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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional

El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional

El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional[1]

 

 

Julio de 1936

 

 

 

1. Las huelgas de junio inician una nueva etapa en el proceso interno de Francia y de Bélgica. Sin duda producirán no sólo una agudización de la lucha de clases en estos países, sino también, más adelante, movilizaciones de masas en una parte considerable de Europa, inclusive en Gran Bretaña, y posiblemente también fuera de Europa. Así termina el aislamiento de la revolución española.

2. Las huelgas de junio demuestran cuanta indigna­ción y voluntad de lucha se han acumulado, bajo la superficie engañosamente pasiva, en las masas prole­tarias de la ciudad y del campo durante los años de crisis y reacción. Han revelado la simpatía que existe entre amplias capas de la pequeña burguesía urbana y del campesinado por las luchas obreras. Por último, han puesto al desnudo la gran inestabilidad del régi­men en su conjunto, la falta de confianza de las clases dominantes, sus oscilaciones entre León Blum y De la Rocque[2]. Estas tres condiciones -voluntad de lucha del proletariado en su conjunto, gran insatisfacción de los estratos inferiores de la pequeña burguesía, confusión en el campo del capital financiero- consti­tuyen las premisas fundamentales para la revolución proletaria.

3. También en esta ocasión la ofensiva combativa de las masas asume el carácter de huelga general. Tras una etapa prolongada de inmovilidad, las consignas parciales, sindicales, importantes de por sí, fueron para los obreros el medio necesario para despertar a las más amplias masas y conducirlas unificadamente contra la burguesía y su estado. La huelga general, al iniciar una etapa de luchas revolucionarias, no puede dejar de unir las reivindicaciones sindicales y parciales con las tareas generales, todavía no formuladas con clari­dad, de la clase en su conjunto. En esta unión radica la fuerza de la huelga general, la garantía de unidad de la vanguardia con las amplias masas de la clase.

4. Desde hace algunos años la huelga general es el eje de la propaganda de nuestra sección francesa. A diferencia de los demás partidos y grupos que dicen representar a la clase obrera, los bolcheviques-leninistas franceses oportunamente caracterizaron la situación como prerrevolucionaria, evaluaron correctamente la importancia sintomática de las huelgas que estallaron en Brest y Tolón y, a pesar de los ataques ininterrum­pidos de los oportunistas y social-patriotas (SFIO, PC, CGT)[3] y de la oposición de los centristas (Marceau, Pivert, etcétera) realizaron una campaña agitativa para preparar la huelga general. Cuando el terreno es fértil, un puñado de semillas rinde una gran cosecha. En la situación creada por la crisis social y la indignación de las masas, una pequeña organización, pobre en re­cursos materiales, pero armada de consignas justas, ha ejercido su influencia sobre el curso de los aconteci­mientos revolucionarios. La persecución furibunda a los bolcheviques-leninistas en la prensa capitalista, socialdemócrata, stalinista y sindicalista, junto con la repre­sión a manos de la policía y los jueces de León Blum, constituyen una confirmación externa de esta verdad.

5. Ninguna de las organizaciones obreras oficiales de Francia o Bélgica quería la lucha. Las huelgas estallaron contra los deseos de los sindicatos y de ambos partidos. Solo ante el hecho consumado, los dirigentes oficiales "reconocieron" la huelga para estrangularla con mayor facilidad. Pero hasta el momento se ha tra­tado de una movilización relativamente "pacífica", bajo consignas parciales. ¿Quién puede dudar por un solo instante de que, cuando estalle la lucha directa por el poder, los aparatos de las Internacionales Se­gunda y Tercera -al igual que los partidos Social-Revolucionario y Menchevique en la Rusia de 1917- se pondrán enteramente a disposición de la burguesía contra el proletariado? La necesidad de una nueva in­ternacional, como partido mundial de la revolución proletaria, se demuestra nueva e irrefutablemente en los acontecimientos de Francia y Bélgica.

6. Sin embargo, el resultado directo e inmediato de la gran oleada huelguística de junio es el crecimiento excepcionalmente rápido de las viejas organizaciones. Este hecho tiene su explicación histórica. También los mencheviques y social-revolucionarios experimen­taron un crecimiento febril después de la revolución de febrero de 1917, que ellos, como social-patriotas, no deseaban que se produjera durante la guerra; la socialdemocracia alemana creció rápidamente después de la revolución de noviembre de 1918, que estalló contra su voluntad. Antes de desnudar su bancarrota ante el conjunto de la clase, los partidos oportunistas se convierten, durante un breve período, en el refugio de las más amplias masas. El crecimiento rápido del Partido Socialista, y sobre todo del "Comunista", en Francia es un síntoma inequívoco de la crisis revolucio­naria del país y a la vez prepara la agonía mortal de los partidos de las internacionales Segunda y Tercera.

No es menos importante el crecimiento sin prece­dentes de los sindicatos franceses. Aunque aparente­mente contribuye a dar peso e importancia al estado mayor sindical conjunto reformista-stalinista (Jouhaux, Racamond, etcétera)[4], el ingreso de millones de obre­ros y empleados socava las propias bases del aparato sindical conservador.

7. Las grandes movilizaciones de masas constitu­yen la mejor prueba para las teorías y los programas. Las huelgas de junio revelan la falsía de las teorías sec­tarias ultraizquierdistas, que sostienen que los sindica­tos están "perimidos" y que es necesario rempla­zarlos por organizaciones nuevas, o construir sindicatos nuevos y "auténticos" paralelos a los viejos aparatos conservadores. En realidad, en las etapas revolucio­narias la lucha por las reivindicaciones económicas y por las leyes sociales no cesa sino, que por el contrario, se extiende hasta límites insospechables. Los cientos de miles y millones de obreros que entran a los sindicatos destruyen la rutina, se sacuden el aparato conservador, permiten al partido revolucionario construir tendencias en los sindicatos, ganar influencia y luchar con éxito por la dirección del movimiento sindical. Un partido revolucionario incapaz de realizar con éxito un trabajo sistemático en los sindicatos será todavía más incapaz de crear sindicatos propios. Tales intentos están con­denados al fracaso.

8. Al contrario de lo que afirman los dirigentes de la Segunda y Tercera internacionales, el capitalismo contemporáneo ya no puede garantizar trabajo para todos los obreros ni elevar su nivel de vida. El capital financiero descarga el costo de la reforma social sobre los hombros de los obreros y de la pequeña burgue­sía mediante el alza de los precios, la inflación abierta o encubierta, los impuestos, etcétera. La esencia de la "estatización" actual -la interferencia estatal, tanto en los países "democráticos" como en los fascistas- es salvar al capitalismo putrefacto al precio de rebajar el nivel de vida y cultura del pueblo. No puede haber otros métodos basados en la propiedad privada. Los programas de los frentes populares de Francia y Espa­ña y de la coalición belga son un espejismo y un enga­ño deliberado, que prepara una nueva desilusión para las masas trabajadoras.

9. La impotencia total de la posición de la pequeña burguesía bajo el capitalismo en putrefacción significa -a pesar de las vergonzosas teorías de "armonía social" de León Blum, Vandervelde, Dimitrov, Cachin y compañía- que las reformas en favor del proletariado, aunque inestables y engañosas en sí mismas, ace­leran la ruina de los pequeños propietarios de la ciudad y del campo y los arrojan en brazos del fascismo. Solo se puede establecer una alianza seria, profunda y dura­dera entre el proletariado y las masas pequeñoburgue­sas, en oposición a las maniobras parlamentarias del Partido Radical de los explotadores de la pequeña bur­guesía, sobre la base de un programa revolucionario, es decir, la toma del poder por el proletariado y la revo­lución de las relaciones de propiedad en beneficio de los trabajadores. La coalición con la burguesía, que lleva el nombre de "Frente Popular", es un freno para la revolución y una válvula de escape para el imperia­lismo.

10. El primer paso hacia la alianza con la pequeña burguesía es la ruptura del bloque con los radicales burgueses de Francia y España, del bloque con los cató­licos y liberales en Bélgica, etcétera. Debemos explicar esto a todos los obreros socialistas y comunistas, ba­sándonos en la experiencia. Esta es la tarea central del momento. En esta etapa, la lucha contra el reformismo y el stalinismo es ante todo la lucha contra los bloques con la burguesía. ¡Por la unidad honesta de los trabaja­dores, contra la unidad deshonesta con los explotadores! ¡Fuera la burguesía del Frente Popular! ¡Abajo los ministros capitalistas!

11. Por el momento, sólo podemos especular acer­ca del ritmo de los acontecimientos revolucionarios que se avecinan. Gracias a determinadas circunstan­cias excepcionales (derrota en la guerra, la cuestión campesina, el Partido Bolchevique) la Revolución Rusa completó su ciclo ascendente -desde el derrocamiento del absolutismo hasta la conquista del poder por el pro­letariado- en ocho meses. Pero en este breve lapso se produjo la manifestación armada de abril, la derrota de julio en Petrogrado, y el intento de Kornilov de llevar a cabo un golpe de estado contrarrevolucionario en agosto[5]. La revolución española ya lleva cinco años de ascensos y reflujos. En este período, los obre­ros y los campesinos pobres de España han desplegado instintos políticos tan magníficos, han demostrado tanta energía, abnegación y heroísmo, que el poder estatal hubiera caído en sus manos hace mucho tiempo, si la dirección hubiera estado siquiera mínimamente a la altura de la situación política y de la capacidad de combate del proletariado. Los verdaderos salvadores del capitalismo español no eran ni son Zamora, Azaña, ni Gil Robles[6], eran y siguen siendo los dirigentes socialistas, comunistas y anarquistas de sus organizaciones.

12. Lo propio puede decirse sobre Francia y Bélgi­ca. Si el partido de León Blum fuera realmente socialista, podría haberse basado en la huelga general de junio para derrocar a la burguesía casi sin guerra civil, con un mínimo de conmociones y sacrificios. Pero el partido de Blum es un partido burgués, el hermano menor del radicalismo putrefacto. Si el Partido "Comunista" tuviera algo de comunista, en el primer día de la huelga hubiera corregido su error criminal, roto el bloque ne­fasto con los radicales, llamado a los obreros a crear comités de fábrica y soviets y creado en el país un régi­men de poder dual, el puente más corto y seguro hacía la dictadura del proletariado. Pero en realidad el apa­rato del Partido Comunista es simplemente una de las herramientas del imperialismo francés. La clave de la suerte de España, Francia y Bélgica es la cuestión de la dirección revolucionaria.

13. De la política internacional, podemos extraer la misma conclusión particularmente de la llamada "guerra contra la guerra". Los social-patriotas y los centristas, sobre todo los franceses, justifican su abyec­ción ante la Liga de las Naciones con el argumento de la pasividad de las masas, sobre todo porque no estu­vieron dispuestas a aplicar un boicot a Italia durante su ataque pirata a Etiopía. Es el mismo argumento que los pacifistas como Maxton emplean para ocultar su capitulación. A la luz de los acontecimientos de junio resulta sumamente claro que las masas no reaccionaron ante la provocación imperialista internacional porque los dirigentes de sus organizaciones las engañaron, adormecieron, frenaron, paralizaron y desmoralizaron. Si los sindicatos soviéticos hubieran dado oportunamente el ejemplo boicoteando a Italia, ese movimiento se hubiera extendido como un reguero de pólvora a Europa y al mundo entero, y se hubiera constituido en una amenaza inmediata para los imperialistas de todos los países. Pero la burocracia soviética prohibió y ahogó todas las iniciativas revolucionarias, rempla­zándola por la sumisión de la Comintern ante Herriot, León Blum y la Liga de las Naciones. El problema de la política internacional del proletariado, como el de la política nacional, es un problema de dirección revolucionaria.

14. Cada movilización de masas refresca la atmós­fera como una tormenta, y a la vez destruye todo tipo de engaño y ambigüedad política. A la luz de los acon­tecimientos de junio, la consigna de "unificación" de las dos internacionales -que ya están unidas en la traición a los intereses del proletariado- y las recetas homeopáticas del Buró de Londres (la Internacional Segunda y Media) -que oscila entre todas las políticas posibles y siempre elige la peor- resultan patéticas y despreciables.

Al mismo tiempo, los acontecimientos de junio han puesto al desnudo la bancarrota total del anarquismo y del llamado "sindicalismo revolucionario"[7]. Ni el uno ni el otro, en la medida que existen sobre la faz de la tierra, previeron los acontecimientos ni ayudaron a prepararlos. La propaganda por la huelga general, por comités de fábrica, por control obrero ha sido patri­monio exclusivo de una organización política, es decir, de un partido. No podría ser de otra manera. Las orga­nizaciones de masas de la clase obrera quedan impoten­tes, indecisas y se pierden si no las inspira y conduce una vanguardia firme y sólida. La necesidad del partido revolucionario se revela con fuerza redoblada.

15. Así, vemos que todas las tareas de la lucha re­volucionaria conducen directamente a una única tarea: la creación de una dirección nueva, auténticamente revolucionaria, capaz de afrontar las tareas y posibilidades de nuestra época. La participación directa en el movimiento de masas, audaces consignas clasistas llevadas hasta sus últimas consecuencias, una bandera independiente, actitud irreconciliable con los conci­liadores, despiadada con los traidores: ese es el camino de la Cuarta Internacional. Resulta divertida, y a la vez absurda, la discusión respecto de si ha llegado el mo­mento de "fundarla". Una Internacional no se "funda" como una cooperativa, se forja en la lucha. Las jornadas de junio son la mejor respuesta a los pedantes que cues­tionan si es "oportuna". Ya no hay nada que discutir.

16. La burguesía busca venganza. Los estados ma­yores del gran capital están preparando deliberadamente un nuevo conflicto social que, desde el principio, sin duda asumirá la forma de una provocación o de una serie de provocaciones en gran escala contra los obre­ros. Al mismo tiempo, las organizaciones fascistas "disueltas" hacen sus preparativos febrilmente. El choque de los dos bandos en Francia, Bélgica y España es absolutamente inevitable. Cuanto más intentos hagan los dirigentes del Frente Popular por "reconci­liar" los antagonismos de clase y frenar la lucha revolucionaria, más explosivo y convulsivo será su carácter en el futuro inmediato, mayores serán los sacrificios, más indefenso se encontrará el proletariado frente al fascismo.

17. Las secciones de la Cuarta Internacional perci­ben el peligro con claridad y nitidez. Se lo advierten francamente al proletariado. Enseñan a la vanguardia a organizarse y prepararse. Al mismo tiempo, despre­cian la política de lavarse las manos de toda responsa­bilidad; identifican su suerte con la de las masas en lucha, por terribles que sean los golpes de los próximos meses y años. Participan en cada acto de la lucha para aportar la mayor claridad y organización posible. No se cansan de llamar a la creación de comités de fábri­ca y soviets. Se unifican con los mejores obreros surgi­dos de la movilización y, de la mano con ellos, constru­yen la nueva dirección revolucionaria.

Con sus ejemplos y criticas aceleran la formación del ala revolucionaria de los viejos partidos, acercándola en el curso de la lucha y conduciéndola por la senda de la Cuarta Internacional.

La participación en la lucha viva, en la primera línea de fuego, el trabajo en los sindicatos, la construc­ción del partido son actividades simultaneas, que se complementan recíprocamente. Todas las consignas de combate -control obrero, milicia obrera, armamen­to de los obreros, gobierno obrero y campesino, sociali­zación de los medios de producción - están indisoluble­mente ligados a la creación de soviets de obreros, cam­pesinos y soldados.

18. No es casual que en el momento de la moviliza­ción de masas en Francia, los bolcheviques-leninistas ocuparan el centro de la atención política y del odio de los enemigos de clase; por el contrario, el hecho señala inequívocamente el futuro. El bolchevismo, que para los filisteos de todos los colores es sectarismo, une la firmeza ideológica con la mayor sensibilidad respecto de los movimientos de masas. La firmeza ideológica no significa otra cosa que erradicar de la conciencia de la vanguardia obrera toda rutina, inercia, falta de resolución, es decir, educar a la vanguardia en el espí­ritu de las decisiones más audaces, preparándola para intervenir en la implacable lucha de las masas.

19. Ni un solo grupo revolucionario en la historia universal ha sufrido presiones tan tremendas como el grupo de la Cuarta Internacional. El Manifiesto Comu­nista de Marx y Engels dice que "el papa y el zar... los radicales franceses y los polizontes alemanes" están unidos contra el comunismo. Actualmente, el único ausente de la lista es el zar. Pero la burocracia stalinis­ta es un obstáculo mucho más amenazante y traicione­ro para la revolución mundial que lo que fue la autocra­cia zarista. La Comintern cobija la política del social-patriotismo y el menchevismo bajo la autoridad de la Revolución de Octubre y la bandera de Lenin. La agen­cia mundial de la GPU, de la mano de la policía de los países imperialistas "amigos", realiza una obra siste­mática de destrucción de la Cuarta Internacional. En caso de que estalle la guerra, las fuerzas unidas del stalinismo y del imperialismo perseguirán al internacionalismo revolucionario con saña infinitamente mayor que la que emplearon los generales de Hohenzollern y los carniceros socialdemócratas contra Luxemburgo, Liebknecht y sus partidarios.

20. Las secciones de la Cuarta Internacional no se arredran ante la inmensidad de las tareas, el odio furioso de sus enemigos, ni su escasez numérica. En este momento, las masas combatientes, aunque todavía no son conscientes de ello, están mucho más cerca de nosotros que de sus dirigentes oficiales. Bajo los golpes de los próximos acontecimientos se producirá en el movimiento obrero un reagrupamiento cada vez más veloz y amplio. En Francia, el Partido Socialista quedará excluido de las filas del proletariado. En el Partido Comunista se producirá con toda seguridad una serie de escisiones. En los sindicatos surgirá una poderosa corriente de izquierda sensible a las consignas bol­cheviques. En los demás países arrastrados a la crisis revolucionaria se producirán procesos idénticos bajo otras formas. Terminará el aislamiento de las organiza­ciones de la vanguardia revolucionaria. Las masas ha­rán suyas las consignas bolcheviques. La época veni­dera será la época de la Cuarta Internacional.

 

POSDATA

 

"El choque de los dos bandos en Francia, Bélgica y España es absolutamente inevitable. Cuanto más intentos hagan los dirigentes del Frente Popular por ’reconciliar’ los antagonismos de clase y frenar la lu­cha revolucionaria, más explosivo y convulsivo será su carácter en el futuro inmediato, mayores serán los sacrificios, más indefenso se encontrará el proletariado frente al fascismo" (véase el parágrafo 16 más arri­ba). Los acontecimientos confirmaron este vaticinio an­tes de que pudieran publicarse estas tesis.

Las jornadas de julio [en España] profundizan y complementan las lecciones de las jornadas de junio en Francia con vigor excepcional. Por segunda vez en cinco años la coalición de los partidos obreros con la burguesía radical ha llevado a la revolución hasta el borde del abismo. Incapaz de resolver una sola de las tareas de la revolución -dado que estas tareas se sin­tetizan en una sola, a saber, el aplastamiento de la burguesía- el Frente Popular imposibilita la existen­cia del régimen burgués y con ello provoca el golpe de estado fascista. Al adormecer a los obreros y campesi­nos con ilusiones parlamentarias, al paralizar su volun­tad de lucha, el Frente Popular genera las condiciones favorables para el triunfo del fascismo. El proletariado pagará la política de coalición con la burguesía con años de tormentos y sacrificios, si no con décadas de terror fascista.

El gobierno del Frente Popular revela toda su insol­vencia precisamente en el momento más crítico; se produce una crisis de gabinete tras otra porque los ra­dicales burgueses temen más a los obreros armados que al fascismo. La guerra civil se arrastra. Cualquiera sea el resultado inmediato de la guerra civil españo­la, significará un golpe de muerte para el Frente Po­pular de Francia y otros países. De ahora en adelante debe resultar perfectamente claro para todo obrero francés que el bloque con los radicales será el escudo legal para un golpe de estado del estado mayor general francés protegido por el ministro de guerra Daladier

El ejemplo de España demuestra que la disolución administrativa de las ligas fascistas bajo el aparato del estado burgués es una mentira y un engaño. Solo los obreros armados pueden enfrentar al fascismo. El proletariado sólo podrá conquistar el poder por la vía de la insurrección armada contra el aparato de estado burgués. Para realizar el programa socialista es nece­sario aplastar este aparato y remplazarlo por consejos de obreros, soldados y campesinos. Si no realizan estas tareas, el proletariado y la pequeña burguesía no podrán salir de la miseria y de la carestía, no se salva­rán de una nueva guerra.



[1] El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional. Tesis, resoluciones y manifiestos del primer congreso internacional pro Cuarta Internacional, publicado para el SI por el Workers Party de Canadá. La copia del manuscrito depositada en el Archivo Trotsky de Harvard lleva fecha del 3 de julio, pero evidentemente la posdata fue escrita después del 17 de julio, cuando se inicio la insurrección fascista española. La resolución fue aprobada por el congreso, reunido del 29 al 31 de julio de 1936 en ’’Ginebra" (en realidad, en París). Sin firma.

[2] Coronel Casimir de la Rocque (1886-1946): fundó la Croiz de feu y los Volontaires nationaux, formaciones militares derechistas, y en 1934-1935 era al principal candidato para la dictadura fascista. Disueltas las bandas fascistas, en 1937 fundó el Partido Social francés (fascista).

[3] La Confederación General del Trabajo (CGT): la gran federación sindical francesa, dirigida por los reformistas. En 1921 se escindió; sur­gió la Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU), izquierdista y más pequeña. Se reunificaron en 1935.

[4] Julien Racamond (1885-1966): secretario de la CGTU en 1923-35 y de la CGT unificada en 1935-53: Representó a la CGTU en el congreso de unificación de Limoges en 1935.

[5] En abril de 1917, Lenin llegó a Rusia desde Suiza y trató de orientar al Partido Bolchevique hacia la toma del poder. Esto precipitó una crisis en el partido, que hasta el momento aplicaba una política de conciliación con el Gobierno Provisional. Al principio, prácticamente toda la dirección bolchevique se opuso a la posición de Lenin de dictadura del proletaria­do. Las jornadas de julio de 1917 en Petrogrado fueron un período de insurrección espontánea y sangrienta represión. El gobierno declaró responsables a los bolcheviques, arrestó a sus dirigentes y clausuró sus periódicos. El general Lavr G. Kornilov (1870-1918), cosaco siberiano, comandante en jefe bajo Kerenski a partir de julio de 1917, lanzó una asonada contrarrevolucionaria. Fue arrestado, pero escapó y dirigió la contrarrevolución hasta que murió en abril de 1918.

[6] José Gil Robles y Quiñones (n. 1898): dirigente del Partido Católico español (derechista); fue ministro de guerra del gobierno de Lerroux, que aplastó la insurrección de octubre de 1934.

[7] Antes de la Primera Guerra Mundial, los sindicalistas revolucionarios (tendencia que consideraba que al capitalismo no sería derrocado por un partido político, sino por los sindicatos) se opusieron a las tendencias de colaboración de clases en los sindicatos. Véanse los escritos de Trotsky sobre la relación entre el comunismo y el sindicalismo en la antología Leon Trotsky on the Trade Unions (Pathfinder Press, 1976) [Edición en castellano: Sobre las sindicatos. (Editorial Pluma, 1977)]



Libro 4