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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Al tercer Congreso de la Juventud Socialista Revolucionaria Francesa

Al tercer Congreso de la Juventud Socialista Revolucionaria Francesa

Al tercer Congreso de la Juventud Socialista Revolucionaria Francesa[1]

 

 

22 de mayo de 1937

 

 

 

Estimados camaradas:

 

A pesar del tamaño modesto de vuestra organización vuestro congreso posee una enorme importancia política. Los falsarios del parlamento, los burócratas arribistas, los filisteos y los eunucos no pueden comprender esto: vosotros, solamente vosotros representáis el futuro revolucionario del movimiento obrero francés.

La organización política que mantiene constantes discrepancias con su juventud está condenada al fracaso. Tal es la perspectiva del partido socialista francés. Está totalmente impregnado de mentiras. Lo único que distingue a Marçeau Pivert de Zyromsky y de León Blum es la forma de mentir.[2] En 1934 estos caballeros formularon un programa cuya tarea, decían, era “destruir el aparato del estado burgués”. En realidad, su objetivo de fortalecer el estado burgués les obliga a destruir la columna vertebral del proletariado. No hay nada de asombroso en ello ni en que el Partido Socialista, que se jacta de poseer un régimen interno democrático, se vea obligado a separar sistemáticamente de sus filas a la juventud revolucionaria, que refleja las esperanzas, aspiraciones e impaciencia de la nueva generación de la clase obrera.

No es mejor el aspecto que presenta el partido autotitulado “Comunista”. Es difícil encontrar en la historia del movimiento obrero otro ejemplo de degeneración tan rápida y horrible. “Nuestro partido ha llegado a la madurez”, dijo recientemente el señor Thorez, digno representante de este tipo de madurez política tan parecida a la podredumbre como una gota de agua a otra.

El partido “Comunista” se parece a un edificio de varios pisos. En el más alto está la burocracia “dura”, es decir, completamente corrompida, carente de principios, honor y conciencia. Luego viene el piso de los intelectuales, los pequeños burgueses, los funcionarios semiidealistas y semiarribistas como Romain Rolland, Malraux y otros.[3] Estos caballeros quieren obtener el título de revolucionario sin romper con la burguesía; quieren que se los considere internacionalistas a la vez que se mantienen fieles al imperialismo nacional. La Comintern les garantiza eso y, con frecuencia, más. Luego vienen las masas trabajadoras, que siguen agrupándose en torno al Partido Comunista por inercia histórica. Evidentemente, muchos de ellos, sobre todo los jóvenes, son combatientes honestos y valientes. Vuestras principales energías deben concentrarse en este sector.

El Partido Comunista dispone de recursos colosales para engañar a sus miembros y mantenerlos atados a su carro. Sin embargo, en las circunstancias actuales estos recursos se agotarán rápidamente. La contradicción entre el programa y la práctica, entre las órdenes de la burocracia soviética y los intereses del proletariado francés son demasiado profundas y candentes como para que estos caballeros - los Thorez, Vaillant-Coutourier, Duclos y demás charlatanes - puedan mantener por mucho tiempo el equilibrio de su partido con su edificio de tres pisos - Ya se puede prever que la desintegración empezará en la juventud. Aquí os espera una rica cosecha.

La idea, cuando corresponde a las exigencias del proceso histórico, es más poderosa que la más poderosa organización. Estos caballeros - los seudosocialistas y los seudocomunistas - han heredado grandes organizaciones del pasado, pero no tienen ni una sola idea. Su programa es una ficción; viven de la diplomacia y de la ambigüedad; siembran mentiras e ilusiones.

Vuestra organización es débil, pero tenéis una idea. Vuestro programa corresponde al carácter de la época. Expresa correctamente los intereses históricos fundamentales del proletariado. Cada gran acontecimiento confimará vuestro programa. La crítica implacable, la propaganda constante y la agitación audaz os permitirán destruir a las viejas, podridas organizaciones que se han constituido en los principales obstáculos en el camino del movimiento revolucionario. Es por eso, queridos camaradas, que vuestro congreso posee tamaña importancia. Debéis ser conscientes de la gran misión que la historia ha colocado sobre vuestros jóvenes hombros.

Los seudosocialistas os expulsan, los seudocomunistas os someten a represalias deshonestas, la camarilla bonapartista de Moscú organiza campañas de persecución sin precedentes en la historia contra vosotros y vuestros compañeros ideológicos, enmascarándolas con falsificaciones jurídicas monstruosas.[4] A primera vista, existe una evidente desproporción entre el modesto tamaño de vuestra organización y, en general, de todas las secciones de la Cuarta Internacional, y la colosal envergadura de la persecución, calumnia y represión. Sin embargo, la contradicción es más aparente que real. La burocracia parasitaria posee un fuerte instinto de autoconservación, y es perfectamente consciente del peligro que representa vuestra pequeña vanguardia, unificada en torno a un programa científico, cimentada por la solidaridad interna y capaz de llegar a los mayores sacrificios. Vuestra sombra se proyecta hacia el futuro y, de ahora en adelante, esa sombra es diez, cien veces más grande que la organización. De las persecuciones y calumnias del enemigo extraéis las fuerzas necesarias para prepararos para las grandes tareas y batallas que se avecinan.

El ejemplo de España revela la fuente inagotable de heroísmo y abnegación que se oculta en el proletariado. En seis años de revolución los obreros españoles hubieran podido alcanzar no una, sino diez victorias. Les faltó un partido capaz de emplear ese heroísmo y elevarse a la altura de las exigencias objetivas de la historia. Fueron de derrota en derrota. Pero es necesario aprender las lecciones de esas derrotas. España nos muestra cómo los anarquistas, que no comprenden la concepción de la dictadura del proletariado - y que en el fondo no son sino liberales exaltados - capitulan en el momento crítico. Por su parte, en el POUM vemos al centrismo de izquierda en la práctica y en la acción. El centrismo es una tendencia a mitad de camino entre el reformismo y la revolución. Pero las situaciones revolucionarias no admiten posiciones intermedias. Así se produjo el trágico y lastimero fin del POUM. Sus palabras, sus consignas, sus proclamas inflamaron las pasiones revolucionarias de las masas. Sus indecisiones, sus ambigüedades, sus vacilaciones, su falta de un programa claro le negaron la posibilidad de proporcionarles a las masas esa dirección revolucionaria firme que es el sine qua non para alcanzar la victoria.

En nuestras filas una cierta cantidad de revolucionarios vacilantes o sentimentales, cuya simpatía por la revolución española les llevó a cerrar los ojos ante los errores trágicos y criminales de la dirección. Recordémoslo claramente, camaradas; esa no es nuestra política. Estamos obligados a decir francamente las cosas como son: al pan pan y al vino vino. La clase obrera necesita saber la pura verdad, por triste que sea. Confío en que la bandera de vuestro congreso será la confianza en el futuro y, a la vez, la crítica implacable de los errores y debilidades de vuestra situación actual. La máxima carencia de las organizaciones revolucionarias francesas ha sido la falta de atención a los detalles, el trabajo sistemático, una organización bien reglamentada; lo primero para lograrlo son el exacto control financiero y una prensa cuidadosamente vigilada. La cualidad más importante de la clase obrera francesa es el espíritu de iniciativa y de improvisación, gracias al cual ha dejado más de una huella en la historia. Es necesario proporcionarle al proletariado un programa científico y una organización de combate estricta e invencible.

Los débiles dirán, quizá, que es difícil. ¡Por supuesto que es difícil! Pero entre nosotros no hay elementos débiles; al menos, eso espero. Esta carta va dirigida a los revolucionarios valientes y audaces, dispuestos a luchar hasta el fin. No existe otro camino fuera de la Cuarta Internacional. Seguidlo sin vacilar. Vuestra victoria es segura.

 

L. Trotsky.



[1] Al tercer congreso de la JCR francesa. Challenge of Youth, octubre de 1937. Challenge of Youth era el periódico de la Liga Juvenil Socialista. La mayoría de ésta se quedó con la revista cuando rompió con la socialdemocracia para adherir a la Cuarta Internacional en el verano de 1937. Challenge apareció como órgano de la Cuarta Internacional hasta la primavera de 1940, cuando la mayoría de la LJS se unió a la dirección de Shachtman y Burnham. La JSR, Juventud Socialista Revolucionaria, era el grupo juvenil asociado el partido trotskista francés.

[2] Marçeau Pivert (1895-1958): dirigente de un grupo de izquierda del PS francés, fue asesor de Blum cuando éste fue elegido primer ministro del gobierno del Frente Popular en 1936. Cuando se ordenó la disolución de su grupo abandonó el PS y es unió al PSOP en 1938. Después de la Segunda Guerra Mundial volvió al PS. Jean Zyromsky (1890-1975) dirigía un grupo centrista en el PS francés. Abogaba por la “unidad orgánica” con el PC en la década del treinta o ingresó al mismo después de la guerra.

[3] Romain Rolland (1866-1944): novelista y dramaturgo, fue uno de los númenes de la “izquierda” tras la denuncia pacifista de la Primera Guerra Mundial. En años posteriores prestó su nombre para congresos literarios y manifiestos stalinistas.

[4] Los trotskistas fueron expulsados de la Juventud Socialista y del PS francés en el verano y otoño de 1935. Los stalinistas exigían que el gobierno del Frente Popular los declarara ilegales y los expulsara de los sindicatos por “agentes del fascismo”.



Libro 5