigentes trotskistas de las Juventudes Socialistas.

Esta nueva disposición de fuerzas es una amenaza mortal para el GBL que ahora corre el riesgo de ser aplastado por la prensa de las dos burocracias, muy decididas a darse las manos para combatir toda oposición que provenga de su izquierda. En el momento en que fue obligado a salir de Francia hacia Noruega, en junio de 1935, Trotsky alertó a sus camaradas de los peligros de ver dilapidarse en algunas semanas lo que había sido conquistado por el entrismo en el Partido Socialista. Los invitó a prepararse a salir del Partido Socialista y a presentar su política, no sólo a los militantes socialistas, sino al conjunto de la clase obrera. Convencido de que permanecer en el Partido Socialista era imposible de ahora en más, Trotsky ruega a sus camaradas que no se detengan en la condiciones de legalidad en el Partido Socialista y que tomen la iniciativa de acusar, de denunciar el “complot Blum-Cachin[47]-Lebas[48]-Thorez-Stalin, que tiene el objetivo de vender la juventud francesa al imperialismo francés”. Les propone iniciar una gran campaña nacional contra la “unión sagrada”, sacar afiches titulados “Denunciamos a los jefes del Frente Popular que preparan la traición a la juventud francesa”[49]. En vano. Los dirigentes bolcheviques leninistas franceses parecen tomar la expulsión como una catástrofe que los haría retroceder, hacia el gueto que habían constituido, antes del giro entrista, a la vieja Liga Comunista independiente: La salida de la SFIO, que Trotsky piensa que puede ser el punto de partida de un nuevo salto hacia delante no es, de hecho, más que el prólogo inmediato de la crisis de la sección francesa, que la deja fuera de juego en las vísperas de la huelga general de junio de 1936.
 

La incapacidad de dejar el trabajo entrista revela, sin duda, el conservadurismo de la organización, pero es también, y verdaderamente más, la expresión de las debilidades de los análisis sobre el Frente Popular, manifestados hasta entonces por la dirección del Secretariado Internacional.

En el mes de julio de 1935, lo esencial de la posición de Trotsky con respecto al Frente Popular está definido. Las revueltas de Brest y de Toulon en julio, el VII Congreso de la Internacional Comunista en julio-agosto y la exclusión de los trotskistas del Partido Socialista en septiembre, lo conducen a algunas precisiones.

El 15 de julio de 1935, el gobierno Laval comenzó las instancias de los decretos-leyes que reducen en 10 % todos los gastos públicos, entre ellos, los salarios de los funcionarios y obreros del Estado. Los responsables sindicales, como los del partido socialista y comunista, protestan, pero no llaman a ninguna acción capaz de molestar a sus socios radicales. La base, duramente afectada, pasa a la acción directa. En agosto, se pelea en Brest, donde los obreros izan la bandera roja en la prefectura marítima, y en Toulon, donde levantan barricadas para defenderse contra las descargas de la guardia móvil. En Brest, la noche del 6 de agosto, se cuentan varias decenas de heridos y tres muertos. El 8, mientras que Brest entierra sus muertos, la huelga de solidaridad con los obreros de los arsenales de Toulon se transforma en insurrección. La noche del 8, hay cinco nuevos muertos y varios heridos más.

Los partidos del Frente Popular llaman inmediatamente a la calma y denuncian el rol de los “provocadores”. Bajo el titulo “Un juego inquietante”, el 8 de agosto Jacques Duclos da la nota en L´Humanité (diario del PC francés), al hablar de los “elementos sospechosos que conserva Laval para los trabajos de provocación y policías bajos que han suscitado las peleas en Toulon […], los mismos elementos dudosos que se han empleado para provocar choques de la tropa y la guardia móvil con los obreros de Brest”. Precisa: “En cuanto a la operación que consistió en arrancar la bandera tricolor de la subprefectura de Brest, esto también tiene la marca de la provocación”. Agrega: “Le damos un gran valor a nuestra colaboración con el partido radical para no levantarnos contra los provocadores”. El 10 de agosto en L´Humanité, un manifiesto del comité central estigmatiza a “los hombres del 6 de febrero” que “ultrajan la bandera tricolor”. Al día siguiente, Fernand Fontenay explica que los incidentes de Toulon resultaron de la “difusión de falsas noticias”, que los sindicatos habían dado la orden de huelga por cinco minutos que llegó deformada a la usina de pirotecnia, en donde los obreros habían “creído” que eran en realidad “Huelga. Todos afuera”[50].

Para Trotsky, las revueltas de los puertos indican la aceleración del ritmo del movimiento revolucionario. Estima que la situación francesa es “revolucionaria, al menos tanto como pueda serlo con la política contrarrevolucionaria de las direcciones”. Las explosiones de los puertos son, según él, una “negación espectacular del Frente Popular y una magnífica confirmación de nuestro análisis y nuestra perspectiva”[51].

Se franqueará una primera etapa importante para la construcción de un partido revolucionario si los trotskistas se muestran capaces de asegurar la unidad con esta vanguardia que bruscamente irrumpe en las calles y, al mismo tiempo, son capaces de atraer a los elementos del Partido Comunista que no se resignan al giro patriótico ni a las combinaciones electorales que preparan con los radicales.

Las revueltas de los puertos franceses reconfortan a Trotsky en su convicción que no hay que hacer ninguna concesión a la burocracia socialista y a los centristas que la cubren. Carta tras carta pone, en guardia a sus camaradas contra una actitud muy conciliadora hacia el líder de la izquierda socialista Marceau Pivert. En el momento en que los BL se hacen excluir unos tras otros, Pivert, en efecto, se dispone a construir con los simpatizantes franceses del SAP[52] y otras minorías de extrema izquierda unidas de hecho con el Frente Popular, una nueva tendencia en el seno del Partido Socialista, la Gauche révolutionnaire, lo que tiene por resultado, sino por objetivo, retener a los elementos revolucionarios que los trotskistas pueden esperar conquistar razonablemente para un partido independiente. Trotsky retoma esta idea como un leit motiv:

En todas las conversaciones y acuerdos, nunca hay que olvidarse de separar, eliminar y exponer a la gente del SAP que representan el costado malo del pivertismo. La cuestión del SAP es ahora, la piedra de toque para cada elemento de izquierda: hay que oponerse al SAP para hacer bloque con nosotros[53].

Efectivamente, Boris Goldenberg (Boris Gilbert), dirigente del grupo parisino del SAP, es el escriba de la nueva tendencia. Durante la expulsión de los trotskistas, los sapistas pregonaron las concesiones necesarias para el sostén dentro del Partido Socialista. Son ellos los que operan la más clara unidad con el Frente Popular: uno de los primeros comentarios del SAP sobre el VII congreso de la IC era que Dimitrov[54] había dicho “muchas cosas buenas sobre el frente único y sobre el Frente Popular”. Los dirigentes del SAP presentaron el Frente Popular como un enriquecimiento de la táctica proletaria. Parece incluso que los primeros contactos que, al año siguiente debían arribar a la conclusión del pacto del Frente Popular entre partidos alemanes, habían sido hechos casi inmediatamente después del VII Congreso de la IC. Así, la obstinación de Trotsky en combatir a los “sapistas” se explica fácilmente: presentándose como elementos “revolucionarios”, pero defendiendo prácticamente la política stalinista, los sapistas eran tanto más peligrosos cuanto que aportaban una garantía revolucionaria al Frente Popular y jugaban un rol de pantalla no despreciable.

Quedaban por definir las formas de una campaña independiente. Desde las revueltas de los puertos, Trotsky estima que la cuestión de la huelga general está nuevamente a la orden del día en Francia. El 15 de septiembre, en una carta a Rous, critica el hecho “que la cuestión de la huelga general no se aclare en las tesis [de Naville] como en toda la propaganda de la Liga”. Dado el desequilibrio político del país, la huelga general le parece inevitable a partir de ahora, como etapa del movimiento revolucionario. El 7 de septiembre, precisa su pensamiento. La consigna “Echar a los radicales” siempre le parece apropiada, pero hay que indicar los medios para echarlos. Ahora bien, estos medios, según él, existen:

Estos medios están indicados por el VII Congreso de la Comintern. La resolución que concierne al fascismo pregona la construcción, en todas partes donde sea posible, de amplios organismos electivos de las masas populares. Observen el 2º capítulo, párrafo 3 de la resolución Dimitrov. Se trata de órganos de clase sin partido del frente único creados para las elecciones. Llamo con todas mis fuerzas a su atención sobre este párrafo. Debemos apoderarnos de él. Lo que ha sido para nosotros durante cierto período la consigna “frente único”, “alianza obrera”, debe jugar ahora el mismo rol con la consigna de creación de organismos representativos de masas del frente único (en perspectiva, de los soviets). Debemos declarar abiertamente: ‘No estamos de acuerdo con el contenido de la resolución Dimitrov, porque pregona la colaboración de clase, pero en esta moción hay un párrafo que es totalmente correcto, progresista y extremadamente importante’.

Debemos propagar esta consigna también entre los stalinistas con la moción Dimitrov en la mano. Está totalmente claro que la constitución de organismos electivos significa la eliminación total o casi de los radicales e incluso de los socialistas de derecha. En todas partes donde las masas estén dispuestas a crear un organismo ad hoc, asegurarán la predominancia de elementos revolucionarios. Por eso, la consigna “negativa” “Echen a los radicales” debe ser completada por la consigna “constructiva” “Creen la base honesta y eficaz del frente único” (Hay que encontrar aún la fórmula concreta y clara). Todos nuestros propagandistas, todos nuestros jóvenes deben levantar la consigna con todas sus fuerzas. Una campaña así promete más que la campaña a favor de la milicia obrera, al mismo tiempo, la primera prepara el terreno para la segunda[55].

Durante todo el otoño, Trotsky vuelve sobre esta idea: preparar la huelga general constituyendo comités de acción como transición hacia los soviets, apoyándose en la resolución Dimitrov. Explica que durante la lucha en Toulon y Brest, los obreros, sin vacilar, habrían constituido estos organismos si se los hubiera llamado a hacerlos. También en las revueltas en los cuarteles sobre el trabajo suplementario en donde, con una política más ofensiva, se habría podido lanzar fácilmente con éxito la consigna de “elección de delegados por compañía”[56].

Es en la construcción de estos organismos representativos de las masas en lucha en donde reside, para Trotsky, la clave de la situación y la posibilidad, para el grupo, de dar un paso decisivo en la conquista de las masas.

Hay que encontrar fórmulas claras y precisas, totalmente comprensibles para las masas y no dirigidas abiertamente contra los organismos tradicionales. Repetimos que entre el fascismo y nosotros hay una carrera de velocidades, pero hay que analizar el contenido de esta fórmula desde un punto de vista revolucionario ¿Sabremos darle a las masas la armadura revolucionaria antes que el fascismo las aplaste? Sería absurdo creer que tendríamos tiempo suficiente para crear un partido omnipotente que podría eliminar a todas las demás organizaciones antes de los conflictos decisivos con el fascismo o antes del desencadenamiento de la guerra. Pero es totalmente posible en un plazo breve –los acontecimientos ayudan- ganar a las amplias masas, no para nuestro programa, no para la IV Internacional, sino para estos comités de acción. Pero una vez creados, estos comités de acción deberían ser un magnífico trampolín para un partido revolucionario. En un comité de acción, Pivert por ejemplo, estaría forzado a tener un lenguaje totalmente diferente a los balbuceos de la Gauche révolutionnaire. La autoridad y la influencia de elementos valientes, decididos y lúcidos serían decuplicadas enseguida. No se trata aquí de una cuestión más. Se trata de una cuestión de vida o muerte[57].

Sobre la cuestión de los comités de acción, como anteriormente la de los radicales y la de la salida del Partido Socialista, Trotsky tuvo muchas dificultades para hacerse entender. El 13 de noviembre, precisa, al dirigirse a sus camaradas que han escrito en su moción para el congreso federal del Sena a favor de “comités dirigidos por las masas” que esta formulación es falsa porque precisamente, los comités de acción son necesarios para dirigir a las masas y cuestiona que la moción no indica que estos comités deben emanar de las masas en lucha, y que los delegados deben ser “responsables y revocables”[58] 

La organización trotskista francesa se demuestra incapaz de comenzar el camino difundido por Trotsky. En los días en que escribe su famoso artículo: “No al Frente Popular, por comités de acción”, la crisis que se incubaba desde hacía meses en el GBL estalla y conduce a la escisión. El ascenso de masas corre el riesgo de producirse, mientras que los partidarios del nuevo partido se difaman mutuamente. Cuando, a fines de mayo de 1936, Francia, en donde Trotsky tenía fija la mirada, porque allí era donde se encontraba la posibilidad de un cambio en la relación de fuerzas en Europa, entra en huelga general, los trotskistas no estaban involucrados. Además, Trotsky carece de verdaderos interlocutores a partir de ahora y uno no puede más que sorprenderse por la escasez de correspondencia a partir de junio de 1936.

La primera oleada de huelgas tomó de improviso a los trotskistas. Trotsky intenta armarlos para las próximas etapas. Primero precisa la perspectiva más probable, el desarrollo, en Francia, de “jornadas de julio”:

No es difícil determinar a partir de ahora lo que será su naturaleza. En todos los períodos revolucionarios de la historia, se encuentran dos etapas sucesivas, estrechamente ligadas una a la otra: primero, un movimiento ‘espontáneo’ de masas, que toma de improviso al adversario y le arranca grandes concesiones o al menos, promesas; después, la clase dominante, sintiendo amenazadas las bases de su dominación, prepara su revancha. Los jefes tradicionales de ‘izquierda’ tomados de sorpresa por el movimiento, tanto como sus adversarios, esperan salvar la situación con su elocuencia conciliadora y al fin de cuentas, pierden su influencia. Las masas entran en la nueva etapa de la lucha casi sin dirección, sin programa claro y sin idea de las dificultades inmediatas. Así el conflicto que asciende inevitablemente a partir de la primera semi victoria de las masas se termina a menudo con su derrota o su semi derrota. En la historia de las revoluciones, no se podría encontrar ninguna excepción a esta regla. La diferencia, sin embargo –y no es menor- reside en el hecho de que la derrota a veces ha revestido el carácter de un aplastamiento: tales fueron, por ejemplo, las jornadas de junio de 1848 en Francia, que marcaron el fin de la revolución; mientras que en otros casos, la semi derrota constituye tan solo una etapa hacia la victoria: es, por ejemplo, el rol que jugó, en julio de 1917, la derrota de los obreros y los soldados de Petersburgo. La derrota de julio aceleró, efectivamente, el ascenso de los bolcheviques, que no solamente habían sabido apreciar correctamente la situación, sin ilusiones y sin artificios, sino que tampoco se habían separado de las masas en el transcurso de esas difíciles jornadas de la derrota, en medio de las víctimas y bajo las persecuciones […] Alternativa, ¿jornadas de junio de 1848 o jornadas de julio de 1917? Dicho de otro modo: aplastamiento por varios años, con el triunfo inevitable de la reacción fascista, o bien una simple lección de estrategia de la que la clase obrera saldrá incomparablemente madura, y luego de la cual renovará su dirección y podrá preparar las condiciones de su victoria futura[59].

Evidentemente, es a favor de esta última solución por la que combate Trotsky, dándoles a sus camaradas una lección de estrategia y de táctica, que toma la forma de redacción de un verdadero plan de trabajo destinado a prepararlos para la segunda etapa. Primero, considera que los trotskistas no tienen ningún interés en acelerar o provocar artificialmente el conflicto. La próxima huelga será indiscutiblemente dirigida no contra el gobierno de Blum, sino contra los “enemigos de ese gobierno”, las 200 familias, los radicales, el Senado, la alta burocracia y el Estado mayor. En estas condiciones, todo el arte de la estrategia consiste en no poner a Blum en el mismo plano que de Wendel[60] o de la Rocque[61]: “Acusamos a Blum de no comprender la formidable resistencia de los de Wendel”. No se trata de dar a “la segunda huelga general” el objetivo de derrocar el gobierno del Frente Popular, sino de “romper los obstáculos ante él”[62].

No más que en julio de 1935, las fórmulas empleadas por Trotsky no son verdaderamente asimiladas por los trotskistas franceses. El 19 de julio, Trotsky critica vivamente el periódico de los jóvenes, Révolution, que ha “titulado”: “Bajo la protección vigilante de los trabajadores franceses, el gobierno del Frente Popular francés podrá realizar su programa”. Trotsky subraya que esta formulación es doblemente falsa, porque el programa del Frente Popular es irrealizable en la medida en que presupone la prosperidad del régimen capitalista y, además, la tarea de los trotskistas no es la “protección” de un gobierno de coalición entre la burguesía y el proletariado:

Con el Frente Popular, tenemos enemigos comunes. Por eso estamos dispuestos a combatirlos paralelamente a los grupos regulares del gobierno del Frente Popular, sin tomar nosotros la menor responsabilidad por ese gobierno, ni erigirnos en “protectores” de Léon Blum. Consideramos a este gobierno como un mal menor en comparación al de la Rocque. Pero, al combatir el peor, uno no se protege del mal menor. No debemos ocultarle a las masas que ese programa es irrealizable en el marco del capitalismo. Y por otra parte, que las partes realizables de este programa siempre serán saboteadas por los radicales. Cuando decimos que todavía no ha llegado el momento de combatir contra el gobierno de Blum, no queremos decir con esto que haya que protegerlo, sino solamente que hay que atacarlo por sus flancos. Sus flancos, son los radicales. Hay que matizar, personificar nuestra crítica al gobierno, reservando nuestros golpes más terribles a los ministros radicales, y explicando a los obreros socialistas y comunistas que son los Daladier, los Delbos[63] y los Rucart[64] los que sabotean y no pueden no sabotear todo lo que sea progresista en el programa del gobierno. El servicio de dos años sigue estando. Los oficiales reaccionarios conservan sus lugares. El órgano de Blum, Le Populaire, sigue estando prohibido en los cuarteles ¿Quién es responsable? Daladier, el viejo agente del imperialismo francés. Los radicales son la línea de menor resistencia para la crítica revolucionaria. Al concentrar el fuego sobre los ministros radicales –con ejemplos bien concretos- encontrarán eco fácilmente en los obreros socialistas y comunistas. Ustedes pueden agregar con razón: ‘desgraciadamente, los jefes comunistas apoyan a los radicales contra los jefes socialistas. En todo caso, la consigna no puede ser “Abajo el gobierno de Blum” sino “Hay que echar a los burgueses radicales del gobierno de Blum”. Este es el matiz. Es muy importante para el período y no significa para nada la “protección” del gobierno de Léon Blum[65].

A este diagnóstico general, Trotsky agrega propuestas muy concretas. Retoma la idea que ya había levantado ante la huelga de junio de 1936: la condición “previa” para preparar la segunda etapa, la huelga contra “los enemigos del Frente Popular” es la existencia de comités de fábrica y soviets, es decir una organización propia para dirigir a las masas en lucha. El 11 de julio, al escuchar en la radio informaciones sobre la ejecución de medidas contra los huelguistas llevada adelante por el ministro del Interior socialista, escribe urgente a Francia para explicar que el deber de los revolucionarios es orientar estos conflictos hacia una solución “política” y no “física”, “es decir, una solución tan poco física como sea posible”[66].

Tomando el ejemplo de los obreros de la fábrica de Lille, Delespaul Havez, que habían decidido continuar ellos mismos con la actividad en la empresa, y arriesgándose a ser echados por la policía, indica cómo proceder en un conflicto así, sin salida en el terreno de la empresa. Sugiere que los obreros de Delespaul Havez dirijan un manifiesto a todos los obreros de Francia explicando que es posible hacer producir las fábricas sin los capitalistas, con la condición de que los bancos y las industrias claves estén en manos del pueblo.

Este manifiesto, completado por algunas citas de los programas de los partidos socialista y comunista y cuya conclusión debería ir en el sentido de la formación de un gobierno obrero y campesino, no debería necesariamente criticar al gobierno, sino dirigirle “propuestas positivas” en nombre de una fábrica que está por hacer una gran experiencia. Por supuesto, ese manifiesto no evitaría la expulsión por parte de la policía –con la que habrá que cuidarse de evitar la batalla frontal- sino permitiría seguir la lucha política para la constitución de delegaciones de la fábrica que van a defender su causa ante los sindicatos y los partidos obreros y ante los trotskistas que podrían tomar ese hecho como una palanca para una campaña nacional.

La mayoría de estos consejos, en gran parte, quedaron en letra muerta. En la derrota, el análisis de Trotsky será verificado, en definitiva, una derrota que era inevitable en la hipótesis en que los trotskistas no lograran jugar un rol decisivo. En julio de 1936, cuando Trotsky busca evitar esa salida, en la propia frontera de Francia, la trágica demostración está prácticamente hecha. El gobierno del Frente Popular español, llevado al poder por las elecciones de febrero, no había podido ni querido iniciar la lucha contra los preparativos de sublevación del general Franco, y se hacía garante de la lealtad a un ejército que preparaba la contrarrevolución. El voto, por la cámara elegida en 1936, de plenos poderes al mariscal Pétain pondrá un punto final a las “jornadas de julio” francesas. El Frente Popular había concluido su obra. Había decepcionado y desmoralizado a la clase obrera. La radicalización prolongada de la clase obrera francesa finalmente había fracasado. No es nuestro propósito explicar aquí por qué los trotskistas franceses no pudieron, a pesar de la ayuda de Trotsky, abrir un resultado victorioso para esta revolución francesa. Las citas, a veces largas, de las cartas de Trotsky, por lo menos tienen el mérito de precisar que, si bien los trotskistas no pudieron ponerse a la altura de las tareas que exigía la situación, no es porque su análisis era vacilante. Casi cincuenta años después que estas líneas han sido escritas, conservan toda su frescura… y su utilidad. Además, dan testimonio de lo que todo lector honesto ya sabía, que Trotsky no era solamente un brillante comentador, sino que, en primer lugar, era un dirigente revolucionario cuya inteligencia –que era grande- estaba tensada hacia la formación de cuadros revolucionarios capaces de conducir a la clase obrera a la victoria.



[1] “¿Adónde va Francia?” (fin de octubre de 1934) “Una vez más ¿adónde va Francia” (fines de marzo de 1935). “Por comités de acción, no al Frente Popular” (26 de noviembre de 1935), “Francia frente a un giro” (28 de marzo de 1936), “Ante la segunda etapa” (3 de julio de 1936) (Nota de la versión francesa).
[2] Pierre Laval (1883-1945). Socialista en su juventud, fue ministro de relaciones exteriores entre 1934 y 1935 y negoció el pacto franco-soviético. Fue premier desde 1935 a 1936 y nuevamente en 1942, cuando siguió una política de colaboración con Alemania. Fue ejecutado por traición.
[3] Respuesta de Trotsky a las preguntas de Marianne, 20 de diciembre de 1937. (Nota de la versión francesa).
[4] Carta de Trotsky, “El RSAP y la IV Internacional”, 16 de julio de 1936. (Nota de la versión francesa).
[5] Arkady Maslow (1891-1941). Uno de los principales dirigentes del PC alemán, expulsado en 1927 por apoyar a la Oposición Unificada rusa. Participó en la fundación del periódico opositor Volkswille (La voluntad del pueblo) y de la Leninbund (Liga Leninista), que, durante un breve período, estuvo afiliada a la Oposición de Izquierda. Se fue de la dirección de la Leninbund antes de que esta rompiera con la Oposición de Izquierda y durante un tiempo, a mediados de la década del ´30, simpatizó con el movimiento de apoyo a la IV Internacional.
[6] Ruth Fischer (1895-1961), junto con Hugo Urbahns (1890-1946) fueron dirigentes del PC alemán en la década del ´20. Fueron expulsados por los stalinistas en 1927 por haber apoyado a la Oposición Unificada rusa. En 1928 ayudaron a fundar la Leninbund, que colaboró con la Oposición de Izquierda hasta 1930. Ese año su dirección pasó a manos de Urbahns exclusivamente, quien expulsó a los oposicionistas de izquierda. 
[7] El RSAP (Partido Obrero Socialista Revolucionario), formado en 1935 era la sección holandesa del Movimiento Pro Cuarta Internacional. A causa de diferencias sobre los asuntos mencionados por Trotsky en su carta abierta, el RSAP rompió con el Movimiento pro Cuarta Internacional y no participó en la conferencia de fundación de la Cuarta Internacional en 1938.
[8] Seudónimo de Ruth Fischer.
[9] Carta de Trotsky, “El RSAP y la IV Internacional”, 16 de julio de 1936. (Nota de la versión francesa).
[10] Jacques Doriot (1898-1945) Comenzó a plantear el frente único contra el fascismo antes de que lo hiciera Moscú. Como el PC no discutía sus propuestas, las hizo públicas. En 1935 formó un partido fascista.
[11] Claude Just fue dirigente de la tendencia de la SFIO, Comité de Acción Socialista y Revolucionaria, y en la década del ´30 miembro del Consejo Nacional de la SFIO. Después de la Segunda Guerra Mundial, entró a la sección francesa de la IV Internacional.
[12] Jean Zyromski (1890-1975). Fundador de la tendencia Batalla Socialista en la SFIO, era un funcionario del partido con tendencias pro stalinistas. A mediados de 1930 fue partidario de la “unidad orgánica” (fusión del PS y del PC), se unió al PC luego de la Segunda Guerra Mundial.
[13] Maurice Thorez (1900-1964). Simpatizó a mediados de la década del ´20 con la Oposición de Izquierda, pero después se convirtió en el principal stalinista de Francia, defensor de todos los virajes de la III Internacional y, después de la Segunda Guerra mundial, fue ministro del gobierno de De Gaulle.
[14] “¿Adónde va Francia?”, fin de octubre de 1934. (Nota de la versión francesa).
[15] Íbidem. (Nota de la versión francesa).
[16] Trotsky: “¿Qué hay detrás de la oferta de Stalin a un acuerdo con Hitler?”, marzo de 1939. (Nota de la versión francesa).
[17] Ibidem. (Nota de la versión francesa).
[18] Jean Rous (1908-1985) dirigía una de las tres fracciones del GBL. En 1936 fue delegado del SI en España. El Congreso de fundación de la IV lo eligió para el Comité Ejecutivo Internacional. En 1939 se llevó a una minoría del partido francés al PSOP (Partido Socialista Obrero y Campesino). Rompió con la IV en 1940, a principios de la Segunda Guerra Mundial y se unió al Partido Socialista en 1972.
[19] Pietro Tresso (1893-1943), comunista italiano que se unió a la Oposición de Izquierda en 1930, cuando vivía en Francia, exiliado de la Italia de Mussolini con el seudónimo Julián, fue electo para el Comité Ejecutivo Internacional en el Congreso de fundación de la IV Internacional. Encarcelado durante la Segunda Guerra Mundial, fue liberado por guerrilleros italianos y, aparentemente fue asesinado por los stalinistas.
[20] Pierre Naville (1906-1994), estudiante surrealista, luego dirigente de la Unión de Estudiantes Comunistas. Se encontró con Trotsky en Moscú en el año 1927 y se unió a la Oposición de Izquierda. Se convirtió en uno de los principales dirigentes a escala internacional. Abandonó la IV Internacional durante la Segunda Guerra y militó posteriormente en organizaciones socialistas de izquierda. Por otra parte, se convirtió en un renombrado sociólogo.
[21] Raymond Molinier (1904-1994), comunista francés ganado para la Oposición de Izquierda, será el hombre de confianza de Trotsky en Francia hasta 1935. Entre otras divergencias, un eje de la ruptura fue los manejos financieros que hacía Molinier, que Trotsky no aprobaba. Después de romper personalmente con Trotsky, funda el PCI (Partido Comunista Internacionalista) que publica el periódico La Commune. En 1945 participa en la fundación del Partido Comunista Internacionalista, que nada tiene que ver con el anterior. Se va de Francia por varios años. De regreso a Francia, milita en sus últimos días en la Liga Comunista Revolucionaria.
[22] Pierre Frank (1905-1984), dirigente de la Liga Comunista francesa y colaborador de Raymond Molinier en la década del ´30, más tarde fue miembro del Secretariado Internacional y del Secretariado Unificado de la IV Internacional.
[23] Carta de Jean Rous a Trotsky, 8 de julio de 1935, con el permiso de la Hougthon Library. (Nota de la versión francesa)
[24] Alfonso Leonetti (1895-1984), apodado también Torino, Martin y Feroci, fue un dirigente histórico del PC italiano, camarada de Gramsci. Fue uno de los tres expulsados del Buró Político del PCI, que formó la “Nueva Oposición Italiana”. Miembro de la dirección de la Oposición de Izquierda Internacional hasta 1936, se quiebra entonces e inicia un proceso de capitulación que termina con su reintegro a las filas del PCI luego de 1945.
[25] En el marco del «giro francés», los B.‑L. belgas habían decidido entrar en el partido obrero belga. Una minoría dirigida por Vereecken ‑políticamente próxima a Sneevliet‑, se había negado a seguirles y se encontraba organizada separadamente en el seno del grupo Spartakus. Después de la salida de los trotskistas del P.O.B., las dos organizaciones iban a reunirse de nuevo en octubre en el seno del partido socialista revolucionario.
[26] Notas del Secretariado Internacional, 12 de julio de 1935, con el permiso de la Hougthon Library. (Nota de la versión francesa).
[27] Marceau Pivert (1895-1958), profesor, se había unido a la SFIO luego de la ruptura de Tours. Había sido, junto con Zyromski, el dirigente de la tendencia “unitaria” Batalla Socialista, y uno de los dirigentes de la Federación del Sena. Después de romper con Zyromski, fundó en septiembre de 1935 la Izquierda Revolucionaria de la SFIO (GR). Trotsky, en ese momento, le dirige todos los golpes que le reserva en general a los “centristas”.
[28] JGS: Juventud de Izquierda Socialista y TPPS: En la primavera de 1935, por iniciativa de Marceau Pivert y del GBL, se creó en París una milicia socialista que se llamó TPPS (Toujours Prêts Pour Servir, Siempre Listos Para Servir). No había sobrevivido a la expulsión de los BL y sobre todo a la unánime condena de los diputados, en diciembre de 1935, a las “milicias de los partidos”.
[29] Jacques Duclos (1896-1975), diputado stalinista y miembro del Buró Político del PCF.
[30] Edouard Daladier (1884-1970). Radical-socialista, fue premier francés desde 1933 a 1934, cuando fue derrocado luego de un intento de golpe de estado fascista. Fue ministro de guerra durante el gobierno de León Blum. Fue nuevamente premier y firmó el pacto de Münich con Hitler.
[31] Carta de Jean Rous a Trotsky, 17 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[32] En L´Humanité, Jacques Duclos acusó a los trotskistas de haber levantado la consigna “¡Abajo el Frente Popular!”. (Nota de la versión francesa).
[33] Carta de Trotsky a Jean Rous, 11 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[34] Trotsky busca lograr aquí la fórmula adaptada a la situación francesa que equivaldría a la de los bolcheviques en 1917: “¡Rompan la coalición! ¡Echen a los ministros burgueses!”. Esta discusión no era nueva en las filas trotskistas. Trotsky había desarrollado este tema durante los primeros pasos de la república en España en 1931. Entonces, escribía a los dirigentes de la Oposición de Izquierda española que la vanguardia tenía interés en empujar a los socialistas a que tomen el poder y a obligarlos a romper la coalición con la burguesía:“Todo el mundo conoce el enorme rol que ha jugado, durante la coalición en Rusia de los socialistas conciliadores y de los liberales, la consigna bolchevique “Abajo los diez ministros capitalistas” […] Machacamos insistentemente eso: “Abajo los diez ministros capitalistas”. La consigna jugó un papel capital, ya que le permitió a las masas convencerse que los socialistas conciliadores apoyaban más a los ministros capitalistas que a las masas obreras […] La consigna “Abajo Zamora-Maura” es totalmente oportuna. Solamente hay que entender una cosa: los comunistas no hacen agitación a favor de un ministro socialista, pero a cada instante, dirigen sus golpes contra el enemigo más determinado y más consecuente, y por ese medio debilitan a los conciliadores y le despejan el terreno al proletariado. Los comunistas dicen a los obreros socialistas: “Ustedes confían en sus jefes socialistas: oblíguenlos a tomar el poder. Les queremos ayudar en parte, aunque no confiamos en ellos. Y cuando estén en el poder, los pondremos a prueba, y veremos bien quién tenía razón, ustedes o nosotros”. (L.T. Carta al S.I., 24 de junio de 1931, “Por la ruptura de la coalición con la burguesía” en La Revolución Española. (Nota de la versión francesa).
[35] Carta de Trotsky a Jean Rous, 20 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[36] Cambronne era mayor general de la Guardia Imperial. (Nota de la versión francesa).
[37] Edouard Herriot (1872-1957) dirigente del burgués Partido Radical, en la década del ‘20 buscaba alianzas con el Partido Socialista, primera aproximación al Frente Popular.
[38] Carta de Trotsky a Jean Rous, 22 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa)
[39] Carta de Trotsky a Jean Rous, 26 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa)
[40] Carta de Leonetti a Trotsky, 25 de julio de 1935, con el permiso de la Hougthon Library. (Nota de la versión francesa)
[41] La mayoría de los líderes liberales, demócratas y socialdemócratas que habían abandonado el Parlamento, luego del asesinato de Matteotti, en junio de 1924, crearon en abril de 1927, a instancias de la Liga de los Derechos del Hombre, la Concentración Antifascista, cartel de organizaciones cuya sede estaba en París, su periódico, La Liberté, y su dirigente, Claudio Treves. Se dislocó en mayo de 1934. (Nota de la versión francesa).
[42] Carta de Trotsky a Jean Rous, 20 de julio de 1935, con el permiso de la Houghton Library. Trotsky volverá sobre este tema a principios de julio de 1936, en un texto dirigido al dirigente holandés Sneevliet, en conflicto con sus camaradas de la dirección del RSAP con respecto a la actitud que debía tomar, en su calidad de diputado, frente a una propuesta de ley dirigida por el gobierno holandés Colijn contra los grupos paramilitares del partido nazi holandés.Trotsky explica que los trotskistas deben votar contra “todas las medidas” que fortalezcan al estado capitalista bonapartista, aún cuando se trate de una medida que pueda causar una dificultad pasajera al fascismo y agrega:“De manera general, es necesario que seamos muy firmes con respecto al ‘antifascismo’ abstracto, que a veces afecta incluso a nuestros camaradas. El ‘antifascismo’ no es nada, es un concepto vacío que sirve para cubrir las canalladas del stalinismo. Es en nombre del ‘antifascismo’ que se organiza la colaboración de clases con los radicales. Muchos de nuestros camaradas desearían aportar al Frente Popular, es decir, a la colaboración de clases, un apoyo positivo del tipo del que estamos dispuestos a acordar al frente único, es decir, a la separación del proletariado respecto de las otras clases. De la consigna totalmente errónea de ‘Frente Popular al poder’, se llega más lejos y se declara dispuesto a apoyar al bonapartismo, porque el voto a favor de la ley antifascista de Colijn no significaría otra cosa que un apoyo directo al bonapartismo.Como el camarada Parabellum [Maslow] –a juzgar de acuerdo a sus citas- ha desarrollado en De Internationale un punto de vista incorrecto y peligroso sobre el Frente Popular, es tanto más necesario estar firme en el partido holandés contra este ‘antifascismo’ abstracto con consecuencias oportunistas”. “El antifascismo no es nada”, 13 de enero de 1936. (Nota de la versión francesa). La carta está publicada en los “Escritos” con el título “La democracia burguesa y la lucha contra el fascismo”, 13 de enero de 1936.
[43] Carta de Trotsky a Leonetti, 2 de agosto de 1935, con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa)
[44] Fred Zeller (1912-2003). Estudiante de Bellas Artes, Zeller se une a la Juventud de la SFIO en 1931. En 1934 es dirigente de las Juventudes Socialistas del Sena y se opone a la dirección socialista, a la que acusa de capitular ante el ascenso del fascismo. Expulsado en 1935, funda las Juventudes Socialistas Revolucionarias y se acerca a los trotskistas. En ese mismo año, visita a Trotsky en Noruega. A partir de 1945, Zeller se dedicará principalmente a la pintura.
[45] Se refiere a la ley que pretendía extender el servicio de conscripción en Francia a dos años.
[46] León Blum (1872-1950). Presidente de la SFIO en la década de 1930 y premier del primer gobierno de Frente Popular en Francia en 1936.
[47] Marcel Cachin (1869-1958). Socialdemócrata que apoyó la Primera Guerra Mundial; se volvió comunista en 1920, y luego stalinista incondicional. Apoyó el gobierno burgués francés luego de la Segunda Guerra Mundial.
[48] Jean-Baptiste Lebas (1878-1944), funcionario de la SFIO, ministro de trabajo durante el gobierno de Blum.
[49] Carta de Trotsky a Jean Rous, 30 de julio de 1935, Œuvres, 6, p. 96. (Nota de la versión francesa).
[50] Durante los acontecimientos, la prensa incriminó sobre todo al secretario adjunto de la unión local CGTU de Brest, Paul Valière. L´Humanité no dijo nada en defensa de Paul Valière que luego fue expulsado del Partido Comunista.Jean Rous había ido a Toulon. Había informado a Trotsky del hecho que los dirigentes del Partido Comunista sólo habían podido calmar la oposición de base dándoles la secreta seguridad que el lenguaje mantenido en L´Humanité era sólo una “astucia de guerra” destinada a engañar a los radicales y a los socialistas, pero que en realidad el Partido Comunista preparaba la toma del poder. Trotsky consideraba que allí estaba la expresión del hecho que el estado de ánimo “tercer período” todavía era muy vivaz en la conciencia de los trabajadores influenciados por el Partido Comunista, mientras que, por otra parte, el giro “patriótico” del PC le aportaba nuevas capas bastante alejadas de la clase obrera que sólo veían en el Partido Comunista al ala más enérgica del Frente Popular.Estimaba que la acumulación dentro del Partido Comunista y su periferia de estas tendencias contradictorias podía conducir a nuevas explosiones. Así, luego del congreso de Mulhouse del Partido Socialista, le había pedido a sus camaradas orientar su trabajo en dirección a la base del Partido Comunista. Las posibilidades de la SFIO estaban agotadas, el momento parecía propicio para ganar la confianza de la base comunista, mientras los jefes del PC se desviaban de los obreros para ganarse la confianza de la burguesía radical. (Nota de la versión francesa).
[51] Carta de Trotsky a la dirección del GBL, 11 de agosto de 1935, Œuvres, 6, p. 120. (Nota de la versión francesa).
[52] El Partido de los Trabajadores Socialistas (SAP) fue uno de los que apoyó la realización de una conferencia de partidos y grupos independientes que se iba a reunir en agosto de 1933; primero se fijó Bruselas y luego París como lugar de realización de esa conferencia. El SAP se formó en octubre de 1931, después que los socialdemócratas expulsaron a varios izquierdistas encabe­zados por Max Seydewitz. En la primavera de 1932 hubo una ruptura en la Oposición Comunista de Derecha de Alemania (KPO, los brandleristas) y un grupo de ochocientos militantes dirigidos por Jakob Walcher entró al SAP. Cuando Seydewitz y otros de los fundadores se fueron, los ex brandleristas tomaron la dirección del SAP, que reclamaba contar con catorce mil miembros; después que Hitler tomó el poder se vieron muy reducidos. En la conferencia de París de 1933 el SAP, junto con la Oposición de Izquierda y dos par­tidos holandeses, firmó una declaración que proclamaba la necesidad de una nueva internacional, y simultáneamente votó una resolución opuesta. Trotsky insistía en la fusión de la sección alemana de la Oposición y el SAP, pero los dirigentes del SAP se negaron. Posteriormente, el SAP, junto con otros afiliados a un agrupamiento centrista internacional, la Comunidad Internacional del Trabajo (IAG), se convirtió en un activo adversario de una nueva interna­cional revolucionaria.
[53] Carta de Trotsky a Jean Rous, 16 de octubre de 1935. con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa) (Nota de la versión francesa).
[54] Georgi Dimitrov (1882-1949). Dirigente del PC búlgaro que emigró a Alemania. Luego se trasladó a la URSS donde obtuvo la ciudadanía soviética y ocupó el puesto de secretario de la Comintern entre los años 1934 y 1943. Después de la Segunda Guerra Mundial fue premier de Bulgaria (1946-1949).
[55] Carta de Trotsky a Jean Rous, 17 de septiembre de 1935. con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[56] Carta de Trotsky a Jean Rous, 13 de noviembre de 1935. con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[57] Carta de Trotsky a Jean Rous, noviembre de 1935. con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[58] Carta de Trotsky a Jean Rous, 13 de noviembre de 1935. con el permiso de la Houghton Library. (Nota de la versión francesa).
[59] Trotsky, “Ante la segunda etapa”, 9 de julio de 1936, Œuvres, 10, p. 118. (Nota de la versión francesa)
[60] François de Wendel (1874-1949), poderoso industrial, dueño de minas, proveniente de una familia noble. Electo senador en 1933.
[61] François de la Rocque, destacado dirigente fascista en Francia. Fusionó la dirigencia de la organización veterana Croix de Feu, con otra nacionalista y organizaciones del ala derecha, en el “Partido Socialista Francés” (fascista) en junio de 1936, cuya legalidad fue reconocida por Blum luego que Croix de Feu hubiera sido proscripta como una organización semi militar.
[62] Carta de Trotsky al B.P. del POI, 21 de junio de 1936. Œuvres, 10, p. 213. (Nota de la versión francesa).
[63] Yvan Delbos (1885-1956), miembro del Partido Radical. Durante el gobierno del Frente Popular, ocupó los cargos tanto de ministro de asuntos extranjeros como el de ministro de educación nacional. Jefe de la diplomacia desde 1936-1938, adopta una política conciliadora frente a la Alemania nazi.
[64] Marc Rucart (1893-1964), abogado, miembro del Partido Radical, ocupó entre 1928 y 1958 el cargo de diputado y senador.
[65] Carta de Trotsky al B.P. del POI, 19 de julio de 1936. Œuvres, 10, p. 271. (Nota de la versión francesa).
[66] Trotsky, “Las dificultades de la sección francesa”, 11 de julio de 1936, Œuvres, 10, p. 222. (Nota de la versión francesa).



La Oposición de Izquierda en Francia