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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!

¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!

¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo![1]

 

 

28 de junio de 1932

 

 

 

El artículo de Stalin Acerca de algunos problemas de la historia del bolchevismo me llegó con algún atraso. Después de recibirlo, durante mucho tiempo no me pude obligar a leerlo, ya que esa literatura se le atraganta a uno como si fuera aserrín o puré de ortigas. Sin embargo, luego de haberlo leído, llegué a la conclusión de que no se puede ignorar este engendro, aunque sólo sea porque incluye una calumnia vil y desvergonzada contra Rosa Luxemburgo.[2]

¡Stalin ubica a esta gran revolucionaria en el campo del centrismo! Demuestra -por supuesto, no demuestra sino afirma- que el bolchevismo, desde el día en que surgió, sostenía la línea de la ruptura con el centro kautskista, mientras que Rosa Luxemburgo en esa época apoyaba a Kautsky desde la izquierda. Cito sus propias palabras: “[...] Mucho antes de la guerra, aproximadamente desde 1903-1904, cuando se conformó el grupo bolchevique de Rusia y la izquierda elevó su voz por primera vez en la socialdemocracia, Lenin eligió el camino de la ruptura con los oportunistas, tanto en casa, en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, como en el extranjero, en la Segunda Internacional y en la socialdemocracia alemana en particular”. Sin embargo, la ruptura no se realizó debido a que “los socialdemócratas de izquierda conformaban un grupo débil e impotente [...] que tenían miedo hasta de pronunciar en voz alta la palabra ‘ruptura’.”

Para afirmar eso hay que ser absolutamente ignorante de la historia del propio partido y, antes que nada, del proceso ideológico de Lenin. No hay una sola palabra de verdad en el punto de partida de Stalin. Es cierto que en 1903-1904 Lenin era un enemigo irreconciliable del oportunismo de la socialdemocracia alemana. Pero consideraba oportunista sólo a la tendencia revisionista liderada teóricamente por Bernstein.

En ese entonces Kautsky luchaba contra Bernstein. Lenin consideraba a Kautsky su maestro y no perdía oportunidad de señalarlo. En los trabajos de Lenin de esa época y de varios años después no hay ni siquiera indicios de una crítica principista contra la tendencia Bebel-Kautsky[3] En cambio, hay un montón de declaraciones acerca de que el bolchevismo no es una tendencia independiente sino una traducción a las condiciones rusas de la tendencia Bebel-Kautsky. He aquí lo que escribía Lenin a mediados de 1905, en su famoso folleto Dos tácticas: “¿Cuándo y dónde afirmé que el revolucionarismo de Bebel y Kautsky es ‘oportunismo’? [...] ¿Cuándo y dónde surgieron divergencias entre Bebel y Kautsky y yo? La total solidaridad que reina en la socialdemocracia internacional en todas las cuestiones fundamentales de programa y táctica, es un hecho indiscutible.”[4] Las claras, precisas y categóricas palabras de Lenin agotan la cuestión.

Un año y medio después, el 7 de diciembre de 1906, Lenin escribía en el artículo La crisis del menchevismo: “[...] desde el comienzo declaramos (ver Un paso adelante, dos pasos atrás) que no estamos creando una tendencia ‘bolchevique’ especial; siempre y en todas partes sostenemos la posición de la socialdemocracia revolucionaria. Y dentro de la socialdemocracia, hasta el momento mismo de la revolución, habrá inevitablemente un ala oportunista un ala revolucionaria.”

Al referirse al menchevismo como ala oportunista de la socialdemocracia, Lenin no lo comparaba con el kautskismo sino con el revisionismo. Más aun; consideraba al bolchevismo como la forma rusa del kautskismo, que en su opinión era en ese momento idéntico al marxismo. Además, el párrafo transcripto demuestra que Lenin no estaba en absoluto a favor de ’a ruptura con los oportunistas; no sólo los aceptaba sino que consideraba “inevitable” la existencia del revisionismo dentro de la socialdemocracia hasta el momento de la revolución social.

Dos semanas después, el 20 de diciembre de 1906, Lenin saludaba entusiasmado la respuesta de Kautsky al cuestionario de Plejanov[5] sobre el carácter de la revolución rusa: “Lo que hemos dicho - que nuestra lucha por las posiciones de la socialdemocracia revolucionaria contra el oportunismo de ninguna manera supone la formación de una tendencia ‘bolchevista’ original - se ha visto plenamente confirmado por Kautsky [...]”

Confío en que, dentro de estos límites, la cuestión esté absolutamente clara. Según Stalin, ya en 1903 Lenin exigía romper en Alemania con los oportunistas, no sólo con los del ala derecha (Bernstein) sino también con los de la izquierda (Kautsky). Pero en diciembre de 1906, Lenin., como ya lo hemos visto, señalaba orgullosamente a Plejanov y a los mencheviques que la tendencia de Kautsky en Alemania y la del bolchevismo en Rusia eran... idénticas. Esta es la primera parte de la incursión de Stalin por la historia ideológica del bolchevismo. ¡La escrupulosidad de nuestro investigador es semejante a sus conocimientos!

Inmediatamente después de su afirmación sobre 1903-1904, Stalin salta a 1916 y se refiere a la severa crítica de Lenin al folleto sobre la guerra de Junius, es decir dé Rosa Luxemburgo. Por cierto, en esa época Lenin ya le había declarado la guerra a muerte al kautskismo y había extraído de su crítica todas las conclusiones organizativas necesarias. No se trata de negar el hecho de que Rosa Luxemburgo no planteó el problema de la lucha contra el centrismo con toda la amplitud necesaria, en este aspecto la posición de Lenin era muy superior. Pero entre octubre de 1916, cuando Lenin escribió sobre el folleto Junius, y 1903, cuando el bolchevismo surgió, medía un lapso de trece años; durante la mayor parte de este lapso, Rosa Luxemburgo estaba en la oposición al Comité Central de Kautsky y Bebel, y su lucha contra el “radicalismo” formal, pedante y podrido de Kautsky asumió un carácter cada vez más tajante.

Lenin no participó en esta lucha ni apoyó a Rosa Luxemburgo hasta 1914. Absorbido totalmente por los problemas rusos, mantuvo una extrema cautela en los asuntos internacionales. Para Lenin, la estatura revolucionaria de Bebel y Kautsky era infinitamente mayor que a los ojos de Rosa Luxemburgo, que los observaba muy de cerca, en la acción, y estaba metida directamente en la atmósfera de la política alemana.

A Lenin lo tomó totalmente por sorpresa la capitulación de la socialdemocracia alemana el 4 de agosto.[6] Se sabe que creyó que el numero de Vorwaerts donde se publicó la declaración patriótica de la fracción socialdemócrata era una falsificación del Estado Mayor alemán. Sólo después de que quedó absolutamente convencido de la horrible verdad revisó su caracterización de las tendencias fundamentales de la socialdemocracia alemana, y lo hizo a la manera leninista, de una vez y para siempre.

El 27 de octubre de 1914 Lenin le escribió a A. Shliapnikov:[7] “odio y desprecio a Kautsky ahora más que a todo el resto del rebaño hipócrita, roñoso, vil y autosuficiente [...] Rosa Luxemburgo tiene razón, ella comprendió hace mucho tiempo, que Kautsky poseía en alto grado el ‘servilismo de un teórico’: dicho más claramente, fue siempre un lacayo, un lacayo de la mayoría del partido, un lacayo del oportunismo” (Antología leninista, vol. 2, p. 200). (El subrayado es mío –L. T.)

Si no hubiera otros documentos -y los hay por centenares-, estas líneas bastarían para aclarar inequívocamente el problema. A fines de 1914, Lenin creyó necesario informar a uno de sus colaboradores más íntimos del momento que “ahora”, es decir, hoy, en el momento actual, a diferencia del pasado, “odia y desprecia” a Kautsky. La aspereza de la frase es una señal inconfundible de la medida en que Kautsky traicionó las esperanzas y expectativas de Lenin. No menos directa es la segunda frase: “Rosa Luxemburgo tenía razón, hace mucho que comprendió que Kautsky poseía en alto grado el ‘servilismo de un teórico’ [...]” Lenin se apresura aquí a reconocer la “verdad” que no veía antes, o sobre la que, por lo menos, no le daba totalmente la razón a Rosa Luxemburgo.

Tales son los principales mojones cronológicos del problema, que constituyen al mismo tiempo hitos importantes en la biografía política de Lenin. Lo indudable es que su órbita ideológica está representada por una curva continuamente ascendente. Pero esto significa que Lenin no nació ya hecho y derecho, como lo pintan los babosos chapuceros de lo “divino”, sino que hizo de sí mismo un Lenin. Siempre ampliaba sus horizontes, aprendía de los demás y se elevaba cada día a un plano superior. Su heroico espíritu se reflejaba en esta perseverancia, en esta obcecada resolución de avanzar continuamente. Si en 1903 Lenin hubiera comprendido y formulado todo lo necesario para el futuro, el resto de su vida no habría sido más que una reiteración. Pero en realidad no fue así, de ninguna manera. Stalin simplemente pone su sello sobre Lenin y lo acuña en las moneditas de los refranes numerados.

En la lucha de Rosa Luxemburgo contra Kautsky, especialmente entre 1910 y 1914, ocuparon un lugar importante los problemas de la guerra, el militarismo y el pacifismo. Kautsky defendía el programa reformista: limitación del armamento, tribunal internacional, etcétera. Rosa Luxemburgo combatió resueltamente este programa considerándolo ilusorio. Lenin tenía algunas dudas, pero en una época estuvo más cerca de Kautsky que de Rosa Luxemburgo. De mis conversaciones con Lenin en ese entonces, recuerdo que le impresionó mucho este argumento de Kautsky: así como en los problemas internos las reformas son producto de la lucha de clases revolucionaria, en las relaciones internacionales se puede pelear y conseguir determinadas garantías (“reformas”) a través de la lucha de clases internacional. Lenin consideraba totalmente posible apoyar esta posición de Kautsky dado que éste, después de la polémica con Rosa Luxemburgo, se volvió contra el ala derecha (Noske y Cía.)[8] No estoy en condiciones de plantear ahora, de memoria, hasta qué punto estas ideas se reflejaron en los artículos de Lenin; el problema requiere un análisis sumamente cuidadoso. Ni tampoco puedo decir de memoria cuándo surgieron las dudas de Lenin sobre la cuestión. De todos modos, las expresó tanto en sus conversaciones como en su correspondencia. Karl Radek tiene una de estas cartas.

Considero necesario aportar a la cuestión una evidencia de la que fui testigo para intentar de esta manera salvar un documento excepcionalmente valioso para la biografía teórica de Lenin. En el otoño de 1926, cuando elaborábamos colectivamente la plataforma de la Oposición de Izquierda, Radek nos mostró a Kamenev, a Zinoviev y a mí - probablemente también a otros camaradas - una carta que le escribió Lenin (¿en 1911?) en la que defendía la posición de Kautsky contra la crítica de la izquierda alemana. Según las normas impartidas por el Comité Central, Radek, igual que todos los demás, debía entregar esa carta al Instituto Lenin. Pero temeroso de que la ocultaran o la destruyeran en la fábrica stalinista de falsificaciones, decidió guardarla hasta una ocasión más oportuna. No se puede negar que la actitud de Radek tenía sus fundamentos. Sin embargo, en la actualidad, el propio Radek juega un rol bastante activo - aunque no en un cargo de mucha responsabilidad - en la producción de falsificaciones políticas. Basta con recordar que Radek, que a diferencia de Stalin conoce la historia del marxismo y que, además, conoce esta carta de Lenin, se permitió declarar públicamente su solidaridad con la insolente caracterización de Rosa Luxemburgo hecha por Stalin. La circunstancia de que Radek actuó presionado por la vara de Iaroslavski no disminuye su culpa, ya que sólo los esclavos despreciables pueden renunciar a los principios del marxismo en nombre de los principios del látigo.

Sin embargo, no nos interesa la caracterización personal de Radek sino el destino de la carta de Lenin. ¿Qué sucedió con ella? ¿Todavía se la oculta Radek al Instituto Lenin? Es difícil. Lo más probable es que se la haya confiado a quien debía hacerlo, como prueba tangible de su intangible devoción. ¿Y qué ocurrió con la carta después? ¿Está guardada en los archivos de Stalin junto con los documentos que comprometen a sus colegas más íntimos? ¿O ha sido destruida, igual que muchos otros preciosos documentos del partido?

En todo caso, no puede haber la menor razón política para ocultar una carta escrita hace dos décadas, sobre un problema cuyo interés actual es únicamente histórico. Pero precisamente, lo excepcional es el valor histórico de la carta. Muestra al Lenin verdadero, no como lo presentan, a su imagen y semejanza, los necios burócratas que se pretenden infalibles. Preguntamos, ¿dónde está la carta de Lenin a Radek? ¡La carta de Lenin la deben tener aquellos a quienes les pertenece! ¡ Hay que ponerla sobre la mesa del partido y de la Comintern!

Si se consideran en conjunto los desacuerdos entre Lenin y Rosa Luxemburgo, la razón histórica está totalmente del lado de Lenin. Pero esto no excluye el hecho de que en determinados problemas y en ciertas épocas Rosa Luxemburgo estuvo acertada en contra de Lenin. De todos modos, los desacuerdos, pese a su extrema aspereza ocasional y a su importancia, se basaban sobre la política proletaria revolucionaria común a ambos.

Volviendo al pasado, cuando Lenin escribió en Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes (octubre de 1919) que “[...] en el momento de la toma del poder y la creación de la república soviética, el bolchevismo quedó solo en su campo, había ganado a lo mejor de las tendencias del pensamiento socialista que le eran afines [...]”; [Rosa Luxemburgo, Obras escogidas, T. 2, apéndice C, p. 281] repito, cuando Lenin escribió esto, indudablemente incluía también a la tendencia de Rosa Luxemburgo, cuyos adherentes más cercanos, Marjlevski, Dzershinski[9] y otros militaban en las filas de los bolcheviques.

Lenin comprendió más profundamente que Stalin los errores de Rosa Luxemburgo, pero no es casual que, refiriéndose a ella, citara una vez el viejo refrán: aunque las águilas, precipitándose desde lo alto, puedan volar más bajo que las gallinas, éstas, por más que desplieguen sus alas, nunca pueden llegar a las nubes. ¡Precisamente! ¡Este es el caso! Por esta razón Stalin tendría que ser muy cauto antes de emplear mi maligna mediocridad cuando se trata de figuras de la estatura de Rosa Luxemburgo.

En su artículo Una contribución a la historia de la cuestión de la dictadura (octubre de 1920), Lenin, refiriéndose a los problemas del estado soviético y de la dictadura del proletariado planteados ya por la revolución de 1905, escribía: “Representantes destacados del proletariado revolucionario y del marxismo sin falsificaciones, tales como Rosa Luxemburgo, apreciaron inmediatamente la importancia de esta experiencia práctica y la analizaron críticamente en mitines y a través de la prensa”. Por el contrario “[...] gente de la calaña de los futuros Kautsky [...] demostraron una incapacidad absoluta para comprender el significado de la experiencia”. En unas cuantas líneas Lenin rinde plenamente el tributo de su reconocimiento a la significación histórica de la lucha de Rosa Luxemburgo contra Kautsky, lucha que él mismo estuvo lejos de evaluar inmediatamente en toda su importancia. Si para Stalin - el aliado de Chiang Kai-shek y camarada de armas de Purcell,[10] el teórico del “partido obrero-campesino”, de la “dictadura democrática”, del “no molestar a la burguesía”, etcétera - Rosa Luxemburgo es un representante del centrismo, para Lenin ella es un representante del “marxismo sin falsificaciones”. Cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento de Lenin sabe qué significa este apelativo de su parte.

Aprovecho la ocasión para señalar que en las notas a os trabajos de Lenin, entre otras cosas, se dice lo siguiente sobre Rosa Luxemburgo: “Durante el florecimiento del revisionismo bernsteiniano y posteriormente del ministerialismo (Millerand),[11] Luxemburgo libró una batalla implacable contra dicha tendencia, asumiendo esta posición en el partido alemán [...] En 1907 participó, como delegada del Partido Socialdemócrata de Polonia y Lituania, en el congreso que realizó en Londres el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso; allí apoyó la fracción bolchevique en todas las cuestiones fundamentales concernientes a la revolución rusa. Desde 1907, Rosa Luxemburgo se entregó de lleno al trabajo en Alemania, desde una posición de izquierda contra el centro y la derecha [...] Su participación en la insurrección de enero de 1919 ha convertido su nombre en bandera de la revolución proletaria.

Por supuesto, el autor de estas notas probablemente confiese mañana que en la época de Lenin escribía sumido en la ignorancia, hasta que le llego la luz en la de Stalin. Actualmente la prensa de Moscú publica todos los días anuncios de este tipo, mezcla de adulonería, idiotez y bufonismo. Pero esto no cambia las cosas; no hay hoz que pueda segar aquella que una vez salió impreso ni poder que lo elimine. ¡Si, Rosa Luxemburgo se convirtió en bandera de la revolución proletaria!

No obstante, ¿cómo y por qué Stalin se dedicó súbitamente, después de tanto tiempo, a revisar la vieja caracterización bolchevique de Rosa Luxemburgo? El motivo de éste: - el más escandaloso de todos sus abortos teóricos -, como el de los anteriores, reside en la lógica de su lucha contra la teoría de la revolución permanente. Este artículo “histórico” de Stalin está también dedicado en su mayor parte a esta teoría. No aporta un solo argumento nuevo. Hace mucho contesté todos sus argumentos en mi libro La revolución permanente. Desde el punto de vista histórico confío en que el problema quedará suficientemente aclarado en el segundo tomo de la Historia de La Revolución Rusa (la Revolución de Octubre), ahora en prensa. En este caso la cuestión de la revolución permanente nos interesa sólo en la medida en que Stalin la relaciona con el nombre de Rosa Luxemburgo. Veremos cómo se las arregló el infortunado teórico para meterse en una trampa mortal.

Después de hacer una recapitulación de la polémica entre bolcheviques y mencheviques sobre las fuerzas motrices de la revolución rusa y de comprimir magistralmente en unas pocas líneas un montón de errores que me veo obligado a dejar sin análisis, Stalin escribe: “¿Qué actitud tenían los socialdemócratas alemanes Parvus[12] y Rosa Luxemburgo, respecto de la controversia? Inventaron el esquema utópico y semimenchevique de revolución permanente [...] Poco después, Trotsky (y. en parte Martov)[13] hizo suyo este esquema semimenchevique y lo transformó en un arma de lucha contra el leninismo [...]” Tal es la inesperada historia del origen de la teoría de la revolución permanente, según las ultimas investigaciones históricas de Stalin. Pero, por cierto, el investigador se olvidó de consultar sus propios e ilustrados trabajos previos. En 1925, en su polémica contra Radek, el propio Stalin manifestó su opinión sobre esta cuestión. He aquí lo que escribió entonces: “No es cierto que La teoría de la revolución permanente haya sido formulada por Rosa Luxemburgo y Trotsky en 1905. En realidad la teoría pertenece a Parvus y Trotsky.” Se puede leer esta afirmación en Cuestiones del leninismo, edición rusa, 1926, página 185. Esperamos que figure en todas las ediciones extranjeras.

Por lo tanto, en 1925 Stalin declaró a Rosa Luxemburgo inocente del pecado cardinal de participar en la creación de la teoría de la revolución permanente. “En realidad, esta teoría pertenece a Parvus y Trotsky.” En 1931, el mismo Stalin nos informa que fueron precisamente “Parvus y Rosa Luxemburgo [...] quienes crearon el esquema utópico y semimenchevique de la revolución permanente”. En cuanto a Trotsky, no creó la teoría, sólo “la planteó”, y al mismo tiempo que... ¡Martov! Una vez más Stalin se enredó solo. Tal vez escribe sobre problemas a los que no les puede encontrar pie ni cabeza. ¿O utiliza conscientemente naipes marcados al jugar con las cuestiones básicas del marxismo? Es incorrecto plantearlo como alternativa. En realidad, las dos opciones son ciertas. Las falsificaciones stalinistas son conscientes en la medida en que, en cada caso concreto, están determinadas por intereses personales concretos. Al mismo tiempo son semiconscientes, ya que su ignorancia congénita deja correr libremente sus fantasías teóricas.

Pero los hechos siguen siendo hechos. En su lucha contra el “contrabando trotskista”, Stalin cayó en la cuenta de que tiene un nuevo enemigo personal, ¡Rosa Luxemburgo! No se detuvo un momento antes de caer sobre ella y vilipendiaría; más aun, antes de poner en circulación sus gigantescas dosis de deslealtad y vulgaridad, no se tomó el trabajo de verificar lo que él mismo había dicho sobre el tema seis años antes.

La nueva variante en la historia de las ideas de la revolución permanente tuvo su origen sobre todo en la necesidad de proporcionar un plato más condimentado que todos los anteriores. De más está decir que a Martov se le metió para hacer todavía más picante el menjurje teórico e histórico. La actitud de Martov hacía la teoría y la práctica de la revolución permanente fue de un antagonismo inconmovible, y, en los viejos tiempos, señaló más de una vez que tanto los bolcheviques como los mencheviques rechazaban las posiciones de Trotsky sobre la revolución. Pero no vale la pena detenerse en esto.

Lo verdaderamente fatal es que no hay un solo problema importante de la revolución proletaria internacional sobre el que Stalin no haya expresado dos opiniones directamente contradictorias. Todos sabemos que en abril de 1924 demostró concluyentemente en Cuestiones del leninismo la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país. En otoño, en una nueva edición del libro, sustituyó esa demostración por la demostración - es decir la simple afirmación - de que el proletariado “puede y debe” construir el socialismo en un solo país. Todo el resto del texto quedó inalterado. Durante unos cuantos años, a veces unos cuantos meses, Stalin logró plantear posiciones mutuamente excluyentes sobre el partido obrero-campesino, la paz de Brest-Litovsk, la dirección de la Revolución de Octubre, la cuestión nacional, etcétera. Sería incorrecto atribuirle todo a su escasa memoria. El problema es más profundo. Stalin carece de todo método de pensamiento científico, de criterios principistas. Encara cada problema como si se hubiese originado en ese momento y estuviera aislado de todos los demás. Para emitir sus juicios se guía enteramente por el interés personal más importante y urgente del día. Las contradicciones en las que cae son la consecuencia directa de su vulgar empirismo. No ve a Rosa Luxemburgo en el marco del movimiento obrero polaco, alemán e internacional del último medio siglo. No, para él, ella es cada vez una figura nueva y además aislada, frente a la que se ve obligado a preguntarse en cada nueva situación: “¿quién está allí, amigo o enemigo?” Su instinto infalible le susurró ahora al teórico del socialismo en un solo país que la sombra de Rosa Luxemburgo le es irreconciliablemente hostil. Pero eso no impide que esta gran sombra siga siendo el estandarte de la revolución proletaria internacional.

En 1918, desde su prisión, Rosa Luxemburgo criticó muy severamente y de manera fundamentalmente incorrecta la política de los bolcheviques. Pero incluso en éste, su trabajo más erróneo, se perciben las alas del águila. He aquí su caracterización general de la Insurrección de Octubre: “Todo lo que el partido pudo hacer en el terreno de la valentía, la acción firme, la previsión y coherencia revolucionarias: todo eso hicieron Lenin, Trotsky y sus camaradas. Todo el honor revolucionario y la capacidad de acción que tanto le faltan a la socialdemocracia occidental, los bolcheviques demostraron poseerlos. Su Insurrección de octubre salvó no sólo a la Revolución Rusa sino también el honor del socialismo internacional.” ¿Es posible que esta sea la voz el centrismo?

En las páginas siguientes, Luxemburgo somete a una severa crítica la política de los bolcheviques en el terreno agrario, su consigna de autodeterminación nacional y su rechazo a la democracia formal. Podemos agregar que en esta critica, dirigida tanto contra Lenin como contra Trotsky, no hace ninguna diferenciación entre las posiciones de ambos; y Rosa Luxemburgo sabía leer, comprender y percibir los matices. Por ejemplo, ni siquiera se le pasó por la cabeza acusarme de que, al solidarizarme con Lenin en el problema agrario, yo había cambiado mi posición sobre el campesinado. Además, ella conocía muy bien mis puntos de vista, ya que en 1909 los desarrollé detalladamente en su periódico polaco. Rosa Luxemburgo termina así su crítica: “En la política lo esencial de lo no esencial, lo fundamental de lo circunstancial.” Considera fundamental la fuerza de las masas en la acción, la voluntad de llegar al socialismo. “En ese sentido - escribe - Lenin, Trotsky y sus compañeros fueron los primeros, en darle el ejemplo al proletariado mundial. Ahora siguen siendo los únicos que pueden gritar, con Huteen,[14] ‘¡he osado!’”

Si, Stalin tiene motivos suficientes para odiar a Rosa Luxemburgo. Más imperiosa entonces es nuestra obligación de rescatar su memoria de las calumnias de Stalin, que han sido acogidas por los funcionarios a sueldo de ambos hemisferios, y transmitirles a las jóvenes generaciones proletarias, en toda su grandeza y fuerza inspiradora, esta imagen realmente hermosa, heroica y trágica.



[1] ¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo! The Militant 6 y 18 de agosto de 1932. [En español aparece en Rosa Luxemburgo, Obras escogidas, Editorial Pluma, Bogotá, 1976, Tomo II, apéndice c. página 275.] El artículo de Stalin al que responde Trotsky defendiendo a Rosa Luxemburgo, escrito en forma de carta, es el mismo en el que Stalin acusaba a la Oposición de haber intentado provocar una “insurrección” el 7de noviembre de 1927.

[2] Rosa Luxemburgo (1871-1919): formó parte del grupo que fundó el Partido Socialdemócrata Polaco y fue dirigente del ala izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), en el que combatió el revisionismo y el apoyo del partido a la Primera Guerra Mundial. Aunque la encarcelaron en 1915, ella y Karl Liebknecht fundaron la Spartakusbund (Liga Espartaco), que posteriormente se convirtió en el Partido Comunista de Alemania. Liberada por la Revolución de Noviembre de 1918, participe en la dirección de la insurrección espartaquista, que fue aplastada en enero de 1919; ella y Liebknecht fueron asesinados por orden de los gobernantes socialdemócratas de Berlín. Muchos de sus trabajos han sido publicados en castellano en Rosa Luxemburgo, Obras escogidas (Editorial Pluma, Bogotá, 1976), en dos tomos.

[3] August Bebel (1840-1913): fundó, con Wilhem Liebknecht, la socialdemocracia alemana. Bajo su dirección el partido se hizo muy poderoso. Como Kautsky, rechazaba formalmente el revisionismo, pero fue responsable por el avance de los tendencias oportunistas que se adueñaron de la socialdemocracia poco después de su muerte.

[4] El título completo del articulo de Lenin es Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. Esta y los siguientes citas están tomadas de la traducción al inglés de las Obras escogidas de Lenin publicadas en lo Unión Soviética en lo década del 60. En algunos casos, los datos de esta edición no corresponden con los de Trotsky.

[5] Jorge Plejanov (1856-1918): en 1883 formó en Suiza el primer grupo marxista ruso, Emancipación del Trabajo. Fue director de Iskra, pero degeneró políticamente y tuvo choques con los bolcheviques e incluso con los mencheviques. Posteriormente fue un ardiente partidario de le guerra y adversario de la Revolución Bolchevique.

[6] El 4 de agosto de 1914 los diputados socialdemócratas al Reichstag votaron a favor del presupuesto de guerra, a pesar de la posición antimilitarista que había levantado el partido hasta ese momento; el mismo día, los partidos socialistas de Francia y Bélgica publicaron sendos manifiestos declarando su apoyo en la guerra a sus respectivos gobiernos. Vorwaerts (Adelante): diario del Partido Socialdemócrata Alemán.

[7] Alexander Shliapnikov (1885-1937): activista de la organización bolchevique que funcionaba ilegalmente en Rusia durante la Primera Guerra Mundial y uno de los héroes de la Guerra Civil. Encabezó la “Oposición Obrera” (1921-1923) y posteriormente el grupo de los “veintidós”, que hacia fuertes críticas a la NEP. Stalin lo hizo encarcelar y no se sabe qué le sucedió.

[8] Gustav Noske (1868-1946): socialdemócrata alemán de derecha, fue ministro de defensa en 1919 y estuvo a cargo del aplastamiento de la insurrección espartaquista. Siendo ministro ordeno el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

[9] Julian Marjlevski (1866-l925): veterano del movimiento obrero polaco y fundador, con Rosa Luxemburgo, del Partido Socialdemócrata Polaco. Militó durante décadas en el movimiento obrero alemán. Después de la Revolución Rusa fue presidente de la Universidad de los Pueblos de Oriente en la Comintern leninista. Felix Dzershinski (1877-1926): uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata Polaco, militó en el movimiento revolucionario de Polonia y Rusia. Después de la Revolución dirigió la Cheka desde que se formó en diciembre de 1924, y también el Consejo Supremo de la Economía Nacional Apoyó a Stalin.

[10] Albert Purcell (1872-1935): dirigente del Consejo General del Congreso Sindical Británico y del Comité Sindical Anglo-Ruso en la época de la traición la huelga general británica de 1926.

[11] Alexandre Millerand (1859-1943): el primer socialista que formó parte de un gabinete burgués, cuando lo designaron ministro de comercio en el gobierno francés de 1899; luego lo expulsaron del Partido Socialista. Ocupó varios cargos ministeriales y fue presidente de la república en 1920. Entre 1900 y 1901 Rosa Luxemburgo escribió una serie de artículos reunidos bajo el título “la crisis socialista en Francia” en los que denunció severamente a Millerand; un largo extracto de estos artículos se reproduce en las Obras escogidas de Rosa Luxemburgo.

[12] Alexander Parvus (1869-1924): destacado teórico marxista de Europa oriental en la preguerra, colaboró con Trotsky y llegó a conclusiones similares a las de la teoría de la revolución permanente. Trotsky rompió con Parvus en 1914, cuando éste se convirtió en uno de los dirigentes del ala pro guerra de la socialdemocracia alemana. En 1917 trató de reconciliar al partido socialdemócrata alemán con los bolcheviques y posteriormente a los socialistas independientes con la dirección socialdemócrata de Ebert-Noske.

[13] Iulius Martov (1873-1923): uno de los fundadores del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso; al principio estuvo estrechamente ligado a Lenin. Más adelante se convirtió en dirigente del ala izquierda menchevique, se puso en contra de la Revolución de Octubre y en 1920 emigró a Alemania.

[14] Ulrich von Hutten (1488-1523): humanista y poeta alemán, fue un teórico de los miembros de la nobleza que estaban a favor de reformar el imperio eliminando a los príncipes y secularizando la propiedad eclesiástica.



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