Sugerencias para la sección belga[1]
27 de marzo de 1936
Estimado camarada Dauge:
1. Acerca de la expulsión del partido: tratándose de un problema tan complicado y delicado, lo más correcto es no preocuparse por enigmas -¿qué hará la burocracia? ¿cómo y cuándo nos expulsará?-, sino desarrollar constantemente una actividad revolucionaria cada vez más amplia, profunda e incansable. Respecto de los estatutos [del POB], debemos permanecer a la defensiva hasta el momento mismo de la expulsión; políticamente, debemos desarrollar una ofensiva incansable. Por otra parte, al problema de la defensa estatutaria no hay que dedicarle más que el uno por ciento de la energía. El noventa y nueve por ciento restante debe ser empleado en la lucha contra los reformistas, centristas y pacifistas.
Ante cada amenaza de expulsión debemos responder al aparato, no con excusas ni adaptaciones, sino redoblando nuestra ofensiva revolucionaria: debemos decir abiertamente que, al prepararse para la nueva masacre, los traidores reformistas quieren desembarazarse de los testigos incómodos.
Es absolutamente erróneo pensar que en esta lucha los trabajadores se guiarán por consideraciones de tipo exclusiva o mayormente legalista: quién inició la ruptura, etcétera. Este elemento cumple un papel, sí, pero en una situación política extremadamente crítica como la actual lo decisivo es el contenido político, el mérito de las acusaciones y denuncias y, en fin, el tono de confianza absoluta en las propias posiciones que debe impregnar al periódico y a toda vuestra actividad.
Con esto no quiero decir que debemos cometer extravagancias, exageraciones en el lenguaje, o errores tácticos. Pero lo decisivo es la línea estratégica. Nuestras palabras no son para los oídos de Vandervelde, ni siquiera para los de Godefroid o Libaers[2], sino para los oídos de los obreros más conscientes, valientes e insatisfechos: estos son, en última instancia, los que cumplirán el papel decisivo.
El grupo es débil numéricamente, pero su posición revolucionaria lo hace muy fuerte. La época que se avecina le abrirá posibilidades sin precedentes... bajo una condición: que no debiliten las oportunidades buscando la línea de la menor resistencia frente a los reformistas, centristas y pacifistas.
2. Las consideraciones expresadas en el primer párrafo se adaptan por completo a la política electoral: no tomar la iniciativa en la ruptura, pero tampoco ceder un centímetro en el terreno de consignas y críticas.
3. La ruptura está determinada de antemano por la lógica inexorable del proceso en su conjunto. Debemos prepararnos desde ahora:
a) Debemos elaborar el programa de acción del nuevo partido abriendo inmediatamente la discusión en torno a dos documentos, 1) La Carta Abierta por la Cuarta Internacional; 2) el proyecto de programa de la ASR, relaborado a la luz de las últimas experiencias o críticas. La discusión del programa será un factor excelente para la educación de los cuadros del nuevo partido.
b) Debemos tomar medidas sistemáticas en relación con los planes del partido político (POB), los sindicatos y la juventud.
4. La ruptura no se realizará de un solo golpe. Tras la expulsión del núcleo de dirección la lucha proseguirá en las organizaciones locales. En este momento crítico todo dependerá del tono que emplee la ASR: deberá inspirar confianza en sus partidarios y simpatizantes. Toda la experiencia revolucionaria demuestra que en esas situaciones la base resulta más decisiva que la dirección, la cual, asustada por la perspectiva de quedar aislada, empieza a debilitarse, a desorientar a sus partidarios más firmes y termina... aislada. La experiencia más reciente fue la de Francia, donde los dirigentes bolcheviques-leninistas, acuciados por Molinier, trataban, en el momento crucial, de no romper con Marceau Pivert (el equivalente francés de Godefroid y Libaers); rebajaron sus consignas, cedieron, desorientaron a sus propias filas y, con ello, fortalecieron a Lagorgette[3] y a Marceau Pivert y debilitaron su propia posición.
5. Después de la separación total, el nuevo partido debe mantener una fracción clandestina en el POB. No hay por qué creer que esa expulsión será la última. Bajo el peso de los acontecimientos habrá nuevas luchas internas, deserciones, expulsiones y rupturas. El nuevo partido debe tener partidarios leales y discretos en el POB.
6. Sería un error irreparable desafiliar a los miembros de las organizaciones económicas, sindicatos, etcétera. ¡De ninguna manera! Crear pequeños sindicatos paralelos equivaldría a asumir una responsabilidad abrumadora sin la menor posibilidad de cumplir las tareas pertinentes en un futuro previsible. Aun cuando se tiene una organización independiente de vieja data se deben afiliar los militantes a los sindicatos, sociedades de socorros mutuos, etcétera... Se necesita el partido independiente, no para la competencia mezquina con las organizaciones de masas, sino para ganarlos desde adentro. Es el único camino. El partido es nuestra herramienta de trabajo; es necesario forjarla, templarla, afilarla. Debemos ir con este instrumento a donde realmente están las masas.
Entonces, ¿debemos pagarle derechos a una burocracia traidora? Claro que sí; tenemos que pagar si queremos la oportunidad de socavar a la burocracia.
La incoherencia de la Comintern se revela en este hecho dual: mientras permanecieron en las organizaciones de masas, los stalinistas hicieron acuerdos vergonzosos con los reformistas; cuando se separaron de éstos, crearon sindicatos paralelos que no eran mas que réplicas del partido. La política bolchevique es absolutamente distinta: un partido independiente para el trabajo sistemático, paciente, incansable en las organizaciones reformistas de masas, en lucha permanente contra los dirigentes reformistas. Debe ser una combinación de trabajo legal y clandestino, acorde con las circunstancias y las oportunidades.
Se acerca el momento en que los elementos revolucionarios se verán obligados a trabajar en la clandestinidad. Para el partido revolucionario, la existencia ilegal es, por así decirlo, normal en ciertos períodos. El partido es una selección de elementos de vanguardia, es decir, de los más conscientes y valientes.
El sindicato no puede existir en la clandestinidad como organización de masas. Los pequeños sindicatos revolucionarios serían golpeados de inmediato por la represión gubernamental y liquidados casi inexorablemente. En cambio, si los militantes permanecen en los sindicatos reformistas, no sólo estarán rodeados por un medio social necesario, sino que también contarán con una defensa legal contra la represión.
Desde luego que los dirigentes reformistas los perseguirán, incluso los entregarán a la policía. Pero eso significa que debemos aprender a ocultarnos de los dirigentes reformistas, que no son sino policías extraoficiales del capitalismo en el seno de la clase obrera. La preparación para la clandestinidad revolucionaria comienza ante todo en los sindicatos reformistas. Debemos tener camaradas que trabajen en ellos abiertamente, exponiéndose, en última instancia, a la expulsión. Debemos tener otros que no sean oradores pero que, mediante el trabajo sistemático, puedan reunir a los núcleos revolucionarios en los sindicatos.
Durante 1917, cuando ya contábamos con un partido poderoso y fuertemente implantado en los soviets, la mayoría de los sindicatos seguían bajo la dirección de los mencheviques. ¿Nos separamos de los sindicatos? ¡De ninguna manera! Nos quedamos hasta el final, es decir, hasta que tomamos su dirección. Nuestra situación era más favorable que la vuestra en otros sentidos. La gran lección del bolchevismo es la intransigencia del partido para con los reformistas y centristas y la mayor flexibilidad para con las organizaciones de masas. Sin lo primero, el partido se convierte inexorablemente en herramienta del capital; sin lo segundo, se convierte en una secta, estéril para siempre. La síntesis de la dureza férrea y la flexibilidad extrema garantiza el éxito.
8. La ruptura con el partido que nos impone la burocracia de ninguna manera implica que desertemos voluntariamente de la organización juvenil. Todo lo contrario. Precisamente en el momento de la expulsión debemos empezar entre la juventud una campaña incansable contra los reformistas traidores, los rupturistas, los que expulsan, por la unidad sobre bases revolucionarlas. Con esta campaña daremos cuenta de los Godefroids. Con esta política -si la ruptura es igualmente inevitable en la juventud- nos llevaremos una buena parte de la organización. Y aun en caso de ruptura será necesario mantener una fracción clandestina en la juventud.
9. Esta política requiere una actitud correcta: ningún compromiso con Godefroid y Libaers. En esto aparece la mayor debilidad de la ASR. No hay peligro mayor para un revolucionario que abrigar ilusiones, no sólo respecto de los enemigos, sino también de los aliados. No niego la posibilidad y la necesidad de concertar tal o cual alianza con el centrista Godefroid o con el pacifista Libaers. Pero, en lo que se refiere a las alianzas, la norma marxista es: considerar al aliado de hoy como el enemigo potencial de mañana, denunciar abiertamente todos sus errores para preparar a los obreros para una posible, incluso probable traición. Decir abiertamente la verdad es una norma útil.
Ninguna ilusión respecto de Godefroid. Hasta los burgueses radicales franceses tratan de utilizar a los socialistas y stalinistas para defenderse de los fascistas. Si Godefroid realmente quisiera defenderse de los reformistas, intentaría valerse de los "trotskistas". Pero utiliza todos los medios para tratar de eliminarlos y expulsarlos. Es un síntoma infalible: Godefroid prepara conscientemente la traición.
Usted menciona el ataque de Godefroid contra el chovinista Hubin. ¿Qué importancia tiene? Si Godefroid deja de polemizar contra individuos de la calaña de Hubin, pierde todo respeto entre la juventud. Para preparar su reconciliación con la burocracia debe mantener las apariencias. Su ataque contra los "trotskistas" es un acto político; su polémica contra Hubin es mera retórica[4].
Usted dirá que yo "exagero"[5]. Muy bien. Por el momento aceptaré la hipótesis de que Godefroid aún no se ha planteado la opción definitiva, que maniobra, que espera oportunidades favorables a derecha o izquierda. Pero en este caso la única táctica correcta consiste en denunciar a Godefroid, desenmascarar públicamente sus contradicciones, criticar su periódico en forma fraternal pero intransigente, etcétera... Al colocarlo entre la espada y la pared lo obligaremos a actuar, a optar. Si usted dice, "En caso de traición no vacilaré en atacarlo", etcétera... se engaña a usted mismo y siembra ilusiones. La "traición" no siempre es una línea recta; muchas veces es un retroceso. Godefroid viene retrocediendo desde hace mucho tiempo. Aguardar su traición definitiva significa descuidar la educación revolucionaria de la juventud y allanarle el camino a Godefroid.
10. Exactamente lo mismo es aplicable a Libaers.
11. Alguien dirá: "¿Pero nuestra crítica a los centristas y pacifistas no nos impedirá formar una alianza con ellos contra la burocracia?" Si realmente quieren combatir a la burocracia, no. Saben que siempre pueden contar con vuestro apoyo y no vacilarán en expulsar o deshacerse de los revolucionarios. ¿Debemos renunciar al derecho de criticarlos? Sería una capitulación muy ventajosa para ellos y criminal para el ala revolucionaria.
12. La creación de un partido nuevo es una tarea larga y difícil. La expulsión del POB sería tan sólo el primer paso. Aunque al comienzo no sean más que un puñado, unos cientos de militantes, podrán hacer un trabajo importante bajo la condición -no me cansaré de repetirlo- de combinar la firmeza programática y la intransigencia para con los reformistas y centristas con la mayor flexibilidad y paciencia hacia las organizaciones de masas.
[1] Sugerencias para la sección belga. Bulletin Intérieur GBL, N° 15, 10 de mayo de 1936. Traducido del francés [al Inglés] para esta obra por Jeff White. Trotsky escribió esta carta a Walter Dauge en momentos en que la dirección del POB maniobraba para fabricar un pretexto que le permitiera expulsar a los trotskistas y a su órgano, Action Socialiste Révolutionnaire, del partido. La carta fue muy difundida en Bélgica seis meses más tarde, cuando la policía allanó el domicilio de Dauge. El gobierno publicó algunos pasajes y la prensa del POB manifestó indignación ante la ’’amoralidad" de Trotsky (véase el ensayo de Trotsky Their Morals and Ours [Pathfinder Press, 1973], donde Trotsky erróneamente ubica el incidente en 1935). A fines de mayo de 1936 los dirigentes del POB encontraron el pretexto que buscaban al elaborar un programa electoral que elogiaba al gobierno de van Zeeland y a su política de rearme. Exigieron que Dauge, candidato en la lista del POB en el distrito minero de Borinage, firmara el programa. Cuando se negó, lo eliminaron de la lista e iniciaron las expulsiones.
[2] Libaers: dirigente de un grupo pacifista de oposición en el POB. Godefroid, dirigente de la Joven Guardia Socialista [JGS) grupo juvenil del POB.
[3] Lagorgette: representante de la SFIO en el congreso de Lille de la Juventud Socialista, dirigió el ataque contra los bolcheviques-leninistas.
[4] Además, al atacar a Hubin y no decir nada sobre Vandervelde, Godefroid engaña a sus lectores en dos sentidos: hace una diferenciación de principios entre Hubin y Vandervelde y encubre a éste mediante ataques retóricos contra aquél. De esta manera, apoya al social-patriotismo bajo pretensión de combatirlo. [Nota de León Trotsky.]
[5] Además, hay exageraciones y exageraciones. Con esto quiero decir que se puede exagerar por el buen camino y por el malo. Vea, por ejemplo, el libro de Lenin Contra la corriente. En esta polémica en mi contra incurrió en algunas exageraciones evidentes que los acontecimientos posteriores refutaron. Pero Lenin empleó estas exageraciones movido por su constante preocupación de expresar su pensamiento con la mayor precisión. Todos (y me incluyo) aprendimos algo de estas exageraciones y todavía hoy podemos aprender, mientras que la confianza "exagerada" en los centristas y pacifistas no educa a nadie, en realidad, es muy desmoralizante y encubre la evolución de los centristas hacia la traición total. [Nota de León Trotsky.]