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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

¡C' est la marche des evenements!

¡C’ est la marche des evenements!

¡C’ est la marche des evenements![1]

 

 

25 de febrero de 1929

 

 

 

El escándalo es la sombra inseparable de la política. Sin embargo, en lo que se refiere a mi expulsión de la Unión Soviética, esta sombra ha adquirido dimensiones excesivamente grotescas. Por otra parte, el sensaciona­lismo es incompatible con la política proyectada sobre grandes objetivos. Al escribir estas líneas no me pro­pongo aumentar el escándalo sino, por el contrario, socavarlo, presentando ante la opinión pública una in­formación objetiva, en la medida en que en la lucha política es factible ser objetivo.

Para mellar el filo del sensacionalismo, permítaseme comenzar con una cuestión que, suponemos, el lec­tor medianamente informado no desconoce: nuestra actitud hacia la Revolución de Octubre, el poder soviético, la doctrina marxista y el bolchevismo[2] sigue siendo la misma. No medimos el proceso histórico con la vara de nuestro destino personal.

Es cierto que ahora recurro a un medio de comuni­cación con el público bastante excepcional, si se tiene en cuenta qué métodos utilicé siempre en el curso de mi vida política. Pero esto se debe al carácter excepcio­nal de las circunstancias en que me encuentro actualmente.

En torno al problema de mi suerte personal se acumuló una montaña de especulaciones, inventos y fantasías, lo que no me molestaría en lo más mínimo si no resultara, al mismo tiempo, perjudicial para la causa a la que serví y sigo sirviendo. No tengo motivos para hacer un misterio de mi destino personal, sobre todo porque de un modo u otro se encuentra vinculado a intereses de carácter general. Todo lo contrario. Ahora más que nunca me interesa presentar los hechos tal como son, no sólo ante mis amigos sino también ante mis enemigos. Mi objetivo no es la propaganda sino la información. La condición previa que le impuse a la agencia noticiosa fue libertad absoluta para plantear mi punto de vista. Mis artículos se publicaban textualmente no se publicaban.

Escribo desde Constantinopla, adonde llegué el 12 de febrero desde Odesa en la nave soviética Ilich. Yo no elegí este lugar de residencia, a pesar de lo que afirman algunos diarios. Mis amigos más íntimos de Alemania y Francia tuvieron toda la razón al suponer que se me trajo a Turquía contra mi voluntad.

Cuando el funcionario de policía turco abordó el vapor en Buyukdere para controlar los documentos de los pasajeros -no había otros en el barco aparte de mi familia y los agentes de la GPU-,[3] le entregué la siguiente declaración para que la transmitiera al presi­dente de la república turca, Kemal Pasha:[4]

“Estimado señor: al entrar a Constantinopla tengo el honor de informarle que no llegué a la frontera turca por propia elección, y que el empleo de la fuerza en mi contra será la única razón que me obligue a cruzar esta frontera. Le ruego, señor presidente, que acepte de mi parte los sentimientos adecuados a la ocasión. L. Trots­ky. 12 de febrero de 1929.”

Puesto que se me expulsaba de la URSS bajo mi enérgica protesta, hubiera preferido, naturalmente, ir a un país cuyo idioma, vida social y cultura me resulta­ran conocidos. Pero los intereses de los exiliados rara vez son compatibles con los de quienes los exilian.

Así sucedió en 1916, cuando el gobierno de la repú­blica francesa me deportó por la fuerza a España, país cuyo idioma desconocía. A su vez, el gobierno liberal español del señor Romanones no me concedió tiempo suficiente para aprender el idioma de Cervantes, ya que se apresuró a arrestarme sin la menor causa y a deportarme al otro lado del Atlántico.[5] Si la satisfacción ante el mal ajeno fuera un sentimiento licito en política, podría afirmarse que pronto tuve amplios motivos de regocijo: Malvy, ministro del interior radical que ordenó mi expulsión de Francia, fue expulsado de ésta po­co después que el gobierno de Clemenceau.[6] Pero hubo más. El jefe de la policía política francesa, señor Bidet-“Fauxpas”, cuyos informes fundamentaron mi expulsión de Francia en 1918, fue arrestado en Rusia, donde se encontraba cumpliendo una misión no del todo amistosa. Cuando lo tuve ante mí en el comisariado de guerra, el señor Bidet respondió a mi pregunta de “¿Cómo llegó a suceder esto?” con una frase un tanto vaga pero, a su manera, magnifica: C’est la  marche des evénements! [¡Es la marcha de los acontecimientos!].

En la época que se inició con la última guerra predominan las grandes convulsiones y los graves virajes políticos. Hemos sido testigos de grandes sorpresas, y lo seremos por mucho tiempo todavía. En todos los casos nos resultará útil, la clásica frase del filósofo policial:

C ’est la marche des evénements!

No ocultaré que no considero mi expulsión de la Unión Soviética como la última palabra de la historia. Desde luego, no se trata solamente de mi destino personal. Por cierto, los altibajos de la historia son tortuosos, pero en la escuela de la objetividad histórica he aprendido a arreglármelas con lo que me brinda la marcha de los acontecimientos.

Establezcamos en primer término los hechos necesarios para comprender lo ocurrido.

En enero de 1928, el Decimoquinto Congreso del Partido Comunista Soviético, en realidad un congreso de los burócratas de la fracción de Stalin, expulsó del Partido a la Oposición y aprobó el empleo de la represión gubernamental en contra de ésta.[7] Poco después, muchos cientos - en este momento ya son muchos miles- de militantes de la Oposición fueron desterrados a diversos lugares de Siberia y Asia central.

Entre ellos estaban: Cristian Rakovski, ex presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania, embajador en Francia, que cuenta en su haber con cuarenta años de lucha en las filas de la clase obrera de Francia, Bulgaria, Rumania y Rusia; Karl Radek, uno de los escritores marxistas más conocidos internacionalmente; I. N. Smirnov, comisario del pueblo hasta el momento de su arresto y uno de los más antiguos constructores del partido; Smilga, uno de los organizadores de la Revolución de Octubre y del Ejército Rojo; Preobrashenski, economista muy erudito, asesor financiero durante las negociaciones con Francia; Muralov y Mrajkovski, organizadores del Ejército Rojo y mariscales de la guerra revolucionaria; Beloborodov, comisario del pueblo del interior antes de su deportación; Sosnovski, que prestó brillantes servicios al Partido como periodista; Kasparova, dirigente del trabajo del partido y la Comintern entre las mujeres de Oriente; Boguslavslki, ex presidente del “joven” Consejo de Comisarios del Pueblo, y muchos más.[8]

La vida de estas personas y de decenas de oposicionistas que no he nombrado está inseparablemente ligada a la historia épica de tres revoluciones: 1905, Febrero de 1917 y Octubre de 1917.[9] Los destinos perso­nales de muchos de ellos podrían servir de tema para grandes tragedias. Más importante aun; es indiscutible que, desde el punto de vista político, estos exiliados le prestaron a la república soviética servicios infinitamente mayores que quienes los desterraron.

El lugar escogido para mi exilio fue Alma-Ata, la nueva capital de Kazajstán, ciudad palúdica de terremotos e inundaciones ubicada al pie de la cadena montañosa de Tianshan, distante unos doscientos veinticinco kilómetros del ferrocarril más cercano y tres mil setecientos cincuenta kilómetros de Moscú.

Aquí mi esposa, mi hijo[10] y yo pasamos un año en compañía de los libros... y de la naturaleza, que en estas regiones es realmente magnífica. Los diarios y cartas tardaban entre veinte días y un mes o dos en llegar, según la época del año y el humor de las autoridades de Moscú.

Aunque a cada paso nos encontrábamos con amigos desconocidos, estábamos totalmente aislados de la población circundante, porque cualquiera que intentara establecer contacto con nosotros era castigado, a veces con severidad. Nuestros únicos vínculos con el mundo exterior eran las excursiones de caza que emprendíamos mi hijo y yo, acompañados por agentes de la GPU, en las cuales hacíamos durante semanas enteras vida de nómades en los salitrales y las estepas semidesérticas, acampando bajo las estrellas o en las kibitkas de los kirguises y viajando en camello. Esta zona es famosa por su abundancia de cabras salvajes, jabalíes, patos, gansos y otros animales, pero también por sus víboras venenosas, escorpiones y arañas. En enero de este año me llegó un telegrama informándome que tres tigres habían aparecido a doscientos veinticinco kilómetros de Alma-Ata y se acercaban por el río Ili desde el lago Baljash. Mi hijo y yo nos preguntábamos si debíamos declarar la guerra -calificándola de defensiva, claro está- o apelar al antibélico Pacto Kellogg.[11] Estos tigres viejos, experimentados y astutos, sin duda se hubieran amparado en el Pacto Kellogg -veamos, si no, el ejemplo de Clemenceau- porque, después de todo, lo que decide el desenlace es, en última instancia, la fuerza de las propias garras.

Mi hijo y yo todavía no habíamos tomado una determinación respecto de estos depredadores del Baljash cuando un nuevo giro de la situación vino a cambiar radicalmente nuestra suerte.

Comenzó con nuestra correspondencia. Durante los diez primeros meses de exilio aproximadamente el cincuenta por ciento de nuestras cartas, aunque censuradas, llegaba a su destino. La correspondencia entre los deportados llegó a ser muy amplia. A veces las cartas eran verdaderos tratados políticos; se las reproducía totalmente y, llegaban a los centros políticos del país y traspasaban sus fronteras. Se las imprimía y distribuía de las más diversas maneras. Hacia fines de octubre del año pasado se produjo un cambio repentino. Nuestra comunicación con los compañeros, amigos y aun parientes se interrumpió de pronto; no nos llegaban más cartas ni telegramas. Por una vía especial nos enteramos de que en la oficina telegráfica de Moscú se amon­tonaban los telegramas dirigidos a mí, sobre todo durante las jornadas de conmemoración de la Revolución de Octubre y otros aniversarios revolucionarios. El cerco en torno nuestro se estrechaba más y más.

Debe tenerse en cuenta que no sólo a las bases sino también a los funcionarios les resultaba difícil aceptar estas represalias contra los líderes de la Revolución de Octubre. La cúpula los tranquilizaba con el argumento de que estas medidas severas asegurarían la plena unanimidad en el partido y le permitirían trabajar en paz. La fracción stalinista creía, o al menos prometía, que con el envío de los dirigentes de la Oposición al exilio interno las actividades de los “trotskistas” llegarían a su fin.

Pero eso fue precisamente lo que no sucedió. El año que siguió al Decimoquinto Congreso fue el más problemático en toda la existencia del partido. En efecto, sólo después del Decimoquinto Congreso amplios sectores del partido y de la clase obrera comenzaron a interesarse verdaderamente por lo que ocurría en la cúpula y comprendieron que debían de estar en juego profundas diferencias principistas, ya que decenas, cientos y aun miles de personas conocidas en todo el país o, al menos, en sus regiones, distritos o fábricas, estaban dispuestos a sufrir por sus ideas la expulsión del partido y la deportación. Durante 1928, a pesar de las continuas oleadas represivas, la Oposición creció de manera notable, sobre todo en las grandes plantas industriales. Esto provocó una intensificación de la represión y, en particular, la prohibición a los exiliados de mantener correspondencia, inclusive entre ellos. Esperábamos otras medidas del mismo tipo, y no nos equivocamos.

El 16 de diciembre llegó desde Moscú un represen­tante especial de la GPU y, en nombre de esa institución, me entregó un ultimátum: o dejaba de conducir la lucha de la Oposición o se tomarían medidas para aislarme totalmente de la vida política. Nada se dijo de enviarme al exterior. Por lo que podía colegir, se trataba de medidas de carácter interno. Respondí a este “ulti­mátum” con una carta dirigida al Comité Central del partido y al presidium de la Comintern,[12] donde establecía ciertos principios básicos. Considero oportuno reproducir aquí algunas citas de esa carta:

“La exigencia de que me abstenga de la actividad política equivale a exigirme que renuncie a la lucha por los intereses del proletariado, lucha que vengo libran­do ininterrumpidamente desde hace treinta y dos años, a lo largo de mi vida consciente. El intento de presentar esta actividad como ‘contrarrevolucionaria’ proviene de aquéllos a quienes acuso ante el proletariado internacional de pisotear las enseñanzas fundamentales de Marx y Lenin,[13] de perjudicar los intereses históricos de la revolución mundial, de romper con las tradiciones y herencia de Octubre y de allanar inconscientemente -y, por lo tanto, más peligrosamente- el camino del termidor.”[14]

Omito los párrafos siguientes del documento, en los que enumeré nuestras principales diferencias respecto de las cuestiones internas e internacionales. Más abajo, la carta dice:

“ Un período de reacción no sólo puede sobrevenir después de una revolución burguesa, sino también después de una revolución proletaria. Durante seis años hemos vivido en la URSS una creciente reacción contra Octubre, que le allana el camino al termidor. Dentro del partido, la expresión más patente y acabada de esta reacción es la persecución y liquidación organizativa del ala izquierda.

“En sus intentos recientes de oponer resistencia a los elementos abiertamente termidorianos, la fracción stalinista se alimenta de las ‘migajas’ de las ideas de la Oposición. Carece de creatividad propia. La lucha contra la izquierda la privó de toda estabilidad. Su práctica política no tiene fundamento; es falsa, contradictoria e indigna de confianza. La ruidosa campaña contra el peligro de la derecha es, en sus tres cuartas partes, un engaño y sirve ante todo para encubrirse ante las masas, para ocultar la verdadera guerra de aniquilación contra los bolcheviques leninistas.”

Mi carta termina:

“En nuestra declaración al Sexto Congreso [Mundial] [...], ante la acusación de que hacíamos trabajo fraccional, respondimos diciendo que sólo si se derogaba el Artículo 58,[15] dirigido arteramente en contra de nosotros, y si se nos reincorporaba al partido, no como pecadores arrepentidos sino como combatientes revolucionarios que no traicionan su bandera, pondríamos fin al mismo. Y como si ya entonces conociéramos el ultimátum que luego se me entregó, escribimos lo siguiente, palabra por palabra:

“ ‘Sólo burócratas totalmente corrompidos podrían exigirle semejante renuncia a los revolucionarios [renuncia a la actividad política, es decir, a servir al partido y al proletariado internacional]. Sólo despre­ciables renegados podrían hacer semejante promesa’.

“No puedo cambiar una sola de esas palabras.

“Cada uno hace lo suyo. Ustedes quieren seguir conduciendo las cosas acicateados por fuerzas de clase hostiles al proletariado. Nosotros conocemos nuestro deber y lo cumpliremos hasta el fin. L. Trotsky.[16] Alma-Ata. 16 de diciembre de 1928."



[1] C’est la Marche des Evénements del folleto Jto i Kak Proizoslo (¿Qué sucedió y cómo?), publicado en lengua rusa, París, 1929. Traducido [al in­glés] para este volumen [de la edición norteamericana] por George Saun­ders; apareció simultáneamente una traducción, en el New York Times del 26 de febrero de 1929 (Trotsky narra la verdadera historia de su persecución) y en otros importantes periódicos de todo el mundo. Este folleto fue el primer escrito de Trotsky después de llegar a Turquía desde la Unión Soviética. Como por primera vez se expresaba pública y libremente sobre la lucha que se había desarrollado en al Partido Comunista de la Unión Soviética después de la muerte de Lenin, su narración despertó considerable interés. Una firma nor­teamericana, Current News Features, Inc., compró los derechos de traducción y distribución del folleto, que se publicó en una serie da artículos en revistas y periódicos. Como Lenin, la mayor parte de lo que Trotsky escribía estaba destinado a los militantes de las organizaciones revolucionarias y a los lecto­res de la prensa de izquierda; pero los artículos de este folleto iban dirigidos a un público más amplio y heterogéneo.

[2] El bolchevismo: tendencia marxista organizada y dirigida por V. I. Lenin. Se formó en 1903 como fracción interna (opuesta a los mencheviques) del Par­tido Obrero Socialdemócrata Ruso, sección de la Segunda Internacional; pasó luego a ser una organización independiente, el Partido Bolchevique, nombre con el que dirigió en 1917 la Revolución de Octubre; en 1918 lo cambió por el de Partido Comunista (Bolchevique); en 1919 participó en la fundación de la Internacional Comunista y constituyó su sección rusa.

Trotsky entró al Partido Bolchevique en 1917, y consideró a la Oposición de Izquierda como la continuadora, después de la muerte de Lenin, del bol­chevismo auténtico. Se llamaba “viejos bolcheviques” a los que entraron al partido antes de 1917, es decir a los miembros de la “vieja guardia” partidaria. Aunque el calificativo tenía una connotación honorífica, Lenin a veces lo utilizaba despectivamente para referirse a los veteranos del partido que no habían aprendido nada en mucho tiempo.

[3] GPU: nombre abreviado del departamento de la policía política soviética; también se lo llamaba Cheka, NKVD, MVD, KGB, etcétera, pero GPU es el más usado.

[4] Kemal Atartuk (1880-1938): Conocido antes de 1934 como Kemal Pasha, fue presidente de Turquía desde 1923, durante cuatro períodos presidenciales consecutivos, hasta su muerte. Se lo considera fundador de la moderna Turquía, en donde aplicó un programa de occidentalización.

[5] Conde Alvaro Romanones (1863-1950): industrial español y gran terrateniente; estadista monárquico partidario de la reforma de la monarquía. Trotsky fue expulsado de España a fines de 1916, cuando hacía menos de dos meses que estaba allí; en enero, viajó a Nueva York, de donde partió en marzo; lo detuvieron en Canadá y volvió a Petrogrado en mayo de 1917.

[6] Louis Malvy (1875-1949): radical-socialista que fue ministro de interior desde 1914 hasta 1917, cuando se lo acusó de negligencia; se exilió por cinco años en España. En 1924 fue reelecto para la Cámara de Diputados. George Clemenceau. (1841-1929): radical-socialista en su juventud, llegó a ser uno de los principales políticos burgueses de Francia. Primer ministro desde 1917 hasta 1920, fue uno de los artífices fundamentales del Tratado de Versalles y promotor de la intervención imperialista contra la Unión Soviética.

[7] Trotsky se equivocó en la fecha del Decimoquinto Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Se reunió en diciembre de 1927, no en enero de 1928; la deportación en gran escala de oposicionistas de Izquierda comenzó en enero. José Stalin (1879-1953): viejo bolchevique, fue electo comisario de nacionalidades del primer gobierno soviético y en 1922 secretario general del PC. Lenin planteó en 1923 que se lo removiera de ese cargo debido a que Stalin lo estaba utilizando para burocratizar los aparatos del partido y del estado. Después de la muerte de Lenin (1924), Stalin fue eliminando a sus principales adversarios, hasta que se convirtió en virtual dictador de la Unión Soviética en la década del 30. Los principales conceptos asociados a su nombre son “socialismo en un solo país”, “social-fascismo” y “coexistencia pacífica”. La Oposición de Izquierda  (bolcheviques leninistas) se formó en 1923 como fracción del PCUS; los stalinistas y otras corrientes llamaban “trotskistas” a sus militantes, término que a Trotsky le disgustaba y generalmente ponía entre comillas cuando tenía que utilizarlo. Después que Trotsky fue exiliado en Turquía y estableció un contacto más estrecho con los grupos de la Oposición de otros países, se organizó la Oposición de Izquierda Internacional como fracción de la Internacional Comunista. Hasta 1933 la Oposición de Izquierda Internacional bregó por la reforma de la Comintern y sus partidos; después, considerando que ésta era una tarea imposible de llevar a cabo, impulsó la formación de una nueva Internacional. En 1938 se reunió la Conferencia de Fundación de la Cuarta Internacional. Las resoluciones, tesis en informes aprobados por las primeras conferencias internacionales de la Oposición de Izquierda Internacional y de la Cuarta Internacional están reunidos en Documents ofthe Fourth International: The Formative Year ( 1933- 1940) [Documentos de la Cuarta Internacional: los años de formación] Pathfinder Press, 1973.

[8] Prácticamente todos estos dirigentes de la oposición de Izquierda, después que los expulsaron y exiliaron, sucumbieron a las presiones del aparato stalinista, renunciaron a sus posiciones y trataron de que los readmitieran en el PCUS. Karl Radek (1885-1939), Ivan T. Smilga (1892-193?) y Eugene Preobrashenski (1886-1937) capitularon en julio de 1929; Ivan N. Smirnov (1881.1936) en octubre de 1929, seguido por Mijail Boguslavski ( 1886-1937), Serguei Mrajovski (1883-1936) y Alexander Beloborodov (1891-19838); Cristian Rakovski (1873-1941) y Lev S. Sosnovski (1888-1937) recién en 1934; Nikolai L. Muralov (1877-1937) abandonó la Oposición sin una capitulación formal previa. Pese a su capitulación, fueron acusados, declarados culpables y ejecutados o encarcelados después de los Juicios de Moscú de 1936 a 1938 o, como Kasparova y Smilga desaparecieron sin juicio previo.

[9] La revolución de 1905, en la que surgieron los soviets ( consejos) no logró derrocar al zarismo. La primera de las dos revoluciones de 1917, que se realizó en febrero según el viejo calendario ruso, condujo a la abolición del zarismo y a la creación de un gobierno Provisional burgués que contó con el apoyo de los resurgidos soviets. La segunda revolución, que se realizó en octubre derrocó al Gobierno Provisional y creó un nuevo tipo de gobierno, basado en los soviets, que ya entonces estaban dirigidos por los bolcheviques.

[10] La esposa de Trotsky era Natalia Sedova (1882-1962) y su hijo León Sedov (1906-1938). Ambos acompañaron voluntariamente a Trotsky cuando fue deportado a Alma-Ata en 1928, exiliado en Turquía en 1929. Natalia Sedova, que se ligó al movimiento revolucionario cuando era estudiante, fue directora de museos en la Rusia soviética y del departamento de arte del comisariado de educación. Sedov fue una importante figura política con personalidad propia; coeditó con Trotsky el Biulleten Opszitsi y fue durante años miembro del Secretariado Internacional. Murió en un hospital de París, poco antes de la fundación de la Cuarta Internacional, en circunstancias que indican que fue víctima de un asesino de la GPU. Trotsky escribió en memoria de él. León Sedov, hijo, amigo, luchador, publicada en Escritos (1937-38), tomo IX, Pluma, Bogotá, 1977.

[11] EI Pacto Kellogg: acuerdo impulsado por el secretario de estado de Estados Unidos Frank Kellogg (1856-1937), por el que se renunciaba a la guerra como instrumento de la política nacional. Originalmente lo firmaron quince países y luego fue ratificado por un total de sesenta y tres, entre ellos la Unión Soviética. El sarcasmo de Trotsky refleja su opinión contraria al tratado y a la adhesión de la Unión Soviética.

[12] La Comintern (Internacional Comunista o Tercera Internacional): organizada bajo la dirección de Lenin como sucesora revolucionaria de la segunda Internacional. En la época de Lenin sus congresos se reunían anualmente -los cuatro primeros desde 1919 hasta 1922- a pesar de la Guerra civil y de la situación insegura de la Unión Soviética. Trotsky consideraba las tesis de los cuatro primeros congresos de la Comintern como la piedra fundamental programática de la Oposición de Izquierda Internacional y de la Cuarta Internacional. El Quinto Congreso, ya controlado por el aparato de Stalin-Zinoviev- Kamenev, se reunió en 1924, el Sexto recién en 1928 y el Séptimo en 1935. Trotsky llamaba a este último el “congreso de la liquidación” (ver Escritos 1935-36), y fue en realidad el último antes de que Stalin anunciara su disolución en 1943, en un gesto de conciliación con sus aliados imperialistas.

[13] Karl Marx (1818-1883): junto con Friedrich Engels, el fundador del socialismo científico y dirigente de la Primera Internacional. Vladimir lich Lenin ( 1870-1924): restauró el marxismo como teoría y práctica de la revolución en la época imperialista después que lo envilecieron los oportunistas, revisionistas y fatalistas de la Segunda Internacional. La tendencia bolchevique, que él dirigió, fue la primera en señalar la clase de partido necesario para conducir una revolución obrera. Fue el primer marxista que comprendió y explicó en toda su profundidad la importancia fundamental de las luchas nacionales y coloniales. En 1917 dirigió la primera revolución obrera triunfante y fue jefe del primer gobierno soviético. Fundó la Internacional Comunista y colaboró en la elaboración de sus principios, estrategia y táctica. Se disponía a combatir la burocratización del PC y del estado soviéticos. Pero murió antes de poder hacerlo.

[14] El 9 de termidor (27 de julio) de 1794: de acuerdo con el calendario implantado por la Revolución Francesa, el día en que el ala derecha de los revolucionarios derrocó a los jacobinos radicales encabezados por Robespierre aunque los termidorianos iniciaron una etapa de reacción política que culminó el 18 de brumario (19 de noviembre de 1799) con la toma del poder por Napoleón Bonaparte, no llegaron hasta la restauración del sistema feudal. Trotsky llamaba termidoriana a la conservadora burocracia stalinista porque consideraba que su política le allanaba el camino a la contrarrevolución capitalista. Hasta 1935 Trotsky utilizó la analogía del Termidor cuando se refería a la posibilidad de un verdadero traspaso del poder de una clase a otra, es decir del triunfo de la contrarrevolución burguesa en la URSS. En 1935 modificó si teoría y a partir de entonces utilizó la analogía para referirse al proceso reaccionario que se dio “sobre las bases sociales de la revolución” y por lo tanto no alteró el carácter de clase del estado (ver El estado obrero, termidor y bonapartismo, en Escritos 1934-35)

[15] El artículo 58 del Código Penal soviético preveía el castigo de los que realizaran actividad contrarrevolucionaria contra el estado soviético. Stalin lo convirtió en un instrumento de su fracción para encarcelar, exiliar, desterrar o ejecutar a los enemigos comunistas del aparato burocrático.

[16] León Trotsky (1879-1940): en 1896 se hizo revolucionario; en 1902 colaboró con Lenin en Iskra (La Chispa). Al año siguiente rompió con Lenin por las diferencias que tenía con él sobre el carácter del partido revolucionario y se alineó junto a la fracción menchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. En 1904 rompió con los mencheviques y durante la década siguiente trató de reunificar a las fracciones del POSDR. En la revolución de 1905 dirigió el soviet de Petrogrado y desarrolló la teoría de la revolución permanente. En 1905 escribió el Manifiesto de Zimmerwald contra la guerra. En 1917 entró al Partido Bolchevique, fue electo para su Comité Central y organizó la insurrección que hizo posible el estado soviético. Su primer cargo gubernamental fue el de comisario de relaciones exteriores. Más tarde, como comisario de guerra, organizó el Ejército Rojo y lo condujo a la victoria luego de tres años de guerra civil e intervención imperialista. En 1923 formó la Oposición de Izquierda y luchó durante una década para recuperar a la Unión Soviética y la Comintern para el internacionalismo leninista y la democracia proletaria. Derrotado por la fracción de Stalin, fue expulsado del PC y de la Comintern y exiliado en Turquía en 1929. En 1933 abandonó su intento de reformar la Comintern y llamó a la creación de una nueva internacional. Consideraba que el trabajo más importante de su vida fue la creación de la Cuarta Internacional.



Libro 1