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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La versión de Stalin y la de Radek

La versión de Stalin y la de Radek

La versión de Stalin y la de Radek[1]

 

 

28 de enero de 1937

 

 

 

Tass confecciona los informes sobre el proceso de manera de poder encubrir las contradicciones, dispara­tes y anacronismos de las confesiones, dejando una estructura monumental de calumnias. El terrorismo ocupa el segundo lugar. El primer puesto corresponde a los preparativos bélicos de los “trotskistas” en alianza con Alemania y Japón. Los propios despachos de Tass nos permiten descubrir cómo el lienzo de la acusación fue rellenado con dibujos nuevos y más detallados. 

En la versión original yo concerté una alianza con Alemania y Japón con el fin de derrocar a Stalin (Sta­lin es igual al socialismo) y restaurar el capitalismo en la URSS. A cambio de ello prometí a Berlín y a Tokio entregar grandes extensiones de territorio soviético en el futuro, y en el presente... sabotaje industrial, asesi­nato de dirigentes, masacres de obreros. Así aparece el plan en las confesiones de los acusados de menor cuantía (conozco tan sólo a siete de los diecisiete acu­sados; los nombres de los diez restantes no significan nada para mí).

Radek se mantuvo firme hasta diciembre. Cuando le presentaron las “confesiones” de los demás y le apre­taron la soga al cuello (claro que sin tortura física, sin hierros al rojo), aceptó hacer su confesión voluntaria. Pero dado que es un hombre más culto, evidente­mente exigió una relaboración de la acusación: Trotsky no busca la restauración, sino tan solo el “acercamiento” al capitalismo. Trotsky piensa entregar tierras en el Lejano Oriente, Ucrania y otros lugares a Japón y Alemania, para luego recuperar esas regiones mediante una revolución en dichos países. La GPU trata de presentarme como un fascista. Para dar una semblanza de verosimilitud a las acusaciones, Radek me trasforma en un revolucionario antifascista en potencia, pero dotado de un plan “de transición” que contempla la alianza “temporaria” con los fascistas y un desmem­bramiento “parcial” de la URSS.

Son las dos versiones que conforman la estructura de las confesiones: una revela el trabajo grosero del provocador, cuyo origen es el mismo Stalin; la otra, el complejo razonamiento militar y diplomático de Radek. Las versiones no congenian. Una va dirigida a los “ami­gos de la URSS”, cultos y sensibles, la otra a los incul­tos obreros y campesinos de la URSS. Ninguno de los presentes en el tribunal se pregunta: ¿Cómo es posible que los trotskistas crean que, en caso de derrota de la URSS a manos de los fascistas e imperialistas, habrán de ser ellos los que ocupen el poder?

Por mi parte, en los últimos nueve años (deporta­ción y exilio) he explicado en cientos de artículos y en miles de cartas que la derrota militar de la URSS significaría la restauración inevitable del capitalismo, bajo una forma semicolonial y un régimen político fascista, el desmembramiento del país y el aplastamiento de la Revolución de Octubre.

Muchos ex amigos de distintos países, indignados por la política de la burocracia stalinista, han llegado a la conclusión de que no podemos asumir la defensa “incondicional” de la URSS. Mi respuesta es que no se debe identificar a la burocracia con la URSS. Es necesario defender incondicionalmente la base social de la URSS frente al imperialismo. Las masas trabajadoras podrán derrocar a la burocracia bonapartista únicamente si se protegen las bases del nuevo sistema económico de la URSS. He cortado públicamente mis relaciones con decenas y centenares de amigos, viejos y jóvenes en torno a esta cuestión. En mis archivos hay millares de cartas sobre la defensa de la URSS. Por últi­mo, mi nuevo libro La revolución traicionada hace un análisis detallado de la política diplomática y militar de la URSS con miras a la defensa del país.

Ahora, gracias a la GPU sabemos que en la misma época en que yo rompía con los amigos que no com­prendían la necesidad de la defensa incondicional de la URSS frente al imperialismo, estaba concer­tando alianzas con los imperialistas y recomendando la destrucción de los cimientos económicos de la URSS. ¿Estamos ante un caso de “maquiavelismo” extremo? ¿Acaso mis libros, artículos y cartas serán una máscara? Sólo un idiota total creería en la posibilidad de semejante duplicidad sicológica, acompañada por un esfuerzo intelectual intenso de muchos años.

Para colmo de confusiones; de los testimonios de todos los acusados, tanto dieciséis como los diecisiete, se desprende que yo jamás oculté mis vínculos con la Gestapo; por el contrario, hablé de ellos en toda reunión con jóvenes desconocidos y “todo el mundo” conocía mis instrucciones al respecto. Enton­ces, ¿para qué sirvió todo mi intenso trabajo literario? Es imposible educar terroristas, derrotistas y sabotea­dores para que arriesguen sus vidas, sin una propa­ganda constante y apasionada en favor de tales méto­dos de lucha. Pero mi trabajo político, al igual que mi correspondencia personal, estaba dirigida contra el terror, contra el sabotaje, por la defensa incondicional de la URSS. ¿Se necesitan pruebas? Puedo demostrar la veracidad de mis afirmaciones ante cualquier comi­sión honesta, ante cualquier tribunal honesto. ¿Cuál es la base sicológica, y política de la acusación? Nin­guna. Es un fraude completo, que resulta claro para todos.

¿De dónde vienen los fondos de la conspiración?

Pero esto no es todo. Ni la versión grosera de Stalin, ni el ensayo literario de Radek, indican con precisión los beneficios materiales de la alianza con Alemania y Japón. Los trotskistas vendieron sus vidas a Hitler y al Mikado. ¿Qué obtuvieron a cambio? El dinero es un pertrecho de la guerra. ¿Obtuvieron los trotskistas dinero de Alemania y Japón? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cuánto?

Sólo he encontrado dos testimonios acerca del origen de los recursos financieros de la Oposición: 1) se dice que los trotskistas obtuvieron ilegalmente 164.000 rublos del Gosbank [banco estatal ruso], y 2)Piatakov sacó dinero de dos empresas industriales para los fondos de la conspiración. Estos hechos, de ser ciertos, demuestran que ni Alemania, ni Japón, dieron dinero. En ese caso, ¿qué es lo que dieron a los trotskistas? En el proceso no se encuentra ni sombra de respuesta a esta pregunta. La alianza con Alemania y Japón tiene un carácter meramente metafísico.



[1] Las respectivas versiones de Stalin y Radek. Biulleten Oppozitsii Nº 54-55, marzo de 1937. Traducido del ruso [al inglés] para la primera edición [norteamericana] por John Fairlis.



Libro 5