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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El viraje stalinista

El viraje stalinista

El viraje stalinista[1]

 

 

7 de setiembre de 1935

 

 

 

Debo una disculpa a los lectores de nuestra prensa internacional por no haber comentado el Séptimo Con­greso, a pesar de que me lo recordaron varias veces.[2] Eso se debió a causas ajenas a mi voluntad. Por un lado, las discusiones en el congreso fueron sumamente amorfas e intencionadamente ambiguas y, por otro lado, absolutamente teatrales. Los problemas se dis­cutieron y resolvieron tras las bambalinas, frecuente­mente por la línea telefónica que conecta al Kremlin con el Comisariado de Relaciones Exteriores. Hubo una apariencia de conflicto dentro del estrecho circulo bu­rocrático. Sin embargo, una vez que el Buró Político hubo tomado una decisión, se eligieron oradores que la presentaran de manera tal que no comprometieran a la cúpula dominante de la Internacional Comunista y, sobre todo, que no echara la menor sombra sobre la infalibilidad del "Líder". Lo que en el congreso se llamó "discusión", en realidad fue una comedia larga y, no podemos menos que agregar que extraordinariamente aburrida, con papeles asignados de antemano. Por otra parte, los actores son pésimos.

Por esta razón, los informes de las discusiones deben ser estudiados de la misma manera como se leen los documentos diplomáticos, preguntando a cada paso:

¿Qué piensa el orador en realidad? ¿Qué omite decir? ¿Por qué? En general, los documentos diplomáticos están redactados en forma concisa; en cambio, los informes del congreso son desmesuradamente largos. El carácter aburrido y larguísimo de los discursos cons­tituye otra medida de reaseguro burocrático: es nece­sario pronunciar la mayor cantidad posible de afirma­ciones ambiguas, sin preocuparse por su carácter con­tradictorio. Uno nunca sabe cuál de las afirmaciones vendrá de perillas en el futuro. A esto se agregan los pésimos informes de los periódicos. Cuando se impo­nen el pensamiento claro y la voluntad política, cuando se realiza una lucha ideológica franca, lo cual siempre ayuda a la precisión del pensamiento, la presentación puede resultar clara, buena y convincente; pero cuando el funcionario-orador se ocupa en cubrir sus huellas y las de sus superiores y cuando el funcionario-periodista reproduce el confuso discurso bajo el temor constante de estrellarse contra algún arrecife submarino, es ine­vitable que la crónica periodística se convierta en una miserable mezcolanza de generalidades abrochadas con alfileres. Así son los informes de 1’Humanité de que pude disponer hasta el momento. Por ejemplo, cuando con base en los informes traté de determinar la situa­ción, siquiera aproximada, del movimiento obrero ja­ponés en el marco de la actual crisis del Lejano Oriente, y el papel desempeñado por el Partido Comunista Japo­nés, pude establecer claramente un sólo hecho, que la palabra japonesa que expresa el apasionado amor por el Líder es "¡Banzai!". Pero eso ya lo sabia ya que tam­bién corresponde aullar "¡Banzai!" en honor del Mikado. Digamos de paso que en el congreso Stalin, a la manera del Mikado, pasó en silencio cual astro luminoso.

Las llamadas "polémicas" giraron alrededor de dos cuestiones: la política del "frente único" (la única política en vigor hoy día) contra el fascismo y la misma política contra la guerra. Los discursos de los informantes, el informe servil y aburrido de Dimitrov, los sofistas jesuíticos de Ercoli,[3] no agregan nada a las afirmaciones que invaden la prensa de la Internacional Comunis­ta, en especial la francesa, desde hace meses. La expe­riencia del Partido Comunista Francés ocupó el primer plano y se la presentó encomiásticamente, como ejemplo digno de emulación. Pero la Cuarta Internacional ya se había expedido inequívocamente con respecto a los problemas fundamentales tratados en el congreso. A la luz de los debates de Moscú, los marxistas revolu­cionarios no tenemos por qué cambiar una sola línea de lo que hemos dicho con respecto a la guerra, el fas­cismo, el "frente único" y el "Frente Popular".

Eso de ninguna manera significa que podamos ig­norar el Séptimo Congreso. ¡Lejos de ello! Sean los de­bates sustanciosos o huecos, el congreso representa una etapa en la evolución de un determinado sector de la clase obrera. Es importante, aunque sea porque al legalizar el viraje oportunista en Francia, lo trasplanta inmediatamente al resto del mundo. Estamos ante un espécimen curioso del pensamiento burocrático que mientras concede, al menos sobre el papel, cierta auto­nomía liberal a las secciones, inclusive ordenándoles pensar por su cuenta y adaptarse a las respectivas circunstancias nacionales, su congreso proclama al mismo tiempo que todos los países del mundo, desde la Alemania fascista hasta la Noruega democrática, desde Gran Bretaña hasta la India, desde Grecia hasta la China, tienen la misma necesidad de un "Frente Popu­lar" y, donde sea posible, un gobierno del Frente Po­pular El congreso es importante porque señala el ingreso definitivo de la Comintern -tras una serie de vacilaciones y pasos en falso- en su "cuarto período", cuyo lema es "todo el poder a Daladier", su bandera es la tricolor, y su himno la "Marsellesa", que ahoga los sones de la "Internacional".

En todo caso, las resoluciones hubieran permitido evaluar, mucho mejor que las verborrágicas discusio­nes, la gravedad del viraje y su contenido concreto en relación con las circunstancias de los diversos países. Sin embargo, no se publicó un solo proyecto de resolu­ción previa acerca de las cuestiones en debate. Las dis­cusiones no se realizaron en torno a documentos defini­tivos, sino que cubrieron un terreno incalculable. El comité especial se ocupó de las resoluciones sólo des­pués de que todos los oradores hubieron aullado sus alabanzas al Líder y empacado sus valijas. Es un hecho sin precedentes: el congreso oficial se levantó sin haber aprobado resolución alguna. Este trabajo le fue asig­nado a los nuevos dirigentes, elegidos antes del congre­so (¡Dimitrov!) quienes deberán tener en cuenta, en cuanto sea posible, los sentimientos y deseos de los honorables delegados. Así, la tarea de hacer una evaluación crítica oportuna de este congreso se ve difi­cultada por la propia mecánica del mismo. Sea como fuere, se han publicado los materiales fundamentales del congreso y, por fin, se pueden hacer los balances teóricos y políticos. Trataré de hacerlo lo antes posible en un folleto especial o en una serie de artículos. Ahora sólo quiero bosquejar algunas conclusiones políticas en relación con el viraje de la Internacional Comunista, sancionado por el congreso.

Cometeríamos un error fatal si creyéramos que la "autocrítica" de los dirigentes bastó para liquidar en forma total e indolora la teoría y la práctica del "tercer período" y que el viraje oportunista y patriota ya tiene asegurado un futuro sin dificultades. Si bien la burocra­cia pudo arrojar a las llamas con facilidad escandalosa todo lo que reverenció, con las masas no sucede lo mismo. La actitud de éstas hacia las consignas es más seria y auténtica. El espíritu del "tercer período" sigue vivo en la conciencia de los obreros que siguen a la In­ternacional Comunista. Y este espíritu resultó evidente entre los comunistas franceses en Tolón y Brest. Los dirigentes pudieron frenar la oposición de la base sólo por un tiempo, jurándoles "en secreto" que se trataba de una hábil maniobra destinada a engañar a los radi­cales y a los socialistas, alejarlos de las masas, y enton­ces, "entonces les mostraremos qué somos en reali­dad". Por otra parte, el viraje coalicionista y patriótico del Partido Comunista le granjea la simpatía de nuevas capas bastante alejadas de la clase obrera, muy patrióticas y muy insatisfechas con los decretos financieros, para quienes el Partido Comunista es tan sólo el ala más enérgica del Frente Popular. Esto significa que dentro del Partido Comunista y en su periferia se acumulan tendencias contradictorias en número cre­ciente, lo cual provocará inevitablemente una explosión o una serie de explosiones. De aquí surge que las orga­nizaciones de la Cuarta Internacional deben prestar mucha atención a la vida interna de los partidos comunistas para dar apoyo a la tendencia proletaria revolucionaria contra la fracción social-patriota dominante, que de ahora en adelante se enredará cada vez más en sus intentos de colaboración de clases.

Nuestra segunda conclusión se refiere a los grupos centristas y su relación con el viraje estratégico de la Internacional Comunista. El viraje atraerá inevitablemente a los elementos de centro-derecha como un imán. Basta leer las tesis sobre la guerra de Otto Bauer, Zyromsky y el menchevique ruso Dan[4] para compren­der que son precisamente estos representantes consu­mados del justo medio quienes han expresado mejor que Dimitrov y Ercoli la esencia de la nueva política de la Comintern. Pero no están solos. El campo magné­tico se extiende más a la izquierda. Die Neue Front, órgano del SAP, en sus dos ultimas ediciones (16 y 17), ocultándose tras una serie de críticas y advertencias cautelosas, acoge en esencia el viraje oportunista de la Internacional Comunista, calificándolo de ruptura con la osificación sectaria y de transición a una política "más realista". Esto demuestra el error de quienes sostienen que el SAP supuestamente coincide con no­sotros en todos los problemas de principios y sólo se opone a nuestros "métodos". En realidad, cada proble­ma importante resalta la incongruencia entre sus prin­cipios y los nuestros. El peligro de guerra inminente llevó al SAP a levantar, contra nuestras consignas, la consigna desmoralizadora de "desarme", que hasta Otto Bauer, Zyromsky y Dan rechazan por "no realis­ta". El mismo choque de posiciones se manifestó en nuestras respectivas evaluaciones del proceso de la In­ternacional Comunista. En el momento más álgido del "tercer período" vaticinamos con toda precisión que este paroxismo ultraizquierdista desembocaría en forma inexorable en un nuevo bandazo oportunista in­conmensurablemente más profundo y funesto que todos los anteriores. En la época en que la Internacional Comunista seguía tocando múltiples variaciones sobre el tema del "derrotismo revolucionario", señalamos que la teoría del "socialismo en un solo país" conduci­ría de manera inevitable a las conclusiones del social-patriotismo y todas sus consecuencias traidoras. El Séptimo Congreso de la Comintern confirmó claramente el pronóstico marxista. ¿Y qué pasó? los diri­gentes del SAP, que olvidan todo y nada aprenden, saludan con alborozo a la etapa más reciente y severa de la enfermedad incurable descubriendo en ella los síntomas de... una convalecencia realista. ¿Acaso no queda claro que estamos ante posiciones irreconci­liables?

A partir de lo dicho será sumamente interesante comprobar cómo reaccionará ante el Séptimo Congreso ese partido de centroizquierda que siempre se ha mantenido más próximo a la Internacional Comunista, es decir, el ILP inglés.[5] ¿Lo atraerá el "realismo" vil del Séptimo Congreso ("frente único", "masas", "clases medias", etcétera, etcétera) o, por el contrario, lo repelerá ese oportunismo tardío y tanto más funesto (colaboración de clases bajo la consigna vacua del "antifascismo", socialpatriotismo so pretexto de la "de­fensa de la URSS", etcétera)? La suerte del ILP depen­de de esta opción.

En términos generales podría decirse que, indepen­dientemente de las etapas y episodios aislados y cir­cunstanciales, el viraje de la Internacional Comunista sellado por el congreso simplifica la situación en el mo­vimiento obrero. Consolida el bando social-patriota, acercando a los partidos de las internacionales Segunda y Tercera, prescindiendo del proceso de su unidad organizativa. Fortalece las tendencias centrífugas en los grupos centristas. Para los internacionalistas revolucionarios, es decir, los constructores de la Cuarta Interna­cional, abre posibilidades aun mayores.



[1] El viraje stalinista. New International, octubre de 1935.

[2] Aparentemente, Trotsky había prometido un artículo sobre el Séptimo Congreso de la Comintern para la "prensa internacional" ( "El congreso de liquidación de la Comintern" apareció únicamente en el Biulleten Opozitsii ruso) y no lo pudo hacerlo hasta el 7 de septiembre.

[3] Ercoli: seudónimo de Palmiro Togliatti (1893-1964), elegido al Co­mité Central del nuevo PC italiano en 1922 y al Comité Ejecutivo de la Comintern en 1924. Arrestado en Italia, fue puesto en libertad en 1925, se trasladó al extranjero y fue elegido para el Secretariado del CEIC en 1926. Dirigió las operaciones de la Comintern en la Guerra Civil Española y volvió e Italia en 1944, donde dirigió al PC italiano hasta su muerte.

[4] Otto Bauer (1882-1938): principal teórico del austro-marxismo y diri­gente de la socialdemocracia austríaca. Feodor Dan (1871-1949): funda­dor de la socialdemocracia rusa y dirigente menchevique del Soviet de Petrogrado en 1917. Pacifista durante la Primera Guerra Mundial y adversario activo de la revolución bolchevique. Fue expulsado de la Unión Soviética en 1922. En 1935, Bauer, Dan y Zyromsky publicaron una tesis conjunta bajo el título "El socialismo y el peligro de guerra" donde se abogaba por el apoyo a la burguesía nacional para defender a la Unión Soviética y derrotar a Hitler. Estas tesis eran el equivalente, en la Segunda Internacional, de la política del frente popular de la Comintern y su "tu me das y yo te doy" en las negociaciones para lograr la unidad orgánica.

[5] ILP (Partido Laborista Independiente): se formó en 1893 y participó en la fundación del Partido Laborista. Rompió con éste en 1932, y se adhirió al Buró de Londres hasta 1939, cuando sus dirigentes volvie­ron al Partido Laborista. En 1975 los restos del ILP tomaron el nombre de Independent Labour Publications, editorial del partido.



Libro 4