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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El SAP y la Carta Abierta

El SAP y la Carta Abierta

El SAP y la Carta Abierta[1]

 

 

2 de julio de 1935

 

 

Al Secretariado Internacional

 

Queridos amigos:

 

Debo reconocer que este asunto del manifiesto por la Cuarta Internacional empieza a preocuparme sobremanera. Al principio acepté en silencio la idea de un acercamiento al SAP como parte del riesgo. Ahora com­prendo que fue un error.

Las organizaciones que lanzan el manifiesto apoyan a la Cuarta Internacional en la realidad, vale decir, activamente. El SAP no pertenece a esta categoría. Al igual que cualquier otra organización, tendrá la oportunidad de expresar su opinión una vez publicado nuestro llamado. Pero no existía razón ni considera­ción alguna para que le brindáramos un tratamiento especial a este grupo. Sería criminal olvidar que, tras la publicación de la Declaración de los Cuatro en agosto de 1933, el SAP saboteó la lucha por la Cuarta Interna­cional de todas las formas posibles. El hecho de que el acuerdo de los cuatro se rompiera al día siguiente de ser concertado significó, naturalmente, un gran revés en la lucha por la creación de la Cuarta Internacional. Esta prolongada interrupción de la lucha organizativa se debe únicamente a la mala voluntad oportunista de la dirección del SAP, junto con la camarilla crimi­nal de De Kadt.[2]

Han pasado dos años irrecuperables. La guerra llama a la puerta. En un alarde de traición política vil, la Tercera Internacional está formando una alianza con la Segunda Internacional. Ahora, en el preciso momen­to en que deseamos volver a desplegar el estandarte de la Cuarta Internacional, nos volvemos amablemente hacia el grupo que ya nos traicionó una vez, y que se encuentra desarrollando una política sin principios y "en última instancia traidora" en Francia, el centro político de la Europa de hoy.

Desde luego si en el marco de las circunstancias caracterizadas más arriba consideramos el acercamiento al SAP desde un punto de vista meramente or­ganizativo -como intenté hacerlo hace un par de semanas- podemos considerarlo una medida organizativa absolutamente inocua. En esencia no es así. Pen­sándolo con cuidado, la misma necesidad de volver a inclinarnos ante nuestro traicionero ex-aliado refle­ja falta de confianza y de aplomo revolucionario en nuestras propias bases o en las de nuestros aliados más cercanos.

Si hemos meditado cuidadosa y profundamente, sobre la situación histórica, incluyendo las malas artes de la Comintern, sí tenemos claridad acerca de la mag­nitud de nuestra misión revolucionaria, entonces no debemos vacilar ni un solo día mas en la realización de la tarea más fundamental y apremiante: ¡hablarle al proletariado mundial, decirle la verdad, y llamar a los mejores elementos para construir una nueva In­ternacional! Encadenar la realización de esta tarea a la manifiesta mala voluntad oportunista del SAP es un asunto lamentable que nos deparará nuevas sorpresas desagradables.

Sólo los oportunistas impotentes pueden decir: la cuestión no es tan vital; por el momento, las "masas" no están suficientemente interesadas en la Cuarta Internacional; todavía nos queda tiempo para realizar maniobras diplomáticas en pequeña escala, etcétera. Es cierto que las masas conocen muy poco (debido, en parte, a nuestra negligencia) sobre la bandera de la Cuarta Internacional; pero lo que las masas necesitan y lo que un número creciente de elementos comprenden -o al menos sienten- es la necesidad de una direc­ción revolucionaria con orientación justa, con deter­minación y coraje. Y quienes titubean y vacilan ante el problema de la Cuarta Internacional, inevitablemente no están a la altura de la tarea histórica en todos los demás problemas. Cuando escriben, sus plumas vaci­lan; cuando hablan, sus voces tiemblan; no han roto sus vínculos con el pasado. Y las masas poseen un ins­tinto infalible para percibir la resolución intrínseca de la palabra hablada y escrita. Distintos sectores de la clase seguirán consignas erróneas, pero jamás depo­sitarán su confianza en líderes irresolutos y vacilantes que desplazan constantemente su peso de uno a otro pie. Desde luego que la resolución, de por sí, no basta: es menester tener una línea política acertada. Pero en esta etapa de tormenta y conmoción son los grandes factores políticos y sociales, no las consideraciones se­cundarias, mezquinas, las que deben guiar a la política. Sea como fuere, cualquier vacilación, cualquier inde­cisión en esta etapa, conducen inexorablemente hacia la ruina.

Lo dicho de ninguna manera excluye que nos adap­temos a la realidad. Por el contrario: nuestras más recientes experiencias en Francia demuestran que no debemos retroceder cuando se trata de tomar las me­didas más audaces con el fin de encontrar nuestro cami­no hacia las masas.

Una cosa es tener en cuenta a las verdaderas masas y sus giros al contemplar la posibilidad de un viraje político, y otra muy distinta es buscar la benévola apro­bación de los oportunistas consuetudinarios y los men­tirosos profesionales cuando damos un importante paso adelante. Cuando trabajamos cautelosamente dentro de una organización de masas, el esconderse y, si es necesario, el disfrazarse para no caer en manos de la policía parlamentaria y sindical del capitalismo, no sólo es licito: es nuestro deber. Pero con una condición: que se trate de una lucha auténtica por la verdadera bandera revolucionaria. Y es necesario que los elemen­tos más avanzados, la vanguardia de la vanguardia, desplieguen esta bandera ante el proletariado inter­nacional. Esta bandera es la de la Cuarta Internacional.

Desde luego, no se trata tan sólo del numero, sino de un programa, de una estrategia y de un centro de planifi­cación y conducción.

Parece que la propuesta es aguardar la respuesta del SAP hasta el 10 de julio. ¿Y entonces? Los falsarios centristas, cuya única preocupación consiste en retra­sar al máximo su bancarrota final, nos presentarán un texto diferente o toda una serie de enmiendas. Enton­ces, ¿qué? ¿Corresponde realizar una nueva discusión internacional en torno a cuestiones que todos tenemos claras... o que deberíamos tener claras? Hace dos años que los dirigentes del SAP vienen saboteando nuestra lucha por la Cuarta Internacional con éxito innegable: ahora les brindamos una nueva oportunidad de seguir cumpliendo su función política lo mejor que puedan.

Todos nosotros (de ninguna manera me excluyo) hemos cometido un grave error, que lamentaremos. Para no permitir la multiplicación de las nefastas consecuencias de este error, debemos ponerle coto ya. Hago la siguiente propuesta:

a. Si el SAP envía su firma sin ninguna clase de reservas (cosa que podemos descartar) para el 10 de julio, publicaremos el manifiesto inmediatamente, con la firma del SAP.

b. Si el SAP contrapone un texto al nuestro, publi­caremos nuestro texto inmediatamente sin ninguna otra negociación en torno al SAP y su texto.

c. Si el SAP propone enmiendas a nuestro texto, le concederemos el derecho a publicar sus reservas bajo su propia firma, pero a la menor brevedad posible publicaremos el nuestro bajo nuestra firma.

En otras palabras: no permitiremos más demoras, ni si quiera de veinticuatro horas.

Si hubiéramos publicado nuestro texto hace algunas semanas, le habríamos provocado una profunda impresión a la base del SAP, habríamos acelerado su lucha interna y, quizás habríamos atraído a los elemen­tos revolucionarios del SAP -si los hay- hacia nues­tras filas. Lo único que logramos con la espera y con las negociaciones interminables es encubrir los titubeos del SAP, ayudar al ala derecha contra la izquierda y, lo peor de todo, empezar a titubear nosotros mismos. E insisto: cualquier grupo que en esta etapa titubea o siquiera da esa impresión, está condenado a la des­trucción.

 

L. Trotsky

 

Posdata:

 

La última consigna del SAP -"por un nuevo Zimmerwald"- sólo revela el deseo de estos caballe­ros de desembarazarse de la bancarrota del IAG[3] sin llamar la atención. No tenemos el menor interés en apoyar directa o indirectamente esta nueva confu­sión. Eso no significa, desde luego, que rechacemos a priori la participación en posibles reuniones de distin­tos grupos internacionalistas, centristas de izquierda, etcétera, individualmente. Todo depende de la situa­ción concreta. Por ejemplo, fue un gran acierto que nuestra sección francesa participara en el intento de diversos grupos de resistir a la nueva oleada chovi­nista. Pero sólo podemos participar en tales empresas si estrechamos nuestras filas y como pioneros de la Cuarta Internacional, con fuerte cohesión interna. En caso contrario, caeremos víctimas de la confusión del SAP e iremos de desastre en desastre.

 

L.T.



[1] El SAP y la Carta Abierta. Con autorización de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Traducido del alemán para este volumen [en inglés] por Maria Roth.

[2] Jacques de Kadt: secretario del OSP holandés, editor de su órgano De Fakkel (La antorcha), dirigente de su ala derecha, adversario de Trotsky y de la LCI. Fue expulsado junto con su sector en septiembre de 1934, lo cual fortaleció al sector del OSP que quería colaborar con la LCI.

[3] El IAG (Comunidad Laborista Internacional): organización centrista, fue el antecesor del Buró de Londres.



Libro 4