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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La situación en Francia y las tareas del Grupo Bolchevique Leninista de la SFIO

La situación en Francia y las tareas del Grupo Bolchevique Leninista de la SFIO

La situación en Francia y las tareas del Grupo Bolchevique Leninista de la SFIO[1]

 

 

15 de abril de 1935

 

 

 

La bomba de tiempo de la ley de conscripción por dos años y la consiguiente reintroducción de la cons­cripción en Alemania sumergieron a Francia en una atmósfera de febriles preparativos de guerra. La única "oportunidad de paz" reside ahora en la incertidumbre que predomina todavía en ambos bandos sobre el resul­tado de un conflicto armado.

En este momento los círculos militares consideran con anticipación la posibilidad de una huelga preven­tiva. La reacción bonapartista y fascista emprendió una vigorosa campaña de enardecimiento de las pasio­nes chovinistas de la pequeña burguesía parisina. Además, chantajea sistemáticamente al gobierno para obligarlo a militarizar la nación (ley sobre resistencia pasiva, propuestas de Pernot) y a reprimir despiada­damente cualquier intento de protesta por parte de los trabajadores (persecución a los dirigentes juveniles socialistas y comunistas y a l ’Humanité, prohibición de manifestaciones de veteranos izquierdistas contra los dos años de servicio militar).

El premier Flandin, que recientemente confirmó su intención de "castigar" tanto a los "enemigos del país" como a los agitadores de la derecha, dio pruebas ayer de su carácter bonapartista al girar rápidamente hacia la derecha ante la "reprimenda" de los realistas y de los fascistas. Primero, apelando al "honor", prometió liberar a los conscriptos todavía en servicio, pero no dudó en tomar la resolución opuesta cuando L’Echo de Paris y Jour publicaron algunos artículos fuertes y en prolongar en tres meses el período del servicio militar para el contingente que tenía que ser liberado. La consecuencia fue una gran resistencia en los cuarte­les. Sin embargo, la pasividad de los partidos revolu­cionarios impidió utilizarla en favor de la causa revo­lucionaria.

En el terreno económico, los pedidos masivos de material de guerra produjeron un súbito reanimamiento de las industrias afectadas. Precisamente por esta ra­zón se produjo una caída en la curva semanal de aumento del desempleo (las estadísticas muestran veintiocho mil desocupados menos que la semana pasada). Sin embargo, esto no es más que un alivio momen­táneo, que además se limita a una sola industria y no puede interpretarse como un índice de alza general en el conjunto de la producción. No obstante, es suficiente para que la burguesía nuevamente considere la guerra como la única salida posible a la crisis. Aunque el pre­supuesto ya estaba en déficit, el estado tuvo que hacer gastos adicionales de varios miles de millones. Así, cuando se reúnan las cámaras se enfrentarán con el agudo problema de qué hacer con este gasto, en otras palabras, a qué medio recurrir para desangrar de nuevo a los obreros, a la inflación o a la deflación.

La noticia de la devaluación del franco belga llenó de pánico el corazón de la Bourse [la Bolsa francesa],que inmediatamente sacrificó los valores a interés fijo. Para que volviera la calma el gobierno prometió rápidamente poner nuevamente en circulación monedas de oro, pero en proporción tan pequeña que resulta evi­dente que sólo se trata de darles una satisfacción a los celosos partidarios de la moneda de oro, no un intento de salirle al paso a la devaluación. ¿De qué medios se valdrá el gobierno de Flandin para obtener los miles de millones que no puede conseguir por las vías ordi­narias?

Por cierto, la inflación es la vía más fácil, y contaría con el apoyo de los círculos exportadores y de especula­dores. La experiencia de la guerra mundial demuestra también que a la larga todos los sectores de la burgue­sía se unen cuando lo que está en cuestión es esa salida. Pero como también implica sacrificios para la riqueza acumulada, se la utiliza solamente cuando la situación es muy desesperada, cuando ya no queda ninguna posibilidad de sacrificar a las masas trabajadoras con una amputación directa y brutal. Por esta razón todavía no se ganó a la gran industria francesa para el apoyo a la inflación. Su representante, de Wendel, propietario de una de las más grandes fortunas del país, insiste en que prefiere que se continúe con la política de defla­ción, es decir que se sigan sacrificando los acreedores del estado (los rentistas, empleados públicos y pensio­nados). Esta es también la opinión del "Comité de salut économique" (Comité de Bienestar Económico) del fascista Nicolle. El actual ministro de finanzas, Ger­main-Martin, fiel testaferro del gran capital, también parece inclinarse en esta dirección.

Parece entonces que antes del salto a la inflación la burguesía todavía pretende hacer un postrer y deno­dado esfuerzo por extraer hasta la última gota de los explotados. Pero para eso hay que fortalecer todavía más el aparato estatal, lo que implica que Flandin tendrá que irse cada vez más a la derecha o si no, después de un nuevo coup de main [ataque sorpresivo] como el del 6 de febrero, cederle el lugar a un Doumergue o a un Tardieu. Este, que por el momento está haciendo una cura de descanso a orillas del mar, declaró en una entrevista que concedió a Jour que una "minoría activa" tendría que abrirle los ojos al país, minoría que no tomaría el poder "en las actuales condiciones, con un Parlamento nefasto e irreparable" ("nefaste et imperfectible"), sino a través de una "acción útil".

Al mismo tiempo, a Flandin lo censuran y provocan públicamente las bandas fascistas y reaccionarias, que en el asunto de la conscripción de dos años lo mantu­vieron muy hábilmente a flote "de la misma manera en que la soga sostiene al ahorcado". Así todos se prepa­ran ejercitándose con movilizaciones (cuatro mil "Croix de Fe"[2] en Reims) y cosas por el estilo, especialmente dedicándose por las noches a derribar locales del Partido Socialista (rue Feydeau). Los grupos de la Juventud Socialista en un primer momento tomaron la iniciativa de proteger los locales. Pero los diri­gentes socialistas del CAP [Consejo Nacional de la SFI0] lo prohibieron, con el pretexto de que los edifi­cios no eran de propiedad del partido. Además, en el campo se observan síntomas del aumento de la influen­cia fascista a expensas de los partidos democráticos tradicionales. El agitador campesino Dorgeres[3] les sacó a los radicales una considerable cantidad de votos en la elección en el distrito de Chautemps.

¿Qué actitud toman los partidos obreros, el frente único, en esta situación en que se marcha hacia la guerra, se refuerza el aparato represivo y se estimula la agitación fascista? No se hizo nada en serio contra la conscripción de dos años. Los dirigentes socialistas Blum, Paul Fauré y de hecho todos los parlamentarios ya aseguraron que están dispuestos a consolidar la sagrada alianza "en el caso de un decidido ataque por parte de la Alemania de Hitler". Blum lo declaró en las cámaras en nombre de los socialistas y los comunis­tas, sin que estos últimos lo desautorizaran. La SFIO y el PC apoyan la misma política internacional, pactos de ayuda mutua, defensa. L ’Humanité esta haciendo una campaña contra los "traidores" del campo de la burguesía, es decir los fascistas franceses que quieren "dialogar con Hitler". El poeta Vaillant-Couturier[4] revela cada vez en mayor medida su ambición de seguir la tradición de Deroulede[5] y se apresura a "auxiliar a la cultura francesa". Cachin se prepara a jugar el mismo rol que jugó en 1914.

El manifiesto firmado por varios partidos "comunis­tas" de Occidente declara sin reservas: "En el caso de que se declare una guerra contrarrevolucionaria contra la patria del socialismo apoyaremos al Ejército Rojo de la Unión Soviética y lucharemos por la derrota del imperialismo alemán y sus aliados y de cualquier potencia que le declare la guerra a la Unión Soviética. Garantizaremos por todos los medios, aun a costa de nuestras vidas, la victoria de la Unión Soviética sobre todos los que ataquen a ese país socialista" (l’Humanité, 18 de abril de 1935). El manifiesto del PC para las elecciones de mayo de 1935 se explaya sobre el mismo tema en términos similares y llama a la "comunidad (la unión) de todos los franceses.

Un pacifismo no menos criminal revela la lucha de ambas direcciones contra el fascismo, ya que continúan exigiéndole a Flandin la disolución de las ligas fas­cistas. Los stalinistas rechazan abiertamente la idea misma de milicias [obreras]. En una discusión entre los responsables stalinistas de la zona de París y un camarada nuestro, sostenida en el decimoquinto arrondissement realizado en París sobre el tema "mi­licias o autodefensa de las masas", los stalinistas decla­raron que la consigna de milicias es un error sectario y que no hace falta ninguna organización especial para garantizar la defensa fisica, que el ejemplo del Schutz­bund de Viena demuestra claramente el peligro de tal organización.

Nuestra conclusión es que la combinación de las dos direcciones sólo puede producir derrotas, a menos que les gane de mano el tercer factor que juega en el proceso de selección que acompaña a la lucha, es decir, la vanguardia que se está nucleando alrededor de nues­tra tendencia bolchevique leninista.

Hoy nadie puede negar que el marco favorable para la formación de esta vanguardia, al menos en lo que concierne a Francia, lo constituye la izquierda socialista. De allí están saliendo las consignas revolucionarias. Sólo basta con leer los artículos de Marceau Pivert, el dirigente de la izquierda. En la cuestión de la guerra y en la de las milicias combate tanto las posicio­nes de los socialdemócratas como las de los stalinistas y apoya nuestras consignas. No es sólo un hombre de buena fe sino el representante de la dirección de una tendencia sumamente activa que se orienta con fuerza hacia nuestras posiciones. El problema fundamental reside en si esta vanguardia será capaz, en el momento adecuado, de estrechar lazos con las masas, de liberarlas del veneno del stalinismo, del centrismo y del refor­mismo y llevarlas por el camino de la revolución y de la conquista del poder. Hasta ahora nuestro grupo bolche­vique leninista tuvo que realizar un trabajo propagan­dístico dentro de la SFIO. De ahora en adelante volcará todos sus esfuerzos, con redoblada intensidad, a desa­rrollar y delimitar cada vez mas claramente a la van­guardia.

La tendencia de la SFIO a la que siguen los elemen­tos sanos debe servir de palanca para poner en movi­miento a la masa desorganizada, en la que hay muchos militantes llenos de desconfianza debido a la actitud pasiva de los partidos obreros. Esto nos plantea una gran tarea, no sólo en el aspecto político sino también en cuanto al esfuerzo material. Ya no bastará con que La Verité sea un semanario. Desde el momento en que hayamos establecido un lazo con las masas, cuando éstas y los mejores elementos de la SFIO y del PC ha­yan tomado conciencia de que pueden encontrar en nosotros una dirección, el movimiento puede acelerarse mucho y presentarnos grandes e inmediatas oportu­nidades. Todos los bolcheviques leninistas del mundo tienen que comprender esta situación y redoblar sus esfuerzos para incrementar la solidaridad práctica y política con nuestra sección francesa.

Posdata: En este momento las direcciones discuten la cuestión de la unidad orgánica en una comisión de unificación. El PC -que originariamente rehusó parti­cipar en el trabajo de esta comisión, que incluye también al PUP- cambió de idea y concurrió a la última reunión. Se trata de un acuerdo de principios para un partido unificado. El viejo reaccionario Lebas (SFIO) es el que lleva la batuta. Por todos los rumores que llegan sobre estas negociaciones secretas, da la impresión de que el PC está decidido a abandonar sus últimos vesti­gios de leninismo para proporcionar pruebas de su deseo de reconciliarse con los social-reformistas y pa­triotas.

Los bolcheviques leninistas pidieron una reunión entre las secciones socialistas y comunistas para discu­tir la unidad, no porque estén a favor de la mágica "unidad orgánica" sino porque existía la posibilidad de plantear, en el transcurso de estas discusiones, los principios de un partido verdaderamente revoluciona­rio. Si la unidad orgánica se concreta, nos organizaremos en base a ella para realizar nuestra propaganda y hacer surgir la vanguardia a través de un proceso de diferenciación continua. Es correcto decir que la unidad orgánica de las masas es progresiva porque nos permite un contacto coherente con la base del PC. Pero también hay que tener en cuenta que sus resultados pueden ser catastróficos, ya que en gran medida impli­ca la fusión de la socialdemocracia y el stalinismo. Sin ponerse en contra de la unidad orgánica -ya que cuando falta el partido revolucionario ésta constituye el medio más favorable para formarlo- los bolchevi­ques leninistas señalan que lo que más hace falta no es la unidad orgánica sino una política revolucionaria aplicada por una vanguardia revolucionaria.



[1] La situación en Francia y las tareas del Grupo Bolchevique Leninista de la SFIO. Boletín de la sección alemana de la ICL, N° 2, junio de 1935. Sin firma. Traducido [al inglés] para este volumen [de la edición norteamericana] por John Fairlie. Aunque el artículo está fechado el 15 de abril de 1935, la cita de l’Humanité del 18 de abril indica que en realidad lo completó después.

[2] Croix de Feu era una organización fascista paramilitar encabezada por el coronel Casimir de la Rocque. Desde los acontecimientos del 6 de febrero de 1934, en los que jugó un rol dirigente, hasta alrededor de 1936 fue el movimiento fascista más fuerte de Francia.

[3] Henri Dorgeres (n. 1897): dirigente pro fascista del Frente Campesino

[4] Paul Vaillant-Couturier (1892-1937): dirigente stalinista francés y director de l’Humanité, fue un destacado exponente del social-patriotismo.

[5] Paul Deroulede (1846-1914): político francés, autor de poesías patrióticas.



Libro 4